La llama
Es lugar común quitarle hierro a las actuaciones colectivas incorrectas, esas que avergüenzan cuando el grupo es aquel al que perteneces, diciendo que son obra de cuatro exaltados que no representan al colectivo. ¿Cuantos públicos de estadios de fútbol habrán tenido coartada inmediata para su desmanes con este aserto? Haría falta mucha memoria, y paciencia, en quien escribe y quien lee, para desgranar una lista más o menos completa. El público del Nou Camp nunca necesitó usar esta treta, no les ocasiona complejo alguno lo que hacen. Todo el estadio pedía, el día de su regreso con la camiseta blanca, la muerte de Figo, como ya había ocurrido con Fernando Martín, Drazen Petrovic y Juan Gómez, el mítico 7, sin el menor recato. "Tu serás el próximo", rezaba una pancarta que recordaba todos los muertos recientes del madridismo, tolerada y alentada por la directiva blaugrana, que la cámara de TVE enfocaba a menudo durante el encuentro. Y cada vez que se acercaba al córner jugaban con el al tiro al blanco. Hasta tal punto que, ante la pasividad del árbitro, que veía bien que uno de los equipos contendientes se viera privado de ese recurso en ataque, acabó finalmente optando por no lanzarlos, más aburrido del melifluo arbitraje que ofendido o cabreado. Años después se preguntaban en Punto Pelota quien tendría la simpatía del ex-futbolista portugués, si el Real Madrid o el Barça. Hay que ser muy cretino o muy cínico para plantear ea cuestión.
¿Cree alguien que el Nou Camp, los seguidores culés, se avergüenza de aquellos hechos? Que va, sus odios están plenamente justificados desde su punto de vista, su mitología lo demuestra, se nutre de agravios inventados que les venimos ocasionando y que requieren de una venganza que nunca será suficiente, que habrá que suplir continuamente con nuevas felonías. El día que el Real Madrid osó ganar un trofeo en el estadio del Barcelona, una Copa de la Liga, desde las gradas llovían objetos contundentes de todo tipo. Muy pocos jugadores merengues pudieron ganar el túnel de vestuarios, porque intentarlo se convirtió en jugarse la vida. La mayoría tuvo que situarse en el centro del campo, donde no alcanzaban a llegar los energúmenos con sus proyectiles, aunque fuera mucha la rabia asesina empleada en propulsarlos. Y allí fue donde el capitán, creo recordar que Sanchís, recibió la copa que acreditaba al campeón. Lo cierto es que lo tengo fresco en la memoria porque hace poco mostraron en Punta Palota imágenes de aquello. Pero, pásmense, porque se cumplía el vigésimo aniversario de los hechos y la dirección del programa, Josep Pedrerol, pensaba que el público culé se merecía una disculpa de Hugo Sánchez, invitado en el plato. El mejicano se había rascado los güevos de cara a la grada y dos generaciones de barcelonistas habían quedado traumatizadas con los hechos. Y, es curioso, en el Nou Camp es de buen tono escupir, lo hace a menudo su máximo ídolo actual, pero rascarse las partes nobles es poco menos que un delito cuya pena de prisión excede por lo visto los 20 años de reclusión en la cárcel del odio colectivo. Condena más larga que la que se aplica por un asesinato con fines terroristas, por ejemplo. Si Hugo Sánchez se rascó los güevos seguramente fue porque le picaban, y poco reacción me parece ante lo que en ese momento acontecía. Y se los hubiera rascado tal cual estaba o mirando en dirección contraria, lo habría hecho de cara a un graderío.
