La Leyenda Negra Madridista
Crean en mi sinceridad, sólo les pido eso, aunque lo que diga les parezcan extravíos de persona que piensa en exceso y sin provecho alguno, o desvaríos de quien confunde la realidad con su propio deseo. Confundirse no es lo mismo que mentir, aunque me reconozco en el exceso, en la exageración, cuando opino. Soy demasiado rotundo, fuerzo demasiado los argumentos y las conclusiones, y eso siempre genera en quien me escucha un rechazo a aceptar mis tesis, por evidentes que sean. Me he visto obligado muchas veces a discutir obviedades por la mala estrategia que utilizo en su "venta". Lo he notado siempre. Molesta lo que digo por cómo lo digo, no tanto lo que defiendo. La gente cree que estoy demasiado seguro de mí cuando es todo lo contrario. La duda, casi siempre irresoluble suele ser mi compañera de viaje. La inseguridad también. Sólo el convencimiento de lo que afirmo, cuando existe, me hace seguir en el debate. A estas alturas va a ser difícil hacer propósito de enmienda, ni lo veo factible ni en realidad lo deseo. Creo que lo único que merece la pena en la vida es el sentimiento, las emociones, las que generan lo que vemos y lo que nos pasa, no siempre cosas positivas. Y es del exceso de donde se liba el sentimiento; de intensificar las respuestas de nuestros sentidos. Amar es un exceso. La tristeza de la derrota o de la pérdida también. Racionalizar las emociones es tarea imposible. No trato de convencer, en realidad no tengo propósito alguno cuando escribo, sólo exorcizo demonios de mi alma y restaño heridas, algunas producto de las victorias. Pero si tuviera alguno sería emocionar a quien me lee, tratar de explicar qué me emocionó a mí y porqué, conseguir reproducir el sentimiento que tuve en la mía en un alma ajena. El sentimiento es como un lenguaje no verbal, es factible, eficiente, sólo si lo son las intuiciones, si hay empatía entre quienes dialogan. Nunca hay certezas acerca de lo que trata de decir el mensaje que nos llega. Todo es confuso y maravilloso, un continuo avanzar a tientas por la geografía de la felicidad, como hacerlo por el cuerpo de la amada en la oscuridad de la noche.
El término "Leyenda negra" suele atribuirse a Julián Juderías, aunque su origen sea en realidad desconocido. Pero fue él quien le dio cuerpo a la teoría, más bien a la queja de muchos, una definición, un argumentario para demostrar su existencia, quien difundió el concepto entre sus colegas historiadores. Por "Leyenda Negra" deberíamos entender el conjunto de exageraciones, totalmente interesadas, realizadas para tratar de desacreditar a una persona o colectivo, en el caso de la más conocida de toda la civilización española. No son propiamente mentiras, siempre tienen un germen de verdad, o un núcleo sólido en el caso de las bolas de nieve que se dejan rodar por la pendiente para que crezcan. Pero la distorsión en la forma de exponer los hechos, de las premisas y de las conclusiones es tal que de la verdad se genera la mentira a sabiendas y de forma premeditada. Alguno se preguntará si lo que yo hago cuando escribo es leyenda negra, o más bien blanca, su reverso, ya que admito ser exagerado en la forma en que digo las cosas. Y me parece una pregunta lógica y justa. Sería la sinceridad lo que me salvaría de cometer el mismo error y quizá, la intención primera de construir, no de destruir, reputaciones ajenas. ¿Cuál es la trascendencia del gol de Zidane en la final de la Champions en Glasgow? Pues dependerá mucho de quien nos la exponga. En fácil concluir que no fue visto con los mismos ojos, la misma temperatura en el corazón, por un madridista que por un aficionado de un equipo de los considerados enemigos, que cada día son más. A nosotros nos parece un momento trascendente de nuestra historia y la del fútbol en general. A otros un mero pasaje más, incluso producto de la suerte y un desenlace injusto para lo que estaba ocurriendo. He aquí una de las insidiosas mentiras, elevada a la categoría de ley, en toda leyenda negra: "Si la animadversión aumenta será con motivo, tendrá causa justa. Es infantil creer que se debe a una campaña orquestada y que la gente es manipulable hasta ese extremo". Y de ese modo el efecto se convierte en causa, desafiando las reglas de la lógica. Las leyendas negras se retroalimentan, crecen dando nuevos argumentos para su existencia, que siempre se niega, nueva energía para que siga rodando, porque el apoyo que reciben de sus destinatarios también crece. La leyenda negra nunca existe, es sólo una tendencia en las opiniones de la gente, de los expertos en la materia que se analiza. Pero, aunque lo parezca, esa energía no mana de forma espontánea, no surge de la nada. Las leyendas negras se alimentan del deseo de sus destinatarios de odiar al objeto de las mismas. Lo desean y se le dan motivos, falsos o no del todo, divergentes quizá de los suyos, incluso opuestos. Pero, ¿cómo rechazarlas si nos den una excusa para justificar nuestros impulsos más vergonzantes?
