martes, 26 de abril de 2011
Cine y TV (27) / Invasión a la Tierra - Battle: Los Angeles - Jonathan Liebesman - 2011
Invasión a la Tierra - Battle: Los Angeles - Jonathan Liebesman - 2011
La película es fácil de sintetizar, el resumen cabe en un tweet. Así lo hice ayer, de esta manera: “Independence Day” + “Black Hawk Down” = “Battle: Los Angeles”. En inglés, que queda más molón. A quienes les gustaran ambas películas les gustará “Invasión a la Tierra” que, por cierto, sospecho que es un título mal redactado. ¿No debería ser “Invasión de la Tierra”? Pero tampoco hagamos de asunto tan nimio tema de disputa. Digamos para aclarar, que el film ni es tan infantil como el primero de los sumandos ni tan adulto como el segundo. Es un mero vehículo de entretenimiento, hecho con generosidad de medios, 100 millones de euros es el precio de fábrica, y pienso que bastante logrado.
Ya lo he confesado varias veces, el género de Ciencia Ficción es en el que más bajo sitúo el listón de mis exigencias. Y si está hibridado con el género bélico aun serán menores. Fascinado en su momento con la imagen de los marines espaciales desplegándose en el poblado de mineros de la película Aliens, son muchos los años esperando a que el cine evolucionara técnicamente lo suficiente para que el enemigo de los cuerpos de élite del ejército pudieran ser alienígenes hostiles. Fui acompañado al cine y no puedo esgrimir como coartada a mi amiga. Vimos “Invasión a la Tierra” para satisfacer mi capricho. Como parte del trato la siguiente que veamos será muy probablemente “Thor”, salvo que a Patricia se le antoje ver otra que se estrene de aquí al próximo fin de semana.
La película tiene todos los ingredientes que cabe esperar de una película cuyo argumento se centra en la ejecución de una misión por un pelotón de marines. Exactamente los habituales, por más que sus enemigos sean en este caso seres venidos de outer space. Aunque Patricia se impacientara en los minutos iniciales, exigiendo de inmediato la acción, lo cierto es que el ritmo de la película es trepidante y el montaje evita los rodeos narrativos. El inicio se dedica a tratar de presentarnos con breves pinceladas a los protagonistas. Esfuerzo en buena medida inútil por que el grueso de la acción los vemos enfundados en sus uniformes, con el casco puesto, y el barbuquejo abrochado. A menudo es difícil distinguir quien nos está mostrando la cámara. Si a esto sumamos el uso, y hasta abuso, de la cámara nerviosa, ese diabólico invento de la televisión, concretamente de la serie “Policias de Nueva York”, la que llevara al estrellato a David Caruso, alias Horatio Kane, la confusión entre personajes es muy habitual. La técnica consiste en filmar cámara al hombro, pero no solo despreocupándose los operadores del movimiento de la imagen, sino exagerándolo, realizando encuadres imperfectos, con el fin de dar autenticidad a la escena filmada, darle una textura de documental incluso, procurándonos la sensación de que son nuestros ojos los que filman, variando de posición y punto de vista, siempre imperfecto y que ofrece una imagen sesgado de los objetos o personajes en movimiento. A mi me provoca a veces mareo este truco televisivo trasplantado al cien, y cierta frustración porque no obtengo el mejor punto de vista acerca de nada de lo que sucede ante mi.
Esta solución tiene la ventaja añadida de evitar las imágenes demasiado nítidas, eludiendo mostrar con demasiado detalle, lo que obligaría a un mayor gasto económico, elementos incluidos en un encuadre como, por ejemplo, un soldado venido del espacio, con lo que eso supone de trabajo para el departamento artístico. Curiosamente, o no tanto, las imágenes de escenarios en la películas son inmejorables. A veces sorprendentes y sobrecogedoras. Las vistas aéreas en plena batalla del entorno de Los Ángeles cuando el pelotón es trasladado hacia el frente de batalla, o la imagen nocturna de la ciudad consumida por la destrucción y las llamas son espectaculares. Imagino que los efectos logrados por ordenador sin incluir personajes son más fáciles. No se si más baratos. Pero no cabe duda que se convierten en iconos del film, imágenes a incluir en los poster de promoción.
