El Estado de la Nación Madridista
1.- Un atisbo de esperanza que llega desde el lugar más inesperado
Hace unos meses escribí conjuntamente con una gran amiga un artículo que trataba de analizar las posibilidades del Real Madrid de cara al primero de los clásicos de esta temporada, el que se disputó en el Nou Camp. El escrito trajo cola. Fue utilizado por un moderador de cierto foro para saldar cuentas personales pendientes. Pero esa es otra historia. Tras mirar de cerca al Madrid y tratar de contrastarlo con el equipo que lleva siendo el referente desde hace dos años, llegamos a la conclusión, que luego la realidad se encargó de rebatir, de que no solo había posibilidades de una victoria visitante, sino que el equipo blanco partía con cierta ventaja en cuanto al potencial futbolístico. Tras analizar línea por línea a ambos equipos veíamos evidentes mejoras en el Madrid de Mourinho respecto al de Pellegrini, y posibilidades reales para disputar la victoria y obtenerla finalmente en Barcelona. A mi se me podrá discutir la imparcialidad, o reprochar un exceso de fe. Pero, aun partiendo de la neutralidad más exquisita a la hora de abordar el tema, puedo desvelar que a mi amiga le hacia mucho más feliz la idea de una victoria blaugrana que la contraria. Tal vez quiso compensar sus preferencias dándole un plus al equipo que deseaba que perdiera. Es algo humano. Cuando se trata a toda costa de no perder la senda de la imparcialidad se puede conceder el beneficio de la duda a extraños en asuntos en que se niega a nuestros preferidos. Fuera lo que fuese, luego paso lo que pasó, un verdadero varapalo al Madrid y nuestro escrito, a pesar de que sigo considerándolo correcto. Un descalabro que el Madrid aun no ha asimilado del todo, porque todavía en ciertos partidos exhibe una ansiedad, cuando en el primer tramo de la temporada habia sobre todo fe y unas ganas exageradas de ganar por la vía rápida.
Como ya dije en su momento, el descalabro se debió en buena medida al complejo de inferioridad adquirido por el conjunto blanco. Problema que Mourinho señaló a principios de temporada como el primero a resolver en su desempeño como entrenador madridista. Complejo que en el equipo culé propicia un juego exento de miedos y una motivación plena cuando se enfrenta a nosotros. Los mejores partidos del Barcelona estos últimos años suelen ser los que le enfrentan al Real Madrid. Por el contrario, los peores de éste último son los que le disputa a su más encarnizado rival. Siempre ha sido así, la situación anímica de un club repercute directamente en la del otro. Los problemas, los disgustos, las euforias, viajan constantemente en el Puente Aéreo. Nunca permanencen quietos mucho tiempo en uno de los destinos. Lo que a uno le engorda al otro le enflaquece. Estados de ánimo que son como vasos comunicantes. El Madrid comenzó fuerte la temporada y en vísperas del clásico comenzó a tener dudas. El Barcelona exhibió un juego mediocre hasta justo dos partidos antes. Tal ves a un equipo tan superlativo le cueste motivarse. Y está claro que nosotros lo logramos.
Y si ahora el Barcelona se muestra fuerte. Si el Madrid no ha logrado recuperar aun su buen juego del arranque de La Liga. Si los procedentes inmediatos son tan dolorosos, ¿Cómo albergar esperanzas? Pues, gracias al Puente Aéreo, ¿cómo no? Al margen de otros factores menos llamativos, que espero que me de tiempo a tratar, ha sido el nerviosismo exhibido por Guardiola lo que me ha dado aire y ha permitido que de unas bocanadas más que alimenten la esperanza. Es asunto bien sabido que cuando las inseguridades llegan, el talante habitual del entrenador catalán se altera, y entonces el doctor Pep deja que aflore el Mister Hyde que lleva dentro. Guardiola está preocupado, y no es para menos. Mientras la afición y la prensa afin al Barcelona se instala en la euforia desmedida, Guardiola exhibe un gesto hosco, replica con voz queda pero con fiereza a quien le entrevista, menosprecia a quien se le acerca. Pero, este soplo, más que fresco caldeado, de esperanza, ¿tiene justificación? Vamos a intentar averiguarlo.
