miércoles, 27 de abril de 2011

El fútbol y sus aledaños (21) - El Clan del Oso Cavernario

La final del bien contra el mal
Lluís Mascaró
Diaro Sport - 20.04.2011

La final de hoy no es una final de Copa cualquiera. Es la final de Copa más importante que ha jugado el Barça en toda su historia. Ninguno de los 25 títulos conseguidos hasta ahora por el club blaugrana en los 109 años de competición han tenido tanta trascendencia deportiva y mediática como el que va a tener éste. Porque esta noche hay en juego mucho más que un trofeo. Se dirime la supremacía de un estilo, de un modo de entender el fútbol. Y, especialmente, un modelo de comportamiento dentro y fuera del campo. El Barça debe ganar esta Copa para aumentar su palmarés, para que el proyecto de Guardiola sea todavía más triunfal, para asegurarse el doblete y encaminarse hacia el triplete, para dejar al Madrid en blanco... Pero, sobre todo, para evitar que gane Mourinho, para evitar que gane la crispación, la caverna mediática, la manipulación, la mentira. La final de esta noche es la batalla final entre el bien y el mal. Entre la educación y la mezquindad. Entre el amor y el odio. Por eso, el Barça no nos puede fallar.

Una victoria blaugrana significaría, desde el punto de vista estrictamente deportivo, el triunfo de la excelencia futbolística, representada por jugadores formados en la cantera, con ADN culé, con un modelo basado en el buen trato del balón y la ambición ofensiva. El espectáculo en estado puro. El Barça ha dignificado el fútbol con las aportaciones que Guardiola ha realizado al estilo de Michels, Cruyff o Rijkaard. Pero también con el arte que imponen especialistas de este estilo como Xavi, Iniesta o Messi. La antítesis de lo que representa, en estos momentos, la propuesta que ofrece el Madrid de Mourinho. Los blancos apuestan por un fútbol ruín, defensivo, basado en el patadón a seguir, el choque y las jugadas a balón parado. Un fútbol en el que predomina la fuerza física sobre la técnica. Donde gana el que es más fuerte, más alto y más rápido, no el que es más bueno. Mourinho ha desvirtuado el fútbol hasta convertirlo en una guerra de guerrillas que se inicia en las ruedas de prensa y que no se acaba nunca. Un fútbol que busca la complicidad del entorno para desestabilizar al rival, por lo civil o por lo criminal. Y eso es lo que debe evitar el Barça con su victoria. Una victoria clara, rotunda, indiscutible.

No me quiero ni imaginar lo que significaría un Madrid campeón con Mourinho, Cristiano Ronaldo y las huestes cavernarias cabalgando por Cibeles. Nos intentarían inocular por vía intravenosa la doctrina del `nacional madridismo¿ que ellos defienden con esa vehemencia tan propia de los talibanes. Una doctrina que no rehuye el enfrentamiento y que aboga por la zafiedad y las malas maneras. Que esta doctrina se viera recompensada con una victoria en la final de la Copa sería el peor favor que se le podría hacer al fútbol. Y al sentido común.


Una Copa que vale menos que una Liga
Lluís Mascaró
Diario Sport - 22.04.2011

Las cosas en su sitio. La Copa es, sin duda, el título menos importante de los tres que se disputaban esta temporada Barça y Madrid. Que la haya ganado el equipo de Mourinho no debe servir para convertirla en un trofeo trascendental, como se está queriendo vender desde la caverna mediática. Por lo tanto, que los culés no se dejen engañar por las campañas `nacional madridistas¿ y recuerden que el torneo por excelencia, el que valora realmente la capacidad de un equipo, es la Liga. Y la Liga ya es del Barça. Matemáticamente todavía no podemos celebrarla. Pero cuando la ganemos (que será, por cierto, la tercera consecutiva) hay que hacer fiesta grande. Muy grande. Porque el Barça la habrá conquistado con una solvencia espectacular y practicando el fútbol más bonito que se ha visto nunca. Esta Liga tiene tanto valor que la Copa (aunque a todos los culés nos hubiera gustado ganarla) se queda muy pequeña su lado.

Otra cosa será la Champions. La próxima semana empieza el duelo de semifinales con el Madrid. Dos nuevos clásicos con la final de la Copa de Europa como objetivo. El Barça, fiel a su estilo, deberá mejorar algunas de sus prestaciones (velocidad y remate) para eliminar al equipo de Mourinho y clasificarse para la gran cita continental de Wembley. Lo que ha pasado en la Copa no debe tener (ni tendrá) incidencia en la Champions. Son dos partidos diferentes, con la vuelta en el Camp Nou. Y este factor debe ser decisivo.


El Clan del Oso Cavernario

¿Como abordar este doble escrito? Ya decidirse a elegir un tono cuesta los suyo. Bastaría con una hoja en blanco, sin comentario alguno para dejar que la atención del lector se centrara en los dos artículos. Sería harto elecuento, porque ¿qué es lo que se puede añadir al díptico? Forman parte ya por derecho propio de la historia del disparate periodístico. La maja vestida de trascendencia retórica y la maja desnuda de razones y fair play. La derecha que se troca en izquierda, el blanco en negro, la afirmación sin matices en negación sin resquicio para los peros.

Ya he expuesto antes esta idea, pero creo que el primero de los artículo, el de las vísperas, es un buen ejemplo de la misma, y por eso me parece pertinente repetirme. casi obligado. El Barcelona perdió la final del la Copa porque además de ganar el partido quiso demostrar algo, un teorema, un postulado, una teoría del todo, del bien y el mal nada menos. Y cuando por fin parecía que iba a lograrlo, en la primera media hora de la segunda parte del encuentro, distrajo parte de sus recursos técnicos y físicos que estaba invirtiendo en jugar al fútbol en mejorar su retórica. Los vitores toreros del públicos, los ecos de los artículos periodísticos. Quien sabe si el efecto de las soflamas de Guardiola en el descanso. Se hizo más importante desbordar con caño incluido que simplemente avanzar hacia el objetivo, la portería de Iker Casillas. Un pase más para que se escuche otro olé. Y de la fuerza del torbellino poco a poco se fue convirtiendo en un ejercicio de estilismo huero. Y, lo que es peor, practicado por un equipo agotado después de las festividades.

Está claro, y sino gafas para ver de cerca, que el partido antes de disputarse era para el señor Mascaró el más importante de los disputados por el Barcelona en sus 109 años de historia. Y sin llegar a la exageración en la que cae don Lluis, le concedo su enorme trascendencia, al menos en el tramo de historia que nos toca vivir ahora. ¿Como voy a estar a disgusto con que se exponga la tesis si es la que vengo denunciando que se viene construyendo desde el ámbiro del barcelonismo, por sus teóricos, cronistas y aficionados pata negra? Y siempre que lo hacia causaba irritación en quien charlaba conmigo. Pues he aquí la prueba. El barcelonismo, al menos su núcleo duro con ADN al dente, identifica su club con el bien y al Madrid con el mal. ¿Como no van a arrojar medio contenido de un almacén del Corte Inglés cada vez que la tribu de orcos blancos profana sus territorios sagrados con una victoria o un fichaje? El fútbol que practica el Barça es el bien absoluto y todo lo que queda fuera habita en el territorio del mal. Es la lista de Mascaró, en la que solo hay salvación para los blaugranas con la adecuada genética ideológica.

El ideario se expone en el segundo párrafo sobre todo, nos lo concemos de memoria: la cantera y sus fichajes millonarios de chicos extranjeros, entendiendo por tales los que no pertenecen al pequeño país sojuzgado; el trato del balón, de usted siempre al esférico, y con previa reverencia cuando uno se topa con él en un callejón del campo; el club sin entorno mediática (esta es muy buena), porque decididamente Lluis no existe o debería borrarse una temporada para ahorrarse el ridículo de que le reconozcan sus lectores; el club con historia, porque para los demás todas las temporadas son el año cero, la campaña de la marmota; y, por supuesto, la humildad por bandera, gritada a los 4 vientos con megáfono, hinchando el pecho para destacar entre el tumulto, serigrafiada en las camisetas para que el discurso se reproduzca hasta el infinito como un virus, como Mr. Smith en Matrix Revolutions, pero escrito a mano alzada para fingir que es un discurso improvisado.

Lluis Mascaró no quería ver a las huestes cavernarias, a los Long Raiders, a los forajidos de leyenda cabalgando por la fuente de La Cibeles. Pues ya lo siento. No quería que el nacional madridismo, tan ajeno a su espíritu libertario, viese recompensado su patadón y tente tieso con la victoria. Que parece que es lo que quita y da razones a estos adalides del fútbol, que inflan los pulmones para repetir como loros que ganar no es el objetivo último, que la victoria viene sola si se logra alcanzar la excelencia fubolística, pero que sin embargo no conciben otra forma de probar los méritos. Paradojas andantes, como escritores del Barroco Madrileño. El fulgor de la miseria, la mancha que provoca el esplendor sobre la propia vestimenta. Ojalá fuera solo fútbol, pero con todos sus contenidos, sin Teología de la liberación, sin retórica ni gramática parda. Es lo que ellos proponen para desdecirse en cada línea que escriben. Sacristanes de los de sotana que solo ven infieles, talibanes, en quienes no comulgan con sus ideas rancias y fanáticas.

El señor Mascaró apostó fuerte y alto hubiera sido el rédito obtenido si hubiera ganado el embite, su órdago a la grande. Pero Fortuna es diosa caprichosa y una sola pavesa bastó para que ardiera el infierno, para que Mestalla pareciera la guarida del Diablo, el mismisimo Santiago Bernabeu. Y mira tú, aquí viene lo grave, aunque también lo divertido, no quiso ser buen pagador tras perder la apuesta. Causa hilaridad leer que la trascendencia del choque fuera un postulado de la Caverna Mediática, porque el silogismo es claro: el fue quien formuló el postulado, así que a él le toca ser el oso cavernario. Advierte unas líneas más adelante a los culés de que no deberían hacer caso a quienes proclaman estas teorías tan extravagantes. Y estoy de acuerdo, si se leyese menos a Mascaró, al menos si se le hiciese menos caso, todo iría inevitablemente a mejor.

Lo cierto es que estoy de acuerdo con la teoría tras pasar por el quirófano del cirujano plástico, la Copa es el trofeo con menor trascendencia de los tres que se disputan a lo largo del año. Tampoco mintamos, la final es junto a la de la Champios el más hermoso de la temporada. Pero es el señor Mascaró quien lo ha revalorizado el logro hasta alcanzar valor incalculable a los ojos de los madridistas. Porque la Copa ganada el pasado miércoles vale tanto como las logradas por el Barcelona en sus 109 años. Y nos queda como resto a la hora de comparar 2 Intercontinentales, 9 Copas de Europa, 31 Ligas y 17 Copas de España. La suma de lo que acabo de enumerar es la diferencia que hay ahora mismo entre ambos clubs en cuanto a logros. Les aventajamos por 59 títulos siguiendo la doctrina Mascaró. ¿Como me podría caer mal quien repite el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, pero con los trofeos del Museo del Real Madrid? Bendito Mascaró. Que se tome algo a mi cuenta.

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