Juderías plasmó sus ideas sobre todo esto en sus libros. Lo hizo a principios del siglo XX. Y creo que no es casual que sus tesis cuajaran en esa época. España, como civilización, más en cuanto a su capacidad de influencia en el mundo que como cultura, acababa de experimentar el final de su prolongada cuesta abajo, iniciada a finales del XVII, con algún periodo de retroceso, es decir, con vuelta atrás camino de la cumbre, y que culminó en los sucesos del 98, con la caída de Las Filipinas, Las Marianas, Puerto Rico y, la joya de la corona, Cuba. Perder Cuba fue como amputarse un brazo. Hacerlo sin casi resistencia ante un entonces advenedizo EE.UU. agravó la humillación. El golpe fue tan doloroso que llegó a discutirse en Consejo de Ministros la posibilidad de solicitar al Gobierno Americano la devolución de Cuba a cambio de la colección del Museo del Prado, el mayor de los tesoros españoles. En vista de nuestro evidente fracaso como colectivo, como nación, los pensadores de nuestro país tuvieron que repensar quiénes éramos, cuáles eran nuestras culpas o taras, que nos había conducido a aquella catástrofe. Y lo sorprendente, casi diría que lo emocionante de este ejercicio introspectivo, fue que en vez de renegar de lo que éramos se acusó a la patria de haber vuelto la espalda a su raíz, a su génesis. Bueno, quizá no tan sorprendente. Muchas catástrofes nacionales o colectivas se han querido explicar por una traición a la pureza, a las esencias del grupo, de la tribu. El caso es que volvió a dirigirse la mirada al pasado, o intentar rescatar de lo que habíamos sido lo que pudiera ser útil en el presente, reconducir nuestro paso desde el recodo en el que nos desviamos del camino correcto.
Fue el tiempo de los estilos arquitectónicos neos: Neoplateresco, Neomudéjar, Neoárabe, Neoalhambrismo, Neoregionalismo. Madrid, por ejemplo, está plagado de bellísimos edificios de esta época. El Barrio en el que nací, Chamberí, está lleno de felicísimos ejemplos, como la sede del Defensor del Pueblo en la Plaza de Rubén Darío. Junto al arranque occidental del paseo elevado sobre La Castellana de Eduardo Dato, que sirve de techumbre o pórtico al Museo al Aire Libre, el Palacio de Bermejillo alza su imponente fachada. El arquitecto que lo ideó, Eladio Laredo, se inspiró en un momento cumbre de "Lo español", en el Plateresco. Versión de la arquitectura renacentista en nuestro país en tiempos de los Reyes Católicos y Carlos V que, por su carácter netamente español, muchas veces se ha querido ningunear, negándole el lugar que se merece. Es curioso comprobar cómo los techos en voladizo sobre las fachadas del palacio son de inspiración montañesa, trata de reproducir el estilo de las casas señoriales de Cantabria, resultando en edificio en su conjunto un intento de rescatar lo mejor de nuestro pasado. Al lado mismo del Palacio Bermejillo, en la misma plaza de Rubén Darío, se emplaza el Palacio de Don Guillermo de Osma, de estilo Neoárabe, y que es la sede del Instituto Valencia de don Juan, institución que atesora una de las colecciones privadas de arte más espléndidas de España, con especial predilección por las artes decorativas, otro de esos museos encubiertos de Madrid. Todo el barrio de Chamberí y su prolongación en el de la Paja están llenos de magníficos ejemplos de estos edificios que tratan de rememorar como éramos. Muchos estarán de acuerdo conmigo porque habrán llegado a la misma conclusión paseando por su ciudad: Para saber cuál es la zona "noble" de una capital basta con averiguar dónde su ubican las embajadas y consulados de los países más poderosos. Un recorrido a pie por el entorno del Palacio de Bermejillo nos hará tropezarnos por muchas sedes diplomáticas extranjeras en elegantes edificios, más hermosos que suntuosos.