2.- Un Mourinho en la madurez mediática
Decían ayer en el programa Punto Pelota, y me lo apunté, que Florentino Pérez jamás conversaba con Pellegrini y que este año con el único que lo hace cuando quiere saber del estado del equipo es con Mourinho. Imaginemos que es verdad. En ese caso, ¿sería tan difícil de entender que alguien acostumbrado a tratar con gente relevante, que no ha sentido atracción alguna por un ser de trato tan gris como es el entrenador chileno, pueda sentirse en cambio fascinado por la arrolladora personalidad del portugués? Vale que debería haber arropado más al anterior entrenador. Vale que podría estar cometiendo el desliz de su anterior etapa, que el mismo reconoció, de dar un trato demasiado directo a ciertas personas del vestuario. Pero si hay un factor que une a todos aquellos que tienen mala opinión de Mou como persona es que no lo conocen. Lo habitual, casi la norma, es que los que sí lo adoren o lo veneren, dependiendo que ocurra lo uno o lo otro de si son amigos o ex empleados. A simple vista parece que el modo de pensar de Mourinho, con todas sus aparentes estridencias, ha cuajado en Florentino Pérez, quizás ya en parte convencido de algunos postulados futbolísticos del portugués, de algunas de las conclusiones de su particular visión del Estado de la Nación Madridista.
Decían hace unos días, concretamente José Damián González, que el entrenador portugués ha emprendido una campaña de lavado de imagen, que trata de enjabonarse la cara para mostrar un mejor semplante a la opinión pública. Ciertamente algo ha cambiado en las últimas semanas en el proceder de Mou que, sin renunciar a la crítica o el comentario ácido, suele expresarse en mejores términos, más calmados, siendo habitual los guiños a propios y extraños. En los dos últimos encuentros disputados, de signo bien contrario en cuanto a los resultados, sobresalieron dos detalles del portugués. Tras el partido contra el Gijón bajó al vestuario visitante para darle la enhorabuena al equipo asturiano. La guerra mediática emprendida entre Mourinho y Preciado a lo largo del año, con muchos autoinvitados que olían a carroña y querían llevarse su tajada de los despojos del entrenador portugués, no hacían posible prever un desenlace tan educado y falto de tensión, un anticlímax tan decepcionante. Hay que decir que en los análisis efectuados tras el partido apenas se mencionó lo más sobresaliente del encuentro, el trato exquisito dispensado por el Santiago Bernabeu, por quienes lo pueblan cada miércoles, sábado o domingo, hacia el señor Preciado. Un trato que no se merecía por haber alentado por segundo año consecutivo a sus aficionados a que acudieran al estadio del Molinón como quien va a la guerra. Pero es que el público madridista va al fútbol como quien va a la Opera. Tiene ese defecto. No le motiva especialmente maltratar al rival o al árbitro. Prefiere centrarse en los suyos si se quiere desfogar. Y si algo tiene que decir del contrario suele ser para elogiarlo cuando no hay más remedio. Lejos está de la fiereza de buena parte del resto de aficionados españoles. Público frío y callado, que es como se define ahora la educación y la ausencia de sed de la sangre del prójimo.
Si no hubo sorpresa hasta cierto punto, porque estos gestos son muy habituales en el portugués, también extrañó la palmada de consuelo dada a Crouch cuando llego a la línea de banda del terreno de juego tras ser expulsado en el parido de Champions. Será que los anti-madridistas ven pocos partidos de su segundo equipo, es decir, del rival de turno del equipo merengue, pero lo que es yo estoy aburrido de ver a Mourinho haciendo carantoñas a jugadores de equipos con los que se está enfrentando en ese momento. Pienso que ese cambio de actitud del que hablaba antes estaría centrado más en eliminar parte de la carga de agresividad en sus declaraciones que en improvisar comportamientos elogiables, que siempre los ha tenido. Tal vez el trato con Florentino Pérez haya amansado a la fiera, la más que probable petición de sosiego en su comportamiento del presidente madridista. Reconozco haber dudado en su momento de la llegada del portugués al banquillo madridista. Y la razón no era otra que el pensar que su modo de conducirse estaba a años luz de los requisitos mínimos exigidos por el presidente del Real Madrid. Entiendo que su contratación fue no solo una apuesta personal arriesgada, sino también un intento de analizar la situación y las necesidades del club desde una óptica menos personal, más objetiva.
Me gustaría pensar que este proceder más pausado, más maduro, obedece a una mirada con mayor perpectiva de futuro desde su actual ubicación en el corazón del Madrid. Porque es ahí donde se ha instalado Mourinho. Que obedezca un intento de sentar las bases para una larga estancia. A Elías Israel, según confesó ayer mismo en Punto Pelota, y hay que ver que partido le estoy sacando al programa en este artículo, le sorprende la devoción que el aficionado madrista siente por Mou. ¿Y como no si le ha devuelto la ilusión, el equilibrio, si le ha escuchado denunciar los agravios que desde hace décadas padece el Madrid? No es cuestión de Villaratos, porque el problema parte de más lejos en el pasado, y se manifiestan en hechos menos trascendentes que un arbitraje amañado, pero que también cuentan. El trato dispensado al Madrid es peor que el que se dispensa a ese club que eufemísticamente se denomina siempre como “otros equipos”. Y ese trato discriminatorio ha servido para ayudar a decantar ligas. ¿Es educado denunciar esto? Pues casi seguro que no. Pero al aficionado madridista le sorprende que un recién llegado haya sido quien haya cogido el toro por los cuernos. Por aquí interesa poco el porcentaje de ADN auténtico de las personas. Para mí, por ejemplo, los valores del Madrid los encarnaría Stielike, un tipo que hacía lo que era menester en cada momento, defender, atacar, subir el balón, manejar el equipo o, si no había más remedio, marcar el gol de la victoria. Al aficionado pata negra madridista le da lo mismo si un jugador ha nacido en Brasil, Alemania o en el Barrio de Fuencarral. Hasta ahora era así, porque esa es la forma de ser del madrileño. Esperemos que esta fiebre de canteranos de última hora no nos haga reacios a los que vengan de fuera.
