Nada es bello sin el azar
1.- Antes de devolver a la biblioteca el libro de Artur Ramón “Nada es bello sin el azar”, quisiera escribir un hilo por si soy capaz de incitar a alguien a su lectura.
2.- El libro pertenece a ese nobilísimo género literario de la recopilación de artículos de periódico. Es literatura que se degusta a pequeños sorbos como un buen brandy. Un viaje en autobús, una sala de espera en el médico, una demora (ella ha confundido el lugar de la cita).
3.- En algún lugar rincón de mi biblioteca yace escondido un tomo con una recopilación de terceras de ABC de Wenceslao Fernández Flórez, el creador de la Fraga de Cécebre, que encontré en La Cuesta de Moyano. Mi primera pieza cobrada dentro del género.
4.- Los artículos de Artur Ramón fueron publicados en origen en el suplemento cultural de La Vanguardia. En cada uno analiza uno o unos pocos cuadros, al tiempo que describe el mundo de los coleccionistas de arte.
5.- En “El coleccionista y Cajés” explica cómo es para él el coleccionista perfecto, el que ennoblece la afición porque la ejerce desde la sensibilidad y no desde el afán especulativo o la jactancia.
6.- Es muy crítico con el mundo de las galerías, subastas y expertos de arte. El capítulo es algo así como una reconciliación con el planeta laboral cuya atmósfera respira.
7.- Me ha servido a mí también para reconciliarme con un pintor del barroco madrileño que suele ejercer el papel de villano en los libros de historia del arte español.
8.- Eugenio Cajés, o Caxés, porque era de ascendencia italiana, aunque nacido en el foro, es un pintor del barroco madrileño, un momento, y lugar, cumbre en la historia de la pintura, pero que parece que muy pocos les apetece transitarlo.
9.- El propio Prado es muy rácano a la hora de narrar en su colección permanente lo que, por lógica, ubicación geográfica y disponibilidades (¡ay, esos peines de los sótanos!) debería ser su parcela preferida, su principal cometido, su jardín privado.
10.- El padre de Cajés vino a España a pintar frescos en El Escorial. Su hijo es un elemento de tránsito entre el manierismo que practicaba el progenitor y el tenebrismo parido por Caravaggio.
11.- Cuando Velázquez era solo un pimpollo recién llegado a Madrid para ganarse un lugar en la corte, tuvo su primera oportunidad en un concurso de pintores organizado por la corona.
12.- Había que pintar un caballo. Los contendientes fueron el sevillano, aún un meritorio, y dos maestros consagrados y asentados en palacio, ambos de ascendencia italiana: Cajés y Vicente Carducho.
13.- El Escorial fue un semillero de pintores españoles, un vivero abastecido principalmente con planta traída desde Italia.
14.- Los libros de historia dicen que Cajés y Carducho ejercieron todas sus influencias para tratar de boicotear y eclipsar al genio emergente. Una especie de Salieri contra Mozart 2.0, con doble ración de villanos.
15.- Era como tratar de ocultar el sol con un dedo. A lo mejor es posible eligiendo una perspectiva engañosa. Lo que al ojo ofende o aterra es fácil encontrarle un lugar inaccesible para nuestra mirada.
16.- Pero el tiempo acaba por poner cada cosa en su sitio y por señalar cual es el punto de fuga hacia el que tienden todas las líneas perpendiculares al plano del presente.
17.- Artur Ramón reconstruye mi estima por Cajés hablando de una sagrada familia perteneciente a una colección particular. Sin posibilidad de encontrarla en Google, incluyo imagen de una Natividad de composición muy similar que permite hacerse una idea.
18.- Carga el peso de la narración sobre los tres ángeles que miran al niño Jesús complacidos. ¿Hay indicios aquí de la ternura de Aníbal Lecter?
19.- No quiero saberlo si es que alguien los aprecia, aunque por la extrema dulzura de la pintura lo dudo. El cuadro es más manierista que Caravaggista, aunque sabemos que eso no lo exime del riesgo.
20.- Tres tipos de ángeles, explica Ramón, distinguía el historiador del arte José Milicua: Los ángeles vestidos (adultos), lo ángeles (en los cuadros de Cajés en porretas) y las cabecitas aladas de los querubines.
21.- Una característica que se vuelve común a las tres categorías en el paso del manierismo (El Greco y su anunciación del Prado) al barroco español, es que ya no vuelan. Se acabaron los ángeles que levitan y los surferos que usan como tabla una nubecilla compacta.