También fue esta la época de repensar el Quijote, de los paisajes por los que discurrió su aventura. Las llanuras de La Mancha, sin arbolado apenas, no parecían territorio propicio para esconder nada. Lo que hubiera, había de ser cierto y sin posibilidad de ocultar nada que fuera sustancial. A algunos pensadores del norte y del sur, como a Baroja o a Unamuno, como a Azorín o a Machado, les fascinaban estas tierras y las de la vecina Castilla La Vieja, donde se supone que germinó la semilla del Imperio Español. Juderías dio la posibilidad de que este repensarse España no tuviera que basarse en escritos insidiosos, falaces y con vocación adversa a la nación, que eran los que se venían utilizando desde siglos atrás, porque la Historia, ya lo sabemos, la escriben quienes ganan las batallas, y España llevaba tiempo retrocediendo ante el empuje de los demás. Poder poner en cuestión lo que se decía de nosotros, que hasta asumíamos como cierto, porque parecía como si algún tipo de castigo divino, por nuestros errores o pecados, nos hubiera arrebatado todo lo que habíamos conseguido para no dejarnos nada, siquiera la valía y la legitimidad de nuestros logros.
Ramiro de Maeztu, dedicó sus últimos años a defender la tradición. Su tesis era simple: Es dentro de la tradición donde es posible el progreso. Avanzar en un campo del saber es más fácil si se cuenta con pioneros que nos señalan el camino. Es fácil observar cómo, por ejemplo, años después de la desaparición de Ramón y Cajal, España siga siendo puntera en el campo de la neurobiología. Al Nobel español le tocó "la china" de crear una tradición donde no había nada. Surgió de forma espontánea y, cual titán, facilitó el surco por el que habrían de discurrir los que le sucedieron. En el campo del arte hay un caso similar. Velázquez irrumpe en un momento propicio en su caso, en el momento en que se ha logrado la síntesis de dos corrientes de las que venía bebiendo la pintura española: la flamenca y la italiana. Tras él son posibles no sólo en movimiento en el que está inmerso, el Barroco, sino siglos después Goya y Picasso. La tradición no consiste en imitar el pasado al pie de la letra sino en innovar a partir de él. A veces es una mera cuestión de emulación, y el talento de los genios que surgen se encauza en las disciplinas en las que existen modelos próximos, dentro del grupo, que poder emular. Otras, la fortaleza de esa disciplina dentro del grupo hace posible la existencia de mecanismos, instituciones, asociaciones, que facilitan el trabajo de los nuevos. El famoso "Que inventen ellos", que exclamara Unamuno, quizá tuviera sentido en este punto de vista que trato de exponer. Que inventen una tradición quienes carezcan de ella, quienes no tengan más remedio que crear desde la nada. Nosotros que la tenemos, fuerte y fructífera, no lo necesitamos. A menudo se quiere presentar a quienes prefieren la tradición a la ruptura con ella como arcaizantes retrógrados enemigos del progreso, y nada más lejos de la realidad. La tradición son las autovías por las que circulan las ideas nuevas, haciendo que discurran más rápido y lleguen más lejos dentro de la sociedad en que son gestadas.
