miércoles, 7 de noviembre de 2012

El Fútbol y sus aledaños (31) - Emoción y épica - R. Madrid 2 - Borussia Dortmund 2

"Empapado de abejas
en el viento asediado de vacío
vivo como una rama,
y en medio de enemigos sonrientes
mis manos tejen la leyenda,
crean el mundo espléndido,
esa vela tendida".
(Julio Cortázar)


Emoción y épica
(R. Madrid 2 - Borussia Dortmund 2 - Liguilla clasificatoria de la Champions League - 6-11-2012)

Ni siquiera el de ayer es el mejor ejemplo. Lo sería con más motivos el partido contra el Manchester City, en el que el Real Madrid afrontaba su primer test importante para saber si estaba en condiciones de ganar la añorada Décima (Añorada porque no deja de ser un recuerdo del futuro). Aun con la temporada en sus inicios. Cuestionado por propios y extraños tras sus tropiezos en Liga (Que ganar la Supercopa en el arranque del ejercicio es un crédito que solo avala a otros. El trato de los banqueros de la prensa ni es justo ni mucho menos equitativo). Cuando existía fuerte oleaje, casi una galerna. Incluso en la dársena interior del puerto madridista. Oleaje causado también por la agitación de la prensa, que jamás actúa como dique de protección cuando se trata del Real Madrid, y que para agitar sus aguas tiene manos que más que manos parecen hélices de transatlántico. Entonces, quien hasta entonces había sido un Walking Dead, resucitó para la gloria a la que está destinado, se empeñe quien se empeñe, para salvar los muebles primero y consumar la remontada después. No como ayer, en que épica y corazón dieron como rédito tan solo unas tablas.

Mi memoria lo recordó durante años aun más rocambolesco de lo que en realidad fue. El cuarto gol del Real Madrid a otro Borussia, el de Mönchengladbach. El que servía para acceder a unas semifinales de la Copa de la Uefa. Solo la llegada de internet y Youtube me permitió subsanar el error. Era el último de aquellos "Noventa minuti" de los que hablara Juanito. Tan largos y épicos como una ópera de Wagner. En el último suspiro, en la última bocanada de aire. Tras un saque de banda de Camacho, que acercó el balón a la línea de meta, pero solo medio trecho. Valdano prolongó el lanzamiento peinando el balón con la cabeza, y tras un barullo en el área del portero Uli Sude, éste quedo franco delante de Santillana, en posición franca para el remate. El forcejeo con su marcador, pero seguramente también la ansiedad del momento, le hizo tropezar. Pero mientras caía pudo rematar, fusilar al guardameta prácticamente a quemarropa. Lo intentó con una pierna, que apenas rozó la bola. Pero antes de caer en la hierba pudo intentarlo con la otra y rubricar la victoria con todo el Estadio Bernabeu en pie de guerra, eufórico, latiendo como un todo y al mismo compás que los jugadores. Mi memoria agrandó la épica imaginándose el remate desde el suelo, viendo a Santillana arrastrarse por el césped mientras empujaba el balón con el pecho. La emoción que todo lo distorsiona, aunque al mismo tiempo focalice todo el esfuerzo en la única dirección que importa: La victoria.

Ayer, como entonces, como tantas veces, el estilo del Madrid ha sido la emoción, la desmesura y hasta cierto punto la simple locura. Esto es lo que os digo: Si el Madrid va perdiendo en un partido y aun no ha enloquecido, tened esperanza, porque aun le queda una última bala en el tambor de su revolver. Ese es el Real Madrid que conozco. Un Madrid que imagino que se gestó después de acabar ese cuento de hadas que supuso el matrimonio de los merengues de Di Stéfano con el Fútbol. Desde entonces el Madrid vivió en el recuerdo de aquellos tiempos desmesurados, en busca perpetua de su propia sombra fugitiva, como un Peter Pan alocado en casa de Wendy. Supo el Madrid de después de Di Stéfano que con la calidad que tenía, menor que la de entonces, no bastaba para equipararse a si mismo, que hacía falta más, todo eso que no pueden reflejar las estadísticas. Fuerza, locura, emoción. Que el estadio latiera como un solo corazón. Sístole y diástole. El equipo en el campo contrayendo el músculo cardiaco y luego el público, de pie o en tribuna, expandiéndolo para regar de sueños blancos otra tarde de domingo.

