Vaya por delante que no pretendo darte una solución, porque no creo que esté a mi alcance, sino ayudarte a pensar, darte tal vez elementos de reflexión en los que no hayas reparado por tu cuenta, así como modos de ver los que sí has sopesado desde ángulos y puntos de vista alternativos a los que tú has utilizado para abordarlos.
No saber decir que no: No quiero que te enfades contigo misma por esto. Es un defecto que yo también tengo. Pero no es porque coincidamos en padecerlo por lo que no creo que sea censurable en tu caso. A mí no me gustan mis defectos y, si ya estamos, tampoco buena parte de mis virtudes. ¡Y lo digo como si fueran muchas! No, a ver, creo que la raíz del problema es distinta en cada uno de los dos. En el mío nace de la cobardía, de no saber enfrentarme a los demás, de temer su juicio, de no querer cargar con su disgusto. Supongo que sería capaz de decir que no a quien me desagrada si no fuera tan tímido. Cuando tengo confianza es querer ganarme su gratitud, comprar su aprecio, corregir la opinión que creo que tienen de mí, lo que hace que abrace al sí. Sin embargo, yo creo en ti si hay afán de servicio, que te comprometes con lo que crees, que eres genuinamente generosa. A veces se diría que no lo crees porque lo eres también contigo misma y piensas que eso es egoísmo, y está claro que te equivocas. Si es cierto que para querer a los demás hay que saber quererse a uno mismo, como dice el topicazo del anuncio, la generosidad bien entendida empieza por uno mismo. Haces disfrutar a los demás con tu compañía porque tú misma estás a gusto en tu piel. Tu generosidad nace en que tienes cosas que aportar. La generosidad basada en la pobreza interior ni tiene sentido ni es posible aunque lo tuviera. Compartimos la misma flaqueza. Yo no la supe decir que no a mi pareja y arruiné mi futuro y el suyo. Tampoco es que crea que sea tan grave aquello a lo que tú te enfrentas. Tampoco quiero que entre esos elementos para la reflexión que te aporten estas líneas esté el que debas preocuparte más de lo que ya estás, sólo digo que podría agriarte la existencia en lo que viene y no quiero que te roben ni un ápice de tu alegría. Es lo más bonito de ti. Ellos mismos tienen que ser conscientes que si te proponen lo que te proponen por tus cualidades éstas van a estar en riesgo si aceptas.
¿Puedes decir que no?: Responder a esta pregunta es esencial. Queremos que te atrevas a decir que no pero ¿realmente te conviene? ¿Estás en disposición de poder hacerlo? Sé que adoras tu trabajo. No creo que soportases perderlo. Cada día me cuentas hechos mágicos que suceden durante tu jornada laboral. Vives cantando y a veces pareces Julie Andrews en “Sonrisas y lágrimas”. Tu vida parece un musical a partir de que fichas en el trabajo. Eres alegre porque sabes extraer alegría de lo que te rodea y te sucede. Tú sí que estás en comunicación con el mundo y, sobre todo, con su lado luminoso. Eso te permite, además, estarlo con la gente, porque les atrae tanto la luz que reflejas como la que surge de tu interior. Pero, tratando de no ser tan pesimistas, tal vez un no no te lleve al paro, pero puede que si haga que se resientan las condiciones en las que llevas a cabo tu trabajo. Que sé yo, en el modo en que te traten tus jefes, en las libertades que te permiten, en las prebendas intangibles que recibas, esas que no se cuantifican e incluso es difícil de explicar n qué consisten o porque las quieres. ¿Te merece la pena un no? ¿Estás en disposición de elegirlo? Yo creo que sí, pero eres tú quien puede juzgar y quien debe decidir que contestas a la propuesta.
¿Cómo decimos que no?: Sólo hay dos vías y, bueno, claro está, la mezcla a diferentes porcentajes de ambas, es decir, las soluciones intermedias: 1) Ser sincera, para lo que tendrás que adivinar si quieren escuchar tu verdad y si la van a valorar. Yo suelo optar por esta vía y casi nunca me funciona. Creo que la verdad está sobrevalorada. La gente la aprecia en los demás pero no la práctica, porque le gusta jugar con ventaja, en el lado de la cancha que se inclina hacia la portería contraria. Sirve a veces para que te aprecien más pero no necesariamente para resolver problemas cuando al otro le importan muy poco tus sentimientos o tus intereses; 2) Mentir como una bellaca, para lo que cualquier excusa te será válida, incluso una que dé el cante. A menudo la gente prefiere enfrentarse a una mentira evidente pero incontrovertible que a una verdad que propicie el debate. Si dices “no quiero”, te van a intentar convencer de que en realidad sí, o que lo querrás en cuanto lo pruebes. Si dices “no soy capaz”, les darás pie para que te doren la píldora y el debate se te pondrá muy cuesta arriba. ¿Cómo se lleva la contraria a un jefe te elogia? ¿Es algo prudente?. Si dices “no puedo”, abortas toda discusión. A mi se me ocurrió ayer una posibilidad de excusa en cinco minutos: No tienes hijos pero si sobrinos, ergo tu hermano te va a necesitar mucho en el futuro para que le cuides de su niña. En el no es vital que hagas ver que es una cuestión de tiempo. Por supuesto que eres capaz y estás motivada pero, ¡ay!, te faltan horas en el reloj, lo sientes mucho.
