Barra libre
Divagando, que es de las cosas que más me divierte y además me sirve como terapia(Copia para Barra libre de algo escrito por ahí, para tenerlo todo junto si hay que desmontar la tienda)
¿Y nunca os ha pasado que al día siguiente pensais todo lo contrario que al día anterior? Bueno pues a mi me pasa cada 5 minutos. En cierta ocasión, hace ya demasiados años, en una clase de lengua, me di discutiendo con la parte curruscante de la clase, digamos que los alumnos más destacados, los que solían tener la última palabra, además de la profesora, que lógicamente era quien imponía etiquetas, por que yo sostenía la tesis de que el autor de un texto, indagando sobre determinadas materias, habia llegado a conclusiones al término del escrito que diferian sustancialmente de los planteamientos de partida. Me dijeron que eso contravenía las leyes de los ensayos y que por tanto era una propuesta que no procedía. Para mi era una evidencia y me vi incapaz de hacerme entender al tratar de expresar la idea de que el hombre piensa y que, por tanto, a veces cambia de parecer o indagando encuentra algo que no sabía. Supongo que todo se debe a que no pienso con lógica y si de forma emotiva. Siempre he sospechado que casi todo lo relevante, lo que tiene peso entre lo que nos importa, puede expresarse en términos de estados de ánimo. La belleza es un estado de ánimo, tanto del objeto observado como de quien lo observa. La verdad por supuesto, que es tan solo una sensación en la boca del estómago que te induce a pensar que los datos encajan con las conclusiones. El saber intuitivo es lo único que procura certezas. Todo lo demás son corolarios de afirmaciones matemáticas.
¿Las matemáticas existen o es una convención que el hombre ha inventado para no tener que enfrentarse a la idea de que todo lo domina el caos? Sobre esto se ha discutido mucho, mucho más de lo que pudiera parecerse. Supongo que son cosas que discute gente que básicamente quiere complicarse la vida. ¿Por qué a quien le importan estos temas si nada tangible procura pensar en ellos? Sin embargo tengo por cierto que complicarse la visa es la única forma que conozco de optar a lo que merece la pena. Chesterton proponía un ejemplo en uno de sus libros, creo que en “El hombre que era jueves”, que es una historia en la que la verdad se desnuda poco a poco hasta que al final averiguamos que nada habia bajo su ropaje, que nada escondía salvo lo que estaba a la vista de todos desde el principio. A Chesterton le gustaban las paradojas. En la solapa de una de las recopilaciones de sus cuentos del Padre Brown había un resumen que explicaba muy bien la forma de concebir las narraciones este escritor inglés: el cadáver era el aesino. Y uno comienza a leer y al final el resumen resulta que era acertado. La idea de la que antes hablaba es la siguiente: se toma un saquito de lentejas, uno de esos de los super-mercados y se arrojan sobre la mesa de la cocina. Se esparcen de forma aleatoria llenando la mayor parte de la supercicie. Miramos el barullo creado y solo vemos un mar formado por pequeñas lentejas, que se distribuyen al azar sobre la tabla. El proponía lo siguiente, quitar con paciencia una a una las legumbres hasta lograr que las que permaneciesen sobre la mesa esbozaran alguna figura geométrica, por ejemplo un cuadrado o un triángulo equilatero. Tras hacerlo la pregunta es la siguiente: ¿esa figura geométrica existía en la distribución inicial o hemos sido nosotros los que hemos forzado su existencia para dibujar orden en el caos? En realidad las dos respuestas posibles pueden defenderse y por eso el ejemplo en vez de aclarar algo muestra que discutir sobre la existencia de las matemáticas tan solo puede servirnos para dudar de más cosas. Tal vez los hechos suceden sin que tengan explicación. Lo que nos ocurre a diario podrá parecer que tiene sentido, pero basta hablar de la realidad con el lenguaje de la mecánica cuántica para que todo se vuelva demasiado exótico, demasiado ilegible, ajeno incluso a la forma de estructurar el pensamiento que tienen las personas. ¿Alguien a mirado en el interior de la caja para saber si el gato de Schrödinger estña ciertamente muerto o vivo?