Lo Culé siempre ha tenido la potestad, con el beneplácito de la prensa, propia y ajena -a la nuestra me refiero con la segunda, no sin ironía-, de convertir a quienes de los suyos cometen fechorías en víctimas de quienes agreden, por muy evidentes que sean las faltas y por muy reincidentes que sean cometiéndolas. Messi se puede permitir violentar a un jugador madridista, agredirle verbalmente delante de su mujer, que acabará siendo víctima de un complot orquestado desde la Villa y Corte. Y poco les importará a los acusadores que su propuesta sea ridícula, porque saben que incluso tendrá eco positivo en quienes abofetean. García Caridad y el bloque Unidad Editorial, por ejemplo, se sumó en cuerpo y alma a la acusación, para vergüenza de quienes sentimos al Real Madrid en lo más hondo. Y una parte de la prensa de Madrid tragará y la otra cantará "tralará", fingiendo que no se entera de la movida. Siempre es así. Y esta posibilidad, la de desquiciar la lógica y el sentido común, convertir ambos en confetti para la celebración dela scenso del Getafe, es la que hizo posible que un equipo que vio amenazadas sus vidas por la lluvia incesante de objetos, se conviertiera en el agresor, y sólo porque alguien se tocó los huevos -que ya son ganas de mirar a zonas raras para advertirlo-, en vez de tratar de devolver los proyectiles. Es el colmo de la desfachatez, pero convertido en norma, en rutina, desde hace décadas además, que no es cosa de hoy. Señorío es comulgar con ruedas de molino e ir a misa todos los días. El odio al Real Madrid y a la ciudad de Madrid es una unidad de destino en el ámbito culé y catalán. Viven para ello, lo cultivan con mimo cuando es propio y lo transmiten a las nuevas generaciones con ciencia y paciencia infinitas. Y cada nueva hornada de odiadores lo expresa con más virulencia que la anterior. No hay más que ver las portadas de MD y Sport actuales y las de hace X años. Cuanto mayor es la variable X más grande y sorprendente es el contraste. El éxito de la operación odio ha desbordado todas las expectativas y amenaza con dejar atrás a su patrocinadores, que se ven estresados por la ansiedad de que tal vez no odian lo suficiente según los nuevos cánones, que son renovados ya casi a diario de lo rápido que es el incremento en el sentimiento.
Pero hay en todo esto que denuncio culpables necesarios, a veces meros testigos que pecan por omisión, por no hacer lo que les corresponde, otras incluso testigos de la acusación. Y no me refiero ya a la los estamentos deportivos que no sancionan como deben. Nada de lo narrado en el primer párrafo ha tenido consecuencias, ni aquellos hechos, que eran graves, ni otros anteriores o posteriores. Sabido es que el Barça tiene bula absoluta concedida por el estamento arbitral, la RFEF y los comités deportivos. De quienes hablo es de los medios de comunicaciones que nos son nominalmente afines, que unas veces nos agreden en la medida de sus posibilidades, como complemento de las agresiones de nuestros rivales culés, y otras tratan de escurrir el bulto. Nada causa más pánico en Madrid, no sólo en el ámbito deportivo, que darse por aludidos ante ataques procedentes de Cataluña. Cualquier réplica será valorada como anti-catalanismo y puede acarrear a que quien la haga que se convierta en un paria. Hay mucho miedo a entrar en la dialéctica enfermiza culé y catalana. Ejemplo de esto es la tibia reacción de los medios madrileños ante la acusación de los barceloneses de estar realizando una campaña de desprestigio de Messi. Es una acusación también habitual cuando alguien aquí mueve una ceja, y la respuesta del gremio suele ser que todos inmovilicen las suyas, como si fueran estatuas urbanas en un bulevar callejero, pidiendo unas pocas monedas para comprar algo de crédito en el otro extremo del puente aéreo. Parte de la prensa madrileña trata de compensar la pérdida de lectores en su sede social halagando el oído a los odiadores de lo madrileño, dándoles munición, excusas para seguir odiando, como si ellos mismos no fueran parte de eso que tanto odian los clientes que tanto les apetecen. Ilusos con los días contados, que descuidan sus seguidores potenciales reales en pos de unos que nunca tendrán, salvo que emigren y allí se porten como es debido y sean obedientes.
