Mourinho cumple los cien ante el Rayo
Alfredo Relaño
Diario As - Madrid - 17/02/2013
Mourinho cumple cien partidos de Liga como entrenador del Madrid. ¿Cuántos más cumplirá? No paro de encontrarme con esa pregunta, que me hacen unos y otros, y tengo que contestar que no lo sé. Porque ni el Madrid mismo lo sabe. Desde el club dicen sobre el asunto digo o Diego según quién pregunte y a quién se pregunte y cuándo se pregunte. Mourinho hará lo que su real gana le dicte y eso es imprevisible en una temporada que puede acabar en fracaso rotundo (si cae ante el Barça y el United en los próximos días) o en estupendo balance, si gana la Champions y la adorna con la Copa.
No se sabe, no. Lo seguro es que ya es el sexto en número de partidos en la historia del Madrid, y con mejor porcentaje de victorias que los que le preceden. El primero, claro, es Muñoz, el hombre en quien confió Bernabéu después de muchos años de ser un devorador impaciente de entrenadores. Tras él se confió a Miljanic, quinto de la lista. Por en medio están Del Bosque, el gran damnificado del Florentinato, Beenhakker, favorito de Ramón Mendoza, y Molowny, el hombre de la casa que entró cuatro veces a resolver otros tantos incendios, y siempre dejó el club estabilizado y un título en las vitrinas. Y hasta la siguiente.
Mourinho, todo un carácter, se diferencia de los anteriores en que se ha colocado por encima del club. ¿O es Florentino el que ha colocado el club por debajo del entrenador? Aquellos equipos se citan por sus jugadores: el Madrid de Di Stéfano, el de los ye-yés, el de La Quinta del Buitre... Éste se recordará, con sus victorias y sus líos, como el Madrid de Mourinho. Hoy cumple sus cien partidos de Liga ante el Rayo Vallecano, al que el madridista mira con simpatía y eso que ha dado algún disgusto. Por ejemplo, acabó con Valdano como entrenador. Ojo, Mou: donde menos se espera, salta la liebre...
¿Fin de ciclo?
(Artículo escrito con la ayuda de @DiosaMaracana)
(Artículo editado originalmente en el Blog: Soy Madridista)
El dato es escalofriante y propicia el desánimo. Por eso lo usa el señor Relaño en su editorial, sino de qué. Él está para que cunda el desánimo entre la tropa y ésta exija cambios drásticos, en el organigrama de mando o en el de dirección. Y si es en ambos, lo mismo ascenso en vez de despido. Tras dos empates que han sabido a muy poco, en pleno mes de febrero, con el invierno aun firmemente enroscado en las frías madrugadas, el Real Madrid podría estar a tan solo dos partidos de acabar la temporada, de poder hacer balance, que no sería bueno, que supondría otra vuelta de tuerca, más madera de la que pedía Groucho Marx para seguir haciendo la guerra con el tren en marcha. Es una opción más que posible. Tampoco hay que ser excesivamente pesimista, interesadamente pesimista, como el señor Relaño, para considerarla como probable. El Real Madrid acude al Nou Camp el 26 de febrero para disputar la vuelta de la semifinales de Copa, con necesidad de ganar, algo que no se lo pondrán fácil, más bien casi imposible, aquellos que tengan vela en el entierro, que el muerto aun está muy vivo y urge ponerlo bajo tierra. No sólo el rival, que ya sabemos que es uno de los que más nos exige, por más que Mou parezca que le haya cogido el tranquillo tras el primer envite -aquel que acabó con aquella sonrojante manita que exhibía Piqué burlón desde la publicidad de los autobuses urbanos de la Ciudad Condal-. También la burocracia futbolística, es decir, la prensa -la especializada y los columnistas que hacen bolos para diversificar la textura de los insultos-, el estamento arbitral y el federativo, que pondrán todo lo que esté de su parte para que en su balanza pese más el platillo blaugrana. Y poco después del clásico liguero, tan poco como han podido los estamentos antes aludidos que podían poner palos en las ruedas del club merengue, el 5 de marzo, viaja a las Islas Británicas para disputar la vuelta de los octavos de final de la Champions con el Manchester. Y todo el mundo convendrá conmigo que es todo un reto, aunque nadie nos destroce las ruedas o abra el capó del vehículo para arrancar al azar lo que parezca más imprescindible. Como el señor Relaño, el resto de nuestros enemigos desconoce cómo funciona la mecánica madridista, y por eso sabotean el coche, el Rolls Royce blanco, de todas las maneras que se les ocurre.