La energía que retroalimenta las leyendas negras es fácil de entender: El disgusto causado por quienes tienen una posición de privilegio, inalcanzable para nosotros. Más aun si es un hecho prolongado y obedece a la fortaleza exhibida por quienes la detentan. Hoy en día casi todo el planeta es antiamericano, tras 70 u 80 años de hegemonía de este país, cuyo balance habrá sido mejor o peor, más o menos generoso con el resto de países, pero está claro que en muchas ocasiones ha actuado conforme a sus intereses. El liderazgo cansa en los que han de obedecer, aunque sea mucho lo que haya que agradecer. A los europeos, EE.UU. nos ha salvado unas cuantas veces de nosotros mismos, pero eso no impide que nos caigan antipáticos, y que haya quien crea tener razones para odiarlos. A mí me parece natural, humano. Pues imaginemos una hegemonía que durara bastante más de un siglo. Sería el caso del Imperio Español. Velázquez, en su primer viaje a Italia, cuando ese siglo de supremacía española ya se había cumplido, se sorprendía del odio que provocaban en los italianos los españoles, cuando se trataba de países muy afines, con un pasado común, con gentes cuya nacionalidad era tan italiana como española. En Roma los españoles vivían recluidos en la embajada, que era como de un fuerte sitiado en territorio hostil. Eran ya unos 130 años de presencia española en la península italiana y aquello pesaba mucho. No hace falta acudir a supuestos desmanes de los españoles para explicar este sentimiento adverso. Las leyendas negras se crean en ese poderoso caldo de cultivo que es la hegemonía del adversario, cuyo poder se trata de socavar por la vía de la palabra, ya que por las armas es imposible. La prolongación en el tiempo, durante generaciones, de una leyenda negra, es otro factor de legitimación. Si el dicho "Cuando el río suena agua lleva", "Algo habrá de cierto cuando tanto hablan de ello" suele convencer a algunos o, al menos, levantar sus sospechas, imaginemos cuando la denuncia se prolonga a través de las décadas y los siglos.
Y si se cuenta con desertores, la labor de construir una leyenda negra no solo es más fácil y eficaz, sino que parece hasta una causa justa, necesaria, para hacer justicia a los hechos pasados. Si los propios, y además gente ilustre, reniegan de lo que su país hace, ¿cómo no creer que los supuestos pecados que se airean sean ciertos? Bartolomé de las Casas fue desertor de la causa española. Denunció los abusos de su país, algunos ciertos y otros no. Lo hizo, mentir, en beneficio de una causa que consideraba justa, más importante que la honra de la patria: La defensa de los indios. Tan desesperada era su ansia por defenderlos que no tuvo escrúpulos -bueno, sí los tuvo, pero a posteriori, cuando vio el mal causado por su propuesta-, en proponer la importación de esclavos negros desde África para suplir el trabajo pesado que realizaban los indios y que los diezmaba. Otro caso bien distinto es el de Antonio Pérez, gran valedor de la Leyenda Negra Española. Es el secretario de Felipe II, uno de los hombres fuertes de la facción "progresista" de la corte. Frente a los halcones, aglutinados en torno a la Casa de Alba, partidarios de la mano dura con los díscolos, de los métodos de siempre, están los que propugnan el predominio del negocio sobre la guerra, del negocio propio sobre todo, eliminando a quien estorbe, por ejemplo Escobedo, secretario del Infante don Juan. Antonio Pérez, del que algunos dicen que era hermano natural del rey, y quizá eso pudiera explicar su desmedida ambición, ha de huir de Castilla tras descubrirse su conspiración contra Felipe II. Se refugia primero a Aragón, donde la justicia castellana no puede alcanzarle, y después en Inglaterra, donde escribe libelos contra su propia nación y da marchamo de autenticidad a nuestra leyenda negra.
El caso del club merengue no se sale de las normas que se acaban de explicar. Hasta mediados del siglo XX el Real Madrid era un club puntero, pero no hegemónico. Estaba muy lejos de serlo, siquiera un líder ocasional. Fue Bernabéu quien dio con la tecla. Pensó que una gran afición es lo que hace a un club grande, y construyó un estadio inmenso, con localidades de a pie para que cupiese más gente. Localidades baratas, el calor de un grupo numeroso y un gran equipo hicieron posible el éxito del experimento. Creció el madridismo, y a expensas de las clases menos pudientes. Ya sabemos lo que dice la Leyenda Negra Madridista, que el Madrid es el club de los ricos. Esta falacia es tan fácil de demostrar como recordar que quienes pueden costearse una opción