Expedientan por «falta grave» a un guardia civil que fue condecorado por liberar a Ortega Lara
El director general de la Policía y la Guardia Civil, Francisco Javier Velázquez, ha expedientado ahora, por una presunta «falta grave», a un sargento de la Benemérita, Javier Sureda, que hace más de un año opinó, en un reportaje periodístico en el que se incluyeron otros testimonios, sobre la precaria situación de algunas instalaciones del cuartel de Inchaurrondo. El agente —que resultó herido en un atentado de ETA, fue condecorado por participación en la liberación de Ortega Lara y estuvo al borde de la muerte tras inteceptar, libre de servicio, a un atracador—, mostró su parecer como miembro de la Asociación Española de Guardias Civiles.
Se da la circunstancia de que la Dirección General de la Guardia Civil «desempolva» este caso, «dormido en un cajón desde hace casi un año, después de que Velázquez tuviera que concluir el pasado 18 de julio que este sargento no tiene ninguna responsabilidad en otro expediente que él mismo le abrió en febrero de este año. A la vista de ello, fuentes de la Asociación Española de Guardias Civiles consideran que este agente, que durante quince años estuvo en la vanguardia de la lucha contra ETA, es víctima de una persecución por parte de los mandos políticos del Instituto Armado. Solo ello, opinan estos medios, explica que se recupere ahora un caso antiguo, justo cuando no ha prosperado otro expediente abierto contra él.
Las reflexiones sobre la precaria situación de algunas instalaciones del cuartel de Inchaurrondo las emitió este sargento, no en una entrevista,sino dentro de un reportaje en el que aparecían más opiniones que, además, fueron sometidas a la posterior valoración y elaboración del autor del trabajo periodístico.
Además, en el expediente se incluye al delegado en el País Vasco de la Asociación Española de Guardias Civiles, que no opinó en el mencionado reportaje, y se alude a casos antiguos, incluso de 1990, que en su día se le abrieron a ambos y de los que salieron sin responsabilidad, por lo que fueron archivados tras concluirse que su actitud fue correcta. Fuentes de esta Asociación consideran que con la incoación del expediente se incumple la Ley de Protección de Datos, ya que esos casos archivados deberían haberse destruido.
Ocurre que en el expediente disciplinario se incluyen casos archivados, pero no se hace mención a que el sargento es, además, delegado de la Asociación de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado Víctimas del Terrorismo y dispone de una brillante hoja de servicios al haber participado en la desarticulación de numerosos «comandos» de ETA. Por ejemplo, le fue impuesta la Cruz de Plata al Mérito de la Guardia Civil por su participación en la liberación de José Antonio Ortega Lara. Incluso fue el secretario de las primeras diligencias realizadas en la propia nave industrial donde la banda había enterrado en vida al funcionario de prisiones. Posee también una Cruz al Mérito de la Guardia Civil, con distintivo rojo, por interceptar a un atracador cuando estaba libre de servicio en Madrid. En noviembre de 2000 resultó herido como consecuencia de un atentado contra Inchaurrondo. Aún le quedaron ánimos para participar en una misión de paz en Mozambique, por la que fue condecorado por la ONU.
(Fuente: http://www.abc.es/)
El director general de la Policía y la Guardia Civil, Francisco Javier Velázquez, ha expedientado ahora, por una presunta «falta grave», a un sargento de la Benemérita, Javier Sureda, que hace más de un año opinó, en un reportaje periodístico en el que se incluyeron otros testimonios, sobre la precaria situación de algunas instalaciones del cuartel de Inchaurrondo. El agente —que resultó herido en un atentado de ETA, fue condecorado por participación en la liberación de Ortega Lara y estuvo al borde de la muerte tras inteceptar, libre de servicio, a un atracador—, mostró su parecer como miembro de la Asociación Española de Guardias Civiles.
Se da la circunstancia de que la Dirección General de la Guardia Civil «desempolva» este caso, «dormido en un cajón desde hace casi un año, después de que Velázquez tuviera que concluir el pasado 18 de julio que este sargento no tiene ninguna responsabilidad en otro expediente que él mismo le abrió en febrero de este año. A la vista de ello, fuentes de la Asociación Española de Guardias Civiles consideran que este agente, que durante quince años estuvo en la vanguardia de la lucha contra ETA, es víctima de una persecución por parte de los mandos políticos del Instituto Armado. Solo ello, opinan estos medios, explica que se recupere ahora un caso antiguo, justo cuando no ha prosperado otro expediente abierto contra él.
