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miércoles, 13 de febrero de 2013

Comando ejecutivo 8

"Te prometí que la siguiente vez que nos viéramos tu también podrías hablar y preguntar". "¿Quien es usted?". "Créeme, eso no es excesivamente relevante, aunque entiendo que sientas curiosidad. Yo cambié tu vida. Aunque he descubierto cuando he llegado aquí que no ha sido para mejor". Suspiró, estiró sus largas piernas y adoptó una postura más cómoda. "Sí, lo has captado bien, siento culpabilidad. Creí haberte rescatado de un infierno y te he llevado a otro peor. Y no vale que el empedrado de esté hecho de buenas intenciones". Echó mano a un bolsillo y extrajo una caja pequeña, y de ella una especie de cilindro de papel. "Sí, soy eso que llamas un fénix, aunque en realidad no sepas realmente que significa. Pero es lógico, nunca habías visto uno, sólo habías oído extrañas habladurías. Además, yo lo soy y sigo en fase de aprender lo que significa". "¿Son ustedes inmortales?". "Bueno, nadie ha tocado con los dedos de su vida la eternidad para saberlo. En el confín de los tiempos lo sabremos, supongo. En todo caso, muchos de nosotros murieron y ninguno de los primeros que lo fueron están ya con nosotros. Así que usaría un no como respuesta a tu pregunta". "¿Dirigen ustedes el mundo?". "Algún día sabrás que ningún hombre gobierna realmente, por mucho poder que tenga, que lo hacen las circunstancias, que le obligan a tomar decisiones, muchas veces erróneas, o acertadas y excesivas, o correctas pero sencillamente inoperantes". "¿Por qué dice que algún día lo sabré?". "Porque te voy a sacar de aquí para que seas uno de los nuestros". "¿Cómo se llama?". "Philip, mi tiempo es limitado, tengo muchas otros asuntos que atender, no perdamos el poco del que disponemos con minucias. He cambiado mi nombre muchas veces. Poca gente lo usa, el que tengo ahora, y al oirlo tan poco muchas veces me cuesta recordarlo". "¿Y es?". "Gabriel. Es un chiste. Hay quien nos llama arcángeles. me lo puso hace medio siglo alguien que llegué a apreciar mucho". "¿Esta ella con usted ahora?". "No, no era un fénix".

Soltó humo blanco por su boca y sus fosas nasales. "El tabaco es un hábito antiguo. Lo mantengo. De vez en cuando me permito fumar un cigarrillo porque no me perjudica. Bueno, corrijo, sí lo hace, pero el mal que me causa tiene remedio". Volvió a adoptar la postura rígida de antes. Hasta su tono cambio. "¿Es usted telépata?". "Sí, desde luego. Y te diré que es una característica que se agudiza con los años. Por eso no puedes leerme bien, sólo intuir lo que pienso. Y apenas notas cuando yo te leo a tí". "¿Por qué ha venido?". "Ya te lo he dicho. Para llevarte de aquí. Me contaron este proyecto de otra forma. O tal vez yo no presté la debida atención cuando me lo explicaron. Según he leído en el informe, aunque para mí ha pasado un año desde la última vez que te ví, para tí ha transcurrido una década. Vale que el tiempo para un fénix es algo muy relativo, pero se apreciar la diferencia. En las minas de Júpiter hay otros que te pueden suplir aquí, has marcado la pauta a seguir, pero eres insustituible para hacer el que te toca a partir de ahora". "¿Dominar el mundo?". "Digamos que sí, pero ya comprobarás que el mundo se deja domar muy a regañadientes". "¿Y qué es lo que he hecho aquí? Nunca lo he sabido realmente".

El silencio duró bastante. Hace mucho tiempo dejé de ser una persona impaciente. Cuando la muerte es lo más probable es lógico que no tengas especial predilección porque los hechos ocurran con más rapidez que lo que su naturaleza demanda. "Hace unos años este centro hizo un hallazgo sorprendente. Sí, más aun incluso que la falsedad en ciertas circunstancias, energéticas realmente, del principio de Pauli". Leyó mi curiosidad, aunque mi mirada estaba muerta. Ante aquel ser todas mis técnicas defensivas, de camuflaje, se volvían inútiles. "Lo llaman engarce. Es un bonito disparate que se le ocurrió a alguien hace 10 años y que tus viajes a universos paralelos han rescatado del olvido". Hizo una pausa para apagar el cilindro de papel ardiente. El olor del humo que desprendía no me pareció desagradable. Me recordó el de las cabinas de las jaulas mineras, que fueron mi hogar tanto tiempo. El funcionamiento forzado de la maquinaria extraía calor de la atmósfera encerrada. "Yo supervisé la creación de este complejo. Fue un verdadero dolor de cabeza en sus comienzos. Planearlo y ejecutarlo supuso un esfuerzo ingente. Cuando el tiempo está de tu parte, no es tu enemigo, las cosas se ejecutan sacando el máximo provecho a la posibilidad de aplicar los plazos más largos posibles. Por eso el complejo solo lo podía dirigir un fénix. Puede que la teoría del engarce sea el primer logro trascendente. Me ha hecho ganar muchos puntos, ascender en el escalafón. Tanto que ni siquiera tengo que pedir permiso a nadie para sacarte de esta pesadilla. Y es una suerte, para tí sobre todo. Porque lo indicado, el proceder lógico sería dejarte aquí y aprovechar hasta tu última migaja de vida en ahondar en el logro". "No entiendo". "Verás, lo que ha probado que la teoría es cierta, y despertado la la curiosidad en quienes deciden de algunas de sus posibles implicaciones, es lo que te ha sucedido a tí". "¿Se refiere a mis viajes?". "Me refiero al relicto de alma de otro mundo que comparte tu existencia es este". "Se refiere a ella". Me volví a mirarla. El podía hacerlo a través de un monitor que tenía sobre la mesa. Una terminal del cerebro central del laboratorio. "La información que te voy a dar no la saben ni quienes te han dirigido aquí. Deberás guardar secreto sobre ella".