mejor no acuden a ver un espectáculo que hay que contemplar de pie. Bernabéu ayudó a crear la Copa de Europa, pero no es verdad otra de las afirmaciones de la Leyenda Negra Madridista: Que fuera su creador único y que la instituyese para poder quedarse con el trofeo en liza. En realidad, para quien estaba reservada la gloria de la hegemonía europea era el Stade Reims, el campeón de Francia, país que más decididamente participó en la creación del torneo. Fue con este club con el que el Real Madrid tuvo que vérselas en las finales de la Primera y Tercera. Su mejor jugador, Raymond Kopa, acabó vestido de blanco tras la final de 1956, la primera de todas, en un caso muy parecido al de Zidane. Ya con la zamarra merengue ganó la edición de 1957, la de 1958, contra su propio ex-equipo, y una tercera en 1959, volviendo al club de Reims tras abandonar ese año el Real Madrid. Tras 5 ediciones, los organizadores del torneo están hartos del club madridista y deciden cortar por lo sano. Se amaña la primera eliminatoria en la que participa el Madrid de la edición de 1960-1961, para arrancar la mala hierba de raíz y cuanto antes. El destino, que es caprichoso, hace que en esa eliminatoria el Real Madrid tenga que enfrentarse al Barcelona, la supuesta víctima recurrente de sus abusos de poder y sus desmanes. Dicen las crónicas que el propio público del Nou Camp premió con una cerrada ovación la forma tan caballerosa y calmada con la que el conjunto blanco se tomó el más que evidente robo perpetrado por el árbitro en el partido de vuelta. Más meritorio aun teniendo en cuenta que el arbitraje del partido de ida en el Bernabéu ya había sido más que sospechoso. Llovía sobre mojado y los jugadores blancos se limitaron a sacar con resignación el paraguas. Imagino que esta actitud sería ejemplo de ese señorío que se nos achaca.
Quizá sea de interés señalar que la UEFA se hizo cargo del torneo continental en 1960. Es decir, la primera edición que organiza y dirige es aquella en la que tiene lugar el despropósito arbitral. Las primeras ediciones son promovidas por el diario deportivo francés L'Equipe. Se entiende la desesperación de los dirigentes de la UEFA, que veían como el torneo se había convertido en casi exclusiva propiedad del Real Madrid. Y si es fácil entenderles a ellos, más aun la animadversión en nuestros propios paisanos, siendo como somos un país propenso a las envidias, el rencor hacia los que triunfan, siendo uno de nuestros mayores placeres derribar las estatuas de sus pedestales para que se hagan añicos al golpear contra el suelo. Estatuas que nosotros mismos esculpimos y alzamos, porque lo segundo que más nos gusta es encumbrar a la gente anónima que nos emociona. Así que, la Leyenda Negra Madridista tuvo a partir de mediados del siglo pasado un poderoso caldo de cultivo. Esta leyenda ha cuajado del todo ya a estas alturas, tendría ya perfectamente formulados sus grandes postulados. Antes de la llegada del mismísimo Belcebú del Fútbol, José Mourinho. Cuyo advenimiento vendría a ser como una profecía autocumplida. El Madrid es como es y eso hace posible la presencia de gente tan indeseable con Mourinho. Asimismo, Mourinho explica como es el Madrid. La pescadilla que se muerde la cola, y todos tan contentos, porque nos permite criticar a la institución blanca todos los días. Grosso modo, las grandes acusaciones de la Leyenda Negra Madridista serían las siguientes:
1.- El Real Madrid debe su hegemonía en España a ser el equipo preferido del Régimen Franquista: Con esta acusación se mezclaría al club con los supuestos crímenes cometidos por Franco y sus sucesivos gobiernos. No voy a entrar a valorarlos, primero, porque se escapa a las intenciones de este escrito y, segundo, porque me parece tema demasiado prolijo y complicado, fuera de mi alcance, para pensar que puedo abordarlo con éxito. Lo que sí haré es negar la afirmación formulada tal cual aparece en negrita. Es tan sencillo como comprobar quiénes fueron los clubs dominantes en España en las dos primeras décadas del Franquismo, cuando más férreamente el general sujetaba las riendas del país. Poco le hubiera costado hacernos ganar si ese hubiera sido su capricho. A lo mejor le gustaba el juego limpio, no lo descartemos, o sus preferencias, sus favoritos, eran otros. Hubo clubs que alabaron mucho su figura, que fueron muy obsequiosos con el Generalísimo, y razones parecían tener para serlo. Y hasta aquí puedo leer que lo mismo dos verdades dichas de improviso y con forma de insignia pueden interpretarse como dos sonoros sopapos, y no es mi intención, ni mucho menos.
