viernes, 12 de agosto de 2011

Cine y TV (35) / Los amantes del círculo polar - Julio Médem - 1997

Los amantes del círculo polar - Amor nocturno - Alberto Iglesias

Los amantes del círculo polar - Julio Médem - 1997

Cuando decidí ver la película, entre otras razones por que me la recomendaron vivamente dos personas en cuyo criterio confío, hice alguna somera indagación sobre su temática, interpretes y estilo. Tengo en general un profundo desconocimiento del cine español más reciente, y del de Julio Medem en particular. Así que era descabellado formarse ideas preconcebidas de lo que iba a ver. Pero parece ser que la mente humana, al menos la mía, necesita echar mano de los prejuicios, de ideas preconcebidas, para tratar con lo que aun no conoce. El caso que comencé a ver la película con ciertas expectativas, que en las casi dos horas de metraje se vieron en mayor o menor medida defraudadas o rebasadas hasta rebosar mi capacidad de disfrute en momentos muy concretos. Me senté ante la pantalla pensando que iba a ver la historia de dos amantes predestinados que se buscan incesantemente durante toda la narración, hasta quizás encontrarse al final del metraje, cuando en realidad lo que se nos cuenta es justo lo contrario, la historia de dos amantes, que efectivamente están predestinados, pero a los que la vida une desde casi el principio de sus vidas, y que tratan desesperadamente de separarse, por más que nos cuenten otra cosa ellos mismos, incluso con sus propias voces en off para tratar de convencernos que son sinceros.

El film es desde luego una rareza cinematográfica, así que este escrito es necesariamente la crónica de una perplejidad anunciada. Quizá una de las mayores virtudes, al tiempo que debilidad, de la película sea su carácter netamente personal, la impronta acusada de su director, Julio Médem, que lo impregna todo. En el cine español y europeo pesa en exceso en casi todas sus películas la influencia del directos, que se erige casi en el único creador, asumiendo por vocación y por necesidad buena parte de las tareas más esenciales en la construcción de una película. El cine americano es una industria y "fabrica" películas cuya paternidad no siempre está clara del todo, y en la que el productor es pieza fundamental. En Europa ha habido que manejarse con presupuestos mucho menores, lo que supone menos gente participando en la toma de decisiones. Así, por ejemplo, mientras el casting en Hollywood suele ser confeccionado por un equipo específico, por estos lares suele ser el resultado de las manías y caprichos del director. Todo en la vida tiene su lado bueno y su lado malo. El personalismo permite que aflore el genio en su totalidad, sin mutilaciones ni manipulaciones. Pero también es verdad que los genios escasean mucho más de lo que la gente cree, que se nos trata de convencer a menudo que lo son gente mediocre o poco sobresaliente. En todo caso, más gente aportando u opinando reduce los riesgos de cometer fallos en una narración.

Y luego esta aquello de las manías del espectador, que también tiene derecho a  tenerlas. Quizás con los productos de Hollywood uno pueda arriesgarse a ver películas de creadores que detesta o mantiene en cuarentena. No aprecio mucho el cine de Hitchcock, pero se que puedo disfrutar de sus obras a pesar de que tendré ración y media de esos aspectos que más detesto en ellas. Pero en el cine europeo nadie pone freno a los excesos de los padres, y "la criatura" a menudo se convierte en un engendro que aglutina todas sus obsesiones. Quizás con el paso de los años la mesura que algunos adquieren al hacerse respetables. A Almodóvar ya no le divierte ser un chapuzas que improvisa a golpes de ingenio y prefiere planificarlo todo con más calma. Sigue sin gustarme especialmente su cine, con el que solo obtengo encuentros afortunados muy de vez en cuando.

