Incomunicación
1.- He terminado al fin “Nada es bello sin el azar”. El lunes lo reintegro a la biblioteca. Una reflexión hacia el final del libro me ha llamado la atención y me apetece compartirla en un hilo a modo de coda tras al lectura. Trataré de ser breve.
2.- En el antepenúltimo artículo, Artur Ramón compara dos cuadros cuasi contemporáneos cuyo tema de fondo es la incomunicación entre las personas, sobre esa soledad que sobrevive incluso en compañía.
3.- La estrategia a la hora de abordar el asunto es diametralmente opuesta en cada uno de los dos autores, aunque traten de decir básicamente lo mismo y de sus cuadros emane la misma melancolía y desasosiego.
4.- En “Café de Montmartré”, pintado en su etapa parisina de juventud, Santiago Rusiñol nos muestra un grupo de gente en un café, con la particularidad de que nadie habla con nadie. Están reunidos en un mismo lugar pero aislados entre sí.
5.- Hay un dato que no sé cómo interpretar. La mayoría de los personajes del cuadro son retratos de amigos personales de Rusiñol. ¿Está siendo cínico o crítico con ellos? ¿Es un simple homenaje a la amistad en otra línea argumental del discurso?
6.- Idéntico mensaje de fondo hay en “Noctámbulos (Nighthawks)” de Edward Hopper, una obra que reconoces en cuanto la ves, aunque nunca hayas oído hablar de ella, porque ya está archivada en la memoria colectiva.
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7.- ¿Caísteis en la cuenta alguna vez en que conversar con alguien sentados a la barra de un bar evita tener que miraros? La pareja de Hopper ni se mira ni se habla. Es la desolación total, una pareja que es un paisaje después de una batalla.
8.- Dicen que la incomunicación es un mal de nuestro tiempo, tanto más doloroso al existir mucho más canales de conexión que nunca. Yo achacó esta afirmación a lo que denomino como chauvinismo del presente.
9.- Es esa sensación que tienen algunos de que su época es más auténtica o vive con mayor intensidad o pureza determinado aspecto de la condición humana, indistintamente de que se trate de un asunto positivo o negativo.
10.- Cuando al final del pasado milenio y al comienzo de este oía decir que el siglo XX había sido el más sangriento y terrorífico de la historia pensaba, ¿es que esta gente nunca ha abierto un libro de historia?
11.- Hopper nos muestra el bar desde fuera. Parece una pecera y los personajes entes en una pantalla con dimensiones para proyectar en formato cinerama. El tópico dice que es un planteamiento cinematográfico.
12.- El cine nos excluye del lugar donde transcurren los hechos. El espectador es tan sólo un voyeur de la vida ajena, en el caso del cuadro de Hopper de la miseria de los clientes de un bar en plena madrugada.
13.- Rusiñol nos muestra el café desde el interior, integrándonos en la escena. Somos, en cierta medida, copartícipes del drama que se representa. Entiendo yo que se puede decir que es un planteamiento teatral.
14.- El cuadro de Hopper es puro cine, dice Artur Ramón, usa su mismo lenguaje. El cuadro de Rusiñol es teatro. Esto último es lo que aventuro yo con ciertas dudas como propuesta para redondear la tesis y equilibrarla con un juego de opuestos.
15.- Aventura Artur Ramón una idea que el mismo sabe que es harto improbable que sea cierta. Que Hopper hubiera podido ver en su viaje a Europa el cuadro de Rusiñol y haberse inspirado en él.
16.- Me he puesto a pensar en películas que no sean hopperianas sino rusiñolescas y, al menos, se me ha ocurrido una muy evidente: “El buscavidas” de Robert Rossen. Casi todas las escenas transcurren en interiores de salas de billar.
17.- Se suele decir que es perfecta para explicar qué es la profundidad de campo. En los encuadres hay multitud de planos superpuestos, con profusión de personajes en todos ellos. Hablan mucho pero apenas se dicen nada.
18.- Lo opuesto al cuadro de Hopper en cuanto a dirección del encuadre serían los fotogramas finales de “Centauros del desierto” de John Ford, con un exterior visto desde dentro, quizás el instante más bello de la historia del cine.
19.- También aquí hay exclusión. Pero nosotros, los espectadores, podemos quedarnos dentro de la estancia. Es Ethan Edwards, John Wayne, quien voluntariamente accede a salir fuera de la historia. Allí no hay un hueco para él.
20.- Sin embargo, no nos sustituye en nuestra función de espectadores. Camina y se aleja dándonos la espalda, desdeñando ver lo que ocurre en la estancia. La puerta que se cierra inmediatamente le vetará cualquier opción de arrepentimiento.
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