2.- Al Madrid le favorecen siempre las instituciones y los arbitrajes: Hay una versión más light de este postulado, propuesta por los supuestamente tibios para quitarle hierro y revestirse de una falsa imparcialidad, según la cual las instituciones siempre favorecen a los grandes y perjudican a los chicos. Ya se sabe lo que dice la Biblia que hay que hacer con los tibios, más aun si son falsos, vomitarlos. No dudo de que hubiera tiempos mejores en lo que se refiere al trato de las instituciones, aunque yo no he vivido buenos tiempos en este sentido, y he vivido un rato largo, pero en lo que se refiere a los arbitrajes lo niego rotundamente. El Real Madrid ha perdido varias ligas en el último partido, por ejemplo, las dos pérdidas en el estadio de Heliodoro Rodríguez, en Tenerife, que tanto gusta recordar a nuestros enemigos. Si el torneo está manchado por la corrupción deportiva, que lo mismo sí, me parece más fácil amañarlo en un solo partido que en 38. Qué curioso que cuando las cosas han llegado a la última jornada por decidirse casi siempre haya salido cruz. Es una necedad estadística, como poco. Una desfachatez como argumento, más bien.
3.- El Real Madrid debe su hegemonía inicial en Europa a ser el equipo preferido por la UEFA: Quizá haya quien lo haya olvidado, pero entre los años 1950 y 1960 España no era un país bien visto en su entorno. Ni siquiera formábamos parte de la ONU. La alianza con EE.UU., el apoyo de Franco al esfuerzo americano contra el comunismo, que se plasmó sobre todo en la creación de bases militares en nuestro país, que siguen estando entre las más importantes que EE.UU. tiene en el mundo, hizo posible la salida paulatina del aislamiento internacional en que nos hallábamos inmersos. Así que no me imagino a los dirigentes políticos o deportivos europeos muy partidarios de que ganara la Copa de Europa ese equipo desconocido llegado de la capital europea donde residía Franco. Más bien todo lo contrario, como se demostró en la sexta edición del torneo. Es decir, los 5 años de hegemonía se debieron a la calidad del equipo, ya que la suerte podría explicar la consecución de un título aislado, pero no de tantos seguidos. Y si tenía suficiente calidad para ganar el torneo continental, no cabe sorprenderse porque lo tuviera para ganar los torneos domésticos en la época franquista. En realidad el primer y segundo postulado se dan de tortas, no pueden defenderse de forma conjunta si se aplica la lógica. Pero estamos hablando en realidad de sentimientos, no de raciocinio.
4.- El Real Madrid ha sufrido una evidente pérdida del señorío. El efecto colateral, esta vez positivo, mire usted que suerte, es la rehabilitación involuntaria por parte de nuestros enemigos de la figura de Don Santiago Bernabéu. Si hubo alguna vez señorío en el club, ya que lo que se echa en cara no es no tenerlo sino haberlo perdido, queda demostrado de forma implícita que la época de Bernabéu el club tenía el alma tan limpia como los ángeles del Señor. Esta falacia del señorío ha servido para que los ataques a don Santiago, algo así en algunas mentes calenturientas, como un agente secreto al servicio de Franco, hayan tenido que cesar, y ya son raros los ataques a su figura. En realidad este postulado entra en contradicción con los anteriores pero, insisto, son cosas que se dicen hablando con las tripas, como los ventrílocuos, no pensándolas con el cerebro. La pérdida de señorío explicaría el actual estado de postración del madridismo ante el dominio culé, club que reúne todas las virtudes canónicas, incontrovertibles: humildad, fomento de la cantera, fomento del esfuerzo, estilo de juego definido, modales, etcétera. El fútbol pasó a ser una religión hace unos años, y el ser piadoso de unos y pecadores de otros explicaría los logros y las derrotas de éstos y aquéllos. La pena es que el año pasado el equipo dominante fuese el Real Madrid y desmonte la teoría.