"Verás, hace 10 años me dieron una versión resumida del asunto. Ocupaba 12 mil páginas. Equivocaron la estrategia, pensaron que proporcionándome el máximo caudal de información captarían mi atención, aunque también creyeron que enterrándome literalmente en él no captaría los posibles fallos. Lógicamente, pedí una versión más resumida. Sólo atiendo a los asuntos que estimo importantes. Una vez lo hago es cuando pido información detallada. Es lo que los antiguos llamaban burocracia. Quienes decidimos somos esclavos de ella". Me extendió una carpeta que había sobre la mesa. "Esa que estás ojeando es la versión, la cuarta, que captó por fin plenamente mi atención. Déjame que te haga una pregunta: ¿Sabes algo de cosmología?". "No creo saber nada especialmente relevante". "Bueno, basta con que sepas que cada universo tiene unas determinadas características. Algunas las adquiere en su evolución y otras las tiene desde que existe. Son lo que se llama condiciones iniciales. Valores de una serie de variables, que son los que son sin explicación alguna. Algunas personas la buscan en la voluntad de un ser superior, responsable de la existencia de todo. ¿Me sigues hasta ahora?". Me dio tiempo para responder. Era evidente que buscaba con sumo cuidado sus palabras. Le imagino desentrenado en el sutil arte de dar explicaciones. Seguramente era algo inusual para él. "Esas condiciones iniciales son las que son de forma aleatoria cuando un universo es creado y comienza a evolucionar. Su evolución, su alcance, por así decir, dependen completamente de ellas. Lo cierto, y aquí viene lo bueno, es que las de nuestro universo son imperfectas. Pero, no te aflijas, no se sabe de ningún universo que tenga las ideales". "¿Qué se supone que debo entender por ideal?". "Es una gran pregunta. Para quienes me mandan. Sí, no pongas esa cara -yo también recibo órdenes, aunque no muy a menudo, eso te lo concedo-, un universo ideal sería aquel que fuera eterno, estable y manejable. Todos los que conocemos tienen una esperanza de vida finita, aunque disparatadamente larga". "¿Y que tiene que ver ella con todo esto que me está contando?". "Me aseguran en el informe que los universos pueden compartir valores en las variables. Cuando lo hacen alcanzan algún tipo de resonancia. A medida que se unen más universos a este estado la vibración se acentúa, hasta que llega un momento que el proceso progresa de forma espontánea e implica cada vez a más universos. Llegados a un cierto estado las variables son manipulables". "No le entiendo". "Pues que si engarzas las suficientes cuentas en el collar de universos te conviertes en dios, puedes decidir unas condiciones iniciales después de desacople y conseguir tu mundo perfecto". Su boca esbozo una sonrisa. "Vale, a tí esto no te dice mucho, pero a mi gente les hicieron chiribitas los ojos cuando lo oyeron. Que compartas tu alma con ella es algún tipo de resonancia residual entre universos, prueba que es posible el acople y, por tanto, el engarce". "Viajarás otra vez a su mundo y harás aquello para lo que te han entrenado y entonces te librarás de la sombre de esa mujer y rendirás al grupo un enorme servicio".

Querían que dejaras de existir, eso es la única conclusión que saque de todas sus palabras, y querían que fuese yo quien te eliminara. Cuando se despidió me hizo saber que volveríamos a vernos pronto. Para él quizá, pero mi misión me iba a llevar varios años desde mi particular punto de vista.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Comando ejecutivo 7

Comando ejecutivo 7

La primera generación de habitantes de Ariadna 13 construyó el acelerador de partículas tras calcular las fuerzas gravitatorias implicadas y estructurar su sistema solar. La segunda lo uso de forma sistemática e ininterrumpida durante décadas, e hizo hallazgos que revolucionaron el conocimiento de la física, penetrando en la zona de sombras de la mente del creador, si es que hay tal en alguna parte -A mi no me consta. He tratado de conectar muchas veces con ella con mi mente de telépata para descifrar su voluntad sin encontrar nunca vestigios de ella-. La tercera trató de encajar lo descubierto en la realidad tal como se sospechaba que era, en el paradigma de la ciencia, para sacarle todo el provecho teórico, económico, tecnológico y cosmo-estratégico posible. Y encontró que ese paradigma estaba superado, que había que buscar otro alternativo, más eficiente y amplio, que englobara los nuevos saberes, hasta entonces más allá incluso del alcance de la imaginación más calenturienta. Hubo que tirar algún tabique, incluso algún muro de carga que otro, reconstruir algunos de los pabellones del conocimiento, pero el edificio resultante fue soberbio. Y solo habitado por el personal de la corporación, que disfrutaba de él sin compartirlo con ningún otro colectivo, político o empresarial.

Cierta promoción recién graduada en la Universidad de Harvard, allá en la Tierra, fue pionera en el desarrollo de teoría de los multiuniversos. Por algún motivo, tal vez una eficiente inducción sobre los nuevos licenciados superiores por parte de sus profesores, o a través suyo de quienes gobernaban a éstos desde instancias políticas,  casi todos ellos decidieron orientar su carrera hacia este novedoso campo. Sus primeros avances en la creación de un campo matemático para la expresión de la multiplicidad de realidades y para la creación de algoritmos de cálculo para infinidad de aplicaciones, llegó a la consideración del consejo de administración de la Corporación y 42 de aquellos ex-alumnos de Harvard desaparecieron, sin más, durante un vuelo transoceánico, en el espacio aéreo de Portugal, a la altura de las Azores, camino de una convención de Cosmología y Física Cuántica en Londres. Evento al que habían sido invitados todos ellos, junto a otros 14 compañeros más, que excusaron su presencia por distintos motivos. Todos ellos dolorosamente ciertos, a pesar de que aparentemente salvaran sus vidas, porque la convención iba a suponer un hito muy importante en sus carreras. Los supervivientes fueron quienes desarrollaron una versión más pobre y bastante menos útil del nuevo paradigma, que ahora maneja de forma exclusiva el gobierno de los EE.UU., aunque sea consciente de que lleva un retraso de décadas en el conocimiento de la teoría respecto a la Corporación, y de que la brecha se agranda con los años. El avión se estrelló en el mar, en algún lugar cerca de la Isla de San Miguel, con sus 592 pasajeros. Los físicos teóricos fueron trasladados sanos y salvos a la división en la que ahora estamos y fueron quienes cimentaron la tecnología que se aplica en este laboratorio. Del resto del pasaje no se sabe nada. Demasiados cabos sueltos, me dijo de forma enigmática quien me contó todo esto, con una expresión en la cara como dando a entender que sabía que yo comprendía a que se refería.

