lunes, 12 de noviembre de 2012

El Fútbol y sus aledaños (32) - Valientes por tierra y mar



Valientes por tierra y mar

Bien saben los que escriben, o lo intentan, que la elección del título es esencial en cualquier escrito para que trascienda en la memoria del lector una vez leído. Pero en una crónica de urgencia, mañana lo que diga ahora no tendrá mayor interés para nadie, el título suele ser la primera frase que se escribe. No hay tiempo apenas para reflexionar. Estaba por rescatar el título de la anterior, porque épica y pasión han vuelto a ser los denominadores comunes de la historia que hay que narrar. El sufrimiento del Real Madrid en el que se engendra la victoria es un drama que se repite, como si ese fuera el Fatum o la Moira del equipo blanco, que ya vaticinara en las vísperas la sibila Ballesteros: "El Madrid sabe lo que le espera aquí". Mucha imaginación hacia falta, amigo Sergio, para saberlo, porque ayer ocurrieron cosas que si no fuéramos madridistas ya de largo recorrido seríamos incapaces de creer. Sí, son muchos recuerdos que se han perdido como lágrimas en la lluvia, por más que la cantinela habitual sea que las circunstancias y quienes deciden siempre se favorece a los grandes y se de por supuesto que la lista de los grandes favorecidos la encabeza el Real Madrid. Aunque Marca de alguna forma parecía saber a lo que Ballesteros se refería, debía de estar en el ajo, porque ilustra las palabras del jugador con una foto suya llena de furia en la que lanza el puño cerrado por delante, con el pulgar por fuera, como saben los boxeadores que debe golpearse al adversario. A tenor de lo anterior podría haber titulado esto también como "Profecía autocumplida". Pero al final me he decantado por hacer mano del lema del cuerpo de Infantería de Marina, en el que serví, porque el estadio Ciutat de València ayer parecía en algunos momentos más la Playa de las Arenas, donde rompe el oleaje, que un campo de fútbol. "Valientes por tierra y mar" porque la actitud de todos los madridistas fue ayer irreprochable, casi el desembarco en la Playa de Omaha. Y si bien Alonso nadó más que caminó en su afán defensivo, Di María mediada la segunda mitad de repente pareció como si hubiese adquirido el don de caminar sobre la superficie de las aguas, al ser el único jugador de los 22 que lograba continuidad en la conducción del balón, y era capaz incluso de desbordar a sus marcadores. Para lo cual imagino necesario aun más tesón, o la mediación del Espíritu Santo, que quienes decidieron optar por aportar solo lucha.

El el rato, con vocación de ser eterno, en que el balón lanzado por Alonso en saque de falta trazó una trayectoria parabólica hacia el área chica de Munúa, y que permitiera a Morata dar un desenlace al drama, podría describirse el estilo de juego del Madrid, ese Santo Grial que llevan décadas buscando los Caballeros de la Tabla Redonda de la prensa. Lema que debería grabarse en su escudo de armas: "Jamás intimar con la derrota, nunca darse por vencido mientras el tiempo no expire". No puedo evitar ponerme campanudo cuando evoco ese momento, minuto 83 para ser exactos, ese vuelo curvo, que primero rehuir la portería y luego pareció buscarla, para que Morata pudiera rematar el balón cuando ya iba decididamente a su encuentro. Picado, abajo, esquinando el contacto para despistar al portero del Levante y hacer inútil su reacción. Gol de veterano en campañas, que solo se dio cuenta de la trascendencia del momento una vez hecho el milagro. Porque ¿cuantos de quienes veíamos el partido no vimos la Liga casi perdida cuando se produjo el empate del Levante? Pasión y épica, allí donde siempre hay juventud, a pesar de los 110 años transcurridos desde que la leyenda comenzara. Ahora casi me arrepiento de no haberme autoplagiado. ¿Estoy a tiempo de cambiar el título? Venga, lo dejo. Vamos al lío.

El partido traía desde sus prologómenos la carga emocional habitual de todos los que disputa el Real Madrid. No, no es Mourinho quien nubla los cielos. Más bien el buen desenladrillador del que habla el travalenguas. Porque Guardiola parecía haber puesto mucho cemento para poder levantar la tapia que nos ocultaba el horizonte. Mou la viene derribando desde hace dos años y los periodistas se afanan por reunir los cascotes por ver si alguien, aunque sea el capataz de obra que agredió Bielsa es capaz de alzarla de nuevo. Por eso llevábamos a cuestas una semana más con esa mochila insufrible, cargada de ladrillos hasta los topes, que es la polémica acerca del escaso uso de la cantera por parte del entrenador portugués. El último juguete de la prensa, del que esperamos se canse lo antes posible. Aunque sabemos también que lo sustituirá por otro con el que se encapriche a primera vista, o decida utilizar para tener algún estribillo con que sustituir al anterior en su eterna cantinela anti-mourinhista, anti-florentinista y anti-madridista. Esta vez no era la defensa el quebradero del entrenador, que por primera vez en mucho tiempo contaba con los nombres que todos deseamos y con el orden de distribución sobre el césped que impone la lógica. Arbeloa en su banda, Ramos y Pepe en el centro y en la otra banda al fin un lateral  izquierdo, un voluntarioso Coentrao. Me niego a decidir si jugó bien o mal. Hizo su trabajo. El que se podía. Los problemas estaban esta vez en la delantera. Sin gato ni perro, Mou se había decidido por jugar de inicio con el periquito, escorado a la banda derecha en teoría, aunque luego se moviera por toda la franja de ataque con total libertad, como es habitual en él, y frecuentara los mismos charcos sobre el césped que ayer frecuentaran todos. CR7 salía de delantero centro. Un puesto que le fija a un lugar concreto del campo y que le resta por ello libertad, a cambio de un supuesto protagonismo que en todo caso suele tener siempre.