La Leyenda Negra Madridista explica porqué el trato de la prensa hacia el Madrid ha sido casi siempre hostil, frío en el mejor de los casos, hacia nuestro club. Muchos periodistas han mamado en ella y se les nota enseguida en su argumentario. El uso de periodistas influidos por ella era norma en la prensa de Barcelona. Prensa cuyos dirigentes suelen ser ex directivos de la sección de deportes de TVE. Parece ser que Franco, tan madridista él, tenía predilección por los periodistas catalanes y culés. Oiga usted, qué cosa tan chocante. Su utilización por parte de la supuesta prensa afín para facilitarnos las noticias de nuestro propio club creo que es nueva. Hoy día estamos obligados, si queremos leer esos diarios y escuchar esas emisoras, a saber las crónicas de los partidos, las exclusivas, el acontecer diario del club, por boca o por mano de nuestros enemigos. ¿La leyenda Negra Madridista ha convencido a los directores de medios? Más bien creo que se trata de dinero y no de preferencias futbolísticas. Simplemente ocurre que la Leyenda Negra Madridista se ha convertido en una herramienta muy útil para sojuzgar el club, para hacerlo entrar en vereda, para que se dirija al corral donde poder ordeñarlo. Toda una temporada con arbitrajes adversos, 11 puntos dicen los menos ambiciosos que nos han sustraído, y el escándalo en la prensa deportiva madrileña se produce justamente tras el primer arbitraje favorable. Pues qué bien, pero qué sospechoso.
5.- El Real Madrid carece de un modelo de gestión coherente y ético: Ay, los estilos. Con la Iglesia hemos topado, querido Sancho. Y en sentido literal. La Filosofía del Fútbol se ha convertido en Teología en los últimos años, a raíz del auge del equipo del Barcelona, cuyos éxitos, notables e indiscutibles, se han querido revestir de un sentimiento sacro, lección del bien frente al mal, que, inevitablemente, encarnaría el Real Madrid. Este postulado sería el último en esculpirse en las Tablas de la Ley Futbolística, las que nos trajo Guardiola después de bajar del Sinaí. Ahora lo tenemos en periplo evangélico por tierras bárbaras germanas, más allá del Ring, en estadios y parajes fuera del alcance civilizador del Imperio Culé. El modelo de gestión barcelonista, suponiendo que exista, sería el correcto para los teóricos del fútbol de la prensa no sólo desde el punto de vista de la eficiencia, sino también del moral, del ético. El Barcelona representa lo que de decente hay en el fútbol, siendo el Madrid su antítesis, su Yang, su Zape, su Dixie. De acuerdo, lo dejo, pero si no me lo tomo a broma me encolerizo. Este postulado, el último en ser parido, está siendo el más prolífico también. De él se han derivado multitud de nuevos campos de investigación teológica. A saber: "Cantera versus cartera", "Posesión o contraataque", "Humildad frente Soberbia", "Valores propios frente foráneos", "Esfuerzo callado frente a excusas en la derrota", "Los fines contra los medios", "Modelo de juego definido frente a improvisación del mismo". El Barcelona habría organizado un club basándose en unos valores propios, dando prioridad al esfuerzo personal de sus jugadores frente a las estrategias plasmadas en los despachos de los organismos con influencia, fomentando la humildad, potenciando los jugadores del terruño o asimilados, todo a mayor gloria de un fútbol decente sin precedentes. Basta echar un vistazo a los organigramas federativos de la RFEF y la UEFA para que se nos venga abajo este hermoso castillo en el aire, pero la idea es bien emocionante. El Real Madrid encarnaría todas las alternativas erróneas y estaría purgando actualmente sus pecados con la sequía de logros.
6.- El equipo del Real Madrid carece de un estilo de juego definido: La falta de un estilo definido se derivaría de la falta de un modelo de gestión continuado, coherente y ético. Este sería un mal relativamente reciente, y redimiría también la figura de Berrnabéu, quien habría contado con entrenadores que prolongaban su estancia en los banquillos por muchos años. La falta de un modelo de juego definido se derivaría del excesivo tráfico en el banquillo, con entrenadores saliendo y entrando constantemente del puesto y también por la falta de coordinación entre los distintos estamentos. Algo sobre esto último trató de denunciar Mourinho cuando arreciaba la polémica sobre sus tensas relaciones con Toril, tratando de advertir que no siempre el entrenador del Castilla tomaba decisiones que iban a favor del primer equipo, pero a la prensa no le interesó nada de lo que dijo, aunque les diera la razón. Coincidir con Mourinho, aunque sea él quien se pliegue ante sus argumentos, es más de lo que pueden soportar. Lo cierto es que el Real Madrid ha tenido en cada época un estilo distinto, básicamente el que imponía el entrenador en base a los jugadores disponibles. Lo que sí ha tenido siempre es una tradición, que podría resumirse en la exigencia a sus jugadores de que dieran lo mejor de sí, cuando no más de lo que eran capaces. Al Bernabéu de antaño le encandilaba por igual un caño que una carrera alocada para salvar un fuera de banda. "Morir en el campo", fue la forma en la que lo expresó el actual entrenador, un algo, el peso del escudo, el pasado glorioso, que obliga a cada jugador a superarse. Qué aburrido sería ver al Real Madrid siempre el mismo partido, algo que está al alcance de los culés con su actual equipo.
