140 caracteres
Ni uno más, ese es el límite. Recién llegado a Twitter, con sensación de no estar en tu propia casa, de ser un huesped, la habitación de invitados se te hace angosta, con un techo excesivamente bajo con el que siempre chocan el planteamiento de mínimos de lo que querías decir, sin un lugar despejado donde poder maniobrar con el lenguaje para aparcar las frases y cada palabra en la parcela que le corresponde.
Me insistieron mucho en ello: "Twitter no es para tí. Imposible que te adaptes". Demasiado discurso. Demasiado ampuloso. Demasiado relato. Y lo cierto es que lo creí. Aunque ahora sospecho que las razones de esta advertencia eran otras, evitar mi marcha de otros predios, que me viera absorbido como tantos otros antes por esta herramienta de comunicación cuya lista completa de utilizades aun están por redactar. Formaba parte de cierta yeguada, exhibida por sus dueños con orgullo, cuyos purasangres no se querían compartir con otras ganaderías. Para ellos solo se puede cabalgar una pista y todo lo demás es traición. Lo he visto no solo en mí. Más aun en otras personas. Forme parte de cierto grupo de trabajo cuyo objetivo era rescatar a otro purasangre que corría en donde no debía, en donde no se le había dado permiso. Se descartaba que lo hiciera por gusto, por propia iniciativa, llegándose inevitablemente a la conclusión de que el supuesto autoexilio debía de obedecer a enfados, carpichos, envidias de algún otro purasangres de algún box contiguo, por el mayor cariño de los amos hacia él, por la mayor popularidad de su trote cantarín, por su mejor forma de redactar con los cascos sobre la arena de la pista. Cuanto ridículo, Dios mío, buscando las malas intenciones en el prójimo.
Algo se les olvidaba a ellos y, lo que es más grave, a mi mismo, cuando pensábamos que la longitud de los mensajes iba a ser un handicap imposible de superar. Y no es otra cosa que en otro tiempo fui poeta. Aun más, a veces me sometía al imperativo de la métrica y la rima. Hoy en día casi ningún poeta lo hace, aunque soy de la firme opinión de que antes de vulnerar las reglas hay que aprender a dominarlas. Cuando el desprecio por las reglas, la omisión de su cumplimiento, procede de la incapacidad de cumplirlas solo demostramos impericia en la tarea emprendida. Bien distinto es silenciarlas porque ya no suponen una cárcel, porque ya no es necesario recorrer su cauce para avanzar en la dirección correcta, y podemos auparnos sobre ellas para llegar más alto. Algo que desconocen quienes no han buscado una palabra que rime con una precedente es que la métrica y la rima favorecen el resultado del poema. Someterte a ellas obliga a descartar las soluciones iniciales, generalmente las más evidentes y de menor alcance, hace ineludible barajar otras, esforzarse por encontrar alternativas. Y es frecuente que al descartar la idea de partida y sopesar otras se acabe escribiendo de otra cosa diferente, con resultados que superan las espectativas. Escribir poemas sin métrica ni rima es menos agobiante sin duda, pero los resultados son más pobres, más planos, mucho menos ambiciosos, al margen de menos hermosos claro está. Encontrar la lógica interna, el ritmo y el discurso apropiados en un poema escrito sin reglas solo está al alcance de verdaderos poetas, de aquellos que merecen tal calificativo, por lo que son y no solo por lo que hacen en un momento determinado.
Algo análogo sucede con los 140 caracteres. Si el mensaje es ambicioso normalmente es escasa la longitud de la pista de despegue. Se queda corta y el discurso no puede remontar el vuelo. Esto obliga a redactar de nuevo, a retocar partes o la totalidad del texto, a suprimir lo menos sustancial, lo menos informativo o efectivo, lo contingente. Lo curioso es que el resultado habitual sea que en vez de mutilar el mensaje este se vea mejorado. No es extraño que haya tantos twit-poetas en el planeta Twitter. El tweet es como un verso que, al unirse a otros que vengan después, puede convertirse en la primera línea de un poema. Este género literario de la red social es más practicado por mujeres que por hombres entre aquellos a quienes sigo. Creo que la explicación reside en que ellas son más valientes a la hora de expresarse y no tanto en una mayor capacidad o sensibilidad. Aunque esto último tampoco habría que descartarlo tan rápidamente. Pero está claro que expresarse requiere de coraje y solo el arrojo nos acerca a las metas buscadas.
El otro factor olvidado es que nadie obliga a decir todo lo que se desea transmitir en un solo tweet. A mi me gusta particularmente las series con una temática común, aunque sospecho que a una mayoría de habitantes del Planeta Twitter les disgustan. Una serie de tweets se compone de elementos que no dejan de tener sentido por separado, pero que son difíciles de aislar. Aunque el conjunto sea de gran calidad suele ser difícil destacar alguno, por lo que las posibilidades de que se hagan acreedores de un RT disminuyen. Las series ganan seguidores a tu causa, aunque no tengan más premio que procurarte lectores de verdad. A veces llega el elogio, pero más a menudo el tedio de tus followers y la recriminación.
He aprendido a no renegar del número de caracteres que se me permiten gastar. Suficientes para decir lo más importante: "Te quiero"; "Discrepo"; "Me gusta lo que haces"; "Grandísimo gilipollas".
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