3.- Las dos caras del fútbol
Los dos últimos encuentros disputados vuelven a mostrar lo que en un anterior artículo denominaba las dos caras del fútbol. El partido del sábado contra el Sporting fue un querer y no poder. El del martes ante el Tottenham un poder con creces casi sin querer. Bueno, a lo mejor no tanto. Me sorprende que Preciado haya resultado ser el héroe del encuentro. Bueno, es una frase retórica, ya que no me sorprende en absoluto. La victoria lo viste todo. Es que lo entendería si se hablara de sus jugadores, que salvaron gran cantidad de goles bajo el travesaño en un encomiable esfuerzo colectivo que tuvo más de defensa numantina que de deslumbramiento futbolístico. Preciado se limitó a construir un trisre lienzo de ladrillos ante su portería. Uno de ellos se descolgó de la tapia, tal vez porque llevaba poco cemento, y acabó marcando gol. Seamos sinceros, a pesar de su juego deficiente, en especial en cuanto a empuje en muchos momentos del partido, el Madrid mereció ganar. Se llevó una derrota inmerecida que sabe a despedida de la Liga. Ya estábamos en el andén de la estación, no lo olvidemos, pero quedaban batallas por dirimir.
Especialmente dañados de este encuentre salieron Adebayor y Granero. El togolés no hizo olvidar a los ausentes, Higuain, Benzemá y CR7. Se mostró inoperante durante el partido. Siempre con la doble escolta de los centrales contrarios, penas tuvo ocasiones de gol. Supo luchar los balones que le llegaban de sus compañeros en pases largos, esto es, lo que vulgarmente se conoce como “el pelotazo”. Pero las veces que logró bajar al piso la pelota con ventaja para su equipo no hubo nadie que viniera desde atrás para aprovecharse de su trabajo.
En cuanto a Granero, su desempeño volvió a ser por enésima vez decepcionante. Le sobra calidad (estoy siendo generoso) y le falta capacidad de lucha (aquí no soy para nada cruel). Como comenté en Twitter durante el partido, cuando Di María, por ejemplo, pierde un balón en la frontal del área rival, él es el primero en recular, en presionar a quien le ha arrebatado el esférico. Cuando por el contrario le ocurre a Granero se crea un agujero a sus espaldas, una autopista hacia el infierno que propicia el contraataque del rival y suele traducirse en ocasión de gol. Convengamos que para lograr frutos hay que arriesgar, pero es que rara es la vez que un balón que se le disputa a Granero acabe en posesión del canterano. Le veo jugar y me trasmite sufrimiento. No capto alegría en su juego, confianza, equilibrio. Cuando el balón circula en ataque Granero es un factor de inestabilidad, el eslabón más débil por el que suele romperse la jugada. Tiene un potente disparo, magistral si se quiere, tiremosnos los faroles que hagan falta, pero esa no es precisamente una de las carencias más significativas del equipo merengue.
Si algo me da rabia, además del naufragio liguero, es que otro de los jugadores habitualmente denostado por casi todos, Lass, no recibió premio alguno, siquiera unas palabras de elogio. Vale que no estaba el cuerpo para fiestas, pero su labor le hizo merecedor de mayor reconocimiento por todos. El mejor del partido con creces, de los 22 que lo disputaron.
El partido del martes fue todo lo contrario, una balsa de aceite. El gol madrugó para no hacernos sufrir demasiado y para encumbrar a uno de los derrotados del sábado. Adebayor le puso color al fútbol ejecutando una suerte que casi se había extinguido en el Bernabeu: el gol de cabeza. Solo un precedente que recuerde, así, a bote pronto, esta campaña: un gol de CR7 marcando perfectamente los tres tiempos, tal como los mostraba con su magistral magisterio Santillana. La cantidad de goles de cabeza se triplicó el martes pasado en tan solo 90 minutos. No se si fueron casualidades del deporte o estamos ante un botón de muestra de lo que veremos en el futuro, pero es realmente esperanzador, porque el Madrid este año ha querido reconquistar las bandas y puede que Adebayor le de un sentido a este esfuerzo del equipo técnico a la hora de contratar nuevos jugadores.