No habían pasado ni tres minutos cuando la profecía de Ballesteros adquirió significado, se hizo inteligible, como las profecías de las sibilas que solo los hechos explican. Navarro agrede a CR7 usando el codo como ariete, tomando incluso impulso con un salto para acrecentar el daño, y el hueso cúbito del jugador levantinista percute en la cara del portugués a la altura del arco ciliar izquierdo, siendo evidente en las repeticiones a cámara lenta como su cuello se vence para atrás por la rudeza del golpe. Navarro llega a intentar golpear también con las rodillas en el pecho de Ronaldo, para lo cual encoge las piernas en un gesto pleno de avaricia por hacer sangre. Una agresión en toda regla, por más que, para vergüenza de todos, tres cuartas partes de la prensa escrita, a través de sus comentarios en Twitter, y de la radiofónica trataran de poner paños calientes, no se si añadir incluso que ahogando alguna risita de satisfacción. CR7 necesitó de bastantes minutos de cuidados en la banda para que se pudiera parar la hemorragia. Minutos en que el Real Madrid jugó con uno menos y el Levante con uno más, ya que aunque se viera que la agresión a CR7 no era un hecho fortuito aislado sino una tónica, Muñiz Fernandez decidió desentenderse cobardemente de los hechos. Tampoco vamos a exigirle más que a los periodistas, que suelen minimizarlos cuando el perjudicado es el Real Madrid, y magnificarlos cuando lo es su contrincante.

Sin campo de juego y sin ley, como un duelo en un poblado del Far West con las calles sin pavimentar. Agua en vez de barro, pero la misma sensación de que la ley debía dictarla y aplicarla cada uno por sí mismo. Balón que va, balón que viene, buscando una y otra portería para quedarse siempre a medio camino, anclado en un charco. Essien que se empeñaba en entrar en área contraria por la frontal, a base de fuerza, pero aun no había llegado el amanecer Zulú. Di María tratando de transmitir su locura, su pasión por el juego de ataque a la pelota, pero ésta solo quería quedarse a vivir en alguna de las innumerables lagunas. Era el momento de remar, pero es difícil bien hacerlo con los pies. En este pulso insólito entre los dos equipo las fuerzas parecían parejas, salvo en el apartado concreto del uso de la violencia.

En el minuto 21, no mucho después de reingresar en el terreno de juego, CR7 aprovecha un mal despeje propiciado por la lucha de Pepe, controla con el muslo el balón que le llega franco y bombeado, sin oposición, y fusila a quemarropa a Munúa, de bote pronto, dejando la marca de su disparo en el techo de la portería. Y espero que respeten esa marca, porque es Historia, esa que dice Xabi que solo compete a los escribas barcelonistas. Un regalo más de Ronaldo al Fútbol, que no se lo merece por como lo trata. A todos los niveles y desde todos los estamentos. Jugador desprotegido como pocos, objeto de las iras de los públicos rivales, de la crítica permanente de la prensa, del ninguneo de los árbitros, y hasta de la queja a veces de algunos madridistas, que lo mismo debaten sobre si se le debe pitar en el Bernabeu o exigen con cajas destempladas que se le venda al jeque que más dinero pague. Quedará en nuestras retinas la señal de su disparo en el cielo raso de la portería, como quedaran para siempre las muescas de la munición disparada por los guardias civiles de Tejero en el del Congreso de los Diputados. Verle sangrar profusamente primero y poco después encarrilar un partido, entrando a matar como debe hacerlo un torero con temple en el momento de la verdad. No pudo continuar tras el descanso. Y aun le seguían aplicando puntos en su párpado destrozado cuando acabado el partido ballesteros entró a violentar a los madridistas en su propio vestuario.