Más aun. El uso de la analogía zoofílica en el ámbito deportivo tiene precedente en un diario de información general de referencia, El Mundo. A Pedro Jota Ramírez le pareció idea interesante, o divertida, comparar el comportamiento de Mourinho con el de los primates, rebajar la psicología del entrenador y traducirla a un compendio de reacciones instintivas de chimpancés y orangutanes. Si ahora TV3 compara el madridismo con una manada de hienas, podrá alegar en su descargo, o como atenuante al menos, que existen precedentes de igual mal gusto que también explotan la vía animal, que no sólo no generaron controversia alguna, sino que fueron muy celebrados por muchos descerebrados de la prensa madrileña. Aquí todo vale hace muchos años cuando se trata de hablar del Real Madrid, sobre todo de perjudicarle, y de ello han tomado nota los responsables de TV3, por más que el señor Ramírez, con una cachaza digna de aplaudir, haya pedido hace un rato en Twitter su dimisión. Se supone que el madridismo ha de tragar, no ya por señorío, que también, sino porque es lo que le toca. Callar, so pena de ser tildado quien replique de ser un terrorista de la opinión, por el José Joaquín Brotons más cercano, por los periodistas de guardia en Twitter. Esa red social que a veces hace las veces de gran garita en la frontera de la lógica, en la que rinden guardia los periodistas por turnos para tratar de prevenir una posible rebelión de los aficionados merengues ante tanto despropósito. A tal extremo llega la indefensión, la nula ayuda de nuestros medios de comunicación afines, o que se difunden desde Madrid, que antes prefieren tragar con la parte de los insultos que les toca en el reparto -porque la gente no distinguen, desde los 625 kilómetros de distancia que nos separan, entre unos y otros, entre amigos y enemigos, todos somos lo mismo para ellos- que articular una respuesta, siquiera opinar, para no verse metidos en el fregado.
Y hay que hacer notar, esto es sumamente importante, que lo insultos procedentes de Barcelona, que llegan de forma regular y constante, son siempre proferidos por cargos públicos o instituciones de la Ciudad Condal. En este caso ha sido la televisión pública, la cadena TV3, una de las muchas que los madrileños les financiamos a los catalanes, que han llegado a tal nivel de vileza que ya ni siquiera pueden pagarse de su bolsillo sus propios vicios. Pero en otros han sido cargos políticos, eclesiásticos, alcaldes, conselleres, presidentes, etc. Son las instituiciones y dirigentes catalanes los que fomentan el odio, los que inician siempre las hostilidades, los movimientos difamatorios, no la población, convirtiéndose en portavoces de unas supuestas sensibilidades, que no siempre son reales. Ese es otro rasgo distintivo de estos escándalos, que nunca son expontáneos. Por mi parte, ya he llegado al límite de mi paciencia. Paso de buscar la comprensión aquel a quien solo le sugiero odios e insultos. Haga cada cual lo que le parezca, que yo haré lo propio, y siempre que traten de adoctrinarme, de cebarme como a las ocas con teorías extravagantes, como que la excelencia en el juego y en el comportamiento es monopolio de los barceloneses o los culés, me liaré a picotazos con el operario que trate de fabricar paté a costa de mis hígados y mis redaños, de mi paciencia. Lo vengo haciendo en este blog desde hace tiempo. Sobre el vídeo en sí no me apetece ni ironizar. He perdido hasta el sentido del humor con todo esto. Sólo diré que los predadores tuvieron que desarrollar el cerebro para procesar toda la información que les llegaba de sus sentidos durante la caza, y que los hervíboros, por ejemplo los ñus, son, comparados con ellos, unos memos y unos bobalicones. Pero puestos a buscar un hervíboro al que hacer protagonista del vídeo, lo suyo habría sido elegir una llama, por que este animal escupe a menudo por la fuerza de la costumbre y como estrategia de defensa. Que sepan en el Barcelona que el odio, tarde o temprano, es un sentimiento correspondido, por mucho que se diga lo contrario. Amar no te garantiza ser correspondido. Odiar sí, y miente quien lo niegue. Misma advertencia para los catalanes. Llegará un día en que desde aquí la distancia, que es exactamente la misma que medida desde allí, nos impida distinguir también a nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario