viernes, 12 de noviembre de 2010

Carta a Susana desde el cuerpo de guardia

Hoy me he encontrado esto en una libreta de espiral, escrito a mano y con un montón de tachaduras y añadidos. Casi me da pudor decirlo pero es una carta que no se a quien va dirigida. Entiendo que fue escrita en 1992 y, por la fecha, ese tiempo es más bien tierra de nadie, demasiado tarde quizás para una candidata y demasiado pronto para la otra. Claro que, salvo que demos carta de naturaleza a los presentimientos y las premoniciones, para más lógico dar más crédito a la huella del pasado que a la del futuro. Vaya, tanto especular tras un simple vistazo y no había que leer para que la respuesta fuese diáfana.


Carta a Susana desde el cuerpo de guardia


Miedo a la cuartilla en blanco. Adoro esta sensación de riesgo y aventura que precede a toda primera frase escrita. También el miedo a no saber que decirte, no me avergüenza confesarlo. O tal vez si lo haga, y estas líneas solo sean vergüenza por el tiempo derramado y transcurrido. Un tren lanzado a toda marcha por vía insegura y que amenaza siniestro. Y tus ojos mansos y pardos –como tofe masticable- de lectura intrépida y avezada en el turismo literario haciendo las veces de pequeño furgón de cola.

No, no pongas carita de víctima, de Helena llorando ante las ruinas de Troya, de niña buena vendiendo papeletas de rifa para sufragar el viaje de fin de curso, de Reina de África vaciando en el terroso flujo del río mis últimas botellas de ginebra escocesa, que nadie va a salvarte de leer esta carta enterita –luego te pediré el resumen, el comentario de texto y te pondré nota-. Y péinate de una vez esas melenas y súbete hasta arriba esas medias de lana, que vas hecha toda un facha.

Así que, ponte unas cuantas horquillas en el pelo para sojuzgar el flequillo –cógeselas a “mami” de su tocador si es necesario-, que a donde vamos el aire es frío y se acurruca tras un viento intransigente y antipático. Ponte tu mejor vestido y llévate una muda limpia por lo menos, que nuca se sabe con quien podemos encontrarnos y el viaje es largo y de seguro será penoso. Y echa en la mochila un par de sándwiches –yo también quiero- de pan integral con queso untado Philadelphia, que a lo mejor no podemos realizar paradas  y luego te nos desmayas a las primeras de cambio.

Tengo la sensación de estar haciendo un ridículo de lo más espantoso. Miro por encima de mi hombro para poder leer lo ya escrito y me parece todo tan solo un necio modo de derrochar las pocas ganas de recordarme que deben quedarte. Por que, a fin de cuentas, ¿qué garantías hay de que no hayas cambiado con el discurrir antipático de estos últimos meses? ¿Qué garantías hay de que el tiempo no haya trasvasado tu malva significado a un recipiente distinto o más iqueño? ¿Acaso sigue siendo ratón-sacapuntas tu asesor de finanzas o te has dejado vencer también por la lógica?

¿Y ahora que puñetas digo? No se, ¿tal vez que nieva en Arizona en estos momentos y que el cielo está azul y está muerto, como un arenoso reflejo de cien mil millones de estrellas? ¿Qué la cosecha de trigo peligra en Australia, pero que no solo de pan vive el hombre, sino de la fe en volver a verte? No se, tal vez no sea del todo falso –solo las mentiras mejor adaptadas a la realidad prevalecen-, pero de seguro que a ti ya te lo han dicho. Las mujeres tenéis antenas para esas cosas. Máxime si habéis nacido en alguno de los volcánicos valles de Marte.

En fin, que remedio. Ya se que no vas a creerlo, pero odio tener que ponerme trascendente.

I

El frío. Camino del frío es una dirección tan buena como otra cualquiera. Si me sigues.

Hace frío fuera. La niebla ha vuelto a desplomarse sobre los árboles, sobre los álamos que de puntillas se alzan por encima del alambre de espino que corona la verja. Pero más allá de ellos el mundo apenas si existe. Miro a través del vaho del cristal de la ventana, y los ojos se me empapan en fría penumbra, en fría lejanía. Charcos de oscuridad y la noche una fina cortina de lluvia continua.

Son las dos de la madrugada y el sueño ya araña en mi puerta. Escribo en la penúltima página de un diario con fecha de antes de ayer, en la sección televisiva, que es aquí la única que nos importa, intercalando líneas entre líneas, mezclando su letra ordenada de imprenta con mi letra insignificante e indecisa. Pero mis manos ya no me dicen nada incapacitadas para retener ese dolor que generosa me regalara la vida. Dedos tiznados  con tinta de rotativa son todas las noticias que nos llegan del extranjero y lejos es cualquier lugar más allá de los álamos bajo la niebla.

Eso es lo aterrador de la soledad, que no hay lugares en la distancia y que todas las oraciones carecen de predicado, y mientras todos duermes yo velo su sueño.

II

El sentimiento salino de la aurora y el corazón de alga que a la brisa se seca.

Demasiado parecido para no caer en la tentación del sol y la arena y su bella aunque aun temprana metáfora. En la playa del tiempo, donde el empuje del agua no alcanza y todo permanece detenido e invariable, la noche es un vaso de loza que nunca se colma, y la vida un trago de eternidad tan breve que no sacia.

Orión en el cenit de la semi-esfera del orbe. No únicamente una sino siete estrellas. Betelgeuse y Bellatrix en los hombros del guerrero; Rigel y Kappa Orionis en sus rodillas flexionadas; Gi, Delta y Epsilon Orionis en su cinturón armado de espada. Siete estrellas en este cielo de invierno donde están escritas todas las palabras con que Dios pronunciara el mundo. Palabras silenciadas como lágrimas sin motivo. Por que el Universo es tan solo una frase y los días son las letras a la espera de ser descifradas.

Caliento leche en el hornillo para mi centinela de puerta. Llamas transparentes de gas incendiadas que atraen mis ojos como hoyos de claridad abiertos en la nada. Y ese frío que me hace sentir culpable y que se prolonga en mis venas.

Si fuera brujo podría leer en los grumos de cacao que el calor de la leche disuelve en pardas burbujas. Si fuera brujo y tuviera paciencia, y si aparte de tus ojos en el mundo hubiera más magia.

Las cuatro menos cinco y el papel de periódico se acaba. Párpados que pesasen como el mercurio, y que el ansia de sueño y olvido poco a poco dilataran. El cansancio es el único metal líquido conocido miscible con el agua salada del alba.

La niebla ha vuelto a disiparse. Salgo del cuerpo de guardia para llevarle a Blas su vaso de caco, tan espeso y cargado como él me indicara.

La realidad es una semilla de hielo que lentamente germina.

En tal día como hoy, a tantos de tantos.
Estación de radio de la marina se san Sebastián de los reyes.
Cuerpo de Guardia.
Cabo 2º en servicio a la espera del relevo. -Duerme mi fiel compañero Heinrich mientras paso a limpio esta absurda carta-.

No hay comentarios:

Publicar un comentario