En la segunda parte, justo cuando más arreciaba el chaparrón sobre la portería de Munúa, tras dos largueros, uno de ellos casi una carambola de billar a 3 bandas tras taconazo de Ramos a escasos 2 metros de la raya de marca, llegó el gol del empate. Un balón que llega haciendo aquaplaning en la frontal del área de Iker alarga su recorrido más de lo esperado, supera a Pepe y es aprovechado por Ángel, que partía en posición de fuera de juego. Poco pudo hacer Casillas, que ayer cuajó quizá su mejor partido de la temporada, con intervenciones de mérito. En plural, porque por primera vez en lo que va de ejercicio fueron más de una y de dos las paradas. Ángel lo bate de vaselina cruzada, que entra mansamente en la portería. A partir de ahí el Real Madrid no se avino con el trato que le ofrecía su fatum. Mou sustituye a Arbeloa por Kaká en el 69 y el partido en vez de decrecer sube significativamente su temperatura. Albiol se escora a la derecha, donde se convierte en un serio inconveniente para el equipo madridista, un agujero en la muralla defensiva. Kaká pone otra losa en la calzada que tal le acabe llevando de regreso a donde estuviera, el palacio del Fútbol. Su primer contacto con el balón se convierte en un pase al hueco a Callejón, en vertical, al estilo de los fueran marca de la casa de don José María Gutiérrez, Guti. Cuando está a punto de entrar en el área el canterano es derridabo por un golpe en su rodilla derecha, tal vez sobre la misma raya del área. El penalti es lanzado por Alonso. He de confesar que esa fue mi petición en Twitter, que lo lanzara él si se veía capaz. Porque es el segundo lanzador oficial y porque creía que de fallar sería el único que sería respetado por todas las banderías madridistas. Y así fue desgraciadamente. Erró al tratar de marcar por el único lugar en que era imposible, por donde estaba el portero. Además de disparo flojo. Si hasta ese momento el trabajo de Alonso había sido de obrero abnegado, a partir de entonces fue de auténtico esclavo en galeras, tratando de expiar su culpa en el banco al ritmo que marcaba el comitre en que se había convertido el reloj. En el minuto 80, en pleno ofensiva Zulú, con Essien cargando por el centro de la delgada línea roja para desbordarla, con Di María caminando al fín sobre las aguas, con Alonso expiando sus culpas en el infierno del del esfuerzo perpetuo, como un Sísifo al pie de la pendiente, Mou dicide echar su última baza sobre la mesa. Morata, que apenas tuvo tiempo para colocarse en el área del Levante antes del saque del jugador vasco para poder rematar de cabeza, abajo, donde duele, y tachar así toda una entrada completa de los escribas blaugranas para empezar a escribir la suya propia en el libro de la Liga. Pasión, emoción, épica, lucha contra el fatum. ¿Se me permite cambiar el título? OK, doy el tema por zanjado.


Rueda de prensa de Mourinho tras el partido

El partido aun tuvo su epílogo tras pitar Muñiz el final del encuentro. Las versiones se contradicen lógicamente. Que hubo trifulca en el túnel de vestuarios es seguro. también que se llegó a las manos, aunque el acta arbitral señala como contendientes en la disputa a dos empleados de ambos clubes. Vaya usted a saber si animados o tratados de sujetar por futbolistas y directivos del Real madrid y el Valencia. Por los técnicos no, porque estos se habían dirigido, los de ambos equipos, al despacho del entrenador local para tener una amigable charla. Poco después ballesteros, que luego lo negara en la zona mixta, irrumpió en la estancia donde estaban curando el ojo a CR7 y acabó agrediendo a Pepe. Dicen que el luso-brasileiro andaba con una toalla liada a la cintura recién salido de la ducha, por lo que no me cuadran mucho las afirmaciones del vicepresidente del Levante que aseguraba que el altercado no había tenido lugar en el vestuario madridista. Quizá porque se sobre entiende que un vestuario nunca debe ser vulnerado por nadie. Menos aun por un jugador del equipo rival. Decía Ballesteros que había entrado donde Ronaldo para interesarse por su salud, lo cual se da de bofetadas con su comportamiento no solo durante el partido sino tras acabarse éste, con media plantilla del Levante haciendo ridículas acusaciones de que se les había robado el partido, que el árbitro les había faltado al respeto. Incluso insinuaciones de que el partido había sido amañado para impedir que el Real Madrid perdiera el tren de Liga recién iniciado el mes de noviembre. Cosas oirás que te llenarán de estupor y espanto, pero en ningún otro ambiente como en el Fútbol.

Después Twitter ardió literalmente con las fogatas encendidas por la Yihad Madridista. Y ya de madrugada la prensa tuvo que lidiar con el funesto toro. Había que tapar el escándalo arbitral, el hecho de que todo el mundo viera, menos ellos, una agresión salvaje sin castigo. También el institucional, porque el partido se debió aplazar al no reunir el terreno de juego las condiciones mínimas para la práctica del Fútbol. Había que oscurecer otra tarde-noche de gloria madridista, desviar los focos hacia otra parte. Y así se ordenó una redada de los sospechosos habituales. Que si Pepe había bailado Samba para celebrar la victoria en la puerta del vestuario del Levante. Que si Mourinho se estaba insolentando con los buenos reporteros en sala de prensa. Que si la abuela de Coentrao fuma. Lo nunca visto y lo tantas veces vivido. El fatum que conlleva ser del Real Madrid. Hoy no se lo cambiaría por el de ningún aficionado a otro equipo, porque ganar contra todo y contra todos sabe mucho mejor que una simple victoria.

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