domingo, 2 de diciembre de 2012

El Fútbol y sus aledaños (45) - Acorralado

Portada de AS del 2 de diciembre
Acorralado
Real Madrid 2 - Atlético de Madrid 0 - 1/12/2012

Como en la novela "Primera sangre", de David Morrell, que todos conocemos mejor en su adaptación cinematográfica, la Guardia Nacional y la policía local creían haber cobrado la pieza. Había dos opciones para abatirla, así que era cosa segura. La primera, el resultado del encuentro, con un Atlético más aspirante que nunca, como habría dicho mi añorado Héctor del Mar, a vencer en el Bernabeu. Pero luego sabríamos que el portugués tenía en la mano tres reyes para hacerla imposible, Özil, Benzemá y Di María, y un as de oros, Cristiano Ronaldo. La otra el plebiscito improvisado antes del encuentro, el envite a pares con que le había retado la prensa y que Mou había convertido en órdago a la grande.  Habían acudido, como decía, los periodistas a la entrada de la cueva, al santuario del Real Madrid, tan importante para La Yihad como para La Cruzada, aunque por motivos opuestos, para hacerse la foto de grupo como recuerdo de tamaña aventura e inmortalizar el momento. Otras escapadas de fin de semana, también aventureras, como el acoso y captura de Bernd Shuster o Fabio Capello ni de lejos podían compararse en emoción y riesgos asumidos como la que estaba a punto de culminarse. Y tal como había prometido, justo a las 21:20, con el fresquito  de la noche dando color a sus mejillas, John Mourinho, Xosé Rambo, hizo acto de presencia en el pueblo para imponer la otra ley, la que sí está respaldada por una capacidad cierta de acometer actos punitivos, la suya. Entonces, con un estadio aun en proceso de llenarse, se oyeron pitos y aplausos, los dos únicos vocablos que maneja el lenguaje del público. Mucho más lo segundo que lo primero. Dijeron en Marca TV, cuya retransmisión escuché en la previa, que la razón de la derrota de los suyos estaba en la presencia temprana de los ultras. Los buenos aficionados, los que llegan tarde a la cita con su equipo y se marchan siempre pronto, porque prefieren evitar el atasco del sábado noche a premiar a los suyos cuando completan una buena faena, esos, que sin duda habrían votado en contra de Mou, aun no habían comparecido. Todo esto me recuerda a aquellos que se quejan de que las elecciones siempre caigan en festivo, porque son de la opinión de que las bicicletas son para el verano y los domingos para ir a la playa. Tantas ganas de democracia no tendrán ni los que no votan en las elecciones por la pereza que a todos nos llega en los fines de semana, ni los aliados tácticos de la prensa, que no son capaces de salir de casa un cuarto de hora antes cuando acuden al Bernabeu obedientes a la llamada de Segurola. Como ovación comedida la describe AS en su página web. Y a mí tan solo me importa que le sea suficiente a Mourinho para que quiera quedarse cuantos años le plazca. Diez mil espectadores presentes solo, se decía en la retransmisión. A cinco mil rebaja la cifra el redactor de AS encargado de hacer la crónica del momento en el colegio electoral. Da igual, considerémoslo una encuesta israelita a pie de urna y demos el tema por zanjado. Salvo que la prensa tenga necesidad de seguir haciendo el ridículo en su papel de duro sheriff de pueblo. Al menos Brian Dennehy sí que se da un aire de jefe de comisaría.

