The Usual Suspects - Main Theme - John Ottman
Sospechosos habituales - The Usual Suspects - Bryan Singer - 1995
Empecemos por el final, que reconozco que es lo que más me preocupa y no me acaba de encajar. Y es una lástima, porque la la película es una obra de precisión donde todas las piezas encajan en su lugar, casi se diría que una maqueta a escala, y un elemento suelto es un quebradero de cabeza a poco que uno sea una pizquina obsesivo-compulsivo en lo que respecta a argumentos. Digamos que toda la narración es un cuento. Más bien una mentira. No llega a la categoría de estafa porque contraviene una de las reglas que establecía Henry «Shaw» Gondorff (Paul Newman) en la genial película "El Golpe": El estafado no debe ser consciente nunca de que ha sido víctima de un engaño, por la sencilla razón de que podría tomar represalias. Y, claro, los engaños que más satisfacciones dan a los tahures, los que más elevan su autoestima profesional, son los que realizan a hombre poderosos, que son además generalmente los que poseen cosas que pueden codiciarse. Cosas que pueden tasarse y convertirse fácilmente en dinero. Hombres temibles cuyas represalias se han de evitar, en el momento de efectuarse la estafa y en el futuro.
Keyser Söze lo que codicia es recuperar su anonimato, su aura de personaje mítico, irreal. La mayoría considera su existencia un mero rumor inventado, una fábula para embaucar a incautos. Pocos son los que le conocen en persona, quienes podrían identificarlo, confirmar que lo que dicen que hizo, que lo que dicen que es capaz de hacer, su osadía y crueldad legendarias, no son exageraciones interesadas. Keyser Söze codicia volver a la niebla, adentrarse en la duda de quienes habitan su mundo: delincuentes y policias. Alguien amenaza su deseo, alguien fuera de su alcance al estar protegido por antiguos enemigos. Alguien que está dispuesto a señalarlo, a disipar la niebla o mostrarlo a plena luz del día, confirmando su existencia, sus delitos y delatando su identidad, señalarlo con el dedo. Por eso urde un plan, astuto y alambicado, digno del Diablo, como así mismo se considera: "El mayor logro del Diablo es hacernos creer que no existe". Lo dice en un diálogo como si fuera un fugitivo del Maligno, alguien cobarde e insignificante que lo teme y lo esquiva, cuando en realidad es el mismísimo Lucifer en persona.
Un rumor respecto a un robo, que seguramente su propia gente ha propalado, ya hemos dicho que los rumores son su especialidad, los que sustancian y desmienten su propia existencia, consigue que la policía realice una redada y reúna en los calabozos de una comisaría de Nueva York a cuatro delincuentes muy peligrosos, uno de ellos ex-agente de la Ley y supuestamente reformado, además de un quinto personaje, aparentemente marginal, pero que se apodera de la película, aunque se trate de una obra coral y sin una actuación que desentone. Todo el relato es simplemente la confesión de este personaje, del tullido de Nueva York, como le nombran en repetidas ocasiones, de las fechorías cometidas por la banda formada por esas 5 personas que la policía ha juntado contra su voluntad, pero que envueltos en una misma situación de amenaza, las acusaciones e insinuaciones que han de escuchar en las dependencias de la Policía, ha logrado forjar una alianza entre ellos. Cuando el tullido Roger Kint, apodado con gran acierto como «Verbal», acabe su relato, del que básicamente se nutre la película para alcanzar su metraje definitivo, saldrá de la comisaría haciendo creer al policía que le ha interrogado, un tipo duro como el acero y que se las sabe todas, que si alguna vez existió alguien llamado Kaiser Xosé ahora está muerto sin ningún atisbo de dudas. Y lo logrará de la forma más convincente, haciendo creer al agente Dave Kujan (Chazz Palmintieri) que ha sido el quien ha llegado a esa conclusión, a pesar de la oposición del hombre al que interroga, que no lo quiere creer. Quien haya practicado el engaño alguna vez a alguien a quien teme sabe que no se le ha de convencer, que lo que debe hacerse es tratar de disuadirlo de la que la mentira con la que quieres traficar la ha comprado por propia voluntad aunque tu no querías vendérsela.