Dos partículas con iguales propiedades cuánticas son indistinguibles entre sí, son una misma cosa para ciertas soluciones del campo matemático, aunque para otras la situación pueda compararse a un solape completo de identidades. Fue el primero de la promoción perdida quien dio con la clave: dos partículas que comparten las mismas propiedades cuánticas y vulneran el principio de exclusión de Pauli duplican el número de universos presentes en el campo de ecuaciones. Durante su corto periodo de vida los dos universos coexisten en un mismo punto, el ocupado por ambas partículas. Esa simple formulación fue el cimiento para la construcción de un ingenio que permite trasladar a una persona a universos alternativos. Sus seis primeros tripulantes acabaron desarrollando exóticas enfermedades o anomalías mentales no conocidas hasta entonces, según me explicaron, para que supiese a que riesgos me enfrentaba. Aunque nunca me dijeron si había un porqué para este problema. Tampoco si había alguna forma de prevenirlo. Los viajeros regresaban disociados de nuestra realidad, o excesivamente sensibles a ella. El segundo de los astronautas del multiverso acabó suicidándose al no poder soportar en exceso en el caudal información al que de repente se veía expuesto. Otro de ellos, aun vivo por lo que se, sabe leer el futuro, aunque no sea consciente de ello y mucho menos sepa como comunicarse con quienes no están en el que cree que es su presente. Una forma menos cabal pero más comprensible de explicarlo es que vive en ese tiempo que es futuro para nosotros, pero presente para él, y que le hace parecer un loco, aunque es posible que desde su punto de vista actúe de forma cuerda y coherente. Permanece encerrado en una cámara acorazada de algún lugar de este complejo. Muy de vez en cuando aporta información útil. A veces incluso en extremo valiosa, por lo que un nutrido equipo de guardias, adiestrado en reconocer patrones en su cháchara y proceder aparentemente incoherentes, lo vigila día y noche para que nada se escape al cedazo de su pesquisa y para que esa información, que es puro diamante en bruto, pueda ser utilizada lo más pronto posible, antes de que prescriba su utilidad. De los otros cuatro no tengo información concreta. Aunque sospecho que dos de ellos murieron durante alguno de sus viajes y los otros dos viven de alguna forma en nuestra realidad, prestando de por vida a la Corporación extraños pero valiosos servicios.

Me eligieron para este trabajo, según me dijeron, por mi dureza mental, mi capacidad telepática y mi impermeabilidad a la intrusión de otras mentes en la mía. Fue el fénix quien me propuso y el equipo encargado de los experimentos en el multiverso estuvo de acuerdo en que reunía las cualidades que consideraban básicas. Ser prescindible es la primera de ellas, aunque no lo mencionasen en la primera toma de contacto que tuve en el despacho del director del proyecto, el primogénito del máximo impulsor de la Teoría de Multiplicidades. Mi primer viaje siguió los pasos de uno de mis predecesores. Estuve dos años viviendo la vida de un químico, un analista de aguas en una central depuradora de lo que podría considerarse una versión alternativa de Seattle. Viví aquella vida como un robot. Como un parásito secreto pero inofensivo en la mente de mi huésped. Las cosas sucedían más allá de mi voluntad. Podía incluso abstraerme de la realidad que experimentaba y aun así seguir moviéndome, hablando, sintiendo. Actuaba como la marioneta de un titiritero. Mi regreso aquí se produjo solo un instante después de mi partida. El tiempo de otros universos no está asociado al nuestro, no describe trayectorias paralelas. Habían elegido aquella vida para entrenamiento de viajeros porque la supusieron lo suficiente rutinaria y anodina como para que fuera instructiva sin ser peligrosa. Máquinas sonda permiten poner ojos y oídos en universos alternativos para auscultarlos. Un equipo concienzudo integrado por 200 personas se dedica desde hace 7 años a cartografiar universos alternativos distintos. Es un trabajo que jamás acabará porque las soluciones alternativas del campo de ecuaciones son infinitas, como infinita es la duración del tiempo en cualquiera de esas soluciones.

En mi segunda experiencia, que repetí hasta tres veces, y que abarcaba dos años y siete meses de la vida de un combatiente de las guerras del Peloponeso, alguien que murió luego de ese periodo por la misma plaga de peste que se llevó por delante al mismísimo Pericles, aprendí a interferir en una realidad alternativa. Se requería más de un viaje para lograrlo, puesto que había que anticipar el momento, conocerlo previamente, estar prevenido para poder concentrar toda la fuerza de voluntad en una acción concreta. Esta posibilidad, que yo iba a ser el primero en lograr, se circunscribía a acciones muy simples del ser parasitado, cuya trascendencia sobre el futuro de esa realidad quedaba a expensas de la capacidad para agrandar la injerencia de la acción de ese proceso que suele nombrarse como el efecto mariposa. Según me dijeron mi capacidad para variar el comportamiento de mi huésped, de intervenir en alguna de sus decisiones, se veía reforzada por mi capacidad telepática. 9 años necesité para lograr que la mente que parasitaba aplicara más o menos fuerza a un lanzamiento de su lanza, o cambiara de objetivo, que alzara una mano de forma involuntaria. En una reunión en la asamblea a la que asistía le hice votar lo contrario de lo que había decidido ante su propia extrañeza. Un logro ínfimo, que no altero el sentido global de la votación de los que allí se reunían, pero que al volver a esta realidad me valió un aplauso eufórico de todo el equipo. Lo que ellos no comprendieron es que entre mi acción y el premio por ella mediaban 7 meses de mi tiempo subjetivo.

martes, 10 de julio de 2012

Comando ejecutivo 6

Comando ejecutivo 6

Permanecíamos horas a solas, sin decirnos nada, con la mente y el cuerpo desnudos. Yo me sentaba sobre la silla de Castaño y ella sobre mi regazo, dándome la espalda, ensartada en mi pene erecto. Era tan liviana que sus muslos apenas pesaban sobre los míos, tan menuda que encontraba fácil acomodo sobre mi cuerpo. A veces dejaba colgar las piernas a los lados y otras se sentaba con las plantas de los pies sobre mis rodillas. Jugábamos a mantener mi erección el mayor tiempo posible. Le besaba el tatuaje de su nuca mientras su cabeza reposaba sobre mi hombre. El fácil acople entre uno y otro solo podía ser señal de que estábamos hechos para estar juntos, para imbricarnos. Nos adormecíamos en el calor de nuestras pieles ardiendo, lentamente, de forma conjunta. Y cuando ella notaba menor presión acomodaba la postura o la cambiaba ligeramente para volver a estimular mi miembro. Con sumo cuidado para evitar mi orgasmo. El fin del juego era estar en comunión el uno con otro el mayor tiempo posible. Posiblemente ella nunca lo habría creído pero mi erección no obedecía al deseo sino a la devoción. Aquella mujer me había dado un alma y una conciencia, me había dado la chispa que había hecho prender la humanidad dentro de mí. Era mi prometeo y mi Dios. Cuando no podíamos más, que solía ocurrir al mismo tiempo, acabábamos de forma febril, a veces con ella cabalgándome frenética mientras yo al sostenía en vilo entre mis brazos estando de pie.