Las reflexiones sobre la precaria situación de algunas instalaciones del cuartel de Inchaurrondo las emitió este sargento, no en una entrevista,sino dentro de un reportaje en el que aparecían más opiniones que, además, fueron sometidas a la posterior valoración y elaboración del autor del trabajo periodístico.
Además, en el expediente se incluye al delegado en el País Vasco de la Asociación Española de Guardias Civiles, que no opinó en el mencionado reportaje, y se alude a casos antiguos, incluso de 1990, que en su día se le abrieron a ambos y de los que salieron sin responsabilidad, por lo que fueron archivados tras concluirse que su actitud fue correcta. Fuentes de esta Asociación consideran que con la incoación del expediente se incumple la Ley de Protección de Datos, ya que esos casos archivados deberían haberse destruido.
Ocurre que en el expediente disciplinario se incluyen casos archivados, pero no se hace mención a que el sargento es, además, delegado de la Asociación de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado Víctimas del Terrorismo y dispone de una brillante hoja de servicios al haber participado en la desarticulación de numerosos «comandos» de ETA. Por ejemplo, le fue impuesta la Cruz de Plata al Mérito de la Guardia Civil por su participación en la liberación de José Antonio Ortega Lara. Incluso fue el secretario de las primeras diligencias realizadas en la propia nave industrial donde la banda había enterrado en vida al funcionario de prisiones. Posee también una Cruz al Mérito de la Guardia Civil, con distintivo rojo, por interceptar a un atracador cuando estaba libre de servicio en Madrid. En noviembre de 2000 resultó herido como consecuencia de un atentado contra Inchaurrondo. Aún le quedaron ánimos para participar en una misión de paz en Mozambique, por la que fue condecorado por la ONU.
(Fuente: http://www.abc.es/)
_________________________________________________________________________
Expedientan por «falta grave» a un guardia civil que fue condecorado por liberar a Ortega Lara
Si, lo se, alguno se estará revolviendo incómodo en la silla al ver el título de la carpeta. No, no trato de entablar un debate político o paralelo a la política. Solo que me ha impactado el titular, por que si hay dos noticias que me emocionan cuando las recuerdo son la de aquel chino anónimo que impedía avanzar a un convoy blindado en la Plaza de Tianammen, dando pasitos laterales a derecha e izquiera, armado tan solo con una bolsita de papel que colagaba de su mano derecha, y por supuesto la liberación de Ortega Lara. ¿Qué debieron sentir aquellas dos personas que se encontraon un día en la oscuridad, uno avanzando hacia un lugar en el que tal vez le esperaba la muerte, y el otro aguardando la visita postrera del verdugo? No lo se, no se si tengo capacidad de comprenderlo. Pero cada vez que pienso en ello, a pesar de los años, me emociono.
Si, todo se ramifica. Yo viví los famosos años del plomo, quizás a una edad impresionable, y a veces no entiendo como la ciudad sobrevivió a aquello sin quedar traumatizada. En los paisajes de mi memoria, y digo paisajes por que hablo de lugares, hay infinidad de cicatrices de todas aquellas bombas que estallaron, de todos aquellos atentados. Os sorprendería saber que cerca ronda la muerte en estos casos. Podría dar muchos ejemplos. Daré solo uno. Forme parte en su día de la guardia militar que vigila el Cuartel General de la Marina, que se sitúa junto a Correos, entre la Plaza de la lealtad, donde está la Bolsa, y la Plaza de la Cibeles, en el arranque del Salón del Prado. Muchas veces nos cambiaban la ruta de llegada, pero supongo que jamás pasé auténtico peligro. Dos años después de licenciarme uno de los autobuses en los que viajé estalló por los aires matando a bastantes trabajadores civiles que prestaban servicio en aquel edificio. Oí la explosión desde el otro lado de la ciudad. Debió de ser en verano por que la ciudad estaba en reposo y yo estaba estudiando junto a la ventana abierta. Cuando ocurrían estas cosas podías escuchar la sinfonía de sirenas tronando por todo el casco urbano. Encendías la tele por que sabías que algo había pasado, y las imágenes que vi aquel día se me han quedado grabadas para siempre por que por un momento pensé que me hablaban de un territorio en zona de guerra. Había una persona medio desnuda, con el cuerpo medio quemado caminando a la izquierda del encuadre, como sonámbula, mientras en segundo plano los servicios de urgencia trataban sin demasiado éxito de hacerse cargo de la tragedia.