Planteó El Cholo Simeone un partido de raza, bronco, con gresca permanente de patio de colegio, encimando al contrario en todo momento y en todas las partes de la cancha, tal como era su juego cuando triunfó vistiendo los colores del Atlético en el Manzanares. Si ese es su carácter -concentración, generosidad en el esfuerzo, valentía en "meter" siempre la pierna, sobriedad y contundencia cuando toca golpear, disciplina espartana cuando toca encajar- lógico que sea también el del equipo que dirige. Y tal vez pensó que con el Real Madrid de este año -que tiende a contemporizar en los arranques de los partidos para ver qué pasa, cómo se plantea todo, si las cosas van a ser difíciles o podrán ahorrarse energías para la siguiente cita- podría tal vez sorprender y desbordar su resistencia, quien sabe si adelantarse con alguna intervención afortunada de la gran alternativa propugnada por los medios al reinado de CR7 y Messi. Pero se encontró con el Real Madrid de hace dos años, impreciso, acelerado, que perdía la posesión rápidamente, pero que porfiaba como un jabalí herido. Lastimado por tres años de sequía de títulos. No, no fue la primera parte del encuentro como para enmarcarla, salvo que se rinda respeto a la auténtica lucha, a como son las batallas vistas desde dentro, tal como las conocen los que han combatido en ellas, como Simeone sobre el césped y ahora en el puesto de mando, como Xosé Mourinho, para el que cada partido es un plebiscito y, sin embargo, sólo ha sido una vez destituido. Por Roman Abramovich, concretamente, y que ahora, dicen, cada noche enciende una vela en el palco de Stamford Bridge, para que Mou pueda ver el camino de vuelta en mitad de la oscuridad de la liga española, si emprende el retorno...

Fue la primera parte el momento de Pepe, Coentrao, Arbeloa y Ramos. También para Alonso, que estuvo especialmente aguerrido, que se metió en todas las trifulcas. Que incluso empezó alguna. El balón iba y venía, casi siempre llovido del cielo, renuente a bajar al piso, como si quisiera malgastar la totalidad del tiempo en saltar sobre una cama elástica. Y, sin embargo, la brusquedad la ponían sobre todo los atléticos, Arda Thuram y Diego Costa en especial, siendo únicamente por la exquisita cortesía de Undiano Mallenco por lo que pudo acabar el encuentro el segundo sin ver la roja, incluso en la primera parte. Se vió mucho Fútbol anoche, de ese que es como el Rugby que no se ve porque transcurre debajo de la mêlée. Manotazos, empujones, entradas por detrás, patadas a los tobillos, incluso un escupitajo en primer plano, gracias al acierto y los reflejos del realizador de Canal +, el de Ramos a Costa a la salida de un córner.

De todo este barullo, ir y venir de la pelota sin rumbo fijo, sin oficio ni beneficio, perpetua rebelde sin causa, nos rescató CR7 con su imponente gol. Golpe franco en la frontal del área, vertical al poste izquierdo. La pelota salva limpiamente la barrera y el efecto le hace buscar ávidamente el palo, junto al que se introduce en la portería, haciendo inútil la estirada de Courtois por la violencia del lanzamiento. Estuvo ayer CR7 especialmente expeditivo. Confesaba en Twitter, durante el partido, que en la otra falta que lanzara, ya en la segunda parte y que se estrellara en el travesaño, no había podido ver volar el balón siquiera en las repeticiones, sólo oir el violento choque del cuero contra el aluminio. El fútbol del portugués es para todos los sentidos, en especial el de la justicia, que tanto se echa a faltar en las críticas que recibe. Ya no es Cristiano un jugador de partidos pequeños, si es que lo fue alguna vez. En los últimos tiempos son los grandes sus principales víctimas y ni Barcelona ni el Atlético, los que se supone que se disputan ahora mismo el campeonato, se libran de encajar sus goles en cada cita. Un gol y dos postes. Ayer CR7 trató la portería del fondo sur como si fuera un integrante más del equipo visitante. Se implicó en el juego colectivo en todo momento. En fases del partido era él quien le daba cordura en ataque, desde el extremo izquierdo sobre todo. Es este que vemos últimamente un Ronaldo, que marca menos goles porque suele estar en el inicio de los ataques y no en su desenlace. Aun así un pase milimétrico de Özil, en otra de esas tormentas perfectas al contraataque, mereció acabar siendo gol. Pero el portugués no acertó a introducir el balón por la rendija existente entre Courtois y el palo. Aunque su fútbol volvió a escucharse con total claridad, como un golpe seco de metal contra metal. Como vaticinó un HashTag de Twitter previo al partido, Ronaldo se comió al tigre Falcao, que bien puede darse con un canto en los dientes por su quinta posición en la carrera hacia el Balón de Oro. Sin noticias quedamos al final del derbi del colombiano, que lució más por lo que fingió que por lo que hizo. Decían las malas lenguas ayer, los trinos de los tuiteros más maliciosos, que tras fingir tan bien una agresión por Ramos mientras que el sevillano protegía un balón que se iba por la línea de fondo, se ha despertado un súbito interés por él en Can Barça. Hoy Ronaldo sí que se ha ganado la portada de AS y San Martín ha tenido que transigir aunque no haya habido negocio. Incluso le han dado la de Marca, que son mucho más duros de pelar en el regateo de sus comisiones. Para las de Sport y Mundo Deportivo debe haberse quedado corto. Pero tampoco le pidamos peras al olmo.

La segunda parte tuvo más protagonistas. Repitieron en esta faceta Ronaldo y Undiano, que se desentendió de todo lo que vió. Tampoco nos quejemos, al menos sancionó las faltas, que ni eso hizo Rocchi en el partido contra el Manchester City. Se ahorró todas las tarjetas que pudo, como si él tuviera que pagarlas. Alguna incluso tirando a color colesterol, como la corbata de Del Bosque en el anuncio de Danacol. Y me imagino que sería para tener tras el encuentro papel donde escribir para el acta las concesiones a Leo Messi. Ganada la batalla por el Real Madrid, que en el cómputo final acaparó la posesión del balón un 68% del tiempo, hizo acto de presencia el Fútbol. Özil y Benzema pudieron asomar al fin, desaparecidos los primeros 45 minutos. Y lo hicieron para dejar innumerables detalles de su calidad. El gol que dió la tranquilidad al equipo fue del alemán. Contraataque fulgurante liderado por Benzemá, que gana la frontal del área atlética. Ronaldo cruza a sus espaldas en diagonal y recibe el balón con un pase de espuela del francés. CR7, obediente, intenta devolvérsela al marsellés justo en el lugar que le indica con la mano cuando se desmarca hacia la izquierda del área, pero rodeado por cuatro contrarios, uno de los cuales intercepta la pelota pero sin poder controlarla. Vuelve el balón a Ronaldo que, por el rabillo del ojo, ve irrumpir a Özil en el área por el extremo opuesto, por la derecha. Se lo cede, con un golpero algo tenso para que llegue al lugar de la cita en el momento justo. El alemán lo controla a duras penas mientras se frena, de espaldas a la portería, y cuando lo tiene brincando a sus pies como un pez recién sacado del río, dispara a la media vuelta batiendo a Courtois por debajo de las piernas. Gol de bellísima factura, casi una novela de fútbol completa, digno del Real Madrid de la temporada pasada, surgido del esfuerzo coordinado colectivo, de aunar velocidad y precisión en el juego, del hambre de marcar que parece de lobos y, sobre todo, de la generosidad de CR7, aunque no se le reconozca, que por dos veces intentó el pase olvidándose del remate. Dicen hoy en ABC que la ovación que buscaba Mou en su salida al césped se la llevó Ronaldo durante el encuentro. Pues lo damos por bueno, aunque sea afirmación discutible y el reconocimiento del jugador llegue tarde, tras realizar la tarea y no antes. Lo que le hubiera demostrado el cariño de la afición en sus momentos bajos.