Se que me amaba a veces, de forma casi continua hacia el final, aunque la mayor parte del tiempo me temiera. Al principio era simple terror mezclado con odio cuando tenía energías para experimentar este sentimiento. La tomé para mi nada más llegar al campo. Era tan menuda, tan frágil, que no hubiera durado más de uno o dos días sin protección. Ni siquiera entiendo como pudo sobrevivir al traslado en los trenes de ganado humano. Creo que tenía el don de sacar lo mejor de los demás, eso debió mantenerla viva, crear un espacio entorno a ella en el que no morir aplastada por sus semejantes, en sentido literal y figurado. Pero en el campo deja de existir cualquier vestigio de humanidad. En los trenes las reses aun se reconocen unas a otras como congéneres, como integrantes de una misma especie. La vi en el andén, en la formación de mujeres, tan chiquitina, aterida de frío dentro de su escasa ropa, con la nieve cayendo en torno a ella, sobre sus hombros breves, y fue entonces cuando me sentí humano por primera vez. Hasta entonces no había sentido compasión por nadie. Fue como un despertar, como abrir los ojos a la luz y dejar que el día me hablara con sus propias palabras. La desnudé allí mismo, a pesar de que tiritaba, delante de todos, porque quise vestir ante mis propios hombres la compasión con lujuria. Nada odiábamos más que el ver rastros de compasión en nuestros camaradas, porque era algo que nos negábamos con fervor a nosotros mismos. Vi su cuerpo, hermoso y con formas de mujer a pesar de su pequeña estatura, de su cara de ninfa adolescente y exhibí una sonrisa de avaricia para que todos la vieran. También la judía que tenía a su derecha, una señora ya casi anciana, que me miró con rencor y escupió sobre mis botas. Le descerrajé un tiro en la sien y bramé algo que no logro recordar, aunque he vivido ese momento tres veces. Ella tenía que morir para que yo viviera, y por tanto para que sobreviviera Ruth. Lamenté hacerlo, aunque había sido totalmente necesario, no podía mostrar debilidad ante nadie, menos en el momento de las presentaciones. De un lado las presas y del otro sus depredadores. Lo lamenté y aquello era raro, casi nuevo, porque nunca antes me había arrepentido de cualquiera de mis pecados.

Supe su nombre leyendo su mente. Tal vez Hans no lo supiera nunca porque apenas nos hablábamos y si lo hacíamos era sobre asuntos triviales, impersonales, rutinarios. Cuando la notaba extraña, con la angustia a flor de labios, le callaba a besos. ¿De qué podíamos hablar?¿Cómo podía explicarle lo que era y lo que hacía? Claro, eran los momentos que estábamos a solas. Con gente delante ella jamás se habría atrevido siquiera a levantar la mirada del suelo. A solas me miraba directamente a los ojos y se sabía más fuerte que yo. Al final de nuestro tiempo juntos se que me quería sin reservas, que me perdonaba lo que era, su verdugo, el asesino de su esperanza. Pero no podía pasar todas la noches con ella. Tenía que alternarla con otras mujeres. Debía quedar fuera de toda posibilidad la mera sospecha de que se supiera lo que sentía por ella. Un capricho todo lo más. Ni siquiera una obsesión. Por eso me llevaba a veces a mi habitación otras judías. A las que no tocaba y dejaba dormir tranquilas, intentado tratarlas con el máximo respeto. No se si era para que llegara a sus oídos que no las había importunado o porque yo ya empezaba a ser una persona. Ruth volvía a veces enfurruñada a mi habitación y yo fingía no advertirlo, disfrazaba nuevamente mis sentimientos, la devoción con la lujuria y al poco ella volvía a ser la de siempre, mi amante muda, carbón ardiendo sobre mis piernas.

Al principio fue fácil amnistiar a los presos. Un día mientras la contemplaba dormir, en la penumbra, junto a mi, mientras sentía su aliento cálido en la cara y escuchaba su respiración tranquila, tuve claro que no era digno de ella. No era ningún descubrimiento, pero nunca lo había llegado a sopesar antes. Había decidido protegerla y a cambio había decidido gozar de ella, como tapadera y como pago. Nada más hacerme cargo de esa idea se me hizo insoportable y decidí hacer algo para intentar paliarlo en la medida de lo posible, de forma tortuosamente secreta. Era tarea imposible, y por eso mismo debía emprenderla. Mi labor era la de ajusticiar a los presos. La mayoría se procuraban la muerte por sus propios medios o con la ayuda de los otros presos, pero siempre quedaba un remanente. En aquellos tiempos en que aun no se habían instalado las cámaras de gas, los que eran sentenciados eran conducidos por mi comando ejecutivo hasta el bosque, fusilados y luego enterrados. Eran matanzas grandes para ahorrar esfuerzos, tiempo y logística. Otro comando conducía al bosque a un grupo de trabajadores para cavar las fosas horas antes. Después de cumplir nuestro cometido otro comando volvía a traer los presos para que taparan las fosas. Aquella rutina se perfeccionó con el tiempo haciendo que los propios presos que iban a morir cavaran sus tumbas. Humor de verdugos lo denominaba el coronel. Eso nos obligaba a alargar las salidas. El segundo comando desnudaba los cadáveres, recogía sus pertenencias y tapaba las tumbas.

