El subsuelo de Madrid
El sueño del caballero o Desengaño de la vida - Antonio de Pereda
AD: Esta imagen hubiera ilustrado cierto exceso verborreico que tuve hace ya tiempo si entonces hubiera sabido colgar fotos. Me parece que Rafa fue mi único lector. Si un escritor se mide por la calidad de sus lectores, macho, estás a punto de procurarme un Pulitzer. Ven más por aquí que se nota mucho el hueco que dejas.
Este cuadro suelga en una de las salas de la Real Academia de San Fernando, en la calle Alcalá, a un tiro de piedra del edificio metrópolis. Ya se que hay un Archimboldo y no se cuantos goyas y zurbaranes, pero este es el cuadro del museo que a mi me apasiona, el que es capaz de hacer que me olvide de la prisa y me detenga para contemplarlo. Puro barroco. Eso quiere decir que el cuadro está cargado de información, un 95% de la cual ha sido borrada por el tiempo. Pero ahí sigue encriptada. Ahora sabemos mirar la televisión, una película, pero no contemplar un cuadro. Los temas principales son la vanidad del mundo, la fugacidad de la vida y lo superfluo e intrascendente de los logros materiales y honores obtenidos en vida. En la filacteria que porta el ángel puede leerse "Aeterne Pungit Cito Volat et Occidit". Me costó averiguarlo y aun más encontrar una traducción. "Eternamente hiere, vuela veloz y mata". El tiempo. Un dardo disparado por un arco, como el que se ve dibujado en mitad del mensaje. Se parece mucho a la frase que incluye Arturo Pérez Reverte en una de sus novelas, el Club Dumas creo, como leyenda de un reloj de sol: Omnia Vulnerant Postuma Necat. Todas hieren y la última mata, refiriéndose a las horas. La vanidad de pensar que lo que logramos acumular en vida tiene alguna importancia, que podremos llevarnoslo con nosotros tras la muerte, que suma al evaluar lo que somos. Y el ángel andrógino. Es uno de los más bellos que pueden verse en Madrid. El angelito niño que llora mientras sostiene al cristo muerto en El Prado, El Ángel Caido del Retiro, el de este cuadro y la victoria alada que remata el Edificio Metrópolis. Que no lo es, ya lo se, pero que es tan hermoso que debería serlo. Un ángel para compadecernos, otro para darnos la fuerza con la que rebelarnos, otro para intentar que arraigue en nuestra cabeza la semilla de la sensatez y un último para celebrar nuestros triunfos. Son los cuatro que yo recuerdo. Lo mismo hay un quinto. Pero ese ya sería de carne y hueso. Supongo. Finjo dudarlo, pero en realidad lo se. Un ángel para la alegría, para agarrar la flecha en mitad del vuelo.
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