Todo ha salido perfecto. Verbal sale de la comisaría liberado de todo cargo y con la posibilidad de volver a adentrarse en la niebla en su identidad como Kaiser Xosé. Sin embargo, un chispazo de luz permite a Kujan descubrir que todo lo que le han contado es mentira. Todos los nombres, lugares, situaciones que Verbal ha ido desgranando en su interminable relato los ha improvisado leyendo en los tablones de notas, recortes de periódicos, fichas y documentos esparcidos por las mesas y paredes del despacho donde ha sido interrogado. Verbal es un narrador, no es una hazaña complicada para él. Entonces surge la duda. Kujan le conoce ahora, sabe quien es y puede identificarlo. La estafa no ha sido completa porque el estafado sabe que ha sido engañado. Es un importante cabo suelto. Me digo para tranquilizarme: "La historia es un continuo corte se cabos sueltos. Uno más no será excesivo problema para solventarlo". Kujan tendría por tanto los días contados. Pero es que Verbal ha participado en una rueda de reconocimiento, ha sido fichado. Se supone que se le ha fotografiado y tomado las huellas dactilares. Así que, ¿para qué ha servido todo?
Pues para que nos entretengamos por espacio de 105 minutos con una obra cinematográfica que tiene mucho de obra teatral, porque lo primordial es el trabajo de los actores, porque se desarrolla sobre todo en ámbitos cerrados durante escenas largas. Salvo en el tiroteo final, hay escasez de exteriores. Casi toda la trama se desarrolla entre cuatro paredes, con los personajes rozándose entre sí, en sentido literal y figurado. Hay dos categorías claramente diferenciadas: delincuentes y agentes de la Ley, algún lobo con piel de cordero, como el abogado Kobayashi (Pete Postlethwaite) y algún elemento a medio camino entre ambas categorías, como Dean Keaton (Gabriel Byrne), ex-policia, caído en desgracia, del que reniegan los suyos y que encuentra cierta camaradería en sus antiguos contrarios. La división en realidad viene impuesta más por la Ley, por quienes la imparten y hace que se cumpla, que por la justicia, porque los métodos abusivos y la corrupción policial, incluso a gran escala, están a la orden del día en la historia que nos cuentan. Kujan no es ni por asomo un personaje positivo. Trata de arrancar información a Verbal haciendo uso de todos los modos que no están en los manuales de buena conducta: el cambalache, el amedrentamiento, la amenaza, la intimidación física a quien se supone que es un tullido y carece de fuerza de carácter.
Todos son personajes moldeados con maza y cincel, porque el material del que están hechos es pura roca. Cuando Todd Hockney (Kevin Pollak) es arrestado al principio de la película, al ver la gran cantidad de policías que han venido a prenderle comenta en tomo irónico y despectivo: "¿Habéis venido suficientes?". Cuando la puerta de la casa de Michael McManus (Stephen Baldwin) cae derribada y los policías irrumpen en su casa, sorprendiéndolo a oscuras, tumbado sobre su colchón, se diría que su primera reacción es tratar de seguir durmiendo, como si no le importase lo que vienen a hacer a su casa. Reacciones y frases de este tipo son frecuentes en la película. Se trata de gente con la que no conviene tener problemas, tanto delincuentes como policías. En realidad son gente con la que no conviene tener tratos de ningún tipo, que habría que evitar incluso cruzársela por la calle. Hay un agente del FBI al que vemos en una secuencia tratar de arrancar información a un paciente de hospital, que agoniza por culpa de las quemaduras graves que ha sufrido. Y mientras habla por teléfono, no sabemos con quien, tratando de transmitir la información que ha sonsacado al balbuciente enfermo, le espeta de forma grosera que se calle porque apenas puede oir a quien con él habla a causa de sus gritos de dolor. No, la línea que separa el bien y el mal no es la misma que separa policías de delincuentes. Ésta última es una mera figura geométrica sin más valor que el de otorgar poder a unos sobre otros. No en balde el primer atraco que perpetra el grupo de sospechosos habituales es contra la propia Policía, a un servicio de "taxis" para traficantes, protección armada con coches patrulla, organizado por agentes de la NYPD. Y eligen ese objetivo por la importancia del botín, ya que se trata de esmeraldas que serán utilizadas para comprar droga, y para vengarse de quienes tienen potestad para sacarlos de la cama en plena madrugada por simple capricho, para cubrir el expediente ante un caso en el que no tienen pistas y para desfogar su frustración torturando a un grupo de pobres diablos.