Dos jugadores siguen su progresión ascendente. Bien es verdad que vienen de la nada. Iker cuajó un partido sobrio. Resolvió el escaso trabajo que tuvo de forma acertada. Incluso se le vió en la faceta de líbero cuando el Atlético tentó a la suerte con envíos largos a Falcao. Sigue manteniéndose en su área chica la mayor parte del tiempo, incluso bajo el larguero, desentendiéndose de ir a buscar el balón cuando tiene defensas que le pueden liberar de ese trabajo. A veces parece tener alergia a la pelota. Pero vamos a considerarlo como su mal endémico, que volverá a convertirse en anécdota cuando vuelva a brillar entre los palos. Al comentarista de ESPN no le gustó un pijo un primerísimo plano de Casillas justo tras marcar Ronaldo. No le deben parecer bien al mejicano los debates sobre tristezas. Lo mismo es hasta periodista deportivo de verdad. En ese plano el portero resopló y musitó algo. No sabemos si era admiración por el golpeo del delantero, alivio por haberse desnivelado el fin el marcador, pereza de tener que vivir al día siguiente otro domingo sin fútbol. Ya habrá quien nos lo aclare o, mejor dicho, nos lo enrede. Coentrao, por su parte, ya es dueño absoluto de su banda. Sigue sin obtener premio en sus internadas en ataque. En una de ellas, en la que había trenzado una preciosa jugada apoyándose en CR7, justo cuando ya encaraba a Courtois, fue abortada por el juez de línea. Ronaldo, en su jugueteo justo sobre la línea de cal, había perdido momentáneamente el control del balón y el fuera de banda era claro. Al menos en la repetición a cámara lenta. A pesar de todo, se echa de menos a Marcelo. Es como otro Özil, pero con la cara siempre sonriente y la lengua fuera. La temporada pasada teníamos hasta dos Metsuts. Ésta con medio nos tenemos que conformar las más de las veces. Alonso sigue demasiado atrás, las tripas del equipo no acaban de funcionar y hay mucho trabajo que hacer en el cuarto de calderas. La defensa ha recuperado su solidez, pero en la delantera seguimos sin ver ese fútbol total del año pasado. Sin embargo, en el cómputo global del partido se puede decir que el Real Madrid sufrió poco y el gol llegó mucho antes de que hubiera que empezar a impacientarse. Tras él, en vez de tener que aguantar las acometidas del Atlético en su intento de devolver las tablas en el marcador, el centro de gravedad del partido se fue desplazando poco a poco en dirección a la portería del belga, viéndose cada vez menos requerido por el trabajo el de Móstoles. Si es cierto, como dicen, que el Atlético es uno de los que más sudan la camiseta, sobre todo hacia el final de los partidos cuando son cuesta arriba como el de ayer -cholismo lo llama Manolete, aunque sea la competitividad de toda la vida- habrá que ir pensando que el estado de forma del equipo merengue se aproxima al óptimo.

Y poco más que contar, que hoy llevo prisa, se me echa encima el partido de baloncesto. El Real Madrid dejó morir tranquilo el partido en los últimos minutos, Undiano perdonó tarjetas para poder atender en el acta las peticiones de Rosell en su carta a los Reyes Magos Federativos, los que llegaron tarde se marcharon algo pronto, pero no se perdieron goles, mecachis en los moros, y Mou volvió a dar plantón a los periodistas en la sala de prensa. Hoy las preguntas las hacía él... Bueno, sí, en realidad si hay una cosa más que contar. El Mono Burgos se encaró con el banquillo del Real Madrid en un momento del encuentro y corren rumores, propalados por De la Morena seguramente, de que la chispa que causó el pequeño incendio fue un baile burlón de Pepe ataviado sólo con una toalla. No se aclara si fue con las puertas del estadio abiertas o cerradas. Que fuera anterior al gol de Ronaldo es lo de menos, que ya sabemos que en lo que a la dualidad causa-efecto se refiere la prensa no siempre se orienta en la dirección correcta de la flecha del tiempo. Las ganas de emponzoñar cada vez son más grandes y afectan a más estamentos del club. Últimamente han incorporado como blanco de sus maledicencias al aficionado merengue, para el que se dedican epitetos tales como ultras si aplauden en el Bernabeu o terroristas si piensan por sí solos y dan su opinión en Twitter. La toalla que tapa las vergüenzas de la prensa deportiva es cada vez más pequeña. Si era de baño al inicio de temporada, tras el partido con el Levante en el Ciutat de Valencia se redujo a toalla de manos. En estos últimos días, con la supuesta destitución de Mou ya ni siquiera tiene el tamaño suficiente para ser considerada toalla de bidé. Ya pueden ir pensando en una hoja de árbol. Pero deprisita, que se acaba el otoño y en Madrid los servicios de limpieza del ayuntamiento barren toda la hojarasca de parques y aceras. Nosotros por nuestra parte estamos tranquilos, John Mourinho, Xosé Rambo, nos levanta un supermercado, y hasta un estadio con público participativo, en solo una tarde con su machete de combate. ¡Que se lo pregunten sino al Atleti!

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