Creo que a menudo mezclamos conceptos. La verdad individual probablemente se construya a fuerza de establecer conclusiones. Pero antes de las concluiones están los datos, y deberían estar menos expuestos a lo subjetivo, a las intenciones de quienes discuten nuestras conclusiones. Cuando leí 1984, novela densa y que avanza con la velocidad de un caracol, lo que más me llamó la atención fue el lugar en el que trabaja el protagonista. El Ministerio de la Verdad, dedicado alterar los datos del pasado para que las conclusiones que arrojan los hechos acaecidos tengan la influencia deseada en el presente. Esta idea se basaba en la propia experiencia del novelista en el mundo comunista, en el que la gente no solo desaparecía físicamente enterrada en una gran fosa común, sino que eran borrados sus rastros de documentos y hasta de fotografías. Hay una imagen muy famosa de un mitín de Stalin, rodeado por lo que entonces eran sus allegados, de la que fueron desapareciendo a lo largo de su mandato una a una sus figuras hasta dejar al líder enfrentandose solo a la masa de oyentes anónimos.
A menudo tratas de discutir conclusiones y te das cuenta que tu interlocutor lo que en realidad trata de subvertir son los datos. Malo es cuando los datos se derivan de las concusiones y no al revés, que es el orden lógica a la hora de realizar razonamientos. Daré un ejemplo. Sabido que los españoles, es un decir, cometieron atrocidades durante la conquista de América fue fácil concluir que el Castellano fue un idioma impuesto a los indígenas. Nada más lejos de la realidad. Cuando comenzaron prosperar las guerras de independencia no más de un tercio de la población americana tenía como lengua vehicular el castellano. Y esto era así no solo por que nunca hubo voluntad de imponerla, como tampoco ocurrió en la Península durante la Reconquista, sino por que la Iglesia Católica, que tenía una gran influencia sobre los pueblos autóctonos, celosa de esa influencia, aprendió a comunicarse con ellos en su propia lengua para ahorrarse intermediarios y para forzarles a ser su interlocutor inevitable en sus conflictos y negocios con la Metrópoli, tanro la criolla como la radicada en España. Si uno repasa la lista de lingüistas que recopilaron las lenguas americanas, que en algunos casos lograron evitar su desaparición, verá que esta está integrada casi exclusivamente por religiosos. Este es un mecanismo habitual, hurtar a un pueblo la lengua con la que comunicarse con los poblaciones afines para que la elite que domina ambos idiomas se convierta en el gestor ineludible de sus destinos. Esto es así, y uno a menudo se encuentra discutiendo, a veces con gente de aquellos paises estos datos sabidos y a disposición de quien quiera informarse en los libros. ¿Los libros mienten? Esa es la última trinchera de quienes discuten los datos. Ciertamente si que mienten a veces quienes los escriben. Pero para eso existe la posibilidad de fijarse en los criterios aceptados por una mayoría de expertos. Si nos empeñamos jamás saldremos del territorio de las arenas movedizas, todo estará sujeto a la incertidumbre. En realidad es así. Todo saber se basa en axiomas que son indemostrables. Pero llega un momento en que hay que optar por construir. No podemos estar toda la vida afianzando los cimientos.
Triste cuando uno ha de rebajarse a discutir los datos y no las conclusiones. Más triste aun cuando ambas cosas se mezclan o descubres que alguien quiere adaptar esos datos a sus conlusiones. Ayer pensaba una cosa y hoy todo lo contrario. No solo la soledad te ayuda a madurar sino que la juzgo totalmente inevitable. Seguramente esta conclusión se deriva más de mi estado de ánimo que de los datos. Certezas hay pocas, y en los temas que a uno le conciernen casi ninguna. Aun así construyo, aunque el edificio se derrumbe sobre mi cabeza. Si es asi usaré los escombros como material constructivo.
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