Las leyendas no envejecen. Eso se ha pretendido tildando aquellos tiempos como en blanco y negro. Porque lo que más odian nuestros enemigos es nuestra capacidad para renovar ilusiones. "El Real Madrid es otro año más el campeón del verano y de los fichajes", decía un contrincante que tuve en un foro de fútbol hace años. No podía soportar que nuestra ilusión brotara de cepa cada vez que era talada. Incluso después de un 2-6 en el Bernabeu contra el Barça. Es esa ilusión la que nos mantiene perpetuamente jóvenes, lo que nos hace asequible lo imposible. Cuando el balón lanzado por Özil, también en el último suspiro, besó la cepa del poste derecho para alojarse luego en las mallas, sus labios se posaron justo en el mismo lugar que había sido herido por el chut de Callejón en su gol injustamente anulado. Porque los dioses creen que la justicia es sobre todo un juego de simetrías y carambolas trucadas. Santilla jugó aquella final de la Recopa perdida contra el Aberdeen en la que el barro tenía a los jugadores españoles y escoceses más tiempo en el suelo que de pie. Tenía que ser también desde el suelo su momento para la Historia.

Partido de vuelta de la Copa de la Uefa 1985/1986
Real Madrid 4 - Borrusia de Mönchengladbach 0
Cuarto gol de Carlos Santillana

Pero no hay que llevarse a engaño. Emociones aparte, el Borussia Dortmund fue superior al Madrid en buena parte del partido. Físicamente superior. Tácticamente más suelto. Presionaba mejor que el equipo blanco y lanzaba contraataques como cuchillos cada vez que robaba el balón. Ya había sido sometido a prueba varias veces cuando Iker encajó el primer gol. En el alto mando, lo que algunos llaman la sala de calderas, Modric y Alonso se veían constantemente encimados por sus pares, apenas tenían tiempo para pensar soluciones para el ataque, más preocupados por no perder la posesión en el arranque de la jugada. Higuain, aun por debajo de sus posibilidades, era apenas una caricatura de si mismo. Quizás con otros rivales el desfase actual en su puesta a punto no sea tan evidente, pero ayer fue dolorosamente evidente. Nunca pudo con los centrales alemanes y su sustitución fue casi una buena noticia para todos, aunque mediara lesión. Abandonó el campo derrotado, pero vivo para luchar otro día. Le necesitamos para el futuro. Pero ayer el Madrid era un hermoso vestido rasgado por sus costuras, sostenido apenas por dos o tres puntadas, Pepe la principal de ellas, la de hilo más fuerte. Este Madrid añora a Khedira, sin duda, pero también bendice la presencia del central portugués. Arbeloa, en su segundo partido tras salir de su lesión, estaba más para achicar agua que para remar en ataque. Tampoco le ayudo mucho actuar en la banda contraria a la que le es habitual. Esta solución de circunstancias, con los jugadores desordenados de sus posiciones  naturales como un mazo de naipes tras ser barajados, no acaba de funcionar. Ramos baja muchos enteros como lateral derecho y contra esta afirmación casi me atrevo a decir que no hay debate posible. Arbeloa en la banda contraria no deja de ser un parche. Quizá, pero solo quizá, mejor que el de colocar a Essien en esta posición. Solo la buena noticia de la prematura madurez de Varane palía tanto dolor de muelas.

CR7, el de este año, más jugador de equipo que nunca, tiene lógicamente menos presencia en la zona de definición. Aunque su cita con el gol sigue siendo regular, se le hecha en falta como goleador en momentos puntuales. Quiero pensar que los silbidos que escuche tras algunas de sus intervenciones a través del televisor procedían de la hinchada alemana, porque cualquier otra explicación me resultaría ofensiva. Para este jugador, que tanto nos ha dado en tan poco tiempo, y para el Fútbol. Porque ayer volvió a ser uno de los mejores. La cuenta de asistencias de gol siguió incrementándose ayer. Combinó bien tanto con Higuain como con Callejón y su brega fue constante los 94 minutos de partido. No se que más se le puede pedir. Aunque quizá sea ésta una lucha perdida cuando tantos periodistas, incluidos madridistas disfrazados, le escatiman los elogios y quieren reducirlo a leña cuando barruntan su caída.

Essien es otra de las buenas noticias de ayer. Solo jugó la segunda parte. Me preguntaba ayer en Twitter tras el partido de dónde había sacado las fuerzas el Real Madrid para su última carga, cuando la respuesta la tenía a la vista, escrita negro sobre blanco. Michael se multiplico cuando había que defender, y en sus arrancadas en ataque llegó a hacer temblar el estadio. La calidad de este jugador es muy superior a la que están dispuestos a reconocer los chistosos de la prensa deportiva, siempre prestos a ridiculizar a quien sea, sobre todo si es del Madrid. Más aun si es extranjero y no se espera su réplica. "Haré lo que me pida Dady Mou", esas palabras le ganaron la enemiga de la prensa madrileña y el amor de la Yihad Madridista. Ars longa, vita brevis. Su Fútbol acabará por ser reconocido. Tenemos el tiempo a nuestro favor. Como ocurrió con Marcelo, Khedira u Özil, que fueron blanco de la bis cómica periodística. Pero sobre Essien pesa también la maldición del jugador negro. Dicen que la marcha de Makelele fue la auténtica razón del declive del Madrid de Zidane. Para mi una afirmación como poco exagerada. Pero desde entonces se busca afanosamente un jugador que se parezca a lo que la memoria, que ya lo dije antes que es propensa a la distorsión, recuerda de él. De Lassana se dijo que era una versión mejorada de Cloude, y esta si es una afirmación que me cuadra más. Si en un tiempo el central ideal era como el Santo Grial y su búsqueda el primer deber a la hora de confeccionar la plantilla, desde que tenemos a los mejores es la búsqueda de un medio centro defensivo al estilo del Makelele lo que obsesiona al entorno madridista. Y como Essien es negro se le supone voluntad pero no calidad, que encaja en ese perfil. No se si hay algo de racismo en todo esto. El caso es que el jugador de Ghana es mucho mejor jugador que el parisino y el de Kinshasa. Eso creo. Eso espero que me demuestre.

Contenía el aire el público del Bernabeu en espera del saque de falta. Otra vez el último suspiro del encuentro. Se daba por supuesto que iba a ser nuevamente CR7 el lanzador. Algunos hasta sufríamos por ello. No está fino en esta suerte hace tiempo y sus fallos siempre son aprovechados por sus muchos detractores. La sorpresa llegó con el saque de Özil. Sin tomar carrerilla, tan ajustado al palo que costó reconocer su perla como un gol de diamante. Beso la herida provocada en el palo por callejón para sanarla y rubricó otro momento sublime más en la Historia del Madridismo. Nos hizo sentirnos capaces de todo otra vez. No solo a nosotros, también a sus compañeros. Por eso, al ser preguntado Arbeloa, el capitán interino del equipo, sobre la ausencia en el próximo partido de Benzemá e Higuain por lesión contestó: "Si no tenemos ni al perro ni al gato saldremos con el periquito". Con lo que sea y, ojalá, con una dosis parecida de locura y emoción a la de anoche.


Real Madrid 2 - Borrusia de Dortmund 2
Segundo gol de Mesut Özil

1 comentario:

  1. yo también recuerdo aquel gol de Santillana, y cómo jugaba Gunter Netzer!
    estupenda crónica
    saludos blogueros

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