jueves, 7 de octubre de 2010

Miriam

Louis Amstron - What a Wonderfull World


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Sáb Ago 21, 2010 7:19 pm

Miriam

Le he dado 10 euros al pianista del foro para que interprete “What a Wonderfull World”, de mi tocayo Louis Amstrong. Al menos que encuentren buena música los que entren a leer esto. Alguien habrá que lo haga. Esperad un momento, que me parece que le voy a dar 30 euros más a este tipo. “Un poquito más de soul al tocar, compadre. Y no te limites a aporrear el piano, canta también la canción”. Mejor así. No se donde recluta esta gente a los foreros, pero está claro que tienen buen ojo. Debidamente, motivados son capaces de dar lo mejor de si. Me encanta esta canción, parece un canto a la belleza del mundo, a la felicidad que eso te procura. Y, sin embargo, ¿por qué me entristezco tanto cada vez que la escucho? ¿O tal vez no es tristeza? Oirla es como escuchar el atardecer, como evaluar y sopesar lo que ha sido el día, y antes de contestarte notar que tu pensamiento se cubre de melancolía al saber que, bueno o malo, se acaba, hasta que caes en la cuenta que mañana habrá otro, tan cargado de incertidumbre y contradicción como el que estás viviendo. Lo que describe Amstrong ¿es un lugar triste o feliz? Creo que la vida es eso, un lugar en el que no sabes nunca si eres dichoso o desdichado. Pues habrá que cargar con esa duda como con el resto. ¿Existe Dios? ¿Por qué parecemos tan solos en el universo? ¿Por qué no todos los granos de maiz se convierten en palomitas? Continuo.

Hoy me he enterado que Woody Allen detesta la fabada. A pesar de ello ama Asturias y la considera su opción B para cuando llegue su jubilación. Quien narraba la noticia en el telediario no se daba cuenta que solo era un chiste de Woody. El no se jubilará nunca. Pero entiendo la metáfora, amas a quienes amas a pesar de sus defectos. Deseas a las que deseas solamente por aquellas cualidades en ellas que te gustan. Pero no quería hablar de esto, es más importante lo que luego sigue para lo que estoy tratando de contar. Había un tipo muy sabio llamado Diógenes. Vivia dentro de un tonel. Supongo que con eso quería decir quien se inventó la leyenda que era tan sabio que ponía en práctica esa máxima de que no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita. Un día se le acerquó el hombre más poderoso de la ciudad, Alejandro Magno o Pericles, da igual donde fechemos la historia por que su significado va a ser el mismo e igual de ambiguo. Vino apreguntarle para poder resolver las dudas que más le atormentaran. Le habían dicho sus consejeros que persona más sabía que él no existía. Tras darle Diógenes las respuestas correctas ese hombre tan poderoso le preguntó que es lo que quería como pago. “Que te apartes por que me das sombra. No me dejas ver la luz del sol y hoy quiero ponerme moreno”. ¿Desprecio por el poder? ¿Un ejemplo de la incorruptibilidad de la verdad? ¿O de que lo que sabemos no nos pertenece y debemos compartirlo con los que nos rodean, se lo merezcan o no? En todo caso la vida es aprender, y siempre lo hacemos de quienes comparten nuestros minutos. Tan poco tiempo estamos aquí si tenemos en cuenta que el Universo tiene una edad de 20.000 millones de años, que más que una casualidad, coincidir con alguien que nos aporte o alegre nuestras vidas ha de considerarse un milagro. Y si es amor lo que nos procura, ¿Cómo hemos de denominarlo? ¿Prodigio?

Conocí a Miriam un otoño frío de hace ya algunos años. Era alta y hermosa. 1,74. Se el dato exacto por que se lo pregunté. Era más alta que yo, había una simpatica diferencia de estaturas entre ambos. Estuve ciertamente ocurrente aprovechando esta circunstancia. La hice reir a voluntad bromeando sobre el tema. La conocí al mismo tiempo que a los otros 6 compañeros de trabajo para el resto del otoño y el posterior invierno. Ibamos a delimitar el monte de pinos silvestre que hay detrás de la Cruz de los Caidos. Debió inspirarme su belleza por que con mi parloteo fui capaz de concitar su atención. Se iban a formar 4 parejas para todo el tiempo que iban a durar aquel trabajo. Yo quería estar con ella, evidente. Así que use las únicas armas que tengo. Pero estuve demasiado ocurrente. A mitad de camino eran dos las mujeres que se peleaban por mi compañía, de forma todo lo sútil que tu quieras, pero que ciertamente daba miedo verlas. Jamás me había encontrado ni luego he estado en una situación igual, por que la seducción es una materia que desconozco. Suerte de principiante supongo. Al final hubo de decidirse la cuestión a suertes y los dados me fueron propicios.