Negociar el sí: Llegamos a la parte farragosa del asunto. Si llegas a la conclusión de que no puedes negarte habrás de negociar condiciones para tratar de minimizar el impacto del sí. Supongo que tus jefes y tus compañeros querrán que sigas siendo esa tú que aprecian y valoran. Si el proponerte para el cargo es algo sincero, nacido de la admiración y el cariño que sienten por ti y no un burdo intento de escurrir el burdo -“que lo haga ella que siempre está dispuesta y nunca pierde la sonrisa”-, vamos a fijarnos en el lado luminoso de las cosas, como haces tú, y a pensar que sí, les has de hacer ver que consentir en lo que te piden puede hacer que cambies, es decir, que dejes de ser tan competente para la tarea, que es la razón que se supone que propicia tu elección. Así que negociar el sí les conviene también a ellos.
Los niños: Hay cosas que no tienen sentido en lo que te piden y esta es una de ellas. Si, por ejemplo, Romeo 12 tuviese un problema, o los ocasionase en el colegio, y alguien tuviese que tomar cartas en el asunto, ¿tendría sentido que fuera un profesor que no le da clases? Es más, ¿querrías tú? Lo lógico, quizá no lo agradable para ti, aunque pienso que también, es que lo hicieses tú, que has logrado crear un vínculo con él, tanto afectivo como profesional, y probablemente te hará más caso que a cualquier otro. Es un contradiós que los alumnos salgan de la jurisdicción de sus propios profesores, salvo que sea para que más altas instancias se comprometan en las a soluciones, aunque mucho me temo que uno de los hechos que propician la propuesta infernal son las ganas de delegar de tus jefes, es decir, de quitarse tareas potencialmente desagradables. Que sonrías no significa que no te duelan las cosas, sólo que sabes compartimentalizar, aislar lo bueno de lo malo y marginar lo segundo a la hora de hacer balance. Lo suyo es que cada profesor se ocupe de sus propios alumnos. Otra cosa no tiene sentido ni creo que funcione. En el mejor de los casos podrías ser una figura consultiva no ejecutiva. A lo mejor hasta te gustara, ayudar a resolver problemas desde la opinión, sin que te robe excesivo tiempo y sin tener que arremangarte para bajar al lodazal. Aunque pienso que eso sería simplemente hacer el trabajo que les corresponde a tus jefes y que parece que no están dispuestos a realizar. En esto no deberías transigir. Además esta tarea es un paquete bomba cuya potencia explosiva no vas a poder evaluar en detalle hasta que no te explote en la cara. El niño autista te preocupa, y mientras esté en tu clase es justo que así sea, aunque deben darte las herramientas que necesitas para enfrentarte a ese reto. Pero no sabemos que más quebraderos de cabeza puede traerte el volverte responsable de la disciplina de todo el alumnado del colegio. Parece que pretenden que te conviertas en Atlas para que soportes todo el peso del orbe. Vale, yo sé que mi niña puede, pero quiero que sigas siendo mi cascabel y mi linterna. Atlas no lo pasaba excesivamente bien haciendo de viga de carga del todo el edificio de la creación. De hecho la tarea se la encomendaron como castigo, no como premio, y su humor no era precisamente bueno que digamos mientras la desempeñaba. ¿Ayudar a elaborar un manual de conducta? Pues vale. Pero, ojo, con la participación de todos. Que todos colaboren con sus sugerencias y tu ya le darás la forma definitiva. Hasta te ayudo si quieres. Pero ¿ser la policía del centro encargada de que se cumpla? Oiga, mire, no. Para eso que contraten a los Swat o que a tus jefes les den un curso de supervivencia en Quantico.
Tus compañeros: Aquí solo se me ocurre una cosa. Que debes dejar claro que no quieres que de todo esto se puedan derivar conflictos personales en los que puedas verte involucrada. Esto lo debes dejar muy claro y añadir que mientras no haya garantías de que no se vayan a producir que te plantas. Además, que quieres todo el apoyo en caso de que se generen. Es decir, y perdóname la gorrinada, que si se produce mierda que esta flote hacia arriba, hacia tus jefes.
Phileas Fogg
29 de septiembre de 2018
Posdata: Dos besazos, en la frente, y perdona por el rollo. Ah, y por no haber estado en línea mientras escribía.