Un día, al acercarme a rematar a los heridos omití el tiro de gracia a un hombre joven que consideré que podría escapar de la muerte, tras ajusticiar y procurársela sin remordimientos a una mujer madura y a un niño de unos 8 o 9 años malherido en el vientre y una pierna con un disparo. El hombre me miró más sorprendido que agradecido tras errar el tiro aposta y pasarle rozando la coronilla. Hice un movimiento con los ojos señalando la dirección correcta para la huida. Mis hombres a mis espaldas no podían verlo. Cuando volví con el segundo comando de soldados y presos el hombre ya no estaba. No hubo capturas así que no me queda otra que pensar que logró escapar. Alentado por este éxito aquella noche fui imprudente y repetí con Ruth en mi cama. Le quise regalar algo. Le llevé una muñeca de trapo que le había arrebatado de las manos al cadáver de una niña. La lavé yo mismo para borrar los vestigios de la sangre de los inocentes y cuando se la entregué ella lloró desconsoladamente. Por primera y única vez se derrumbó ante mí. Durante 10 interminables minutos lloro ahogando sus sollozos para no ser oida desde fuera de mi habitación y luego se calmó y actuó a partir de entonces como si nada hubiera ocurrido. No se porque actuó así. Tal vez le dolió admitir que yo tenía sentimientos, porque eso le obligaba a considerar mis atrocidades y ponerlas en la balanza con la que pesaba mi alma, la que ella acababa de darme. Tal vez adivinó la procedencia de la muñeca, descifró el enigma de la humedad en la tela. O simplemente se sintió desgraciada por amar a quien no debía, a quien no la merecía. Ni a ella ni a nadie. Alguien que apenas se distinguía de las fieras que acechan en el borde de la oscuridad, que medran más allá de la frontera de lo que es humano. No se la respuesta porque no me atreví a buscarla en su mente. Luego, cuando ya se calmó volví a escucharla y adiviné el amor en su corazón, por primera vez de forma clara y sin lugar a la duda. Un amor que iluminaba su corazón como las llamas un bosque que arde en la oscuridad de una noche sin estrellas y sin Luna.

lunes, 1 de agosto de 2011

Comando ejecutivo 5

Comando ejecutivo 5

Ariadna 13 dejó de brillar hace 93 años. Pero no porque cesara de convertir átomos de hidrógeno en carbono en el interior de su núcleo, como hace cualquier estrella, sino porque los ingenieros de la Corporación crearon una cáscara metálica para envolverla completamente, como una mortaja, y así poder recolectar hasta el último fotón procedente de su caldera nuclear. Llegar hasta ella sin ser invitado se convirtió en algo complicado, casi imposible, porque desapareció de los registros y los mapas estelares. Y sin un hálito de luz que de un indicio, una pista de su presencia, solo aquellos que saben donde está pueden a partir de entonces acceder a su órbita. La estrella y su cáscara forman un fruto maduro para fabricación de secretos.7 gélidos planetas, todos ellos de dimensiones razonables, orbitaban alrededor de Ariadna 13. Según me contaron esto es raro, porque lo habitual es que los sistemas estelares sean dobles, es decir, estén formados por dos estrellas. Que nacen juntas y comparten sus vidas hasta que una de las dos, la más grande siempre, fenece víctima de su voraz apetito. Y cuando no se trata de un sistema binario siempre hay al menos un planeta gigante con un aspecto y unas mañas muy parecidas a las de Júpiter.

Los ingenieros de la Corporación eligieron Ariadna 13 para uno de sus proyectos más ambiciosos: un acelerador de partículas de dimensiones estelares. Necesitaban un sistema estelar lo menos complicado posible para que el cálculo de las fuerzas gravitatorias implicadas no se convirtiera en un jeroglífico irresoluble. Dos de los 7 planetas abastecieron de material necesario para la construcción del ingenio, con lo que, además de ahorrarse gastos de transporte, lograron simplificar aun más el funcionamiento del sistema planetario. Crearon un anillo de 50 unidades astronómicas de radio, que consiguieron que interceptara uno de los 5 planetas supervivientes, como quien enhebra un hilo en el ojo de una aguja. Y convirtieron el subsuelo de ese planeta en un inmenso laboratorio, de proporciones casi infinitas, en el que llevan trabajando 3 generaciones de físicos nucleares y físicos teóricos a las canicas, a impactar entre sí partículas subatómicas.

En una de las masivas colisiones de partículas llevadas a cabo en el inmenso acelerador, una de las realizadas en los primeros años, los científicos descubrieron algo insólito. Bueno, eso me dijeron. El calificativo no lo pongo yo, porque apenas entiendo nada de todos estos temas. Digamos que en el enjambre de partículas diminutas surgidas del choque encontraron unas cuantas que vulneraban una ley básica de la ciencia. Las leyes no tienen excepciones, sino dejan de serlo, así que supieron inmediatamente que habían descubierto algo trascendente, que podía cambiarlo todo, hacer que viéramos el mundo de otra manera. Yo conozco esa nueva panorámica, esa nueva perspectiva, así que puedo asegurarte que no se equivocaban.

El principio vulnerado era el de Exclusión de Pauli, un postulado de la Mecánica Cuántica que establece, grosso modo, que dos partículas no pueden compartir el mismo estado y trayectoria. Dos partículas no pueden ser la misma, sería la forma existencialista de formularlo. Pero en esos enjambres de fragmentos coexistían grupos de partículas, por más efímero que fuera su tiempo de existencia, que eran idénticas entre sí, en todos los sentidos. Alguien explicó el fenómeno argumentando que durante los instantes en que las partículas gemelas existían en el campo de observación de los científicos, lo que estos en realidad contemplaban era un grupo de universos paralelos fundiéndose en un solo, cada uno con su correspondiente partícula única. La misma en todos ellos.

Averiguaron que a medida que se aumentaba la virulencia de las colisiones mayor era el número de clones creados, y algo mayor sus expectativas de vida. Más universos vibrando al unísono, coincidiendo en un mismo punto, mayor el tiempo que permanecía abierta la puerta. El padre de Tévez fue quien dió forma definitiva a la propuesta. No eran varios universos vibrando en paralelo ante los instrumentos de observación del laboratorio, sino una misma partícula coexistiendo en todos ellos. Este descubrimiento dio lugar a la creación de una división completa dentro de la Corporación, que es en la que estoy enrolado actualmente, en cuyas dependencias tu existes en la forma que sea que existas. Tevez afirma que eres un remanente de mis viajes, que cuando se cerró la ventana, lo hizo de una forma incorrecta y regresé con más de un estado cuántico en mi, en mi cuerpo, en mi mente o en mi alma. A  mi me parece cháchara de locos. Pero son tantas las cosas absurdas que he vivido, tan extraño también verte ahí, quieta ante mí, sin decir nada, cuando tengo plena certeza de haberte matado con mis propias manos, que estoy dispuesto a aceptar la locura de este o cualquier otro universo que se me plantee. Compartimos existencia, pero no somos la misma persona. Aunque emanes de mi cerebro. Y es extraño que aunque sean mis propias neuronas las que te conciben, las que te dan forma, no pueda acceder a lo que piensas, cuando tan fácil es para mi hurgar en la consciencia de los demás.

Has cambiado de expresión. Y no se por qué razón, qué de lo que acabas de escuchar ha alterado tu ánimo. Lo sé, tal vez no me escuches. Tal vez sea incluso absurdo plantearse que puedas hacer tal cosa. Quizá sea yo quien empiece a sentir de forma diferente a medida que te narro mi historia. Ojalá pudiera entenderte, saber que piensas, escuchar lo que me tienes que decir, oír de tus labios que me perdonas. Estoy agotado. Necesito olvidarte durante unas horas. Escapar a tu vigilancia. Déjame que duerma unas horas. No se ni que hora es. Me pesan los párpados. Sospecho que cuando lo hago con los míos tu también cierras los ojos. Sería un alivio, porque no quiero que veles mis sueños, que compartas mis pesadillas.

miércoles, 6 de julio de 2011

Comando ejecutivo 4

Comando ejecutivo 4

Cuatro días son los que permanecí en la Plutón Dos, la colonia para telépatas en los periodos de descanso entre periodos de actividad. Yo vivía en un habitáculo de 100 metros cuadrados metros dentro a su vez de un inmenso hangar. En el tenía instalada mi biblioteca. Cuando llegué allí procedente de la colonia de adiestramiento no sabía leer. Pero Roxana me enseñó. Un libro no es más que el deseo de que los pensamientos humanos perduren un poco más de lo que la muerte dispone. En los tiempos anteriores a Sócrates el conocimiento se trasmitía de forma oral. ¡Qué no darían los estudiosos de la historia por conocer sus pensamientos exactos, no los que sus discípulos nos han transmitido de forma completa e inexacta! Cuando nos expresamos de palabra o por escrito en parte nos falseamos, pero esas pequeñas tretas, las estrategias que elegimos para enmascararnos no dejan de ser parte de nuestra personalidad. El libro es el más noble logro del hombre. Su verdadero legado. Desde que aprendí a usarlos coleccioné libros de todas las épocas. Cuando no podía negociar la adquisición en la red de un ejemplar que me interesaba yo mismo lo editaba en una imprenta automatizada que adquirí. Me hacía con los datos de una edición real y la máquina imitaba el tipo de papel y encuadernación, tintas, caracteres de escritura. Llegué a reunir 17 mil ejemplares. No se trataba de leernos, era el objeto en sí el que me fascinaba. Solo Roxana, mientras estuvo conmigo, logró apartarme en parte de esa obsesión.

El tiempo que compartí contigo fue breve, pero con ella  fue de dos años. Un día el puño de la presión de Júpiter se cerró en torno a ella mientras se comunicaba conmigo. Se distrajo de la atención de su nave porque su capacidad telepática era limitada, le exigía un gran esfuerzo. Quería decirme algo y lo hizo a pesar de estar en pleno periodo de producción. Ni siquiera quiso esperar al periodo de reposo, la noche simulada. Mis esfuerzos por esquivar la conexión obligaron a redoblar los suyos por conectarse, e imagino que alguna distracción fue la causante del accidente. Lo supe al instante. La tuve conmigo siempre, por lejos que estuviera. De repente no había nada donde antes estaba ella llenándolo todo. Morir es eso, sentir un vació en la conexión con uno mismo. Cuando conectas de verdad con alguien llega un momento en que tus pensamientos confluyen con los suyos. Puedes hasta somatizar sus sensaciones. Se que no sufrió por que una vez fallo la estructura de la nave todo fue demasiado rápido. Pero el alarido de miedo al comprender lo que pasaba aceleró no solo su corazón sino también el mío.

Seguí trabajando porque si hubiera dejado de hacerlo, si hubiera dejado que mi atención se centrara en ese hueco inmenso que se había abierto dentro de mí, en ese silencio, lo más probable es que hubiera sido engullido por él. Finalicé mi turno, aunque creo que no fui del todo consciente a lo largo de esos días. No recuerdo conexiones telepáticas en ese periodo. En realidad no pare de trabajar. No dormí ni un instante en aquellos dos meses. Imagino que si me alimenté. Mi productividad fue espectacular. He podido traerme hasta aquí mi biblioteca completa. Lo sabes por que a veces pareces leer por encima de mi hombro. A veces busco libros que pienso que te puedan gustar para poder compartir el placer de la lectura. He empezado a incorporar en la colección literatura alemana.

Esa cara pecosa, esos cabellos rubios, esos ojos que parecían saberlo todo cuando los vi con vida, que lo supieron todo de mi cuando me contemplaron por primera vez. Siempre he supuesto que eras alemana, aunque no lo se. Tú ya no me lo dirás nunca. Y ella tampoco tuvo oportunidad de decírmelo. La vi morir ante mis ojos. Te vi morir antes siquiera de oír tu voz. Si no estoy loco o existes más allá de mi locura solo puedes ser su fantasma que viene a cobrarse venganza. Tevez dice que no es posible porque nada sabes de aquello. Pero yo te lo voy a contar. Bajaremos juntos a ese infierno del que quizás no debamos regresar ambos.

martes, 5 de julio de 2011

Comando ejecutivo 3

Comando ejecutivo 3

Aquel tipo no tenía nombre. No me lo dijo. Tampoco se lo pregunté. Ni siquiera lo pude leer en su mente. El si sabía el mío. Y no me sonó más extraño en sus labios que en el de otros. Pocas veces lo oigo. Pocas veces converso con otro ser humano. Pero el sabía las preguntas adecuadas, los argumentos que tenía que esgrimir para convencerme. Aunque los dos sabíamos que mi capacidad de decisión era nula. Fue lo primero que me dijo. "Podría imponérselo. Ni siquiera tendría que haberme arrastrado hasta aquí para comunicárselo. Pero, lo crea o no, tiene todas mis simpatías y lo respeto. Lo pusieron bajo mi tutela cuando era usted un niño y estoy al tanto de todo lo que le ocurre. Lo se, el trabajo que lleva a cabo aquí llega a ser un infierno solo los mejores días. Luego volveremos sobre eso". Es curioso, pensé al reparar en sus rasgos, parece joven, y lo que acaba de decir implica otra cosa. Estaba ante un Fénix. Es el nombre que dan a los que no envejecen. Es algo a caballo entre la realidad y el mito. Oyes hablar de ellos alguna vez, pero ni crees ni dejas de creer que sea posible. He visto cosas extrañas a lo largo de mi vida. Hacer esta afirmación en tu presencia, decírtela a tí es algo casi perverso. Algunas de esas cosas me han vuelto loco o han enloquecido el mundo a mi alrededor. Así que miré sus rasgos de casi adolescente y archivé esa información como otras tantas cosas que no comprendo y que se que jamás me serán explicadas.

