La ardilla de Estrabón
1.- Antes de empezar un mínimo dato. Quercus se pronuncia haciendo que se escuche la "u", como si la "q" fuera también una "c". Si se os olvida y os escucha un botánico os apuntará inmediatamente en su libreta roja de agravios, cual Rain-man.
2.- Quizá la leyenda urbana más extendida del ecologismo carpetovetónico es que hubo un tiempo edénico en que España estaba tan cubierta de bosques que una ardilla podía recorrerla de punta a punta sin bajarse de los árboles, brincando de copa en copa, borracha de verdor.
3.- La anécdota se atribuye a Estrabón y, sin embargo, nadie ha sido capaz de dar con la cita exacta en sus obras. Más aun, los ecólogos saben que no es cierta. ¿La exageración de un geógrafo y naturalista con alma de novelista?
4.- Plinio El Viejo y Herodoto escribían de lo que veían, todo lo más de lo que les habían contado las gentes del lugar. Estrabón muy probablemente se dedicaba a hacer recorta-pegas, añadiendo quizás invenciones de su cosecha.
5.- Pero si alguna ardilla edénica hubiera tenido a bien viajar en árbol-bus y hubiera existido una línea que le conectara La Junquera con Tarifa, habría utilizado una autopista de encinas. Qu-er-cus ilex para los botánicos.
6.- Los libaneses tienes los cedros, los canadienses los árces, y los lucen en sus banderas. ¿Por qué nosotros no hacemos lo mismo con las encinas? La historia de siempre: nos avergüenza lo que somos, nos parece vulgar o equivocado.
7.- En algún lugar leí o escuché esta frase tan rotunda: La mayor aportación de la civilización española al avance tecnológico de la humanidad ha sido la dehesa. También una de sus señas de identidad más evidentes.
8.- La idea de la que surge la dehesa es tan simple que cuesta concederle el rasgo de genialidad que sin duda contiene: Aclarar el bosque para permitir que la vegetación herbácea pueda crecer bajo el dosel de copas.
9.- Vegetación herbácea para la práctica de la agricultura o, en la versión más genuina de la dehesa, pastos con los que poder alimentar al ganado. Cerdos en la versión cinco estrellas.
10.- La dehesa probablemente fuera una idea que se trajeron los primeros moradores de España desde África. Es sorprendente lo parecido que es una dehesa de acacias de la sabana keniata a un paisaje extremeño.
11.- Liberados de la competencia de sus congéneres, los árboles de la dehesa crecen de forma desmesurada y producen gran cantidad de fruto. La bellota de la encina es la joya de la corona de los bosques españoles.
12.- Plinio El Viejo afirmaba, y ya decimos que a este si que le damos crédito, que la hambruna en Hispania era poco probable porque siempre era posible acudir a la harina de bellota para alimentar a la gente.
13.- Hace relativamente poco descubrí un dato sorprendente: La bellota horneada es el antecedente de la castaña asada. Hasta principios del siglo pasado era habitual consumirlas en Madrid como una exquisitez de temporada.
14.- Un día al año, no recuerdo qué festividad, la corona dejaba acceder a la población al bosque del Pardo para que se proveyeran de bellota a su antojo.
15.- Siempre había pensado que la anécdota de Plinio escondía una intención de llamar animales de bellota a los españoles de forma elegante, y nada más lejos de la realidad.
16.- Los americanos se fijaron también en al bellota y quisieron llevarse la encina para allá para poder también crear dehesas con aprovechamiento ganadero (jamón, jamón). Iba a ser el negocio del siglo.
17.- Pero con los ejemplares que importaron se llevaron también huevos de lagarta verde, una mariposa cuyas orugas se comen las hojas de cualquier roble. Resultado: La mayor plaga forestal de todos los tiempos.
18.- La USDA (Departamento de agricultura de los EE.UU.) gasta todos los años más dinero en tratamientos fitosanitarios de lucha contra la lagarta, que se come sus bosques de robles, que el resto de países del planeta juntos.
19.- Pero volvamos a las dehesas. Los libros de árboles singulares están cuajados de encinas gigantescas que crecen en dehesas. La más famosa es la encina Terrona, en Zarza de Montánchez (Cáceres).
20.- Un ejemplar de 800 años, 16 metros de talla y casi 40 metros de diámetro de copa. Unas 30 toneladas de madera para leña. Su sombra sería capaz de cobijar a más de 100 personas.
21.- La versión madrileña es mucho más popi: La encina de los enamorados de Ambite de Tajuña, junto al palacio del Marqués de Lagarda. 20 m de talla, algo más que la Terrona, pero solo 28 de diámetro de copa.
22.- Cuenta la leyenda que en la edad media (la encina es milenaria) que cierta dama vió partir hacia la guerra a su enamorado. Cada atardecer lloraba desconsolada bajo la encina recordando a su amor.
23.- Tanto lloraba y tan amargas eran sus lágrimas que acabaron por agriar las bellotas de algunas ramas del árbol, aunque nadie sabe exactamente cuáles. Al correr de los siglos se impuso una tradición en Ambite a los recién casados.
24.- Debían recoger una bellota del suelo y comerla. Si sabía dulce iban a vivir felices a pesar de todo, como Shrek y Fiona. Si sabía amarga, eso es que al pobre no le iban a dejar ver el fútbol en la tele y ella se iba a parecer a la suegra en un par de años.
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