Miriam me enseñó algunas cosas que luego me han sido muy útiles. A caminar hacia atrás cuando has de atravesar matorral denso o ramaje cubiertos de nieve. Quien se pregunte si es la forma adecuada que intente hacerlo caminando hacia adelante. También me enseño que el bosque escucha, nos detecta, se acostumbra a nuestra presencia y al final nos acepta si logramos que nos descarte como un peligro. Al comenzar el trabajo, durante los primeros días, éramos incapaces de ver animales. En los últimos días que permanecimos juntos era relativamente habital que algún ciervo o algún corzo se dejara ver. Por que de eso se trataba, tras comprobar que no éramos una amenaza los animales empezaron a dejarse caer por la zona del bosque por donde deambulábamos. Tras ver por doquier rastros de jabalíes solo en una de las últimas jornadas pudimos ver a una hembra con sus seis rayones. Yo recuerdo aquello como un saludo. Al fondo de la vaguada pasaron ante nuestros sorprendidos ojos, como una visión fugaz cargada de misterio. Ella me dijo que los habiamos visto por que así lo habían querido. ¿Y que fue lo que le enseñé yo? Me temo que nada excesivamente útil. Tal vez alguna que otra cosa que más que saber conviene olvidar. Eso sí, le hice caer en la cuenta de que mirar el cielo es uno de esos escasos placeres gratuitos que se nos permiten. Al finalizar cada jornada de trabajo esperabamos a las otras tres parejas en el punto de encuentro tumbados sobre la yerba, sintiendo el peso del azul sobre nuestras caras y narrando historias que tenían como protagonistas las nubes que caminaban despacio ante nuestros ojos. Éramos rápidos y eficaces en nuestro trabajo y esos momentos de esplendor sobre la hierba fueron cada vez más largos y gozosos.

Hacia la mitad de mi estancia allí creo que empecé a sentir pánico de mis sentimientos. Hay que entenderme, a pesar de que habían sido muchas las veces que había apostado en el pasado jamás había ganado una partida en ese juego. En vez de mostrar mi lado bueno empecé a mostrar el malo, que es más extenso. Se resistió lo que pudo pero al final logré su concitar su enojo. Ella fue cruel conmigo y yo me vengué de ella con mi silencio. Renuncie a la belleza por que no quería saber si la merecía, si estaba capacitado para obtenerla y retenerla conmigo.

Años después, mientras bajaba una colina del otro lado de la Sierra de Gredos, en un punto entre Ávila y Segovia, caminando ladera abajo por una estrecha trocha, vi avanzar desde mi izquierda un zorro, que recorría un sendero que se cruzaba con el mío un poco más adelante. Pude detenerme, pero seguí caminando. Unos minutos después estaba claro que la encrucijada la ibamos a alcanzar casi al mismo tiempo. El zorro llegó tan solo unos segundos antes que yo. No volvió la mirada hacia mi, no acelero el paso, no desvío su trayectoria, siguió recto y tranquilo como si yo no existiera. Viví atormentado por esta imagen durante mucho tiempo. Debí soñar con ella unas cuantas veces, por que en mi memoria había tomas en que se nos podía ver a los dos. ¿Qué era aquello que ni siquiera un zorro alteraba su paseo por mi presencia? ¿Tan poco importaba yo que se me podía desdeñar de esa manera? Solo Sonia conoce la solución del acertijo. Algunas personas somos autodestructivas. En la actitud del zorro no hubo ni una gota de desprecio, solo aceptación. Me había convertido en parte del paisaje. Yo también contaba por que formaba parte del todo. Tal vez desde hacia mucho. Recordar a Miriam y sus enseñanzas me sirvió para dar con la respuesta correcta.

Si volviera a verla me gustaria hacerle muchas preguntas. Le pediría perdón. Tal vez besase su frente para darle las gracias por haber sido parte de mi vida. Lo haría tratando de no interponerme entre ella y el sol, entre una luz y otra. Y al ponerme de puntillas para alcanzar su frente haría alguna broma para volver a escuchar su risa. Le preguntaría muchas cosas y no ofrecería un precio por las respuestas, por que lo que se sabe debe compartirse. Y trataría de averiguar en sus palabras que es lo que va a ser de mí, si lo que he logrado ha sido suficiente para no sentirse avergonzado, si recalentar los granos de maíz que no han estallado procura más palomitas. Eso espero, por que siempre tengo la sensación de que son demasiadas las que veo en el fondo del plato.

Mañana parto hacia Monforte de Lemos. Hasta el lunes no estaré de regreso. Y como ahora debería estar trabajando, en vez de escuchando al pianista, se me avecina una semana de mucho trabajo que me dejará pocos ratos para poder compartir con mis amigos. A saber cuando volveremos a vernos. Le daré 100 euros más a este tipo para que si entrais aquí a falta de otra cosa mejor que hacer al menos tengais un sitio donde escuchar buena música. “Interpreta Moon River que es corta y ya me voy. No, no hace falta que cantes esta vez. Después de interpretarla Audrey Hepburn debería estar prohibido por ley que alguien lo intentara. Solo la melodía. Gracias. Eres un genio, me reconforta escucharte. Ciao a ti también”.

Sixpence None The Richer - Kiss Me

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