Ya batimos a los diablos rojos en dos ocasiones anteriores en situaciones casi idénticas a la actual, y con nota. No nos lo dice don Alfredo, no sea que se nos escape una sonrisa, que se incremente la esperanza como se eleva el cuerpo de Cristiano para rematar los centros de Di María. Dos metros y noventa y cuatro centímetros son unas expectativas demasiado elevadas, demasiado separadas del suelo, a merced de los vientos, que son incluso más caprichosos cuando empujan colectivos, como para poder ser gobernadas con unos cuantos editoriales. Dos jugadores que marcaron época en el Real Madrid se consagraron en Old Trafford. La que al acabar se llamara "Liga de Ronaldo", tuvo como epílogo el hat-trick del brasileño ante el Manchester en su propio estadio. Antes que él, Raúl aceptó el baile que le proponía Redondo con la gloria.
Gol de Raíl a pase de Redondo en Old Trafford
Si todo eso fue verdad, ¿por qué no podría "armar el taco" Ronaldo en el que fuera varias temporadas su estadio? Con más razón ahora que dicen que está en su momento más dulce los que acaban de desayunarse respecto a quien es CR7 y lo que puede dar. Al señor Relaño, que lleva un mes haciendo furibunda campaña a favor del delantero portugués, que ya se dice que no hay mayor fervor que el de los conversos, sobre todo si es por conveniencia, se le ha escapado la posibilidad de que se nos plantee este escenario. Pero es que las noticias buenas para el madridismo no viajan a la velocidad de la luz. No se trasmiten vía Internet ni por teléfono. Ni siquiera por el hilo del telégrafo. Hay que remontarse a la edad de piedra para averiguar su método de propagación. Es por señales de humo, como lo hacían las tribus de las llanuras, las mesetarias en este caso. Y para procurarse un tintero con el que poder escribir en el cielo se necesita quemar algo. Para la prensa lo bueno ha de traer algo malo consigo, necesariamente, para que el balance sea una suma cero. Tres años en enterarse del escalofriante potencial del jugador portugués, fogonazo de luz en sus cerebros que ha sido el regalo de Reyes de este año para la prensa madrileña. Imagino que necesitarán otros tres para saber manejar el juguete. Si es que no lo rompen antes. Que ya estuvieron a punto de hacerlo, antes incluso de que cayera en sus manos, lanzándolo por los aires camino de París o de la Premier.
No obstante, lo que planteamos el señor Relaño y yo, uno por temor y el otro acuciado por los EREs o no EREs -That is the question para la prensa-, es una posibilidad real. Y supondría un enorme descalabro para el club. Un enorme desgaste para quienes lo dirigen. La nave quedaría a la deriva durante cuatro meses, sin rumbo, sin objetivos, sin metas a corto plazo. Aunque cada vez hay más indicios de que Mourinho tiene intención de quedarse o, para ser más precisos, que no piensa romper esa tremenda inercia que supone un contrato vigente y recientemente ampliado, tres meses sin escalas podrían inducirle a poner el piloto automático y caer en la tentación de dejarse caer en la lancha. Eso quisieran quienes dirigen AS y Marca, que el Madrid fuera el trasatlántico Costa Concordia, y Mou en capitán Schettino saltando en paracaídas en el primer bote de salvamento. Tienen alma de capitanes de puerto. Les gusta mandar donde la galerna que se produce en alta mar no es peligrosa. Les gusta asignar papeles a quienes deben enfrentarlas: Capitán Stubing para Guardiola en su crucero del amor, donde los problemas más gordos los tenía en todo caso el barman negro, Isaac Washington, que a veces no se acordaba de la receta de un cóctel -batidos, me dice alguien de Twitter, en el Barça se consumen sobre todo batidos-. Francesco Schettino para Mou, al que les gustaría verlo arrojándose por la borda, a ser posible con todas las esperanzas del madridismo, para incitar a más potenciales desertores a buscar tierra firme.
La prensa, salvo los encargados por su alto mando de mantener este frente abierto a toda costa, como es el caso de Diego Torres, en general calla, o finge hacerlo, tras el gatillazo de las dos portadas de Marca. Pero hay que mantener las cenizas calientes para poder reavivar el fuego cuando convenga. Por eso el señor Relaño gasta unas pocas puyitas de su repertorio en su artículo dominical. 100 partidos cumplidos por Mou, que se pregunta si llegaran a ser muchos más. Seguramente para ir pensando un regalo para cuando cumpla los 200 y se convierta en Marca Leyenda, un suponer. Que a fuerza de estar años y años a muchos se les acaba tolerando. Y hasta rindiendo pleitesía. Como a Villar, que cada vez tiene menos detractores, si es que queda alguno entre quienes viven del fútbol, a pesar de lo que le llovió encima. Los periodistas son animales de costumbres y acaban haciéndose a dormir en cualquier pesebre si no queda otra. "¿Dijo dormir o medrar?". "Escribir y trepar el escalafón, si cabe, que el que entró por ese alquitrabe sabe a quién conviene reñir". Es don Alfredo el mejor don Mendo que se me ocurre. Mandado emparedar por mandato Real y llevando a cabo actualmente su venganza bolchevique disfrazado de trovador. "Desde el club dicen sobre el asunto digo o Diego según quién pregunte y a quién se pregunte y cuándo se pregunte", dice el periodista en su editorial, y yo le completo la frase: "Y, por mi parte, mientras se deciden, todas las puñaladas las asestó yo, no por Alá, sino por aquí, es decir, en las zonas vitales del Madrid", aunque con ello igualmente se suicide al final del último acto, porque es por el club por quien en realidad vive, no por Magdalena ni por Azofaifa.
Pero sin mejor cosa de la que hablar, la prensa podría no contentarse con limitarse a tirar palitos en la fogata para que sobreviva en las ascuas y reactivar su enfurecida campaña contra el manager general del Real Madrid; que nunca ha cesado, es verdad, pero que lleva unas semanas con sordina, para solaz de nuestros oídos. Y no olvidemos que hay elecciones presidenciales al final del ejercicio, y con varios meses de margen disponibles para maniobrar, no cabe descartar que pueda armarse una alternativa sólida a Florentino Pérez, que contará, no lo dude nadie, con decidido apoyo en la prensa. De unos o de otros, si no es de ambos grupos. No en balde, el propio diario Marca efectuó un sondeo telefónico de dudosa legalidad a finales del año pasado, uno de cuyos objetivos evidentes era sondear en los socios la posible acogida de una segunda candidatura. Dicha candidatura podría tener opciones, sobre todo si desde el próximo mes de marzo se nos recordara todos los días las vacaciones anticipadas de los jugadores. Y nunca puede descartarse, vivimos en el país de los pícaros, que surgiese en el horizonte de la actualidad alguien con tanta capacidad para fabular, un mentiroso con tanta pinta de señor, como lo era Ramón Calderón, que nos prometió tantas cosas -con esa seguridad que consiguen los abogados litigando con quien sea sobre lo que sea-, que acabó siendo presidente para nuestra desgracia, con vuelta al ruedo en la plaza de Zaragoza. Y hasta eso supo justificar con prosa fluida y convincente. Y permaneció en la presidencia -porque su intención, compartida con algunos medios, era perpetuar el régimen, poner a dieta de decencia el club-, hasta que le cortaron las dos orejas, lo que asomaba de su regia melena blanca, que es lo que vino a pasar cuando las maniobras de sus lugartenientes Bárcenas y Nanín quedaron al descubierto. También en una portada de Marca, que es donde ocurren los sucesos más impactantes de unos años a esta parte. A muchos les parece que Florentino Pérez, Tío Patinhas, apenas hace ni dice nada. Yo digo que Dios nos libre de presidentes que están en todas las salsas, haciendo las veces de perejil si pueden, y que hablan por los codos. Porque estoy escuchando ahora mismo el podcast con la explicación de Ramón Calderón a José Ramón de la Morena en el Larguero, acerca de los sucesos antes aludidos, y pienso que hay cachazas dignas de admirar.