Que quereis que os diga. A mi el 11-M me dejó bastante frío. Viajé dos días después, en vísperas de las elecciones. Primero a Mallorca en avión. Después, al regresar a Barajas por la tarde, en mi coche, camino del Delta del Ebro. El recepcionista del hotel me preguntó por el estado de ánimo de Madrid. Pensé que era el mismo que el mío: "No pasa nada, estamos acostumbrados". Vale, me equivoqué, tal vez incluso fui descortes, por que aquel chico parecía realmente preocupado. No lo vi con mis propios ojos, tal vez fuera eso. Pero ese era mi estado de ánimo. Y no, no era ese por que yo no hubiera sufrido. Durante horas cupo la posibilidad de que la persona que más quería en el mundo hubiera muerto en aquel atentado. Vivía en Alcalá de Henares entonces y a esa misma hora viajaba camino de Madrid. A Dios gracias a ella le gustan los autobuses. Durante horas de solapsaron las líneas de los teléfonos móviles. Creo que la ciudad vivió aterrada durante una mañana entera, por que nadie sabia de nadie a través de los móviles. Pero a las dos o tres horas pude contactar y resolver mis miedos. Y lo cierto es que emergí de todo aquello sin el más mínimo rasguño en el ánimo. ¿Que soy frío? Tal vez. Pero eso fue lo que hubo.
No se si a los demás les dirá algo, pero el titular me ha dejado impactado. Si algún día lograra aprender escribir me gustaría tratar de describir ese momento, en el que dos personas que no sabían si les aguardaba la muerte en aquel encuentro se encontraron en la oscuridad en mitad del camino.
Si, todo se ramifica. Yo viví los famosos años del plomo, quizás a una edad impresionable, y a veces no entiendo como la ciudad sobrevivió a aquello sin quedar traumatizada. En los paisajes de mi memoria, y digo paisajes por que hablo de lugares, hay infinidad de cicatrices de todas aquellas bombas que estallaron, de todos aquellos atentados. Os sorprendería saber que cerca ronda la muerte en estos casos. Podría dar muchos ejemplos. Daré solo uno. Forme parte en su día de la guardia militar que vigila el Cuartel General de la Marina, que se sitúa junto a Correos, entre la Plaza de la lealtad, donde está la Bolsa, y la Plaza de la Cibeles, en el arranque del Salón del Prado. Muchas veces nos cambiaban la ruta de llegada, pero supongo que jamás pasé auténtico peligro. Dos años después de licenciarme uno de los autobuses en los que viajé estalló por los aires matando a bastantes trabajadores civiles que prestaban servicio en aquel edificio. Oí la explosión desde el otro lado de la ciudad. Debió de ser en verano por que la ciudad estaba en reposo y yo estaba estudiando junto a la ventana abierta. Cuando ocurrían estas cosas podías escuchar la sinfonía de sirenas tronando por todo el casco urbano. Encendías la tele por que sabías que algo había pasado, y las imágenes que vi aquel día se me han quedado grabadas para siempre por que por un momento pensé que me hablaban de un territorio en zona de guerra. Había una persona medio desnuda, con el cuerpo medio quemado caminando a la izquierda del encuadre, como sonámbula, mientras en segundo plano los servicios de urgencia trataban sin demasiado éxito de hacerse cargo de la tragedia.
Que quereis que os diga. A mi el 11-M me dejó bastante frío. Viajé dos días después, en vísperas de las elecciones. Primero a Mallorca en avión. Después, al regresar a Barajas por la tarde, en mi coche, camino del Delta del Ebro. El recepcionista del hotel me preguntó por el estado de ánimo de Madrid. Pensé que era el mismo que el mío: "No pasa nada, estamos acostumbrados". Vale, me equivoqué, tal vez incluso fui descortes, por que aquel chico parecía realmente preocupado. No lo vi con mis propios ojos, tal vez fuera eso. Pero ese era mi estado de ánimo. Y no, no era ese por que yo no hubiera sufrido. Durante horas cupo la posibilidad de que la persona que más quería en el mundo hubiera muerto en aquel atentado. Vivía en Alcalá de Henares entonces y a esa misma hora viajaba camino de Madrid. A Dios gracias a ella le gustan los autobuses. Durante horas de solapsaron las líneas de los teléfonos móviles. Creo que la ciudad vivió aterrada durante una mañana entera, por que nadie sabia de nadie a través de los móviles. Pero a las dos o tres horas pude contactar y resolver mis miedos. Y lo cierto es que emergí de todo aquello sin el más mínimo rasguño en el ánimo. ¿Que soy frío? Tal vez. Pero eso fue lo que hubo.
No se si a los demás les dirá algo, pero el titular me ha dejado impactado. Si algún día lograra aprender escribir me gustaría tratar de describir ese momento, en el que dos personas que no sabían si les aguardaba la muerte en aquel encuentro se encontraron en la oscuridad en mitad del camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario