jueves, 10 de enero de 2013

El Fútbol y sus aledaños (75) - Is a beautiful day


Beautiful day - U2

Is a beautiful day
Real Madrid 4 - Celta de Vigo 0 - Octavos de Final de Copa - Partido de vuelta

Hemos estado sufriendo sin necesidad, a lo tonto, desde el tramo final de la temporada pasada. Si lo llegamos a saber antes, cual era la solución, buena gana de haber esperado tanto para ponerla en práctica. Dos partidos de suplencia han bastado para recuperar a Iker. Dos partidos y sufrir el ataque de una horda de zombis rabiosos como los de "28 días después". Pero se da por bien empleado el susto. Además, es parte de nuestra señas de identidad. La Fama se paga con sudor, y aquí, el página esta crónica es donde vamos a empezar a pagarla. Porque, sinceramente, no se para donde tirar en lo que digo, y esto no ha hecho más que empezar. Es que mi mente se ha quedado atrapada en la imagen que mi memoria le muestra de Ronaldo, un CRistiano exultante simulando el despegue de un avión a reacción con la mano derecha. Y la falta de reproches a su gesto de "sobrado" me tiene muy desconcertado. Los hubo, y muchos, cuando nos regaló una cesta de Navidad anticipada presidida por un jamón de Jabugo pata negra, o cuando le pidió calma a las hordas de Mordor en el campo del Barcelona. Pero ni un pero a su 747 despegando de Barajas. ¿Rumbo al aeropuerto Charles de Gaulle? Ya ni siquiera se escucha esa cantinela en las portadas de los periódicos. Su alteza, Sheikh Tamim bin Hamad Al Thani, el jeque del París Saint Germain, se debe haber rendido al fin a la idea de que no logrará comprar su capricho. Y mientras el inmenso avión avanza en mi memoria por el tramo final de la pista de despegue, acelerado, a punto de alzar el tren de aterrizaje del asfalto, las botas aladas del césped del Bernabéu, tratando de dar un apoyo por la banda izquierda a Higuain en su contrataque, oigo la música de U2 a todo volumen. Es esta una hermosa mañana de invierno para el madridismo y no se si estoy preparado para celebrarla. A "Beautyful day" en el día de mi despedida de quien más quiero. No estoy capacitado hoy para la alegría, para el buen trato de la prensa y de la vida. Extraño esos cielos grises sobre París, la miseria de los malos resultados, el ser fugitivo en busca y captura para la prensa. Extraño ese futuro que me predijeron, la caída a las primeras de cambio en la Copa, el fín del mundo a finales de diciembre y sus sangrientas postrimerías, un Ronaldo humillado por el vencedor de Chitalú y redactor de la Historia. Echo de menos todo eso, porque he perdido de vista a los enemigos, porque ya no se desde que dirección atacan y le temo a la derrota casi tanto como a la soledad tras el desencuentro.

Este partido también tuvo su víspera y su noche de San Bartolomé. Hace dos días era Mou en Canillas como el preludio del infierno en la Tierra, la inscripción en la antesala sobre la puerta de entrada. "De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno", incluso la de tratar de ser buen padre. Ayer, en el rápido atardecer de invierno, el portugués, el único que está aun en desgracia, que algunos están tratando de buscar una buena coartada ante la acusación de xenofobia, gracias @Adriana.yujuju por el apunte, perdía socios en las portadas de Marca y en los programas de su emisora, a tenor de los resultados de la encuesta fraudulenta de Unidad Editorial, S.A.. Esa realizada a los socios, con datos personales de los mismos que no debían estar en su poder y haciéndose pasar los encuestadores por quienes no eran, trabajadores contratados por el Real Madrid. Una matanza de protestantes, de objetores al modelo planteado por don Florentino, ante la mirada pasiva de los reyes del mambo, FIFA, UEFA y RFEF. Pero el partido amaneció radiante, en pleno gloria in excelsis Deo, en exaltación del dios Ronaldo, aclamado desde la grada en todos los lances, quizás por primera vez que viste la zamarra blanca. Ese dios pagano al que Tomás Roncero había exigido durante la semana que le hiciera homenaje la grey madridista. Y a mi me causaba dolor lo que parecía evidencia de que tal hubiera habido contestación a su reclamo, aunque me lo desmintiera, bendito sea por conjurarme el enfado en plena gestación, un amigo tuitero, que había estado en el estadio durante el partido contra el Celta. El señor Roncero es periodista de campanario, que hace sonar los esquilones cuando lo ordena el párroco Relaño, el cura ateo que milita en los Soviets Catalanes, y, por eso, con el estruendo del bronce contra el bronce, apenas se entera de lo que pasa y tiene que alzar la voz, casi expresarse a gritos, para que se le entienda. Cristiano escribía el titular del encuentro apenas en el minuto dos, desde su rincón predilecto, el mismo en el que propusiera aquella fiesta que fuera motivo para el regalo de la cesta de Navidad antes aludida, desde donde defenestrara a Courtois y a todos los atléticos con un saque de falta. Más allá del área de Sergio, justo frente a su esquina izquierda, la guarida de la bestia cuando no pisa el área, donde se agazapa a veces para sorprender a los rezagados en la espesura del partido, un saque de banda de Arbeloa, flojo, que botaba manso primero y rodaba lento después junto a un Ronaldo perfilado para el disparo, es convertido por éste en un misil teledirigido para hacer volar por los aires el encuentro. La trayectoria del balón, como una plancha de metal mala, se vence hacia la derecha por la violencia del golpeo cuando se aproxima a la portería del Celta, y desfila veloz ante los ojos de Sergio, que ve pasar todo su vida en el partido en décimas de segundo, golpeando después las mallas del lateral derecho de la portería por dentro. Junto al palo, abajo, donde duele, haciendo inútil la estirada del meta celtiña. El cual, aunque tarde en la respuesta, ha querido tomar cartas en el asunto de su futuro en los siguientes 88 minutos. Demasiado temprano, como digo, para poner un titular a la crónica del encuentro, demasiado arriesgado, porque hacía a Cristiano prisionero de su promesa. El título de un escrito debería ser lo último, aunque yo me empeñe en decidirlo casi siempre lo primero. Porque lo esencial es el tono, la intención, y a veces no estás a la altura de lo que propones. Pero nada nos iba a estropear ayer nuestro día hermoso. Ni la labor del árbitro, cavando desde el inicio una trinchera para explotar el partido con una mina. Ni mi mensaje de socorro en una botella, destrozado sobre las rocas de la playa por alguien, su destinataria, tras llegar a sus manos después de surcar las corrientes de Matrix. Ni siquiera San Martín en Punto Pelota, al  tratar de encubrir las dos caídas simuladas de CR7, hipócritamente, tras su reciente conversión al cristianismo. Nunca os fiéis de los apóstatas que reniegan de lo que siempre predican tras un día de tormenta. "Penalti y expulsión, Siro, no me jodas", le decía a quien tenía sentado a su derecha. Aunque no en la misma jugada. Ahí está el arte, en repetir la obra, la frase, pero con variante, esta vez partida por su centro. "A ver, campaña... Campaña... ¿Pero qué campaña? Eso es muy fácil de decir, Siro". Campaña no, don Pedro Pablo, cava del Penedés, de la añada del 2010, que me dicen fue muy buena. Del año en que llegó Mourinho. Cava para arrancarle a la tierra una tumba para el portugués, para dejarle en la frontera del país que más y mejor infama. Y descorche de Cristiano, en el que usted ha descubierto hace un cuarto de hora lo que todos llevamos viendo hace casi tres años, para forzar un brindis por ese futuro en que no está ni Mourinho ni Florentino Pérez, según sus rezos, pero en el que ustedes empiezan a no verse tampoco. Es usted uno más entre esa horda de zombis de "28 meses despúes" que nos llegan infectados desde AS por los intereses bastardos de la empresa que les contrata.