Sin llegar a las cotas de megalomanía de Almodóvar, al que le gusta en las entrevistas y coloquios en los que participa usar de la expresión "mi filmografía", la obra de Julio Medem rezuma también personalismo. Filma historias que el mismo escribe para actores concretos. Y su nivel de exigencia con el espectador es elevado. Para apreciar una de sus obras hay que tratar de acceder a su mundo personal, como condición sine quanon, hay  que abrirse paso y deambular por su universo de ideas. Me ha bastado una sola película para comprobarlo. Avisado estaba, porque algunas de sus obras han sido criticadas de forma muy ácida. Por ejemplo, una de sus últimas dedicada a su hermana que cierto crítico radiofónico aseguraba que era un engendro incomprensible  cercano a la burla. Pero aquí estamos ante la que se supone que es su obra clave. Historia de amor, más lírico que épico, a pesar de que haya aviadores de correos en rutas inusuales a parajes remotos. Pero Otto, el aviador, no pilota aviones para desafiar a la muerte, para arriesgar su vida y demostrar su valor, como hacia Cary Grant en "Solo los ángeles tienen alas", sino literalmente para añadir simetría esférica a su vida, ya cargada de ella empezando por su propio nombre, capicúa, y por que realmente quiere ser cartero, y ser quien lleve a su destinatario los mensajes que el mismo envía o que le atañen. De niño enviará desde el cuarto de baño del colegio decenas de aviones de papel con una pregunta de índole amorosa. Correo aéreo en suma. Lanzará por la ventana aeroplanos fabricados con las hojas de su libreta. A puñados porque aun no tiene plena conciencia de quien es su destinataria. Ya de adulto su vuelo será para transportar un mensaje más personal. El mismo. Mensaje que hará llegar a la misma niña que a la postre resultará la destinataria de su pregunta infantil, ya hecha mujer, que lo espera en una cabaña situada en el borde del Círculo Polar Ártico.

Nada se entiende en esta película si no se acepta que la vida es un misterio. Anna, la amante de Otto, afirma que su vida es una suma de casualidades, de simetrías, que la suerte, entendida como avance inexorable hacia un objetivo predeterminado que aguarda al final del propio relato, es el único motor de avance. Su nombre capicúa le hace creer que su vida estará siempre marcada por la fortuna. No como sinónimo de Destino, sino como un juego de simetrías especulares en el que pasado y futuro son reflejo el uno del otro. Para Otto la vida es más bien una sucesión de acontecimientos que ocurren dentro de un círculo, una cadena de sucesos que a la larga genera repeticiones porque el círculo tiene dimensiones reducidas. Son dos formas de enunciar el mismo teorema: La vida que vivimos ya está pensada de antemano, y que sea feliz depende sobre todo de que la imaginación de la que haya surgido sea la nuestra, porque solo entonces se amoldará en parte a nuestros deseos.

La primera escena crucial de la película nos indica cual es el territorio en el que transcurre la narración. Otto juega al fútbol con sus compañeros en el patio. Uno de ellos chuta demasiado fuerte y la pelota traspasa la verja del colegio. Sale corriendo detrás de ella para intentar agarrarla, pero esta rueda deprisa y sin control. Recorre la calle y se adentra en un parque. De repente, sin saber como, su persecución es tanto de la pelota como de una niña, que huye de él asustada. A eso nos dedicamos muchos, a correr detrás de mujeres que lo único que quieren es perdernos de vista. Solo podrá darles alcance cuando la niña tropiece y la pelota caiga en una zanja. Hay algo más allá de la lógica en la escena, la desmesurada persecución, la aparición súbita de la niña, como si hubiera sido invocada, o hasta inventada, que sugiere ese territorio aludido es el de los sueños. Quizás ahí encaje la Noche Ártica. En el plano más hermoso de la película vemos al sol recorrer el horizonte sin despegarse de él, a dos dedos sobre la línea del ocaso. Anna observa un sol anaranjado mientras sus horas transcurren en un periodo que no ni es noche ni es día, ni realidad ni ensoñación. Otto y Anna son el uno para el otro un destino ineludible y deseado surgido a medias de sus propios sueños.

