sábado, 26 de enero de 2013

El Fútbol y sus aledaños (87) - El camarote de los Hermanos Marx

"Una noche en la Ópera" - Escena del camarote

Bronca entre Cristiano Ronaldo y Mourinho en el vestuario
Julián Ávila
Diario digital SportYou - Madrid - 16/01/2013

Un nuevo episodio en forma de lío con José Mourinho como actor principal. En esta ocasión su ‘contrincante’ fue nada más y nada menos que Cristiano Ronaldo. Todo sucedió al final del encuentro ante el Valencia, en el vestuario. La bronca entre el entrenador y el delantero se escuchó hasta en la Castellana. El origen del encontronazo verbal tiene su origen en los continuos gritos a Cristiano desde el banquillo porque su juego no estaba siendo del agrado del entrenador. Mourinho le acusaba de perder muchos balones y de no bajar al campo propio para echar una mano al resto de compañeros.

Estas exigencias no eran compartidas por el delantero, que se sintió increpado. Entendió que el entrenador había pasado la línea de lo permisible y así se lo hizo saber en el vestuario después del partido. La discusión se llevó a cabo en un tono elevado y tuvieron que intervenir los compañeros del jugador para evitar males mayores.

La bronca del vestuario llegó enseguida a oídos del presidente en el palco, y tuvo que tomar cartas en el asunto.

Las consecuencias del encontronazo están por ver. Mourinho es muy dado a señalar a los jugadores y después aplicarles un serio correctivo. El propio Cristiano lo sufrió cuando se quejó en público del planteamiento en un partido de semifinales de Champions contra el Barcelona. La decisión fue dejarle fuera en el siguiente partido contra el Zaragoza.

Este nuevo incidente llega después del triunfo ante el Valencia, pero veremos si se queda ahí o tiene algún tipo de recorrido. Cristiano es ahora el clavo ardiendo para Mourinho y, si se deteriora la relación, puede suceder cualquier cosa.

Nota: El artículo que incluyo a continuación se acabó de escribir realmente el pasado martes, 22 de enero. En esos días el lío montado en torno a la supuesta riña entre Mou y CR7, la forma en que unos y otros periodista opinaban y añadían nuevos daros, algunos inventados, para sacar conclusiones, me sugirió la famosa escena que da título al escrito. Era un fenómeno parecido a lo ocurrido tras los incidentes, dentro y fuera del terreno de juego, en el estadio del Levante. Poco después surgió un tercer ejemplo, mucho más claro del fenómeno que trato de describir. Estoy hablando de la ya celebérrima comida para pactar las primas con el presidente, director técnico y capitanes del Real Madrid. Han transcurrido cuatro días y ya se han vertido ríos de tinta en los periódicos y de palabras en las ondas. La comida ocurrió justamente cuando finiquité el escrito, cuyo hecho se menciona de pasada al final, anticipando lo que iba a venir después por un apunte que me hizo @DiosaMaracaná. El artículo se edita ahora por razones que no vienen al caso, pero es anterior cronológicamente a los tres que le preceden en el blog. Uno de ellos incluso lo alude. Se lo dedico a mi amiga y colaboradora.

El camarote de los Hermanos Marx
(Escribí este artículo con la ayuda de mi amiga @DiosaMaracana)

Estoy por asegurar -empecemos el artículo con una afirmación rotunda para ver si así lo encamino de una vez, que me está costando, ya lo creo- que "Una noche en la ópera" es el mayor vivero de citas humorísticas de la historia del cine,  en el que suelen pescar los cinéfilos cuando quieren alardear de sus conocimientos cinematográficos y, de paso, divertir al personal. Un caladero en alta mar, rico pero peligroso, porque con el cine de humor no basta con ser preciso para triunfar con la cita, también hay que saber declamar, tener bis cómica. Es más fácil poner cara seria y empezar con aquello de "He visto cosas que no creeríais...", que además te hace parecer profundo y no un tipo disipado, pero allá cada cual. El caso es que casi todas las escenas, diálogos o frases célebres que a uno le vienen a la mente cuando se nombra a los Hermanos Marx proceden de este film. Hagan la prueba, ya verán como tengo razón. Es verdad que la cita que se suele poner como ejemplo del disparatado y desvergonzado humor de Groucho Marx, la extravagante e interesada declaración de amor que le dirige a su habitual partenaire, Margaret Dumont, en "Sopa de ganso", ya saben: "¿Quiere usted casarse conmigo? ¿Le dejó mucho dinero su marido? Conteste primero a la segunda pregunta", es un momento feliz de "Sopa de ganso". Pero el resto del repertorio habitual de momentos estelares de su filmografía, incluyendo la famosa parodia de los dos abogados, que interpretan Groucho y Chico, en la que tratan de formalizar un contrato, sin lograr ponerse de acuerdo siquiera en el sketch sobre cuantas partes contratantes intervienen en el mismo, o la celebérrima escena del camarote, que ha dado lugar incluso a una expresión de uso común en Castellano, la que he utilizado como título del escrito, pertenecen a la película de la Metro Goldwyn Mayer, la primera que hicieran para este estudio cinematográfico.

Tras trabajar cinco años para los estudios Paramount, a razón de una película por año, labor que culminaría con una de sus obras maestras, la mencionada "Sopa de Ganso", dirigida por Leo McCarey, son reclutados por el productor Irving Thalberg para la Metro Goldwyn Mayer. Reconocía Groucho que en su época en Hollywood muy probablemente coincidiera con muchos genios, pero que él personalmente sólo había conocido a uno, el productor de la Metro. La intervención de Thalberg supone un cambio radical, para mejorar, en la carrera cinematográfica de los Hermanos Marx. Supone una simplificación, en la que se elimina lo superfluo. Para empezar, el cuarto de los Marx, Zeppo, sin personaje definido como sus hermanos mayores, más un estorbo que una ayuda en las escenas conjuntas. También una complejización, ya que las tramas se vuelven menos caóticas, tienen un hilo argumental más claro. "Una noche en la ópera" es una vertiginosa sucesión de diálogos enloquecidos, frases ocurrentes, duelos de esgrima dialéctica a la primera carcajada, como las películas precedentes, pero que cuentan esta vez con una mínima ligazón y coherencia entre sí. Esa trama reconocible, aunque absurda, no puede interpretarse de otra manera que como un inmenso logro del equipo de guionistas, que se comprende que tuviera que ser numeroso y trabajar a destajo para extraer orden del caos. Cuanto más se construye en el aire al levantar un edificio, más sólidos han de ser los cimientos. Destaca en el equipo de escritores la presencia, aunque no recogida en los títulos de crédito, de Buster Keaton. Es curioso que Cara de Palo, el actor que jamás pronunciara una sola palabra en sus films, que ni siquiera las sugiriera -es decir, articularlas sin sonido, moviendo los labios, para que pudieran ser leídas en los carteles que habitualmente se incluían en las películas mudas-, fuera uno de los orfebres que lograran engarzar en una sola gran pieza de alta joyería tanta pequeña gema, tanta palabrería suelta destinada a hacernos reír.

La escena del camarote es la quintaesencia del aprovechamiento del espacio escénico. En un cubículo que, a ojo de buen cubero, no sobrepasa los 8 ó 10 metros cuadrados, el director es capaz de hacer entrar hasta 15 personajes, incluyendo a los tres Hermanos Marx, un tenor, dos camareras, un plomero y su ayudante, una manicurista, una mujer que busca a su tía Micaela -que, afortunadamente, no está allí cuando llega-, una limpiadora, escoba en mano, y, finalmente, los cuatro camareros que traen la opípara cena que han pedido, que incluye las dos docenas de huevos duros solicitados a bocinazos. "Quiere usted las uñas largas o cortar", pregunta a Groucho la manicurista, mientras Harpo, fingiendo estar dormido de pie, sostenido precariamente por Chico, se vence hacia una de las camareras, para lo que en mis tiempos se denominaba "poder pillar cacho".  "Mejor déjemelas cortas, que aquí va faltando espacio", contesta Groucho. Será la tía Micaela, que con su llegada culmina la escena, la que liberare a los prisioneros del camarote, en un acto de escapismo con una espectacularidad digna del mejor número de Houdini.

Establezcamos ya el primer símil: ¿Qué ámbito puede haber más angosto para la prensa que una noticia que juzga importante, ya sea por su alcance o por meros intereses corporativos, y de la que carece de cualquier información veraz de primera mano? La prensa deportiva madrileña vive en el camarote de los Hermanos Marx desde la llegada de Florentino Pérez al Real Madrid y, sobre todo, tras el fichaje de José Mourinho como entrenador. A medida que pasa el tiempo, más datos innecesarios entran en el estrecho cuarto para hacer la situación aun más angustiosa e incontrolable. Algunas de las rocambolescas historias que llevamos oídas estos últimos años a los periodistas acerca de nuestro equipo también parecen el camarote de los Hermanos Marx. ¿Qué fue sino un intento de contar la escena, sin haberla memorizado bien, la narración de los hechos ocurridos en el vestuario del estadio Ciutat de Valencia por José Ramón de la Morena una madrugada en El Larguero? Si uno se fija en la escena de la película comprende que su filmación tiene un enorme trabajo de planificación y ensayos. Sin embargo, Juanra se tiró a la piscina, a las ondas hercianas, sin haber ordenado bien el guión que quería relatar y sin haberlo ensayado, dando como resultado unos minutos de radio aun más desternillantes que los mejores momentos cinematográficos de los Hermanos Marx, tal como nos descubriera @RichardDees en uno de sus programas de "El Radio".

Nos preguntamos, mientras vemos la escena, si es necesaria la calefacción con tanta gente allí metida. Harpo, en todo caso, requeriría que se le enfriara su temperatura corporal con un buen aire acondicionado. Que sean necesarios dos tipos para poner en marcha un servicio innecesario, o dos camareras para hacer una cama, obedece al espíritu del sketch: Cuantos más elementos mejor, aunque sean superfluos, con tal de mantener el flujo de la trama, que en realidad está estancado. Se trata de vencer nuestra resistencia a reírnos en el caso de la película, y nuestro escepticismo en el caso de los periódicos, añadiendo más datos que no agregan nueva información. Así, Mourinho, cada día castigaría a alguien diferente de su entorno, al decir de los periodistas, para que nuestra mente al fin se convenciera, más por la insistencia que gracias a la capacidad de persuasión de los periodistas, del perfil psicopático del entrenador portugués. Da igual que Özil diga a un periódico alemán que considera a Mou como su maestro, fingimos no saber donde está Berlín y con eso basta para poder seguir afirmando que es un represaliado del entrenador. Los supuestos castigos se van acumulando en el espacio aun disponible en el camarote, que empieza a escasear, y ya no nos quedan horas en el día en los que este personaje ficticio, creado por la prensa, no se la pase enfadado. Es como Elmer, El Gruñón, siempre con la cara agria, su vestimenta cinegética y fusil a mano para ir a cazar a Bugs Bunny, Daffy Duck o lo que se ponga por delante y no esté en su temporada de veda. Que para Mourinho no cuentan. En las vacaciones de verano ya tratará de castigar a los maîtres de los restaurantes y las doncellas de los hoteles. ¿Como Harpo, que las castiga con su presencia, rodeándoles la cintura con sus brazos sin querer? Mou es ese cuerpo inerte, desvencijado, que los periodistas se pasan unos a otros dentro del camarote, sin poderlo controlar nunca. Es más incómodo Mourinho dormido para la prensa, menos manejable, más estorbo desquiciante, que para el entrenador toda la profesión periodística estrujándose el cerebro tratando de desacreditarle en columnas de opinión, crónicas, ruedas de prensa y noticias de actualidad.

Mou habría tenido una agria discusión personal con Sergio Ramos y Casillas y no se hablaría con Florentino Pérez. -"Y también dos huevos duros". "Añada también dos huevos duros": "Moc". "Que sean tres"-. Habría castigado en su momento a Higuaín, Özil y Di María, y tratado de marginar a Kaká y Carvalho. -"Y también dos huevos duros". "Anote también dos huevos duros". "Moc-moc". "Que sean cuatro. Uno de ellos de oca"-. Y, finalmente, por ahora, habría acabado teniendo una épica pelea en el Bernabéu con Cristiano, cuyos gritos se habrían podido oír en el Paseo de la Castellana. -"Y también dos huevos duros". "Escriba dos huevos duros". "Moc-moc-moc-moc-moc-moc". "Ya no sé si tienen que ser media docena o es que estamos en un banco de niebla". La lista de peticiones de la prensa al camarero del barco, que en esta situación es sólo una alegoría de su imaginación desbordada, no se acaba nunca cuando de Mou se trata. Si el espacio noticiable ya se queda angosto con tanto reportero extorsionando a sus informantes en el vestuario para obtener primicias de rifirrafes, con enviados especiales a los entrenamientos del hijo de Mourinho o a la casa de su madre en Setúbal; Con testigos expertos para poder compararlo con chimpancés o lo que se tercie; con abogados de causas pobres tratando de desacreditar a los testigos de refutación de la acusación, que sólo tienen palabras de elogio para Mourinho, como Eto'o, Ibrahimovic, Snejder; Con mentalistas capaces de leer su mente y descubrir las intenciones ocultas, por supuesto diabólicas, en cada una de sus decisiones; etcétera... -¿Añadimos además dos huevos duros?-. Si todo lo que se acaba de mencionar ya reduce la disponibilidad de espacio, las verdades inventadas para hacer aun más bulto en las acusaciones contra Mou acaban por colmar la paciencia del aficionado madridista, en especial el del mourinhista. Que, para más inri, no es un ejemplo de paciencia. El periodismo deportivo se ha convertido en una comedia bufa que habría hecho las delicias de Irving Thalberg. Hay mucho talento para el vodevil en algunos plumillas y predicadores en las ondas. Hasta Groucho lo reconocería. Pero a La Yihad no le apetece ir a ver una de risa. En algunos momentos le apetecería acudir a una sala donde echen una bélica, que según qué cosas de las que se oyen o se leen, despiertan el comando SEAL que todos los tuiteros llevamos dentro. Pero a lo que realmente está es a descubrir una película épica en la que su equipo gane y lo haga con merecimiento, sean cuales sean las circunstancias adversas.

La ya mencionada pelea entre Cristiano y Mourinho es como el remake de la película del Ciutat de Valencia. Rodada en interiores también, pero con nuevos decorados. Esta vez los vestuarios del Real Madrid. Con lo bonita que quedaría una escena filmada en exteriores amplios, en la Bola del Mundo en Navacerrada, con nieve gratis como atrezzo, en la Plaza de Chinchón para sugerir un ambiente torero, en Las Vistillas si acaso, que queda más cerca. Pero las mentiras son menos controlables en espacios inabarcables. No obstante, ardo en deseo de que Juanra de la Morena nos haga el storyboard, la narración por viñetas, para que nos hagamos la composición de lugar y la película cuaje en nuestras cabezas. La primicia, que yo sepa, ya sabemos que quien fue el primero es una disputa recurrente entre la gente del medio, nos la dio Julián Ávila, reportero de SportYou. Una bronca fuerte en vestuarios producto de las altas exigencias del entrenador a su jugador, a quien no había visto bajar a defender para ayudar a Marcelo. Es importante señalar que el periodista dice textualmente: "La bronca entre el entrenador y el delantero se escuchó hasta en la Castellana", lo que da a entender que se trata de una pelea verbal. Los puñetazos, aun las más sonoras cachetadas, apenas hacen ruido, siquiera para dejarse oír sobre el ruido de fondo del tráfico de una vía urbana tan concurrida como es el Paseo de La Castellana. El periodista añade más adelante: "La discusión se llevó a cabo en un tono elevado y tuvieron que intervenir los compañeros del jugador para evitar males mayores". Es decir, se insiste en que la pelea sólo fue verbal, y se menciona la intervención de otra gente para evitar precisamente que el incidente llegara a mayores, entendemos que a las manos. El otro dato digno de interés es que se afirme que Florentino Pérez, informado de lo que ocurría, tuviera que tomar cartas en el asunto. Todo lo demás son especulaciones acerca de las posibles consecuencias del suceso, entre ellas la pérdida del único apoyo, su "clavo ardiendo", por parte de Mourinho. Quizá fuera esta última propuesta la que encendiera la imaginación de la prensa hasta hacerla parecer la red de iluminación de una feria andaluza. Había mucho potencial en esa posibilidad: Agudizar el deterioro de la imagen pública del entrenador ante los aficionados; Argumentar el deterioro también de su posición en el club, que sería mucho más frágil tras perder su principal apoyo en el vestuario, que además es la estrella del equipo; Poder aislar a Cristiano de la figura de Mou, mostrar que la marcha de éste no implica la de aquel, cuya continuidad se ha convertido en una exigencia de la prensa tras tres años y medio de ponerle en cuestión y hasta pedir su venta en momentos puntuales.

