domingo, 25 de noviembre de 2012

El Fútbol y sus aledaños (41) - Funeral vikingo



Funeral vikingo
Betis 1 - R. Madrid 0

A veces le invade a uno el fatalismo de tal manera, es tal la desesperanza, que ya no puede ver el futuro, todo él hasta donde el deseo de seguir en la brecha alcanza, más que como un largo flash-back cinematográfico. Veo el presente borroso como a través de la calima del desierto. El de ayer estaba casi borrado por una tormenta de arena de tan mala que era la calidad de la imagen en los links con los que veía el partido. Buena parte de él más que vídeo la secuencia del encuentro parecía colección de fotos, de tantas veces que la imagen quedó quieta y muda. Ni siquiera debería comentarlo, no digo ya analizarlo, pero espero que todo sea pronto cenizas de hoguera. La nave del Real Madrid arde como en un funeral vikingo, y solo podemos contemplar las llamas desde la orilla. Impotentes, aunque no en el silencio que tanta gente quisiera.

Beau Geste, la novela de P. C. Wren, lectura obligada para los niños de mi época, aunque fuera en libros  ilustrados, con narraciones aligeradas de letra respecto a las originales, se inicia en la versión cinematográfica de William A. Wellman con un enigma cuya resolución se explica a partir de entonces en un flash-back que acapara casi todo el metraje restante. Un fuerte custodiado por muertos en mitad de la nada del desierto, como ayer un destacamento de fantasmas protegía la meta de Iker. Narrar el partido de anoche es como desentrañar un misterio poco creíble, casi una paradoja: Como es que el Real Madrid dejó escapar la Liga aun estando avisado de la catástrofe. Porque en estas películas siempre se advierte el desastre. Sólo los personajes que las pueblan, sus protagonistas, ignoran lo que les aguarda al final de la curva del tiempo. Un inmenso zafiro fue robado por otro y sin embargo es sobre nosotros sobre quien cae la sospecha. centinelas inmóviles en las almenas de las murallas, un enemigo que se esconde y desaparece cuando no lucha, que hasta se disfraza de amigo para poder frecuentar esta trinchera.

Echo de menos el primer Madrid de Mourinho, ese que salía a morder, que enloquecía de deseo de victoria, que la olisqueaba como un semental el sexo hasta hacerlo embrutecer. Ese Real Madrid que era menos que otros pero que trataba de crecer en la lucha cuerpo a cuerpo, que porfiaba por reducir la distancia con su enemigo para hacerla posible. Echo aun más de menos, creo que es comprensible, el segundo Madrid de Mourinho, capaz de volverse tormenta perfecta en un contraataque, sprinter y corredor de fondo, que dominaba todas las distancias en el estadio. El de este año, ya la tercera versión del entrenador portugués, plantea los partidos desde la calma, desde el control, desde una cordura que es más la monotonía de los días que el acierto de conocer el mundo que nos rodea. Imagino que es difícil abstraerse de lo que todo el mundo coincide en opinar. Vivimos en ese tramo de la Historia del Fútbol reservado para la siesta. El tiqui-taca y todas sus variantes son la primera hora de la tarde del Fútbol, su sobremesa con su cabezada inevitable. Incluso a pesar nuestro, aunque queramos aprovechar ese tiempo para otras cosas. La saciedad de los títulos conseguidos adormila a los héroees. El Real Madrid tal vez ha tratado de poner calma, templanza a su juego, y todo ha derivado en un bostezo que casi siempre es preludio del sueño. Siempre que los partidos se han mantenido en incertidumbre el Real Madrid ha tratado de matar sus ansias de victoria, justo lo que le hacia temible hace dos años y casi invencible hace uno. Si doblo la rodilla ante el Bayern en las semifinales de la Champions fue porque había malgastado todas sus fuerzas para llegar a ese recodo del camino. Ese postrarse de rodillas de Mou sobre el césped aquella noche fue al mismo tiempo un acto de búsqueda de la misericordia divina, de su sentido de la justicia, como de agotamiento por las anteriores etapas de la gesta, ya tan cerca de culminarse.

Este año el Madrid es serenata más que estruendo de batalla, y habrá melómanos que lo agradezcan, pero para quienes sentimos el equipo "[...] son música mejor aquilones, el estrépito y temblor de los cables sacudidos, del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones". Iniciamos la singladura con problemas tanto en ataque como en defensa. La fragilidad de esta última, siempre con bajas, al inicio del curso incluso la más clave de todas, la de Pepe, propició encajar muchos goles, que eran difíciles de remontar dada la baja forma de los delanteros. Pero ayer no fue el caso. Todo se debió a la indolencia, a un ahorro en el esfuerzo mal calculado. Cuesta cambiar la mentalidad en el modo de competir cuando se alternan Liga y Champions. Pero son los equipos verdaderamente grandes los que son capaces de hacerlo. Demos al gran Barça del primer Guardiola su crédito, que supo luchar en múltiples frentes y en todos ellos con enorme acierto. Caminaba el Real Madrid hacia esa misma mentalidad y decidió pararse un momento a recobrar el aliento. Con fatales consecuencias, con los lobos acechando a ambos lados del sendero. Más que lobos perros salvajes.

Si quisiera buscar notas positivas en lo de ayer hablaría de Coentrao, el que veo crecer en los últimos encuentros, ocupar cada vez mayor porcentaje de la franja de terreno que se asigna a un lateral izquierdo. Ya no solo es capaz de sujetar el ataque contrario por su lado sino que se suma a la ofensiva con acierto. Pero esto no deja de ser el chocolate del loro si se compara con lo que gastamos ayer, con el enorme dispendio de esperanza que supuso la derrota. Podría apelar al, una vez más, mal arbitraje, pero cuando es el Real Madrid el perjudicado se dice que son excusas, y hoy me tienen comida la moral en parte. No estuvo ahí la razón de nuestra derrota, aunque bien sabemos que si es el motivo de algunas victorias de otros. Mou fue la única nota auténticamente positiva, con recorrido y calado. Su aplauso a la grada tras acabar el partido fue todo un editorial, con más alcance y verdad que cualquiera de los de Relaño. Sus reproches a los jugadores, bien merecidos, como el dirigido de forma indirecta a las gradas del Bernabeu, que seguramente se lo devolverán a la primera oportunidad que tengan. Su asumir la culpa del mal proceder en la Liga que, como siempre, otros confunden con lo que quieren ver y escuchar. Queda tiempo para analizar lo sucedido con calma. Estamos aun en noviembre cuando los títulos se deciden en marzo, todo lo más en abril o mayo. Solo queda buscar, si es que fuera necesario, que está por ver, un perro para poner a los pies del guerrero, en su funeral de fuego. La prensa es feliz barruntando la caída del gran satán, del cadí del Madrid. El caballero al que se acusó injustamente de robar el gran záfiro del señorío, cuando todos sabemos que el Real es blanco y no azul, nieve pura y no agua salada de mar. Pronto arderá la nave y solo nos urge buscar un perro que poner a los pies de Mou. Yo propongo a Diego Torres o Manolo Lama, pero acepto otras sugerencias. Y bien pudiera ser que todo esto no fuera una historia de Wren sino de Rowlings y todas las heridas recibidas pudieran curarse con una sola lágrima de Fénix. Por de pronto, noto una cierta intención de primavera a través de mi ventana esta mañana.

1 comentario:

  1. ¿Recuerdas, Rokko, "La leyenda del indomable"? Aquella secuencia en la que Luke-Paul Newman desafía una vez más la autoridad del alcaide-Strother Martin, éste pierde la compostura y lo golpea una y otra vez con saña, arrojándolo por un terraplén... después, avergonzado de su propia violencia, se dirige a los presos y les dice "¡Vosotros lo habéis visto! ¡Me ha desafiado! ¡Lo que pasa es que algunos no quieren comprender...!"

    Recordé esa frase esta mañana, cuando vi el editorial de Relaño: "El Madrid se lamenta de eso, que es frecuente, y con razón, pero debe pensar si en cierto modo no contribuye a ello con sus maneras. (...)Se desune por dentro, aumenta los enemigos fuera, empiezan a menudearle los malos resultados. Y lo peor de todo es que no lo quiere reconocer."

    El fútbol no es dado a la justicia poética. Es más bien como la vida real, donde con frecuencia triunfan la mentira, la coacción y la falta de escrúpulos. Pero si en el fútbol existiera justicia poética, Mourinho acabaría su última temporada en el Madrid, esperemos que dentro de mucho tiempo, despidiéndose como Cool Hand Luke: con una sonrisa, y arrojándole a la cara a sus carceleros su propia frase: "Lo que pasa es que algunos no quieren comprender", o en este caso "Y lo peor de todo es que no lo quieren reconocer"

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