martes, 2 de noviembre de 2010

Sirenas varadas en archipiélagos de luz (6)

Sirenas varadas en archipiélagos de luz

-SEIS-

El polvo dibujaba arabescos sobre los lomos de los libros. Rocío y escarcha de tiempo, el limo de miles de instantes depositado sobre un lecho de papel y cartón. Vestigios fósiles de las muchas tardes pasadas entre las inmensas estanterías  de la biblioteca.

Me miraba y el verde de sus ojos manaba hacia mí como una corriente lenta de luz. Nunca llegué a saber su nombre; Pablo jamás quiso decírmelo. Era una fotografía de estudio, la de un rostro ardiendo bajo la claridad lechosa de unos focos; cabellos rojos como el cobre viejo, enmarañados, boca grande y pálida con suaves labios de niña, dibujando una “o” de sorpresa ya para siempre congelada. Aquella mujer de peluche me tenía obsesionado, amaba su dulzura, la fragilidad de sus hombros, el enigma que ya para siempre me sería su cuerpo. Cejas finas y oscuras como líneas de agua.

Me sentaba siempre en el sofá tapizado de tela escocesa, en aquel desde donde el reflejo de los ventanales no tenía acceso al cristal del portafotos. Y las horas flotaban sobre nuestras cabezas, ascendían y bajaban como motas de polvo por las corrientes columnares de aire.

Discutíamos acerca de Sonia; entonces mi origen de coordenadas.

- Por encima de todo amaba su fragilidad.-No podía contemplar aquellos ojos sin sentirme arrastrado por el remolino del recuerdo. Es curioso como la presencia o la imagen de una mujer nos evoca la de las demás, como la imagen de todas nos remite a la de una sola.

- ¿En qué sentido era frágil?

- En el sentido de que lo vulnerable, de lo que no es capaz de alzar barricadas contra los sentimientos.

- El abandono a los sentimientos es como una pequeña muerte –sentenció-. ¿Y era bella? –Adiviné en sus palabras el acento de quien no quiere creer.

- De una belleza que parecía derretirse ante los ojos de puro absurdo e imposible. Una sensación minúscula se agazapaba en su figura, como la que se esconde en la arquitectura de las caracolas más pequeñas, en la geometría de las conchas o en el rubor de las estrellas más lejanas. -Me sorprendí de mi buena memoria para recordar poemas escritos hacia ya tanto tiempo-. Era como si el núcleo de mi amor residiera en la yema de mis dedos, por que solo me era permitido rozar su superficie de nácar.

- Creo que la descripción de tu amor necesita demasiadas palabras para poder considerarla completa.

- Quizás sea por que la soledad es la única que quiere o sabe escucharnos. Y hay silencios tan grandes que solo se pueden llenar con palabras.

- ¿Los silencios del amor tal vez?

- Los de todos aquellos instantes que fueron en vano.

- ¿Ves? No haces más que quejarte de la liviandad de la vida.

- Tan solo de su falta de gravedad. Siempre flujo en vez de materia.

- De lo insustancial que te resulta todo…

- … Sí, por que el presente es como una neblina que convierte en irreales las formas y las distancias, que altera las propiedades del Universo. -Seguía recitándome a mi mismo.

- Y, sin embargo, llegado el momento de vivir te atrincheras en la cavidad de tus sueños, tras un montón de palabras, renuncias a todo aquello que no pueda arder desde las sombras o delegar su significado en un puñado de conceptos abstractos elegidos al azar. Me hablas de Sonia y, no se, es como si me hablaras de un cuerpo carente de carne. Nada percibo en ti que me empuje a creer que la amaste a este lado de la realidad. Decididamente, el amor que sentías por ella no tenía coordenadas en este mundo.

No me podía sentir enfadado por sus reproches, aun a pesar de su dureza. Sabía que en última instancia no eran a mí a quien estaban dirigidos, sino a él mismo; el odio en el hombre a menudo tiene la propiedad reflexiva. Y, además, todos los amores no correspondidos se parecen, como si todos ellos fuesen segmentos de una misma recta trazada por descuido.

- Y tú, ¿has amado alguna vez?

Ni siquiera apartó la mirada del libro que descansaba en su regazo, impermeable a mis preguntas, a mi curiosidad. Pero no importaba, conocía la respuesta por que había leído el poema escrito en el anverso de la fotografía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario