domingo, 7 de noviembre de 2010

Adios a todo eso


Adiós a todo eso 


Mas que algo ingenioso, como me gustaría escribir algo que me permitiese percutir contra alguien. Aunque luego todo se viniese abajo

Es extraño escribir cuando no sabes si alguien te lee. Aunque, bien mirado, es precisamente eso lo que ocurre siempre

Pero más que un lector a veces quisiera alguien dispuesto a recorrer el camino contrario y llegar hasta la misma fuente de las palabras

Percutir, permitir la transferencia de emociones, mellar la soledad, domar el remolino de la madrugada, y luego borrar todas las huellas

Nada te garantiza que el azar traerá ventura, pero tiras los dados para tentar la suerte y aprovechar la última ráfaga de ventisca

Y mientras la loca pregunta por una vez con palabras de cuerda, mientras la gente acalla su eco con frases hueras, digo adiós a todo eso.

Lo escribí hace tiempo en el Twitter, mensajes que luego borré para eliminar mis huellas. Tiempo después aproveché la última frase como leyenda para el Messenger: Adiós a todo eso. Es de suponer que para que lo leyese la gente, aunque no estoy seguro. Creo que fue más bien para convencerme a mi mismo de algo. Pero, ¿adiós a qué? No lo se, no sabría precisarlo. Claramente nos movemos en el terreno de los deseos y los anhelos, de los intangibles, niebla que es incapaz de disipar este sol de invierno. En realidad dudo que haya nada a lo que decir adiós. Conjeturo y pienso que es el deseo de estar lejos, pero caigo en la cuenta de que ya lo estoy. Lejos y en ninguna parte. Por que no hay topónimos en la geografía por la que deambulo, no hay altos en los dominar el entorno ni fronteras. El mismo lugar tan lejos como me lleven mis pies. Un recorrido que no me lleva a ninguna parte, sin necesidad de tomar decisiones, sin encrucijadas, dormito durante el día mientras estoy despierto y me desvelo por la noche mientras estoy dormido. Ojala hubiera algo a lo que decir adiós, algo cuya pérdida me conmoviera. Hace días que no me coge el teléfono pero no siento angustia. Tal vez si una breve gota de melancolía. Las cosas que ya no decimos tal vez no las dijésemos nunca convencidos. Pero mentir de alguna forma es querer cambiar las cosas, desear que fueran de otra manera. No se trata de cambiar un proyecto por otro, ni lo hubo antes ni hay posibilidad de extraer uno nuevo de la nada. Todo eso a lo que debo decir adiós tal vez no sea más que desgana, pero si así fuese es difícil decirle adiós a aquello que no colma sino que vacía por dentro. Escribir un nuevo credo está fuera de toda lógica, reescribir siquiera el que le copiara de la vida cuando la contemplara de lejos, en otras personas. Adiós a todo eso y hola a lo de siempre. De madrugada todo es más claro. Es esa soledad que cauteriza el ansia por sentirse vivo. He de decidir si me muevo o me dejo arrastrar por la marea de las estaciones. Un punto de partida y no cíclico sería un suceso de ruptura. Pero los cuerpos vacíos carecen de momento de inercia. Luego amanecerá y volverá esa sensación de que todo puede postergarse, de que no hay urgencia y es posible esperar a que sea de nuevo madrugada. Pero se que decir adiós es lo que debo hacer primero, quitar lastre, simplificar las ideas, cancelar objetivos si es que los hubiera. Aquello que no pueda contestarse con un si o un no puede formar parte de mi equipaje. Adiós a todo eso que no pueda llevar conmigo, que no pueda conservar cuando me quede.

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