Si Adebayos mostró la ruta correcta el árbitro se encargó de empaquetar los enseres y hacer las maletas. Esa segunda amarilla a Crouch me pareció excesiva. Creo que una advertencia habría sido más que suficiente. No me quejo tampoco, porque salí beneficiado de la decisión. En realidad tampoco debo, porque la amonestación es merecida. Más con el precedente pocos minutos antes de una entrada de Adebayor a un rival que ni siquiera fue falta y que se sancionó con amarilla. El listón se puso muy bajo. Eso debería haberlo leido en el encuentro Crouch. También es verdad que a partir de la expulsión el árbitro se desentendió completamente del partido, como si se sintiera abrumado por haber resultado protagonista inesperado. No pararon de ocurrir cosas en el área del Tottenham que no tuvieron refrendo en el marcador. ¿Alguien duda de que el segundo gol del Madrid habría sido de penalti si no se hubiera producido la expulsión? Yo desde luego no.
Durante esta semana se ha intentado comparar la jugada de Crouch con la de van Persie en el Barcelona-Arsenal. No tienen ningún parentesco, por más que algunos crean oler un parecido en las narices o en la forma de mirar los tópicos. El madridismo criticó la expulsión del holandés, que convendremos todos que fue ridícula. Los barcelonistas tomaron nota y ahora efectúan su contraataque. Algunos dicen que debimos estar callados en su momento por aquello de que lo que hoy se critica por serte contrario mañana te favorece. Pero es que estamos hablando de una tarjeta amarilla clara que solo la voluntad de no mediatizar el partido justificaría no enseñarla al jugador, frente a otra en la que ocurre todo lo contrario. Solo las ganas de dar la nota explican que la viera van Persie. Hago dos preguntas:
1.- ¿Cúantos lances vemos similares todas las jornadas? Rarísimo es que acarreen amonestación. Que motive una expulsión es casi la primera vez, e incluyo el “casi” porque ni lo he visto todo ni recuerdo todo lo que he visto.
2.- ¿No es acaso el Nou Camp un lugar en que está justificado que un delantero dude si oye lo que parece un pitido de silbato? Recordemos porqué se sancionó recientemente a Pinto, el portero blaugrana. Actitud en la que hace poco reincidió. El Villarreal, corríjanme si me equivoco, malogró una oportunidad clara de gol en un enfrentamiento con el Barcelona por hacer caso al sonido de un falso silbato. Ah, mira, de ese detalle se ha hablado muy poco. Además, aunque sea falsa, aducir la excusa de que el griterio desde las gradas ha impedido escuchar el pitido, es una justificación demasiado buena como para dar carpetazo a un partido por un simple capricho.
Muchos de los barcelonistas que en su momento defendieron a ultranza la expulsión de van Persie por juzgarla correcta desde el punto de vista del reglamento, toman una vía alternativa para discutir la de Crouch. Este planteamiento es más gozoso que el otro. La tarjeta amarilla tendría sentido para ellos y reforzaría incluso los argumentos a favor de la que vió van Persie. Pero el fallo estaría en Marcelo. Por ahí se rompería el hilo de la frustración. Marcelo habría fingido, por más que se viera en High Definition y a cámara lenta el contanto entre el pie del inglés y el del brasileño. Oiga usted que cuando uno no quiere ver lo evidente no hay luz por potente que sea que lo permita. Tras caer de forma acrobática Marcelo se incorporó a medias y al ver que sacaba un gran rendimiento al lance hizo un gesto de alegría. El chico es expresivo. Tal vez no sea elegante. Pero esa es otra discusión.
En todo caso, el encuentro arrojó lecturas positivas y otras no tanto. El balón llegó con facilidad a la frontal del área del Tottenham gracias al buen hacer de la media, donde una vez más Xabi Alonso se significó. Este jugador cada día me recuerda más a Redondo, artista dotado para el trabajo de obrero, tanto para el futbol espeso que mancha el mono de barro, como para el exquisito que solo se puede considerar como arte. Lo mismo cava trincheras en el medio campo, que se persona para ayudar en el punto débil de la defensa, que suele situarse donde opera Marcelo, que larga un pase de treinta metros de precisión milimétrica. Me encanta cuando veo volar el balón de lado a lado del campo en un paso del tolosarra y su destinatario se queda quieto como un sabueso señalando una presa escondida entre el matorralpor que sabe que el vuelo morirá justo a sus pies. A veces el fútbol emociona y esa es una de esas veces.
Para mi Khedira también cuajó un gran encuentro. Es uno de los más discutidos del equipo. Jugador discreto que parece que no hace nada, de correr trotón, sin punta de velocidad. Siempre ofrece una alternativa de pase al compañero, un apoyo, siempre corre hacia la zona donde la red defensiva es menos tupida y hacen falta efectivos. Cuando ves la jugada que no discurre por sus pies, también le ves a él en segundo plano corriendo hacia algún sitio, sin prisa pero sin perder un instante. CR7 estubo en su tono habitual cuando no está de Dios darle una tarde de gloria. Es decir, pesaroso, ansioso y un poco fallón. Ni una sola de sus faltas se dirigió hacia el rectángulo que delimitan los tres palos. Su tesón no obstante tuvo su premio. Algo parecido ocurrió con Di Maria, que intentó muchas cosas y le salieron pocas. Si bien entre estás últimas un gol para enmarcar que entró como un rayo de Zeus por toda la escuadra. En trayectoria oblicua, y de ahí que le cuadre el calificativo de rayo, además de por su velocidad, que solo permitió daborearlo cuando lo repitieron a cámara lenta.
No, el problema no estuvo en el medio campo, que además nos cedieron los ingleses, primero por gusto y luego por que no tuvieron más remedio tras la expulsión, sino en la falta de imaginación de nuestros delanteros. No obstante, el resultado fue abultado y, como ya dije antes, una victoria lo viste todo, incluso a un rey desnudo, como Preciado. A falta de imaginación bastó con la paciencia para cerrar virtualmente una eliminatoria que engendrará casi seguro otro clásico.
4.- El barcelonismo instalado en la auforia
Si algo contrasta vivamente con el gesto hosco exhibido por Guardiola en los entrenamientos y ante la prensa es el estado de euforia en que vive el barcelonismo, como si estuvieran en el bar tomando unas cañas, en un descanso del trabajo, con el pringado de la oficina que es del Madrid. Un compañero porque con un amigo no se suele ser tan despectivo, se le suele guardar el respeto. Si la cosa ya viene de atrás, que nos lo digan sino a quienes hemos estado en los dos últimos años en los foros de fútbol, en la tanda de improperios más recientes fue el propio Rossel quien abrió la serie. Significativo, porque se trata de un tipo muy respetuoso. Tanto, que muchos barcelonistas recelaban por eso de él. Acostumbrados a los desplantes de Laporta al Madrid, España y lo que se le pusiera por delante, la llegada a la presidencia de alguien atento a la buena educación y comedido en las formas, incluso quien sabe si simpatizante de los españoles como colectivo, se visualizó como un paso atrás, muy en especial en el núcleo duro con ADN auténtico. El asunto en realidad fue balalí, pero los barcelonistas ya habían marcado la pauta de cómo habían de tratarse estos asuntos cuando el entonces presidente del Real Madrid Juan Boluda vaticinó un chorreo al Liverpool en Champions Ligue. Pienso que aquella desafortunadísima expresión fue solo un torpe intento del valenciano por mostrarse campechano y humanamente próximo a los periodistas que le entrevistaban. Confundió entrevista con charla informal entre amigos. Craso error, porque los periodistas deportivos viven de ajusticiar personajes del ámbito en el que se mueven, que no estén entre su lista amigos o clientes, claro está. La última vez que visité el Puerto de Valencia comprobé que la empresa que lleva el nombre de este señor tiene muelle propio en la dársena interior. Imagino por tanto que no se trata de un mindundi o un desharrapado. Pues así es como lo trataron, hastra hacerle renegar de sus ilusiones de ser máximo mandatario blanco. Y tal vez lo mereciese, pero si aquel era el baremo debería haberse respetado al analizar el caso Rosell. Pero ya se sabe que cuando se trata de barcelonistas el pez siempre se escapa vivo de entre las redes, más por voluntad de los pescadores que por astucia de la presa. Vaticinó una manita, en concordancia con lo que se analiza en el siguiente párrafo, y añadió que lo preveía por ser una costumbre. Se trataba de un acto entre amigos en el que casi se le exigía unos cuantos chistes en su discurso. Poco que reprochar si no lloviera sobre mojado y se vislumbrase que en algún momento fuera a escampar.
