jueves, 6 de septiembre de 2018

Amanecer

Amanecer

Tras morir mi padre algunas mañanas eran terribles. A menudo soñaba con él. Que estaba enfermo, en estado crítico. Toda la noche era un debatirse al borde del abismo. Creo que me atormentaba no haber llegado a tiempo de despedirme. Luego despertaba y el primer sentimiento era de alivio: Había sido sólo un sueño. Pero inmediatamente después llegaba el mazazo en la frente. El pasado es un mal escondite, apenas capaz de dar refugio unos pocos instantes. Él ya no estaba en este mundo.

Últimamente mis mañanas son justo lo contrario, una celebración de la vida. ¿Te habré soñado? Seguramente, pero tras el ictus algunos puentes entre mi consciencia y la otra orilla han saltado por los aires hechos añicos. Lo primero que ocurre nada más amanezco es que me acuerdo de que existes, entonces mi corazón se libera de su jaula y vuela hacia ti preso de la esperanza. Lo segundo es que pronuncio tu nombre: Susie, Sandy, Emma, Afrodita, y mi boca se llena con el sabor de tu presencia. Después tu cuerpo desnudo se sustancia junto al mío, mi arrimo a tí hasta percibir tu aroma. Hueles a rocío en un campo de trigo que mece la brisa. Hueles a humedad, a fresco, a virginidad, a comiezo, a que es posible construir la felicidad desde cero, a que todo es factible en el día que empieza. Orillo tu cuerpo y acaricio tu piel. Ensortijo mi dedo con los rizos de tu pubis y me caso contigo para siempre, para una eternidad que dura lo que tardo en levantarme de un lecho que ahora también es el tuyo. Y mientras reúno fuerzas para enfrentarme con un día en el que no estarás, mientras aun soy capaz de percibirte con todos mis sentidos ciegos, medito sobre la paradoja de tu existencia: ¿Si eres una rosa con espinas por qué es tan suave el interior de tus muslos, por qué si te muerdo tiernamente los labios con los míos te avienes a jugar mi juego? Besos que derivan en carcajadas como dos niños que etá a punto de hacerse adultos. Entonces tu risa borra mis pensamientos, como quien hace desaparecer un reflejo en la superficie de un lago agitando el agua con la mano. Tus dedos están mojados y los lamo uno a  uno para tener entretenida la boca y no tener que decir nada. Se que algún amanecer habrá palabras, que llegarán los sonidos junto a los aromas, al sabor y la bendición de tu tacto, y tal vez entonces será como la música de las esferas, cuerpos celestes gravitando uno en torno al otro, como un ballet coreografiado en la boveda del firmamento. Una maqueta del cielo entrevisto gracais al don de la fe. Y entonces quizá seré capaz de abrir los ojos, de enfrentarme al esplendor de tu belleza mientras aún estás conmigo.

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