Si hermosa es la escena en que se conocen, más lo son algunas otras de su tiempo de infancia. La vida les convierte en hermanastros, los sitúa el uno junto al otro, a una distancia cercana a la del roce. Y esa cercanía les permite incluso comunicarse sin palabras. Anna dice tener a Otto dentro de sí. No necesita usar la voz para comunicarse con él, le basta con pensar lo que le quiere decir. Y a veces diríamos, por lo que vemos, que es capaz de escucharla. "Si me escuchas...", le dice Anna a Otto sin despegar los labios un día cuando le ve alejarse hacia la casa de su madre, "... date la vuelta y lánzame un beso". Y él cumple su deseo. Quizás las escenas más logradas de la película son las que oímos los pensamientos de Anna-Niña, encarnada por Sara valiente, en la voz en off de Anna-Mujer, papel interpretado por Najwa Nimri. La seriedad de la primera, su madurez prematura a la hora de exponer lo que piensa, aunque a veces parezcan disparates, expresados con la hermosa voz de la otra son enormemente impactantes. Aunque creíbles. Los parlamentos impropios de una niña adquieren verosimilitud en labios de la mujer. La circunspección de la primera y la dulzura en la voz de la segunda hacen creíble y fascinante esta fusión de tiempos distantes. Es este tiempo de infancia el que mejor gusto deja. Las almas de los niños se hermanan para siempre. Un para siempre en el que caben dudas sobre cuanto supone. No porque haya dudas en cuanto a su constancia a la hora de amar, sino porque hay un tipo de escena simbólica que parece delimitar los tiempos de la narración. Un accidente con un autobús, siempre rojo si no me equivoco, es utilizado para subrayar datos importantes o para marcar los capítulos de la historia. Un accidente con un autobús rojo marca también el final de la historia. Anna es atropellada por el que se diría un vehículo de EMT de Madrid, aunque la escena transcurra supuestamente en Finlandia, y tras ver el avión siniestrado de Otto, semi-enterrado en la nieve, comienzan a aparecer los títulos de crédito.

Las posibles explicaciones son muchas. Ninguna es razonable. Todas se enmarcan dentro del territorio de los sueños. Tal vez ninguno de los dos sobreviviera al accidente con el trineo y lo que vemos hasta completar el metraje, hasta que la historia da una vuelta completa, si usamos la terminología de Otto, son las ensoñaciones de ambos. Eso explicaría algunas cosas. Por ejemplo, porque enloquece la película a partir de que los dos personajes se separan. También porque hay un final doble. El que vemos a través de los ojos de Anna y el que completa la película a través de la mirada de Otto. En todo caso quedarían muchos misterios por aclarar. Por otro lado, las escenas de la edad adulta de ambos personajes no acaban de funcionar, implican una pérdida de la magia lograda sobre todo en la etapa de infancia y, en menor medida en la etapa de adolescencia. Además, ese escenario prodigioso de noche ártica es a mi juicio desaprovechado. La danza del sol es contemplada a solas por Anna. Poco antes la vemos bañarse en el lago que hay frente a la cabaña, y el reflejo en el agua del avión de Otto, que se acerca a su sexo, en una clara referencia a la escena de Átame, de Pedro Almodóvar, con Victoria Abril dentro de una bañera mientras un submarino de juguete se adentra en aguas prohibidas. Otto salta en paracaídas del avión sin otra explicación que la de tratar de dar una simetría a lo que se nos cuenta, y queda enganchado en el arbolado que circunda la casa. Están muy cerca. Tanto que ella intuye el roce de su presencia, como cuando compartían el asiento de atrás del coche del padre de Otto. Pero la película acabará sin que vuelvan a estar juntos, salvo en uno de los finales alternativos. Que podrían ser tres quizá,si consideramos que el inexplicable salto en paracaídas es parte de las ensoñaciones de Anna y que Otto muere en el siniestro aéreo.