Si Guardiola ya nos avisó con aquello de “ya se sabe el poder que tiene el Madrid”, Valdés, en otro episodio de esta serie, jugando a ser cómico, ironizó sobre los éxitos del pasado del Real Madrid. No tenía claro si eran en color o en blanco y negro. “¿Y el Madrid, qué, otra vez campeón de Europa?”. Exactamente, una broma de garrulo, además de poco original. No creo que el amigo Carlos tenga un futuro en el mundo del show bisness. Habría que recordarle a Valdés que el Madrid tiene éxitos en las crónicas solo por escrito, el otro blanco sobre negro distinto al que eél alude, aunque las menos. También en televisión sin colorines, el pal color y High Definition en la era de transmisión digital. Y a lo mejor de las que más orgulloso está sea de las del pasado. Porque no se trata de un equipo de un momento, de una moda pasajera. ¿Quién se acuerda del Stade Reims, el entonces equipo dominador en el continente que le disputó la primera Copa de Europa? Valdés es joven y tiene tiempo para aprender. En un futuro a medio plazo oirá a jóvenes faltandole el respeto a sus logros. La juventud es así y demos gracias porque sea una enfermedad que cura el tiempo y la paciencia de los los demás.
Si no eran pocos los deslices, una campaña publicitaria en autobuses exhibió las imágenes de varios jugadores culés mostando sonrientes manitas con sus deditos abiertos. Ayer hablaban de la falta de sensatez en las críticas a la misma porque son varias las manitas logradas por el Barcelona en lo que va de campaña. Tan a sus pies tiene la prensa este equipo que no faltarán periodistas de los equipos derrotados por 5 o más goles que le reirán la gracia a quien dijo esta simpleza. Ellos sabrán, pero si la auforia es poco prudente, chotearse del rival es harto peligroso. Por mucho que le tires cabezas de congéneres desde la grada a ver si tienes suerte y lo descalabras, hay que recordar que un jabalí herido es uno de los rivales menos aconsejables a los que uno puede enfrentarse. Veremos que pasa y si tienen que desdecirse y lamentar el chascarrillo.
La semana se cerró con una prensa barcelonesa en estado de shock, incapaz de hacerse cargo de que la ciudad tendrá que ser anfitriona de una Final Four de baloncesto sin blaugranas pero con merengues. El Mundo Deportivo tardó hora y media en asimilarlo. Imagino a House pidiendo a gritos un carrito de paradas. Lo que es el Sport, no me consta que aun lo haya publicado. Pasadas unas cuantas horas dejé de esperar. Supongo que Casanovas andará en paradero desconocido, con los móviles apagados, incluido el teléfono rojo que le comunica directamente con el staff directivo barcelonista. ¿Se trata del primer sopapo de realidad? Claro que sí, y ojalá solo el primero. Aunque si fuera el único ya quedaría demostrada la falsedad del tópico que equipara ambas prensas deportivas, la de Madrid y la de la Ciudad Condal. Un argumento que le permite a muchos lavarse las manos y evitar el tener que criticar lo propio. Es fácil ver la paja en el ojo ajeno. Más difícil ver al Sport propalando el odio de forma gratuita cuando tenemos interiorizado que ese odio es merecido o al menos tiene una explicación plausible.
5.- La Caja que por fin fue Mágica
Semana intensa para la sección de baloncesto, cuya andadura estos días incide de forma tangencial en los clásicos sucesivos que se avecinan. El jueves disputó el último encuentro del play-off de cuartos de final de la Liga Europea de Baloncesto. Fue un partido agónico, espeso, a veces mineral porque no fluía siquiera. Si el fútbol es un deporte en el que la psicología es un factor importante a tener en cuenta, en el baloncesto a veces lo abarca todo y puede explicarse lo que está ocurriendo exclusivamente en términos de estados de ánimo y comportamientos psicológicos.
El Madrid salió aterrorizado a la cancha, al parquet de la Caja Mágica, con el peso sobre sus espaldas de 15 años de sequía en el torneo más importante del baloncesto FIBA. Miedo a fracasar una vez más a las puertas de la Final Four. El Valencia, por el contrario, supo racionalizar la situación y aprovecharse de la flaqueza del rival, marcando desde el inicio unas diferencias amplias. Tras empezar a enfrentarse a la situación, el Madrid trocó el miedo por un exagerado victimismo centrado en los árbitros y la mala suerte. Las faltas en las entradas a canasta no tenían el premio del 2+1, los aros escupían los lanzamientos. Parecía un complot del destino si se leía en los ojos del quinteto merengue. Había mucho sufrimiento en esas caras. Así transcurrió casi toda la primera parte, hasta que el Madrid se decidió a usar la única arma la que entonces contaba en su arsenal, la épica, el discurso del desorden heroico. Emergió entonces la fugura de Tucker, con una serie de triples seguidos, alguno inverosímil, y que permitió al Madrid llegar al descanso con una desventaja razonable, de solo dos puntos. Hasta ese momento el Valencia había gestionado su ansiedad mucho mejor que el Madrid, que hubo de buscar su punto de apoyo no en el equilibrio en el juego sino en el arrebato suicida. Una carga de caballería alentada desde las gradas, que se convirtió en el sexto hombre.
A la vuelta empezó a notarse que el Valencia comenzaba a aceptar su papel de víctima propiciatoria, a quitarse de en medio ante el avance del teórico favorito en la serie. Un Madrid cada vez más asentado y parecido a un equipo, empezaba a lograr sus primeras ventajas. En el tramo final el choque pareció detenerse, sin nadie capaz de anotar. Pero el equipo local jugaba a favor del reloj. La misma distancia pero cada vez más cerca del desenlace. Un mate rabioso de Fischer dio carpetazo al partido. Tras el pitido local llegó la locura, la revalorización de los logros del pasado. Que el acceso a una Final Four se celebre de esta forma es un indicativo de la merma en el peso específico de la sección de baloncesto del Real Madrid, dentro del club y fuera de él. Aun así esta, victoria rinde gran cantidad de frutos en la cruel guerra psicológica que se mantiene con el Barcelona. Se había producido apenas una semana después de que el Barça hubiera sido descabalgado de la competición, su competición este año al celebrarse la fase final en la Ciudad Condal. Más aun, tras un año en que el chiste recurrente, la puya clavada de forma reiterada, fue la participación que se daba por segura del Barcelona en la Final de la UCL del Bernabeu, se produciía en basquet este sorprendente desenlace. Barcelona va a tener que ser el anfitrión del Madrid en la final que había solicitado para dar colofón a su racha triunfal. Lejos queda ya ese ruego sonriente a E’too para que no se marchara del equipo el año en que era segura una Copa de Europa en la guarida del equipo blanco. Es difícil que la venganza se consume, pero ver a quienes el año pasado le faltaban el respeto al Real Madrid sufrir por tener que ingerir su propia medicina es suficiente premio. La actitud de la prensa afin a Camp Barça supone el enésimo argumento en contra acerca de esa teoría de que las prensas de ambas ciudades son equiparables.
Todavía quedaba un efecto colateral, la influencia de o ocurrido el jueves en el enfrentamiento entre Madrid y Barça de ayer sábado en la Caja Mágica. Sin Navarro, con Ricky Rubio mentalmente ausente, y sus integrantes aun doliendose de la bofetada propinada por el Panatinaikos, parecía una oportunidad inmejorable para que el Madrid pudiera romper la racha de derrotas humillantes de los últimos años. El equipo blanco ha crecido desde que no está Messina. Ha recuperado a Prigioni para el baloncesto de alto nivel. Sus jóvenes cachorros, Tomic, Llul y Mirotic, empiezan a adquirir madurez. Incluso Tucker se ha convertido en un factor positivo cuando antes lo era claramente negativo. No solo había argumentos para el optimismo basados en la desastrosa situación del Madrid.
El Madrid dominó los tres primeros cuartos, en los que fue ahorrando un capitalito de ventajas. 3 puntos en el primer cuarto, y otros 2 cada parcial en el segundo y el tercero. Se llegó a la recta final con una ventaja, si no cómoda si suficiente para optar a la victoria desde planteamientos conservadores. Pero esa ventaja se descapitalizó por mor de la actuación arbitral. Si ya se venían pagando desde el principio, las tasas arbitrales se agravaron en el último cuarto. Hubo necesidad de prórroga, que en realidad tuvo que forzar el Madrid porque se le escapaba el match en el último suspiro. Una canasta de dos puntos en un lanzamiento casi a su pesar de Tomic, al que se vio obligado a pesar de su evidente nerviosismo por estar solo y quedar escasos segundos de encuentro, puso el empate en el luminoso. Después, en la prórroga, el duelo se decantó hacia los locales, con un Suarez certificando su primera gran actuación estelar y Prigioni y Tomic armando un tandem letal en las jugadas finales.
El Madrid lograba así una victoria que lo situaba igualado a puntos con el Barcelona, del que parece haber aprovechado su rebufo para alcanzarlo e intentar adelantarlo en breve. Escribía además un prólogo para los enfrentamientos que vienen en las próximas fechas en el ámbito futbolístico. Quien golpea primero se dice que lo hace por partida doble. Esperemos que sea cierto.
6.- De cara al tsunami
Cuatro clásicos en un mes, si el Shakhtar Donets no lo remedia. Tal vez no sobrevivamos a este tsunami de fútbol de alto voltaje. Si era optimista en la primera vuelta de La Liga y la realidad me demostró que me equivocaba, sería un necio si me obstinase en el error. Creo que el Barcelona es favorito, y mientras no se consiga deshacer el nudo psicológico que nos atenaza, darán casi igual otros factores en apariencia decisivos, como el estado de forma de los equipos, algunos jugadores clave o las ausencias. El Barcelona se siente superior a un Madrid que consiente con este planteamiento y da igual que equipos salgan a jugar, si están ausentes Abidal, Puyol, Mascherano o Adriano.
Si pudieramos obviar este planteamiento inicial tan categórico diría que el Madrid llega mejor que el Barcelona a los 4 partidos, aunque ninguno de los dos está para tirar cohetes. CR7 y Messi han completado un final del mes de marzo y principios del de abril bastante mediocres, si bien creo que la dependencia del Madrid de Ronaldo ha disminuido respecto a la de la anterior campaña, mientras que la del Barcelona de Messi sigue siendo la misma, si es que no ha aumentado. Villa se muestra incluso más inoperante que Ibrahimovic. Messi es de forma abrumadora el primer goleador y pasador de su equipo. No soprendería tampoco en exceso que se produjera el imposible de que desemnpeñase ambos papeles en algún gol que se marcase en el futuro.
El Madrid ha tenido un inicio de año problemático con las lesiones. En pleno proceso de recuperación, ya bastante avanzado, están Di María, Marcelo e Higuain, todos ellos jugadores claves. Una inesperada eclosión de Benzemá justo a la llegada de Adebayor se vio truncada también lesión. Ahora Mourinho cuenta con overbooking para el puesto de delantero referencia, con tres opciones. Ninguna aun a pleno rendimiento, pero en vías de estarlo en poco tiempo: Higuain ya juega y el tiempo avanzará en su dirección a partir de ahora. Adebayor está en pleno proceso de adaptación. Tras un inicio exultante en su andadura en el Madrid, con goles nada más bajar del avión, como quien dice, sufrió un lógico retroceso una vez que el ritmo de pulsaciones se convirtió en normal y se hizo necesario empezar a acoplarse a sus compañeros. El partido de ida contra el Tottenham ha tenido que servir para reforzar su moral y es probable que ello se traduzca en un mejor engarce en el equipo. Benzemá ahora mismo es una incógnita. Su inmensa calidad se vió respaldada en los partidos anteriores a su lesión con un acierto y trascendencia de sus goles que le convirtieron en el jugador más valioso del equipo en varios partidos. Habrá que esperar para saber si la lesión ha truncado esta situación o solo ha sido un paréntesis temporal.
La media sigue carburando como solía, siendo la zona donde más alternativas existen. Con el único lunar a mi juicio de Granero, que sigue sin rendir al nivel que debe exigírsele. La defensa parece haberse recmpuesto tras un par de meses de bajón claro. Carbahlo ha vuelto por sus fueros y Pepe parece estar recuperando su mejor nivel.
Pero, no nos engañemos, no es este el Madrid que deslumbró en los meses de octubre y noviembre. Y si nisiquiera aquel fue capaz de hacer mella al Barcelona en el Nou Camp, ¿Cómo podemos ser optimistas? Yo no lo soy. La única opción es un vuelco en la situación anímica. Urge ganar el partido del Bernabeu, no conformarse con un mal resultado por una supuesta falta de trascendencia en el partido. La tiene, y mucha. El resultado y las sensaciones que trasmita pueden ser determinante en los partidos en que si se jugarán títulos y de cara a próximas campañas. Lo único que me mueve al optimismo es que, al contrario que el año pasado, este Madrid cuenta con bastantes más referencias. Al menos cuatro: CR7, como en tiempos de Pellegrini, además de Di María, Özil y Marcelo, con la lógica e imprescindible aportación de Xabi Alonso, que sería el centro de gravedad del equipo.
Si algo me ha demostrado tantos años de ver fútbol es que los cambios se producen de forma muy rápida, a veces abrupta. Se pueden explicar a posteriori, como las fluctuaciones de la economía, pero es muy difícil vaticinarlos antes de que ocurran. Después de ganar 5 ligas seguidas, la última de forma incontestable y con récord de goles marcados, el Madrid de la Quinta del Buitre y Shuster no optó a la sexta por incomparecencia. El equipo que le sucedió fue el Barcelona de Cruyff, también de andadura muy exitosa y final incluso más espectacular. La llegada de Romario parecía la guinda de un magnífico equipo, y resultó ser la piqueta que logró derribarlo y reducirlo a escombros. Los equipos más que cumplir ciclos siguiendo una curva en forma de campana de Gauss, un día colapsan, siendo frecuente que se diluyan en la nada justo cuando alcanza su cénit. No se si esto es lo que ocurrirá con el actual Barcelona. No lo parece. Si se le adivinan puntos de fractura uno no sabe si es el deseo o una correcta observación y análisis quien los vislumbra. En todo caso, es el Madrid su piedra de toque. Podremos sacar concluiones tras estos 4 encuentros, que reconozco que me provocan más preocupación que entusiamo. Éste ya me lo arrancaron de cuajo al borde del campo de habas.
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