Nos falta saber quiénes son los desertores que dan verosimilitud a los postulados de la Leyenda Negra Madridista. Seguro que muchos lo tienen claro. Hay jugosos ejemplos. A mí me causa cierto miedo escénico dar nombres y apellidos en mi primer artículo en este medio informativo. Pero, por no gastar líneas en lo que es obvio, señalaré algo que quizá no lo sea tanto, y que a alguno le puede molestar. Siempre se ha dicho que el Real Madrid trata mal a sus canteranos. No lo voy a discutir. Cuesta triunfar en el Real Madrid, más si procedes de sus categorías inferiores. Pero me interesa la propuesta contraria: ¿Cómo se portan los canteranos con el Real Madrid? Supongo que bien en general. Algún trofeo se lo debemos a ex-madridistas enrolados en otros equipos que hicieron grandes partidos contra nuestros rivales directos en la consecución de un título. Pero es clásica la figura del ex-canterano enfrentado a una nueva realidad fuera del Madrid, víctima de los recelos de la nueva afición, que trata constantemente de hacer ver lo fuertes que son sus vínculos emocionales con su equipo de adopción, cosa que a veces pasa por enfrentarse ante los micrófonos al Real Madrid. "La vida no se acaba en el Real Madrid", está en el top forty de las frases más famosas del mundo del fútbol, de las más pinchadas en las emisoras de radio. Soldado sería un ejemplo de esto que digo en el momento actual. Pero hay muchos más casos. Lo cierto es que me cuesta recordar a grandes jugadores extranjeros, incluso medianos, que renieguen de su paso por el club merengue. Suelen tenerlo a gala. Hasta algunos grandes rivales también, como Del Piero o Maradona. Pero no me cuesta encontrar ejemplos de canteranos que hayan ninguneado, incluso renegado, de su pasado merengue. No seré yo quien vaya en contra de una política que potencie la presencia en la plantilla de jugadores locales o nacionales, pero tampoco haré mucho a favor. Los extranjeros no me han hecho nada, más bien son protagonistas de nuestros principales logros, y el núcleo del madridismo está teñido, para bien, por el colorido de sus biografías deportivas.
Tras nuestro pequeño 98, plagado de alcorconazos, humillaciones en el propio estadio, eliminaciones prematuras de los torneos por el procedimiento del KO, la hegemonía del Barcelona hace tres años, se nos presenta la oportunidad, como les ocurrió a los pensadores y artistas españoles, de repensar lo que somos, lo que es y representa el Real Madrid, pero sin basarnos en la Historia que escriben nuestros enemigos. Por nosotros mismos seremos capaces de encontrar nuestros errores. Otra cosa sería convertirnos en colonia de otros, tierra conquistada. Debemos escribir la nuestra, escuchar nuestros propios argumentos, sin renegar nunca de la tradición que nos ha hecho posibles tal como somos. Sería terrible, y ya sé que fue una maldad dicha para hacernos unas risas -¿No? Si estoy equivocado, por favor, no me corrijáis, dejadme vivir en mi bendita ignorancia-, que Raúl realmente fuera a convertirse en segundo de Guardiola en Múnich, para tratar de aprender los modos de hacer culés e intentar injertarlos en el Real Madrid. El nuestro es un árbol viejo que siempre ha dado buenos frutos, que los volverá a dar, como el año pasado sin ir más lejos, cuyo tronco no necesita de estaquillas para rendir cosecha. Talar el árbol para que vuelva a brotar de cepa, pero con porte culé, eso quisieran los autores de nuestra leyenda negra. Evangelizarnos, como paganos que somos al fútbol ético que se nos predica cada día, y así propagar la buena nueva, ese fútbol recién inventado, tan reciente que cruje en las manos cuando lo partes para repartirlo entre los presentes a la cena. Palabra de Pep, te alabamos señor.
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