House - Temporada 7 - Episodio 2 - Egoísta
En este episodio se confirma que el deshielo en el corazón de House está avanzado. Y ojala el nombre de la primavera fuera otro, pero responde al de Cuddy. El hielo quebradizo se vuelve peligroso y amenaza con dejarnos caer en el agua helada que hay debajo. House y Cuddy dan por terminada su reclusión voluntaria y acuden al Hospital. Los primeros instantes del episodio nos quieren hacer creer que House es el de siempre. Bromea con Cuddy y, mientras esperan el ascensor en la planta del aparcamiento, mientras entretienen el tiempo después de dar al botón de llamada la mano de House acude a la llamada de los instintos y se cierra como una garra sobre la nalga derecha de ella. Acaba de pedir discreción hasta que se formalice su relación. No quiere cotilleos y escenas románticas en el lugar de trabajo. House le responde con un magreo en toda regla. Y es que el culo de Cuddy será uno de los referentes del episodio. Lo miraran casi todos, hablarán de él unos cuantos, incluyendo un señor de 102 años, protagonista de una de las tramas paralelas, pero solo será territorio a recorrer por House, que abusara de este privilegio sobremanera.
Nada más llegar a su despacho hace saber a todos la nueva relación en marcha, contraviniendo las instrucciones de Cuddy. “No quiero que nuestra relación afecte a nuestro trabajo, o viceversa”, esta frase resume la postura de ella, que quiere hablar primero con recursos humanos antes de dar a conocer al personal del hospital la relación. La de él es un misterio. Pero a la primera que puede suelta la bomba ante los presentes en su despacho: “Estoy con Cuddy, por lo general cuando está desnuda. Echadle imaginación. Usando un gran angular”. Chase se muestra indiferente. Foreman lo aprueba, arguyendo que acostarse con quien está en la cúspide de la cadena de mando solo puede traer beneficios. Una lectura cínica que cree que es la única que encaja en la forma de pensar de House, descartando cualquier contenido emocional o moral en la noticia. Taub lo desaprueba totalmente, y las razones son las contrarias a las de Foreman, por que piensa que la nueva situación repercutirá negativamente en el trabajo del equipo de diagnóstico. House tenderá a ceder en el pulso permanente que mantiene con su jefa, una de cuyas principales tareas es mantenerle a raya y evitar sus excesos. Wilson simplemente sigue sin querer creer que la nueva relación sea cierta, cuyo ya demostró en el anterior episodio. Se marcha a su despacho molesto por la insistencia de House en alargar lo que considera una broma sin gracia a su costa.
No hay mucha solidaridad ni empatía en ninguna de las aptitudes de sus subordinados. Tal vez es lo que merezca después de tantos años dando rienda suelta a sus excentricidades y caprichos. Pero el egoísmo deja asomar su feo rostro. Solo piensan en la repercusión que la nueva situación tendrá en ellos, solo están atentos a lo que pueden ganar o perder en la transacción amorosa. Tras una primera discusión con su equipo acerca del caso que tienen entre manos, House se dirige al despacho de Wilson para el tercer asalto. Necesita su aprobación, lo cual es un claro síntoma de cambio. Nunca ha necesitado ni contrastar sus ideas ni ponerlas a examen de los demás. Es más, siempre ha preferido racionar la información que a él atañe, no dar pistas de sus emociones e intenciones. Pero Wilson sigue reacio. “¿Qué debo hacer para que me creas, tatuar mi bastón en la entrepierna de Cuddy, tatuar la entrepierna de Cuddy en mi bastón?”. Justo rematada la truculenta frase Cuddy hace acto de presencia en el despacho de Wilson, con su culo y su genitalia a cuestas, tan mentadas en el episodio. Está molesta por la indiscreción de House. Todo el Hospital ya está al cabo de la calle del lío entre ellos. “Se lo has dicho a todo el mundo”. “Sin parar, pero este no se lo cree. Ayúdame a convencerle”. House trata de robarle un beso a Cuddy, pero esta aparta la boca. Wilson canta victoria al pensar que la broma ha sido desenmascarada. Cuddy al fin accede a darle un piquito a su nuevo novio para acabar con la incredulidad de su amigo. Como quiera que Wilson no ve pasión alguna en el cariñito entre amantes, Cuddy echa mano a la entrepierna de House ante la atónita mirada de oncólogo. “Estás son mis posesiones”, parece querer decir la expresión de Cuddy. “Me dejé someter con gusto y hasta ayude al invasor”, parece decir la sonrisa burlona de House. “Ay, madre”, grita claramente la ceja arqueada de Wilson. Mientras House sale por la puerta dejando a su amigo con los ojos casi bizcos, no es capaz de reprimirse y hace broma de todo aquello: “Creo que me has aliviado un pelín la cojera”, le dice a Cuddy que marcha por delante.
A partir de ahí House se desdibuja y su relación laboral con Cuddy se convierte en el eje del episodio, sus discusiones recurrentes. Pero ahora queda claro que algo ha cambiado drásticamente. Ya no es ganar el principal propósito de ambos, convencer al otro o hacer que prevalezca su punto de vista, sino no perder eso tan frágil y tan valioso que les ha llegado inesperadamente, no invadir su espacio, no torcer su voluntad o eludirla.