La escena de la rueda de reconocimiento es realmente fantástica. Cuando a Fred Fenster le toca adelantarse para que sea visto por el testigo al otro lado del espejo tintado, y para leer un breve texto, su interpretación alocada provocará las risas del resto de sospechosos. La risa es un extraño elemento de unión en todos ellos. En un enfrentamiento personal que tiene lugar tras el atraco al coche patrulla, mientras deciden que hacer con el botín, el cruce de palabras entre Fred Fenster y Todd Hockney, encarados el uno al otro, con las caras muy juntas, parece tomar mal cariz. El segundo, que es mucho más bajo y tiene que estirarse para que su mirada quede en una posición no demasiado desventajosa, sin amedrentarse comenta: "¿Quieres bailar?", a lo que todos responden con risas que acaban siendo carcajadas. Cierta camaradería se irá formando entre todos ellos a medida que avanza la película. Trato deferencial entre colegas que no vemos que suceda entre los propios policías y entre éstos y los agentes del FBI. Es difícil que nuestras simpatías no acaben en el bando de los sospechosos habituales.
En este grupo de personajes se inserta Verbal, cuya interpretación le valió el Oscar como actor secundario a Kevin Spacey. Su actuación no solo es difícil al tener que ofrecer otra calidad de personaje distinta a la del resto, con una forma de expresarse y unas entonaciones a veces afectadas. También lo es porque ha de interpretar a un tullido, a alguien que camina con dificulta y tiene problemas en el manejo de su mano izquierda, con todas las secuelas psicológicas que ello previsiblemente supone. Spacey confiere a su personaje una vulnerabilidad y fragilidad totalmente creíbles. En otras películas le hemos visto crecerse físicamente, pero en esta el actor se encoge aun más en su corta estatura y parece empequeñecerse ante los demás. Es el Diablo disfrazado de víctima propiciatoria. El plano final en el que le vemos caminar por la calle, en el que la cámara se centra en el caminar de sus pies, y como estos pasan de avanzar de forma dubitativa, arrastrando el izquierdo de forma notoria, a un proceder seguro, con pasos elásticos y firmes, casi seductores, es uno de los más logrados del film.
He disfrutado mucho viendo la película, en especial de la interpretación y los diálogos. Si tuviera que centrarme en algún personaje lo haría en el de Gabriel Byrne, que es el único que tiene dilemas, que trata de escaparse a la maldad que los envuelve a todos ellos. Tiene más luces y sobras, más matices que el resto. Le vemos pensar y casi osimos sus pensamientos, cargados de remordimientos, anhelos de una vida distinta y dudas. También querría destacar el personaje de Chazz palmintieri, un doberman que protege de los lobos al rebaño de corderos que somos todos nosotros. No quiero mentir, algunos de los golpes de timón del guión me parecen previsibles, como en casi todas las películas de intriga, pero no es ahí donde radica para mi el interés de la película. Prefiero el modo en que me cuentan la historia a la narración en sí, que ya he dicho que tiene para mi puntos oscuros sobre los que no se si arrojarán luz nuevos visionados del film.
Christopher McQuarrie es el guionista del film. Quizás sea este su mejor trabajo. Especializado últimamente en películas de acción, tiene dos a punto de ser estrenados, una en fase de post-producción (Lobezno 2) y la otra en pre-producción (Misión Imposible 4). No me sorprende descubrir en su curriculum ser autor de algunos guiones para la serie Hill Street Blues, lo que le debió servir sin duda para aprender a situar sus tramas en comisarías de policía. De todo se aprende y no se debe desdeñar ninguna lección personal o laboral que recibamos de la vida, porque puede sernos útil en el futuro.
Al igual que para McQuarrie, esta película es el primer trabajo para el cine del director Bryan Singer, que parece haberse encasillado en la misma área de entretenimiento que el guinista, ya que ha firmado las dos primeras entregas de X-Men y el último Superman. En su curriculum destaca sobre manera, al menos para mi, el haber dirigido varios episodios de House, una de las mejores series de TV en activo, y quizás de todos los tiempos. también es responsable de algunos pasajes del ramake de King Kong. Fue el elegido para sustituir a Peter Jackson cuando el director Neozelandés acabó agotado. Sabemos por tanto que sabe desenvolverse en escenarios amplios y en secuencias de acción pura.
Indicar finalmente que John Ottman firma tanto la partitura como el montaje de la película. Este dato llevó a alguien, a quien leí en alguna página de internet, a realizar este inteligente comentario que reproduzco en su totalidad: "[este dato] convierte a este film en uno de los mejores ejemplos de simbiosis entre la música y el ritmo visual". Y es cierto, el montaje es excelente, orquestado, casi sinfónico. El de la secuencia final, por ejemplo, en la que nos explican como Kujan cae en la cuenta de que ha sido engañado, al tiempo que vemos a Verbal/Keyser Söze alejandose ufano de la comisaría, es un verdadero prodigio. El Diablo abre y cierra el telón, y mientras está entre nosotros nos narra la historia. Y cuando la termina hemos averiguado que además de simpático es un excelente contador de historias.
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