Desde que se editó la noticia de Julián Ávila en SportYou, más y más periodistas han acudido al camarote para intentar meterse en él, trayendo nuevos datos, filtraciones de topos del vestuario que, por su número, ya puede considerarse como plaga, tratando de demostrar que están en el ajo de la noticia más importante de la actualidad. Según su valoración, claro. Se nos ha dicho que el presidente tuvo que agarrar a uno de los dos para evitar un encontronazo físico. Alternativamente, que primero fue uno el que trató de abalanzarse sobre el otro, sin lograrlo al ser sujetado, y después al contrario. Que los involucrados en el incidente se habían retirado la palabra el uno al otro. Que el incidente había sido el detonante de un acto colectivo de reflexión que habría traído al fin la paz al vestuario. Que, por el contrario, suponía el fin de Mourinho y,  como irónicamente señalaba Manuel Matamoros el pasado lunes en Estudio Estadio, "casi también el fin del club". Incluso, llevando las cosas al extremo, Pipi Estrada afirmó hace unas pocas noches, en una "exexclusisivavá" de Punto Pelota, que CR7 había intentado pegar a Mou y que, tal era su furia, que sólo pudo ser controlado con la intervención de 5 personas. No está Florentino, el Tío Patinhas, para estos trotes, pero vamos a fingir que nos lo creemos, todo sea por no chafarle el gag a la prensa, menos al principal bufón de la corte. Bastante tiene Florentino en realidad con la negociación de las primas con los jugadores, con sus reuniones con los capitanes. Circunstancia que Antón Meana ha aprovechado en las últimas horas para difundir el bulo de que Ramos y Casillas han informado al presidente de que si sigue Mourinho hasta 7 jugadores de la plantilla se marchan. Será si pagan la cláusula, supongo, más los dos huevos duros preceptivos en concepto de IVA. La verdad es que empieza a ser urgente que la tía Micaela se persone para dejarnos salir de este embrollo y permitir que de una vez, si es posible, entre aire fresco en el ámbito de la información del Real Madrid.

1 comentario:

  1. ¿Tanto tiempo nos hemos llevado viviendo en la mentira, en la difamación, en el insulto gratuito...que nos ha llegado a parecer normal? ¿Tanto tiempo que, hasta a muchos, les ha sorprendido que alguien se rebele contra el llamado cuarto poder?
    Es duro que haya tenido que llegar un entrenador portugués para que muchos se hayan dado cuenta del club que tenemos y el entorno que lo rodea. Ojalá a Florentino le quede algo del orgullo que demostró cuando Fernando Hierro se subió a las barbas y ponga a unos y otros en el lugar que les corresponde.
    Saludos amigo.

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