El caso que House tiene entre manos es el de una adolescente que llegó al hospital con parada cardiaca. La paciente tiene un hermano que sufre el síndrome de DMC, una enfermedad mortal y degenerativa, que necesita la silla de ruedas para desplazarse, con los primeros síntomas de parálisis facial, y cuya esperanza de vida se cifra en 25 años. La niña trata de vivir la vida que su hermano no puede con la esperanza de que el recupere al contemplar sus logros parte de lo que el destino le ha robado. House quiere someterle a una prueba peligrosa. Cuddy se lo prohíbe. Cuando comprueba que no hay protestas se extraña. Tal vez piense en una treta, pero no hay motivo. Por primera vez que recordemos House está dispuesto a acatar órdenes. En un segundo asalto de este duelo en el que ninguno parece querer ganar, y con la niña en la mesa del quirófano tras sufrir una hemorragia en un pulmón, House solicita aplicar una técnica en el quirófano novedosa, rápida pero arriesgada. Cuddy está vez da el visto bueno, apesadumbrada por haberse salido con la suya en la discusión anterior. Pero House en vez de quedarse con el sí que ha oído prefiere atender al no que sabe que Cuddy hubiera pronunciado si no se hubiera visto presionada por las nuevas circunstancias, y ordena a Chase que realice una intervención convencional. Si nadie quiere ganar seguramente perderán ambos. La estratagema en el tercer asalto es eludir la supervisión de Cuddy a la hora de adoptar otra decisión médica trascendente en el caso, pero Tabú la pone en sobre aviso y en la discusión que tiene lugar a raíz de ello House vuelve a plegarse. Como una grulla de origami, utilizando la metáfora de Tabú.
Todo el resto del capítulo es un ceder continuo por ambas partes, más por la de House, que solo les lleva a un callejón sin salida. La salud de la niña empeora y ya solo pueda salvarla recibir el trasplante de una parte del pulmón de su hermano. Pero la niña no quiere. Ya se negó al principio del episodio a ser receptora de un apequeña cantidad de médula espinal para evitarle las molestias, con más razón ahora que la donación supondrá reducir su ya de por si corta esperanza de vida. Para House es un sacrificio razonable. Las matemáticas son claras: unos pocos años de alguien que vive por intermediación de su hermana y que morirá irremisiblemente muy joven a cambio de una vida plena renovada. Pero Cuddy se niega a ponerse de parte de House. En un primer momento el se pliega de nuevo a la voluntad de su novia y supervisora.
El último asalto, el más doloroso comienza cuando el padre de la niña entra en el despacho de House y algo increíble sucede, algo incluso pavoroso. House tiene una respuesta inequívocamente emocional, olvida su racionalidad y ante las lágrimas de aquel tipo desesperado que suplica alguna opción que le permita tener esperanzas, da marcha atrás en su decisión y le informa que hay algo que puede devolverle la salud a la moribunda. Pero esa posibilidad exige un sacrificio enorme. Le pone ante si el dilema del rey Salomón. Pero el fallo es que es padre de ambos chicos. Una vida a cambio de la otra. Lógicamente la respuesta en la inhibición, resignarse a perder ambas. La razón puede reprocharlo pero el corazón no.
Cuddy acude a la planta donde se trata a la paciente y autoriza a House a informar a los padres de la opción del trasplante. El le confiesa que ya la saben por su boca. Su expresión también es nueva. Vergüenza por la traición. Hay una pelea terrible en que por primera vez se dicen el uno al otro lo que piensan y extraen todo el resentimiento acumulado durante la jornada. Se despellejan el uno al otro. Pero no es en vano. “Don ruedas”, como lo denomina House durante la discusión, lo ha oído todo y pone cordura, raciocinio, matemáticas. Su hermana podrá vivir por él pero eso jamás suplirá su propia vida en suspenso. Prefiere el sacrificio, saber que ha hecho algo bueno por una vez en la vida. De un naufragio, de un colapso, salvamos lo que podemos. Ese pequeño pedazo de pulmón, apenas un trozo de escombro del derrumbe que será su corta vida futura, vivirá para siempre en ella y el podrá por fin, una parte de él, compartir plenamente la vida que ella intenta vivir por él. Espejos enfrentados que devuelven la misma imagen infinitas veces.
El deshielo es cierto. El río se vuelve caudaloso. Tal vez la corriente lo arrastre todo. Si son brutalmente sinceros, opina ella, tal vez su relación tenga esperanza. El prefiere refugiarse en las bromas para no revelar que esta muerto de miedo. Mientras esperan al ascensor, primer tramo de su trayecto de vuelta a casa, ataca su culo con la mano. Esta escena ya la hemos visto. El episodio entero ha sido un ciclo completo que nos ha devuelto al lugar de partida. La única conclusión que hemos el culo de Cuddy es un remanso de paz para corazones en deshielo.
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