"Hay quejas sobre usted. Ya sabe, nada concreto, pero se insiste en ciertos datos más de lo razonable. Le he defendido porque lo merece. Sus niveles de productividad son más que satisfactorios. Hablan en su favor tan bien que no debería ser necesario que los subrayara. Pero ciertas cosas pesan en su debe". Hizo una pausa para mirarme. Había una interrogante mudo en su mirada. Me estuvo contemplando unos segundos, creo que mis reacciones, las expresiones de mi rostro. Y en un momento dado esa interrogante desapareció como si hubiera obtenido respuesta. Me pregunté quien de los dos era el telépata. "Me han enseñado su expediente. Tuvo usted una relación en esta colonia. Lo se, nadie lo prohíbe. Pero los dos sabemos que nada puede parecerle más inconveniente a los administradores de la explotación. Usted por que puede leer sus mentes. Yo, entre otras cosas, porque ayude a redactar las normas que aquí imperan. En especial las que nunca llegaron a escribirse". Se que no fue un desliz, que era un dato que él quería que estuviera en mi conocimiento. La explotación minera de Júpiter llevaba funcionando al menos 80 años.

"Se lo explicaré. Quiero ser franco con usted. Llega un momento en la vida en que te das cuenta que la mentira solo retrasa las cosas, que la verdad lo simplifica todo. Incluso a veces te permite acercarte a la otra persona. Y es tan raro sentirte próximo a alguien". Era genuina melancolía lo que escuchaba en su tono de voz. Él no tenía por que fingir ante mí. "No quieren que se establezcan afectivos entre ustedes. Se que el cinismo es más convincente, pero la mayoría de la gente lucha antes por proteger a quienes quiere que por tener más o vivir mejor. Algún día esta cochina colonia estallará por los aires o a alguien con responsabilidad le herirá en su sensibilidad y no parará hasta que quede clausurada. Mientras tanto haremos que funcione con la máxima eficiencia. En Neptuno opera una similar donde predominan las mujeres como aquí lo hacen los hombres". Abrió la carpeta y miró la fotografía. "Era hermosa. Se lo concedo. Pero buscar su compañía le ha sentenciado aquí. Ahora me veo obligado a trasladarlo. Y las alternativas no son mejores que esto". ¿Había cansancio en su mirada? Alguien de la edad que aparentaba no podía rezumar tanto cansancio. "Si le traje aquí fue para acelerar su liberación. Cada día en esta poza séptica es un minuto menos de discusión con quienes decidirán cuando ha llegado su momento para ser liberado. No ponga esa expresión. Si le dijese quien dirige todo esto en realidad no me creería. Habrá llegado a pensar seguramente que los no telépatas les explotan además de por lo útil de su don, porque les envidian y por eso les odian. Pero lo cierto es que a menudo los que más nos odian son quienes más se nos parecen".

Lancé una mirada furtiva a la fotografía. Roxana. Irónico nombre para alguien a quien jamás tuve que hablarle, a quien no pude ocultar ni mi amor ni mis defectos. Como un cascabel llevaba su nombre en mi corazón. Si es que lo tuve alguna vez. Corazón, quiero decir. "Hermosa hasta emocionar mirarla. También estaba a mi cargo". De nuevo esa mueca de melancolía en su sonrisa. "¿Sabe qué?. Le envidio. Ojalá solo echara de menos a una sola persona. El día que la conocí ya me odiaba. Supongo que el traerla aquí no debió mejorar mucho su opinión sobre mí. Pero también urgía acelerar su proceso". Sus ojos estaban húmedos. Mi carcelero estaba llorando. "Te llevaré a un sitio en el que llegarás a odiarte a ti mismo. Aquí al menos es a otros a quienes odias. Me han solicitado tu participación. Les ha impresionado tu entereza. Ya ves, lo mismo que unos censuran tus sentimientos otros los aprueban. En este caso la aparente carencia que muestras al respecto". Miró uno de los informes de la carpeta. "No alteraste tu rutina cuando te notificaron su muerte. Eso ha impresionado a algunas personas. Falta de lectura comprensiva. Harás esto que te ofrezco y si sobrevives al encargo tendremos por primera vez una conversación auténtica. una en la que también hablarás tú. En la que tendrás derecho a preguntar. Llegarás a saber todo aquello que seas capaz de asimilar, aunque tras tu nuevo trabajo sabrás asimilar cualquier cosa. Me han hablado por encima de lo que se trata y suena a chiste. Pero me lo dijeron tan serios y el prestigio científico de quienes hablaban es tan grande que asumo que es cierto".

Tuvimos aquel encuentro en mi habitáculo. Cuando acabo se levantó y no hubo despedida. Tenía prisa. No volvió la mirada. Abrió la puerta y dejó que se cerrase tras de sí. Ahora aguardo su regreso, que se que está próximo, como espero impaciente tu partida. Sí, amé a alguien antes que a tí, es decir, antes de amar a aquella de quien eres su eco. Y en ambos casos fuí quien les procuro su muerte.

sábado, 2 de julio de 2011

Comando ejecutivo 2

Comando ejecutivo 2

Te preguntarás por tanto quien eres en realidad. Según Tévez un rastro de memoria de alguien que fuí una vez. Un recuerdo que no he vivido, pero que estaba ahí, en la mente de alguien que fuí. Ten paciencia, lo llegarás a entender. No siempre he sido quien soy. A eso me dedico. Mejor dicho, para eso me reclutaron. Adopto la identidad de otras personas, en otro tiempo distinto a este. Al mío, porque tu momento, la fecha de la que es eco tu imagen, es un misterio para todos.

Me captaron cuando trabajaba en las minas de diamante de Júpiter. Es un trabajo solo apto para telépatas, para gente acostumbrada a la soledad. Llevaba 7 meses sin ver a otro ser humano cuando accedieron hasta mi. A mi turno de explotación aun le restaban los 5 meses que hubieran completado el año, así que esa interrupción me dio una idea del poder de la gente que me visitaba. En el ambiente de Júpiter solo se puede sobrevivir en unas naves casi indestructibles e  impenetrables a todas las longitudes de onda. El material de las que están hechas, extraído del propio Júpiter, hace posible proteger lo que guardan en su interior, su tripulación. Que solo en muy raras ocasiones está compuesta por más de una persona. Son absurdamente caras, entiéndelo. La Corporación no invierte dinero en cosas superfluas. El problema es el modo de comunicarse con quienes estamos dentro de ellas. Por eso usan telépatas. Reciben instrucciones directamente en el cerebro. Acceso directo. Un impulso de un compañero en la base avisa de que se solicita conexión y se habilita un canal de comunicación desde la nave.

No somos muchos. Tampoco les gusta que nos tratemos entre nosotros. Es algo que se evita a toda costa. Las relaciones estables entre nosotros están prohibidas. Más aun las de carácter afectivo. Bueno, no existe una orden taxativa al respecto, pero todos sabemos a que atenernos. Tratan de evitar que establezcamos alianzas entre nosotros, que haya algún tipo de insurrección o retincencia en el grupo a la explotación a la que somos sometidos. Ellos nos necesitan a nosotros, nosotros a ellos no. Vale, si su tecnología. En la presión ambiental de Júpiter es un milagro que las máquinas de extracción sean capaces de operar. Yo manejaba la máquina pero jamás comprendí la ciencia en la que se basa. Como ahora soy incapaz de entender el proceso que te ha hecho posible.

Doce trabajadores operaban en la superficie del planeta cuando fuí contactado. Durante mi turno, en aquellos 7 meses, murieron dos telépatas. Las naves a veces ceden y entonces se pliegan como pajaritas de papel dentro de un puño que se cierra airado. Sólo el absurdo valor del botín que le procuramos a la Corporación justifica que arriesguen nuestras vidas, porque nosotros también somos valiosos. Tanto por nuestro don como por nuestra rareza. Fui raptado siendo niño y entrenado durante mi infancia y juventud para el trabajo que desarrolle en Júpiter. 5 veces bajé al infierno y en cada una de ellas extraje material con el que comprar un mundo y terraformarlo. Es en lo que principalmente invierte la corporación las ganancias de aquella pequeña empresa subsidiaria.

viernes, 1 de julio de 2011

Comando ejecutivo 1

Comando ejecutivo 1

Te va a parecer confuso pero el que te lo vaya a contar todo lo que ocurrió precisamente a tí no tiene otra finalidad que tratar de conseguir que no lo llegues a saber nunca. Tevez piensa que reforzar mi atención hacia tí tal vez logre que desaparezcas de mi vida, que te desvanezcas en la noche de la que llegaste. Un día te vi en la penumbra de la habitación, observándome, callada, apenas dibujada en el perfil del aire, y supe que había dado el paso definitivo hacia la locura. En realidad no puede haber sorpresa. Las cosas que he hecho y he vivido tienen que haber roto partes de mi por dentro. Si no hubiera heridas en mi alma no sería humano, y eso es algo que no quiero aceptar. Lo que no se pliega sometido a presión tarde o temprano cede y se parte. Eso seguramente es lo que ha ocurrido. Me eligieron por mi frialdad, por mi capacidad para seguir razonando de forma eficaz aun ardiendo en las llamas del infierno. Pero te confesaré algo, son quemaduras que duelen. Aunque no me inhabiliten, aunque siga siendo funcional. En algún lugar de la memoria guardo todos esos instantes de angustia. Si eres parte de mí podrías acceder a ellos, comprobar que todo lo que hice, por atroz que parezca, estaba justificado o, al menos, puede explicare.

El equipo de Tévez sostiene que tan solo eres un eco de un recuerdo no vivido directamente por mi. Se vertió en mi memoria en uno de mis viajes. No eres real salvo dentro de mi cerebro dañado. Te han visto a través de los escáners que traducen mis impulsos cerebrales. Doce personas dan prueba de tu existencia tras haberte visualizado en la pantalla de un PC. Alguno hasta se ha enamorado de tí. Eres endiabladamente hermosa y el estar callada te da un encanto adicional irresistible. Te otorga capacidad de enigma y al mismo tiempo la posibilidad de adaptarte a los deseos de los que te contemplan. Roberto me explicó que una vez te vio sonreir. Y que aunque esa sonrisa no borró totalmente toda la tristeza que siempre empaña tu mirada, fue sin duda uno de los gestos más hermosos que ha visto nunca en su vida. Me dijo también que cuando sonreíste le estabas mirando, que tu sonrisa fue para él, que está seguro de ello. Para mi que todo eso no es más que un invento de su mente calenturienta. A mi no me has sonreido nunca. En realidad no recuerdo que hayas variado nunca tu expresión. Esa misma que tienes ahora es la que te recuerdo desde siempre. Una expresión por la que se diría a veces que estás serena y otras que estás enojada, con un enfado en el que hace tiempo se apagó la ira. Pero siempre indudablemente triste.

La imagen que me mostraron en las pantallas es la misma que contemplo ahora. Tras procesar mi actividad mental y traducirla a imágenes el resultado eres tú. Exactamente tú. Existes en mi cabeza, eres real y puedo verte con mis ojos, pero posiblemente jamás podré interactuar contigo, escuchar tu voz, palpar tu cuerpo. No eres materia, pero habitas en la realidad como todos nosotros. Tévez sostiene que el que no hables es la prueba definitiva de tu existencia. Si fueras un recuerdo impostado hablarías conmigo, me inventaría tus palabras, las escogería en función de unos propósitos determinados, tal vez inconscientes. Pero estás más allá de mi voluntad. No puedo manejarte. Y como carezco de la información suficiente como para ponerte voz y discurso, apareces ante mi como un espectro, bella en tu silencio, dolorosamente lejana a pesar de que jamás me dejes a solas.