Para la prensa, el que se plantea en este escrito también es un escenario peligroso, por más que don Alfredo parezca vivir feliz en su domingo permanente. Domingo con fútbol, que hoy juega el Madrid. Meses por delante sin poder vender noticias positivas del club merengue, sería divertido para tantos antis y disfrazados como se acumulan en las redacciones, pero veneno para las cuentas de resultados. Sólo cabría hablar de fichajes, pero es ese un coto cerrado para ellos desde que está el actual presidente. Ni siquiera pudieron anticipar el último fichaje del Castilla el día que se cerró el mercado de invierno. Su apuesta para destruir a Mourinho y Florentino Pérez fue muy elevada, y podrían morir de pleno éxito, logrando que fracase demasiado pronto, a un tercio de acabar la temporada, y coincidiendo con un momento de crisis generalizada en la industria periodística. Lo quieran o no, vamos en el mismo barco, y si este zozobra nos hundimos en el agua todos. Más aun si su fantasía se vuelve realidad y Mou se apodera del único bote. El conflicto surge respecto a quién debe ser el patrón que gobierne la nave. Su intento de propiciar un motín en el vestuario es uno de los factores que explicarían el actual estado de cosas, el punto al que llegado hace apenas un mes, con una plantilla renuente a vaciarse en el terreno de juego y algo levantisca en el vestuario, al menos sus dos cabezas visibles, los dos capitanes españoles. El cambio de actitud que se ha operado quizá llega tarde, con inercias en el estado de preparación que muestran algunos jugadores, gordos, lentos o desmotivados. Si es traumático ver a Marcelo resollando tras realizar la más mínima carrera sobre el césped, así ocurrió el día de su reaparición. Más trágico incluso es ver desenvolverse por el campo a Higuaín, no porque sea quien esté en peor forma, sino porque este jugador ha sido la encarnación del espíritu combativo en el actual Real Madrid. Siempre ha sido un luchador, que se ha adaptado a la posición donde tenía hueco para jugar, que porfiaba con los contrarios, que robaba balones por insistencia y marcaba goles decisivos a veces por mero empuje. Fue el autor de dos goles que valieron una liga cada uno. Verle reservón, con un tiempo de reacción excesivo, sin ganas para desmarcarse, cumpliendo el expediente, sin hambre para intentar más, además de triste es indicativo del estado actual de parte de la plantilla. Insisto mucho en esto porque creo tener razón: El Real Madrid es sobre todo locura, despropósito, precipitación si se quiere, porque saca poco provecho a su contención, a contemporizar, a practicar el juego del ratón y el gato con sus rivales, sobre todo cuando estos son sustancialmente más pequeños que él y aparentemente indefensos. Demorar el desenlace de las jugadas, por más que les guste a ciertos aficionados y al común de los mortales en la gradas de la prensa, suele acabar en indigestión, en pérdida del balón en la frontal y contraataque peligrosa, sino tarjeta para un jugador vital, que a nosotros no nos perdonan ni una los burócratas del fútbol.