22.- El siguiente artículo, “El san Jerónimo de La Tour”, contiguo en orden geográfico, aunque no sé si también en el cronológico, vuelve a ser un acierto, y repite como protagonista invitado José Milicua.
23.- En la década de los 80s un asiduo al Prado, recorría sus salas de forma anónima. El museo era una pasión para Manuel Villaescusa. Nadie sospechaba hasta qué punto.
24.- Hombre austero en su forma de vivir, nadie había advertido su riqueza. Era abogado y tenía el despacho en su mismo apartamento, de apenas 60 m2. Cuando murió sus vecinos se enteraron con sorpresa de que era dueño de todo el edificio.
25.- Villaescusa legó todo su patrimonio al Prado. 8 mil millones de pesetas en efectivo en diversas cuentas bancarias, más una cantidad imprecisa, también a contabilizar en miles de millones, en bienes muebles e inmuebles.
26.- Sólo imponía al museo una condición para ser su legatario: que invirtiera todo el dinero en comprar una obra de un gran maestro ausente en el Prado, que debía adquiriese en el extranjero. ¡Qué crack el jodío!
27.- Se llegó a hablar de Leonardo. Aunque yo albergo la esperanza de que un día salte la banca y que la copia de la Mona Lisa no sea la de Madrid sino la del Louvre.
28.- Se han escrito ríos de tinto sobre la supuesta traición del museo al mayor benefactor de su historia. Los responsables de gestionar el legado quisieron desecar más de una laguna en vez de eliminar sólo una:
29.- “Bodegón de caza, hortalizas y frutas” de Juan Sánchez Cotán. Primordial. Era un escándalo que no hubiera en el Prado una sola obra de quien es considerado, junto a Caravaggio, como el precursor del bodegón.
30.- “Fábula” de El Greco. Cubría en todo caso una laguna en determinada temática abordada repetidas veces por el cretense, autor ya suficientemente bien representado. Aunque siempre es mejor más que menos.
31.- “Retrato de Isabel la católica” de autor desconocido, probablemente flamenco. El Prado no tenía ningún retrato de esta reina porque la creación de las colecciones reales data del reinado de su nieto Carlos I.
32.- Se trataba de un perfil que le era más familiar a los aficionados a la filatelia que a los amantes del Prado. Hasta el advenimiento del primer Habsburgo español los bienes de los monarcas se subastaban a su muerte en una almoneda.
33.- El etcétera es conveniente porque la lista es larga, e incluye también infinidad de dibujos y estampas. Fue una auténtica orgía comparadora que rompió el tradicional recato del Prado.
34.- Casi todo se adquirió en España, y hay quien afirma que los precios de compra se hincharon de forma artificial para beneficiar a terceros y intermediarios.
35.- La parte del león se la llevó el “Ciego tocando una zanfonía” de Gorges de la Tour, adquirido sí fuera, pero del que algunos dudan que cumpla el requisito de ser obra de un gran maestro, aunque es un valor el alza en los mercados.
36.- Año después a José Milicua le enseñaron la fotografía de un cuadro. “Lo quiero ver”, dijo. “¿Dónde está?”. En el Instituto Cervantes, por lo visto. Se trataba de un aviso de César Antonio Molina, director de la institución.
37.- Milicua y Portús, un conservador del Prado, tomaron un taxi. Cuando lo vieron el primero dictaminó en el acto: “Se trata de un Georges de la Tour”. Y así el museo duplicó de una tacada la representación de un pintor del que hasta hace poco nada tenía.
38.- Y gratis esta vez. Se compensaba en parte el dispendio (¿3 mil millones de pesetas? Cito de memoria) hecho para adquirir el retrato del músico callejero.
39.- Pero, ¿qué hacía el La Tour en el Instituto Cervantes? Lo mismo que la “Fragua de Vulcano” de Bassano en un rectorado de Barcelona, ¿Os acordáis?, dormir el sueño de los justos, padecer el olvido que supuso la creación del denominado como Prado disperso.
40.- Hubo un tiempo en el que aquel que era alguien en España podía acudir a las satélites del Prado a decorar su despacho. Muchas solicitudes de préstamos, imposiciones más bien, se traspapelaron con el correr de las décadas.