Tres paradas de Iker para recuperar su rumbo, tres tantos de Ronaldo para domar el encuentro, tres monedas en la fuente a la que ya no volveremos. El partido transcurrió en una inesperada calma, preñada de buenas sensaciones. Una calma que dejaba en el paladar el mismo sabor que la canción "What a Wonderfull World", de sentimiento para mí tan ambivalente. Tres besos y un reproche, que impidió que fueran ciento. Tres golazos y un árbitro, que malogró una mano que iba para poker. Una calma que nacía en la grada pero que no se transmitía al terreno de juego, donde hubo mucha brega y bastante bronca. Una calma a la que parecía ser especialmente inmune Sergio Ramos, empeñado desde el inicio en ser castigado sin jugar el final del encuentro por Mourinho... Perdón, quiero decir el trencilla. Quizá para provocar una de esas pitadas tan significativas, según esos augures que ven el futuro del Real Madrid en las tripas de la grada. Calma milagrera en la que asistimos a la multiplicación de los panes y los Öziles, con un Modric que a veces parecía su gemelo y otras el de Laudrup, que se parecía a uno u otro, según las jugadas, como una tilapia se parece a otra tilapia del Mar Galilea. Como en el segundo gol, en el que casi pude ver al danés, también rubio, hacer sobrevolar un balón sobre la defensa del Celta. ¿Rumbo al aeropuerto Charles de Gaulle? Un arabesco dibujado a lápiz por Módric con su pierna derecha, para que Ronaldo lo subrayase con rotulador negro con su izquierda para la crónica del partido. Un arabesco, con dos trazos, que acaba batiendo a Sergio, quien, solo ante el dueño del encuentro, no puede evitar que llegue esa calma que procura al equipo local una renta suficiente para pasar la eliminatoria. Pero, no nos engañemos, ni los octavos de la Copa son una semifinal de Champions, ni el Celta de Vigo, a pesar de su pasado ilustre y su presente razonable, es el Bayern de Münich. Las alegrías de ayer se basan en pequeños, aunque hermosos, detalles: La reivindicación del que todos sabemos mereció el Balón de Oro, el retorno de Iker a la senda del esfuerzo, la evidente mejora del grupo. Se conjuró el Averno que asomó por una grieta del suelo en Canillas. Pero quien tiene el trofeo es Messi. Y tampoco llegamos a ver ayer al Casillas que todos llevamos esperando desde hace meses en el andén de la estación de un Real Madrid rutilante, y que ahora sólo parece un andén en mitad de descampado, con la llegada anunciada a la vía uno del tren del Manchester United. Pequeñas alegrías en las que se refugian los corazones rotos, como el mío. Pequeñas cosas, como las cotidianas que desgrana la voz ronca de Louis Amstrong con una cadencia lenta, lleno de gratitud por los recuerdos compartidos con la amada. Nunca supe si la canción era alegre o melancólica, como ahora no soy capaz de discernir si lo de ayer fue el inicio de un incendio que lo devorará todo o solo un fuego de san Telmo. Calma que pudo ser verdadera y no inestable, si hubiera querido el árbitro. Un corte de cabeza de Modric tras un despeje de la zaga del Celta, lleva el balón hacia tierra de nadie, no se si con la complicidad del croata, pero que es aprovechado por CR7 para volver a plantarse sólo ante Sergio. El gol subsiguiente es anulado por el linier por un fuera de juego que las repeticiones demuestran que no lo fue, y por mucho. Y poco más dió de sí la primera parte. Khedira y Alonso demolían las esperanzas rivales. El alemán con su omnipresencia. El tolosarra luchando con el entusiasmo de los juveniles. Una entrada suya muy brava, que acabó con el rival cayéndole sobre el cogote y forzándole una mala postura del cuello, evitó que disfrutáramos de su concurso tras el descanso. Özil y Modric trazaban los plane. El alemán bullicioso e incisivo, que hasta pudo marcar su tanto. El croata perfectamente engranado en el juego colectivo, como sí llevara en la disciplina del grupo tanto tiempo como el resto, especialmente inspirado en el último pase. Y Cristiano y Benzemá construían la victoria. El francés soñando con ella, porque parecía más dormido que despierto, aunque dejara detalles. El portugués tiranizando las crónicas de los reporteros con su ambición desmedida. Porque, por mucha fobia que le tengan, propia u ordenada, no han podido eludir el citar su nombre en cada línea de cada párrafo.

Y cuando volvieron los fantasmas, cuando empezó a oirse de nuevo en el Bernabéu ese runrún que acompaña a los córners de los rivales, hizo acto de presencia Casillas para dejar su tarjeta de visita, para dar fe de vida en esta campaña. Necesitábamos el encuentro aun abierto, de la disputa y la ambición del Celta para que la tensión causada por las suplencias se mantuviera viva y fuera efectiva. El tanteador impedía la relajación, pero hacia falta subir un escalón más en la angustia. Y el árbitro nos hizo de pasamanos con la expulsión de Ramos. Por una vez nos ha sido útil el villarato, que el arbitraje de ayer volvió a hacer evidente, aunque Relaño esté ahora a otras cosas. Por ejemplo, a la agenda de Mourinho, en saber con quien va cuando no está en Valdebebas, a que horas y a dónde. Dos tarjetas amarillas que, si bien no las creo justas, se las merece por su inmensa torpeza el sevillano, por esa forma en que últimamente interpreta su fútbol, a empellones, atropellando contrarios, sin apenas pausa entre unos desmanes y otros para que nos de tiempo a asimilar los sustos. La falta de la primera tarjeta no es suficiente por su contundencia para ser amonestado, pero hasta se le escuchan las intenciones cuando encima al contrario: Pararlo como sea porque hay un compañero caído en el otro extremo del campo. Tampoco lo es la falta que da pie a la segunda, simple lance de juego. Levanta la pierna y roza la cara del delantero con los tacos. Pero también es verdad que podría haberla plegado y que la estira solo por fastidiar, para repeler la proximidad de quien le acaba de disputa la pelota. Curiosamente, esta mañana, esa prensa que tanto dice quererle, solicita para él un buen escarmiento, como los que el Capitán Bligh solía con la marinería a su mando en la Bounty. Cuatro o cinco partidos de sanción, se solicita, por sus menosprecios al árbitro cuando se retiraba hacia los vestuarios. No importa cuantos, pero que sea cantidad llamativa, ya que es el Real Madrid el perjudicado. En este escenario, con uno menos, es cuando tienen lugar las tres paradas de Iker, que son como las tres negaciones de San Pedro. Parecen negar su mal estado de forma, cuando lo que hacen en realidad es probar que sus dos suplencias fueron una medida acertada. Bienvenido seas, Iker. Quédate para siempre con nosotros, Mourinho.