Son tres años de terrible campaña, que al final parece que están dando sus frutos. Frutos amargos para todos, incluidos quienes sembraron vientos para recoger tempestades. El día del Manchester el Real Madrid quiso y no pudo. Puede achacarse el mal resultado a la suerte, pero lo cierto es que es perfectamente explicable sin tener que acudir a este argumento tópico. Tampoco supone una sorpresa la racanería de la suerte, ya que ha habido precedentes recientes de resultados que no se correspondieron con los méritos realizados por el equipo. Si que había una cierta intuición en todos de que las cosas podían cambiar, la tendencia hacia el desastre, y es quizás por eso que algunos periodistas, lo mejor de cada casa, Lama, Segurola y el resto de etcéteras, se dedicaron la víspera a menospreciar al rival y a su entrenador, anticipando una posible victoria blanca que tener que encajar con calzador en la campaña de críticas que ya dura tres años, y que parece que no cesará hasta que el equipo directivo actual dé su brazo a torcer. No mereció el Real Madrid el empate, en especial en la primera parte. Pero, tras analizar detenidamente la situación en el descanso, parece que prefirió prevenir la posibilidad de encajar un segundo gol antes que tomar excesivos riesgos tratando marcarlo. Y por eso las posesiones se eternizaron en la frontal del área de De Gea, dando quizás a algunos la sensación de que ejercía un dominio asfixiante, cuando en realidad lo que se sentía era medroso y, hasta cierto punto, impotente. La alegría se quemó en una primera parte, jugada de poder a poder. El Real Madrid suele triunfar no porque tenga más fútbol sino porque lo tiene mejor, porque sabe aprovechar mejor su turno que el rival. Robar y correr, era como describía el propio señor Relaño, con bastante retranca, esta forma de entender el fútbol en uno de sus editoriales entre semana, porque siempre se puede explicar cualquier hecho en términos despectivos, hirientes, si se tiene el suficiente talento para infringir dolor en el prójimo. Hasta los sucesos más felices, como el juego del Real Madrid de Mourinho, en el que todo abundan las tormentas eléctricas con continuos relámpagos, con contraataques que culebrean por el verde como los rayos por el azul del cielo. Eso cuando hace buen tiempo y el fútbol torrencial no escampa. Porque lo que los demás consideran bonanza, el toque eterno de la bola antes de decidir una jugada, para el aficionado prototipo madridista es el típico bochorno de sol en un anticiclón, que sólo puede ser preludio a una siesta.
Si estamos a sólo dos partidos del final de temporada, @beaquf, una amiga de Twitter, me replica que también sólo a 6 de jugar las dos finales, la de Copa y la de Champions. Lograda una cierta estabilidad en la defensa, con un portero de garantías por fin, y razonablemente cubiertos los puestos de centrales y laterales, sigue habiendo enormes carencias en ataque. El miércoles se encajó un gol, pero parece incluso demasiado premio para el Manchester, a pesar de la excelente actuación de Diego López. El empate no fue el resultado que nos merecimos, pero sí la consecuencia lógica después de haber carecido este año de un delantero centro de garantías. El irregular partido de Ramos se vio compensado con la enorme actuación, una más, del niño Varane. Tanto Arbeloa como Coentrao subieron sus prestaciones respecto a anteriores partidos; en especial el segundo, que cuajó un formidable encuentro. Al lateral derecho se le ve cada vez más afianzado. Ya no se parece en nada al defensa de principios de temporada, siempre en situación precaria y desbordado en los partidos de máxima exigencia.
Pero si los problemas de la defensa parece que están en vías de solucionarse, con margen de progresión incluso cuando se incorpore Pepe y, quien sabe, si también Marcelo, en la zona de definición nada parece haber cambiado. CR7 sigue remando sólo. Entre Benzema e Higuaín no logramos tener ni medio 9 potable que acompañe al portugués y le ayude en su tarea. El portugués sigue en sus cifras de años anteriores, regular en su desmesura, mientras que las del francés y el argentino han descendido drásticamente. Hemos perdido eso que algunos llaman pegada para minimizar los méritos del equipo. Hemos incrementado incluso el número de ocasiones de gol, pero para que se vea reducida la capacidad anotadora. Caben mil explicaciones para esta aparente paradoja, pero hay que admitir que si bien es verdad que en algunos partidos que acabaron en fiasco se luchó desesperadamente hasta el final, en otros no fue así. En Granada la indolencia campó por sus respetos, y por no querer rematar en la portería contraria, que quedaba muy lejos y daba pereza, lo hicimos en la nuestra y perdimos por un gol en propia meta. De Cristiano, lo cual es menos sorprendente de lo que parece, porque lo suyo este año es un monopolio del gol, generalmente para bien.
Pero no sólo es la capacidad goleadora del equipo, es su clarividencia. Di María anda perdido en su locura. El año pasado le rendía gran provecho en la presión, creando problemas constantes en las zagas contrarias; este año la aplica en querer disparar a meta todos los balones que le llegan, incluso los que recibe en medio campo, que trata de subir hasta donde la portería rival queda en su radio de alcance, no siempre con éxito. El efecto muy positivo de un CR7 más implicado en el juego colectivo, lo que sucede ya desde la temporada pasada, se ha visto neutralizado por un Di María dislocado del tronco del equipo, que es en muchos momentos de los partidos como un miembro que gira sin control alrededor de la articulación. Es en Özil en quien tengo depositadas las máximas esperanzas. Creo que este final de temporada va a dar un salto cualitativo como jugador. En el último europeo le vi demasiado verde aun para ser capaz de llevar la batuta de un equipo durante todo el partido. Esa parecía su misión en la selección alemana, y acababa diluyéndose poco a poco a medida que avanzaba el encuentro. En el Real Madrid las transiciones son más rápidas, se opta por los atajos hacia la portería contraria si se ven expeditos. No hay tanta necesidad de un Özil que toque sin parar, aunque la presencia del jugador, la duración del tiempo en que es evidente su peso en los partidos, se haya incrementado.
Pero la mejora podría verse sin cosa alguna en qué aplicarla. El mejor CR7 desde que viste la zamarra blanca -según la prensa, que yo lo veo igual de extraordinario que siempre-, y el mejor Özil puede que no tuvieran en qué emplear su excelencia, salvo en los entrenamientos. Es como si Marcelo hubiera engordado para ser pavo de Navidad y se viera en el trance de verse quizá relegado como plato principal de la comida. Como si CR7 y Özil trataran de volar y no las tuvieran todas consigo de que fuera haber suficiente longitud en la pista de despegue. El Real Madrid parece estar en el mismo trance que Indiana Jones en una de sus películas, cruza un abismo sobre un puente colgante que se desmorona a su paso. Cada zancada puede ser la última, y tan corto es el margen que le separa de la muerte súbita en lo que deja atrás, que por momentos parece patalear en el aire sin avanzar, como un personaje de dibujos animados, como el Coyote tras fracasar en su último plan con artilugio Marca ACME.
No creo mucho en Indie, pero no nos enfademos con el señor Relaño. Su escrito es producto de ese particular relax que traen las mañanitas de domingo, que convierte la incertidumbre en ensoñación al expurgar todas las opciones tristes de los enigmas que nos plantea el futuro entre semana. ¿Quién se resiste a soñar despierto en una mañana como ésta, en la matinal de ese día que las buenas costumbres reservan para honrar a Dios y al Fútbol? Si fuera madridista, don Alfredo soñaría despierto con un Marcelo con "tipín" de galán de revista musical, de las de antes en los teatros de Gran Vía. Con un Higuaín con más viento a favor soplando en su vasta popa, por mor del entusiasmo en el proyecto. Con un Diego López abanderando el equipo, como buen alférez, a falta de buen capitán, y con @iriaot iluminando con sus sonrisa el rincón madrdista de Twitter. Con un Mou cumpliendo más centenarios, convirtiéndose en doblemente grande del Madrid para no tener que descubrirse ante nadie. Con un Ronaldo, como coronel de los tercios castellanos, desembarcando en donde Alejandro Farnesio no pudo tras pacificar Cataluña con los gestos de la mano. Con un Madrid victorioso en las dos plazas asediadas por las vísperas actuales y sembrando el terror en los bombos de la Champions. Pero, como no lo es, lo hace con un Mou que ya no pone velas blancas a su tarta de aniversarios; defenestrado aunque por encima del club, y el club por debajo de todos, con un Florentino aplastado y enterrado en los cimientos que se hunden en la tierra. Y todo para que puedan escupir sobre su tumba los damnificados del Florentinato, que si hace falta les presta hasta la saliva, igual que le prestara la tinta de sus artículos a Tío Patiñas para favorecer sus destituciones. Sueña despierto el señor Relaño con un Madrid con un presidente que le descuelgue el teléfono, que le diga ¿diga?, y que le diga Diego, Aimar o Neymar cuando le pregunte por fichajes, que le haga todos los deberes periodísticos sin más contraprestación que dejarse caer indolente en la comidas con la prensa en Navidades. Sueña el señor Relaño con una derrota del Madrid ante el Rayo Vallecano que le quite de en medio a quien ahora no traga. Que ya habrá tiempo de convertirlo en mártir si hace falta, en damnificado de quien sea que mañana no le atienda la llamada...
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