41.- Asusta pensar lo que ha podido perderse por el camino de los años, producto de la soberbia humana en mezcla con la picaresca española. Pongo un ejemplo sospechoso e inquietante:
42.- El Prado posee uno de los últimos retablos de El Greco, creado para un convento madrileño situado en la misma parcela que ahora ocupa la sede del Senado.
43.- Los cuadros dieron con sus huesos en el Museo de la Trinidad, formado a expensas de la rapiña que fue la Desamortización de Mendizabal y otras posteriores.
44.- Durante años los elementos del grupo estuvieron amontonados y cualquier ministro, embajador, secretario o subsecretario podía acudir a aquel museo fantasma a mejorar la estética de su ministerio, embajada o negociado.
45.- Cuando, tras adscribir las colecciones del Museo de la Trinidad al Prado, los conservadores trataron de resolver el puzle que suponía el retablo descubrieron que una de sus piezas estaba en Bucarest.
46.- Una adoración de los pastores, que quizá será el motivo de una entrada de mi serie “El Prado en el exilio” (blog mediante). Encuentro tan poca información de la obra que ya lo dudo.
47.- Decir para terminar, que pienso repetir con Artur Ramón. He detectado en los territorios donde ahora cazo, las bibliotecas públicas, otra recopilación de artículos: “Sirenas son”. Ojalá alguien me siga el rollo.
48.- Epílogo: Dice José Luis Garci que sus dos sueños de juventud fueron siempre ganar un Oscar y escribir una tercera de ABC. Ha tenido la suerte de ver ambos cumplidos.
49.- El mío fue ser escritor y, en cierto modo, lo he visto cumplido. He sido columnista en cuatro páginas web madridistas. ¿Un logro modesto? Mejor seguro que un Oscar a los efectos sonoros, que suena a pedorreta que se celebra con los amigos.
50.- Cuatro que quizá en un futuro pudieran llegar a ser cinco. ¿Una recopilación de artículos míos sobre fútbol en forma de libro? Ojalá. Ser editado es el corolario lógico al sueño de ser escritor.
51.- Ahora, por primera vez en Twitter, un hilo con página de pasatiempos. Propongo el siguiente juego: Esta mañana he estado en el Prado y he visto este cuadro. Primera planta. Renacimiento. Siglo XVI. ¿Qué os sugiere? ¿A quién os recuerda la retratada?
52.- No dejéis que lo que creéis saber o no le tome la delantera a vuestra intuición y hable primero. Hay algo muy patente y familiar en el cuadro. Lo habéis visto en otra parte. Es cuestión de mirar.
53.- Primera pista, casi definitiva: Fijaros en el rostro de la mujer, en su sonrisa, en la dulzura de su rasgos, en como ladea ligeramente la cabeza hacia su derecha.
54.- Es Santa Catalina de Siena, mártir de la Iglesia del siglo IV d. C. La quisieron obligar a casarse con un emperador y se negó alegando que ya estaba desposada con Dios. Pero eso no nos importa, ni sus obras ni milagros, solo su expresión.
55.- Sostiene una espada en la mano sujeta por el pomo, es parte de su iconografía. La sentenciaron a morir decapitada por su insolencia. También le sajaron los pechos. La corona alude a su linaje real.
56.- La rueda que pisa es también parafernalia asociada a su martirio. La comisura de sus labios se tensa de forma casi imperceptible. ¿Es el inicio de una sonrisa? Esta pregunta es parte de la pista.
56.- Segunda pista: Los rizos de su cabello, que caen como una cascada sobre sus hombros creando remolinos. ¿Esa pasión por el agua en que pintor del Renacimiento la conocemos? ¿Y una sonrisa tan leve y enigmática en los personajes de qué autor?
57.- Tercera pista: La sala del Prado dónde se expone tiene por temática la influencia de la pintura italiana en el Renacimiento Español. Dicen que la escuela española es una síntesis de la italiana y la flamenca.
58.- Solución: La obra es de Fernando Yáñez de la Almedina, discípulo de Leonardo da Vinci. La santa parece una hermana pequeña de la Mona Lisa.
59.- La sala, que está a la derecha nada más acceder por la puerta de Goya, es una virguería. Tres obras de Yáñez de la Almedina y otras dos de Pedro Machuca, discípulo de Miguel Ángel.
60.- En cada una de las obras de Yáñez de la Almedina hay una o varias hermanas, primas o sobrinas de la Gioconda. En una de las de Machuca un niño que padece de paperas, una curiosa rareza.
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