Una vez presentados los personajes la historia se mueve en línea recta y muy aprisa hacia la acción. Entra en juego toda esa jerga militar que tan resultona suena en el cine: “Las 16 Zulú”; “Atención, enemigo a mis 8”; “Echo-Charlie-Tango para base avanzada de operaciones”; “Estableced un perímetro y un puesto de observación”. Si, la misma jerga que la utilizada por los pinguinos de Madagarcar, igual de churruscante, aunque aquí con intención de añadir tensión dramática no la de hacer reir. La situación es la siguiente: aquella misma mañana unas fuerzas de origen desconido, portando armas de las que no se tienen datos, han atacado diversas ciudades de la Costa Oeste de los Estados Unidos. El regimiento del Cuerpo Marines con base en Santa Monica, al que pertenece el pelotón que nos preocupa, es lo único que se interpone entre el ejército alienígena y su victoria inminente. Los soldados son introducidos en helicópteros Chinook y trasladados al teatro de operaciones. Lo siento, la jerga es contagiosa. A nuestro pelotón se le asigna una misión que les obliga a introducirse en una ciudad fantasma llena de elementos hostiles, como ocurría precisamente en “Black Hawk Down”.
Si no nos regodeamos en exceso quejándonos del abuso de los tópicos podremos disfrutar de la película. Si, el sargento del pelotón es un veterano de mil batallas traumado por algunas decisiones corresctas pero sangrientas que hubo de tomar en combate en un pasado reciente. Esta vez ese pasado es Irak cuando en el cine de otras épocas era Vietnam, La Guerra del Golfo o Afganistam. El teniente está recién salido de la academia y, a pesar de su aparente entereza y entusiamo por entrar en acción, se verá superado por los acontecimientos en cuanto se vea probado por la primera situación de tensión extrema. Ya tendrá tiempo de redimirse. De la forma habitual en estas películas, inmolándose por el bien de sus soldados, como ya ocurriera con el primer precedente, el teniente de Aliens, que purga sus pecados llevándose a unos cuantos bichos por delante cuando le toca su hora. Los tópicos, ya digo, pero tan molestos solo si uno se da por aludido o lo que espera es una película con ambiciones dramáticas.
Los críticos se quejan de la puerilidad de los diálogos, y me pregunto si es posible un diálogo literario en mitad de la batalla. En todo caso, los parlamentos de altura en obras de ficción son más bien escasos. El de Enrique V de Shakespeare y pocos más. Pero no veo al sargento Nantz recitando la arenga del rey jorobado previa a la batalla de San Crispín. Le queda más propio esa fórmula de los marines que se enseña en la película: “¿Retroceder?”, a lo que los hombres a su cargo contestan gritando: “Un cuerno”. Recuerdo de una famosa batalla de la Primera Guerra Mundial, se nos informa en un momento del film.
Aaron Eckhart, que encarna al sargento, es el actor relativamente conocido. Y lo es por ser un actor secundario en muchas películas, con algún que otro villano en su curriculum, como Dos Caras en The Dark Night, el que será penúltimo film de Batman dentro de poco. Su trabajo más celebrado quizás sea su protagonista en “Love happens”, comedia romántica con Jennifer Aniston de parteneire, con sus gotitas de drama para hacer llorar entre sonrisa y sonrisa, que vi en un trayecto en AVE a Barcelona y me puso en el umbral de las lágrimas cuando llegó al meollo del problema. Su trabajo en “Invasión a la Tierra” es solvente a mi modo de ver. Da a su personaje el relieve mínimo que requiere, elude pisar de lleno el territoyio del ridículo en las escenas emotivas o cargadas de patriotismo, como cuando hace del niño compungido que acaba de perder a su padre un perfecto marine a escala reducida, y luce bien cuando se quita el casco. Tampoco nos pongamos estupendos, que “En tierra hostil”, película multi escarizada, apenas tenía tres personajes, y la profundidad psicológica de cualquiera de ellos parecería el calado de la piscina para los niños con flotador si se comparase con la de nuestro sargento o cualquiera de los muchachos del pelotón. Buenos chicos todos ellos, lo mejor de la juventud de los EE.UU. Siempre es así en las películas bélicas que nos muestran soldados americanos en primer plano.
El resto de actores son o bien desconocidos o caras reconocibles por actuaciones en series televisivas. Como la aguerrida Michaelle Rodríguez (sargento Elena santos), la policía de "Lost", quizás un poco menos gallarda de lo que suele, porque se hace patente su corta estatura cuando se sitúa cerca de algunos compañeros de reparto. O Michel Peña (Joe Rincón, el padre del futuro marine), al que recuerdo como el integrante hispano del grupo de asalto de "The Shield", aquella magnifica serie de policías corruptos. O Bridget Moynaham (la veterinaria Michel), mujer de longilinea y dulce belleza, habitual en series románticas, como “Seis grados” y que se ganó el cielo con su papel de novia perdedora en Serendipity, aunque algunos la recuerden más por su aparición en “Coyote Ugly”, interpretando a la chica a la que le gusta usar los puños con los hombres de manos demasiado largas. Citar en último lugar a Jim Parrack, el novio candroso de la vampiresa adolescente de la serie True Blood.
En resumen, película entretenida, con buen ritmo narrativo, sin demasiadas pretensiones, y que no se hace larga a pesar de su excesivo metraje. 112 minutos.
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