Ya era noche cerrada en el Charles de Gaulle, también en el Bernabéu, cuando Higuain se escapó desde campo propio con el balón hacia la portería de Sergio en un alocado contraataque. Era el minuto 86 y al encuentro le quedaba poca vida. En el círculo central se ve rodeado, casi neutralizado en su avance, por tres defensas. Muy detrás de él corre Ronaldo, que progresa por la banda izquierda. Su carrera es difícil de creer, digna de ese pulso que en broma le propusiera su amigo, y también madridista, Usain Bolt. A mitad del campo del Celta, el Pipita, que ha relentizado su carrera para dar tiempo a manifestarse a la bestia, centra al hueco, hacia la pista de despegue de Cristiano. Este vuelve a cambiar de ritmo en pleno sprint, algo solo al alcance de la élite de los ochocentista y corredores de 1.500, contacta con el balón, se adentra con él en el área de Sergio, lo bate con un fuerte latigazo de su zurda y, sin pedir permiso a la prensa, despega hacia los cielos. Después, rubrica su actuación con una asistencia en el cuarto gol a Khedira, al que dicen que se le apagan las luces en el área contraria, y que certifica una rotunda victoria madridista cuando peor se presentaban las cosas en el inicio. Del caos al orden, como si fuera su consecuencia lógica. De la desesperanza a la ilusión renovada, en otra primavera blanca. De la ingratitud al nombre de Ronaldo coreado por el público, que al fin se ha aprendido la tonadilla que le de el cariño que se ha ganado. Un día feliz para el madridismo, hecho de cosas diminutas en apariencia, por ese dios de las pequeñas cosas, y de las grandes, que ayer fue Cristiano. Al que luego le daría tiempo de ejercer de capitán en la zona mixta, para pedir una tregua a los aficionados en sus pitos a Mourinho. Ya vendrán las crónicas reposadas para matizar mis palabras, que son solo locura de madridista, que patinan por un suelo encerado de histérica alegría y desencanto extrañamente mezclados. Pero que doy bien empleadas si ayudan en parte a atisbar la alegría con la que ayer se fue a acostar el madridismo. Nada más hermoso que la primavera blanca, que escuchar las risas de mis hermanas y hermanos de fe. Nada, salvo quizá los ojos de mi morena, tal como los dibuja mi recuerdo.

What a Wonderfull World - Louis Amstrong

Contestación al comentario de CHJ del 10/01/2013

Hola, hermano de fe, te echaba de menos por aquí. Te confieso que me dio mucho corte colgar el artículo. Siempre lo tengo, pero ayer mucho más que otras veces. Me quedé con una pequeña frustración. Yo quería un clip original de U2, el que se grabó en el aeropuerto de París, como una especie de broma a los falsos rumores de su marcha hacia esa ciudad, pero fui incapaz de encontrar un link que me dejara subir aquí, no se porque. A Blogger a veces le entran manías. Como esa de no dejarme editar mis propios comentarios, que ya es curioso, que a tí te deje y a mi no. Te quiere más a tí, está claro. Lo de CR7 simplemente espectacular. Este chico está ya a la altura, por encima más bien, de cualquiera de los madridistas que he tenido el privilegio de ver jugar. Y no creo que ande lejos de los más míticos, Gento, Puskas, Di Stefano y demás tropa ilustre. Yo soy de los tres proscritos: Florentino, Mou y Cristiano. En ese orden. Bueno, tres proscritos que ahora ya solo son dos. Al fin una buena noticia, aunque se deba a la hipocresía de la prensa.

1 comentario:

  1. Hola amigo, da gusto leer una crónica así del partido. Disfrutamos, como llevamos haciéndolo mucho tiempo, de una leyenda del fútbol al que este país cainita le niega el pan y la sal desde que llegó. Casillas se comportó por primera vez, casi, en toda la temporada, como un portero de primera división, parando aquello que era parable y sin restar como venía haciendo.
    El arbitraje, como el resto de la temporada, perjudicial en cualquier lance para nuestro equipo. Y un CR ejerciendo de capitán y lider dentro y fuera del campo. ¿Ves Iker, no es tan dificil? Ten la decencia de cederle el brazalete a este titán portugués que está dando una lección permanente a todos, incluyendo a un alto porcentaje de la afición blanca.
    Y por último, gracias Mou, pase lo que pase, y sigas el tiempo que sigas por haber pasado por este club.

    Como ya te comenté en otro artículo anterior, hermano de fe, como te gusta llamarnos, siempre seguiré siendo mourinhista, porque ya lo era desde hace tiempo, al igual que cristianista, permíteme la expresión.
    Un saludo.

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