En definitiva, son muchas las cosas que no entiendo, muchas las preguntas que me hago. Algunas misterios los considero innecesarios, casi fallos de guión porque apenas aportan nada a la historia que se nos narra. ¿Por qué Anna es capaz de notar la proximidad de Otto en la escena en Finlandia y no en la que transcurre en la Plaza Mayor de Madrid? Tal vez en sucesivos visionados del film logre responder a esta u otras peguntas que me hago. En todo caso si hago una objeción a la película de Médem, a su guión. En tiendo la necesidad de la separación de ambos personajes. Comprendo que añade tensión al relato, pero lo creo en contradicción con el espíritu de los personajes. Nacidos para compartir destinos, unidos por un cordón umbilical que nunca llega a romperse, juntos desde pequeños viviendo una vida al margen de los demás, había no obstante que separarlos para lograr en el espectador la angustia de su mutua búsqueda. Pero el pretexto me parece forzado, pobre, poco convincente. Otto enloquece tras la muerte de su madre y tras una tentativa de cuicidio, decide poner tierra de por medio con todos, incluso con Anna. La escena de la cremación en que enfurece es con mucho una de las menos logradas de la película. Pudiera tener qué reprochar a su padre y a su madrastra, pero no se me ocurre que puede servir de detonante, de pretexto, para que quiera separarse de su alma gemela.

Escuchando el tema del clip incluido en el post, compuesto por Alberto Iglesia, pensé que lo que iba a ver es la historia de dos personajes que se rondan el uno al otro como barcos en la noche o en mitad de la niebla, eso me sugería la música, desde casi el principio Anna y Ottro trazan líneas paralelas con su vida, en la terminología usada por la primera. Pero que se nos narra es la historia del accidente que causa su separación para siempre, entendiendo como tal la voluntad de ambos. ¿Por qué si Anna intuye a Otto mientras contempla la puesta de sol en el Ártico decide subirse al coche de la cartera? Ojalá todos tuviéramos la suerte de que la vida nos juntara desde un inicio con quienes amamos. Ver como ellos malogran esa ventaja no promueve precisamente mis simpatías.



Anna: "Cuando hace frío la mayoría de las cosas van más deprisa, o llegan antes. Me refiero a las casualidades. Me encanta que haga frío. Una tarde de mucho frío leí una pregunta de amor, demasiado bonita para la letra de un niño". Por cierto, ¿cual es esa pregunta que se convierte en tan crucial? No recuerdo haberla llegado a ver en ningún momento de la película. Si alguien la conoce que me la haga saber.

2 comentarios:

  1. Ya te lo dije con Gattaca, soy incapaz de desmenuzar así las películas...solo me rijo a la hora de decir si me encantan o no, por las veces que me emociono durante la película, y el sabor de boca que me deja al final...y esta, de largo, es una de las que mas lo consiguen...pero no se porqué...realmente, con los datos que aportas, se ven la cantidad de incongruencias que tiene, pero es igual...de todas formas Medem, visualmente, consigue tenerme alerta toda la película, y eso me gusta...como me pasó con Caotica Ana...te pondría ahora de tarea que la vieras (pero no te lo tomes al pie de la letra, que te veo :P)...me encantaría que hicieras una crítica de esa película, creo que tiene el peor final de la historia...la vi en el cine,me estaba encantando...hasta el final...no la he querido volver a ver...para no volverme a cabrear :))

    Solo tengo clara una cosa ahora mismo...que tengo ganas de volver a ver a Otto y a Anna...caerá en breve...

    Bss!!! y gracias por la crítica...aunque haya sido negativa ;)

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  2. Estoy más de acuerdo con tu entrada que con el comentario que hace @GirlFromLebanon (hoola!).

    Porque me resultó un coñazo de película, en ningún momento pude conectar ni con la historia ni con los personajes (principalmente porque aborrezco a ambos actores. qué le vamos a hacer, así de visceral soy a veces) y ni me pareció bonito, ni romántico y me tragué esa idea de 'destino' y que todo esté predestinado que nos vende un tío al que, definitivamente, no entiendo cuando hace cine.

    La historia me pareció una rayada monumental, y si no la quité a mitad de paranoia fue porque no la vi sola. De la persona que me acompañaba guardo un excelente recuerdo así que no, no tuvo que ver con él que no me guste nada la película.

    Lo que no recordaba era que me había levantado tanta animadversión, y ahora repasando la 'historia' me he vuelto a dar cuenta.

    Por cierto, ya sé que comentas las pelis que quieres y tú ves, pero estaría bien que nos dejaras proponerte algunas para poder leer tus impresiones. La mayoría de los días pienso en una y me descubro diciendo "se lo tengo que decir, para que nos la analice". Una idea ;)

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