Troya, de Walfgang Petersen
"Troya" fue dirigida por Wolfgang Petersen, un realizador alemán de filmografía más bien exigua. Su debut fue muy sonado, con Das Boot (El submarino), película con la que compitió en los Oscar en 6 apartados diferentes, incluyendo los de mejor director y mejor guión, sentando un precedente en cuanto a la posibilidad de que optaran a los premios películas de habla no Inglesa. El planteamiento, por cierto, de este film era el contrario al de Troya, la épica en un espacio reducido y claustrofóbico, frente a la tragedia en un escenario abierto, con gran profundidad de campo en las algunas de sus imágenes, con horizontes que se vuelven borrosos por en por la distancia en lo geográfico, pero que son nítidos en lo moral, pero que al tiempo se vuelve íntimista por la relación que se establece entre los personajes. Es curioso comprobar como en la mayoría de las escenas en que se dirimen temas personales, la trama humana de la historia, no suele haber más de dos personajes, buscando quizás reforzar la claridad de lo que se expone para que sea más contundente, reduciendo posibles implicaciones de terceros o cuartos personajes.
Petersen tiene en su haber dos grandes éxitos ahora más bien olvidados, ambos basados en éxitos literarios dentro de los subgéneros del Fantasy y la Science Fiction: "La historia interminable" (1984), de Michael Ende, y "Enemigo mío" (1985), de Barry Longyear, respectivamente. La segunda es un cántico a la posibilidad de acercamiento entre seres en apariencia irremisiblemente distantes, dos guerreros de razas procedentes de planetas diferentes, uno de ellos un humano, que se ve abocado a compartir su naufragio en un mundo donde la vida está en perpetuo peligro con un ser de aspecto reptiliano, un draco, al que le han enseñado a odiar y despreciar. La necesidad logrará el acercamiento, y éste el respeto primero y después;la solidaridad, la amistad y cariño. El odio entre civilizaciones distantes es también el motor de la narración en Troya, entre la de los aqueos y los troyanos, separadas por el mar egeo, que más que un puente se convierte en una barrera más a derribar. En este caso por una flota formada por un millar de trirremes que se convierte en una ariete que impacta contra la misma línea de playa de la ciudada conquistar. La escena del desembarco el ejército invasor es novedosa, poderosa en sus imágenes y llena de dinamismo.
De lo hecho más recientemente por Petersen destaca la muy estimable "Estallido" (1995), que permitió a Dustin Hoofman demostrar sus aptitudes para encarnar un héroe de acción a pesar de su aparente fragilidad, de su físico supuestamente insuficiente, al modo en que Alfredo Landa se creció dentro del personaje del investigador Areta para regalarnos una de las películas más formidables de la historia del cine español: "El Crack", de Jose Luis Garci. Petersen dirigió después "Air Force One" (1997), que no debería comentar siquiera, por que el planteamiento de la película, realizada a mayor gloria de Harrison Ford en un intento de enderezar su carrera en evidente declive, en la que el pistolero justiciero es el propio presidente de los EE.UU., me impidió verla con la serenidad debida y me hizo levantarme de la butaca a la mitad del metraje. Tal vez en otro momento venza mis prejuicios, logre verla y encuentre elementos que me permitan apreciarla. Seguramente el director se merece que haga ese esfuerzo.
La penúltima apuesta del director alemán fue esa película tan deprimente e injusta que es "Tormenta Perfecta" (2000), una tragedia de dimensiones homéricas, como La Iliada, que sirve de base argumental a Troya, con unos personajes cuya rectitud y capacidad para afrontar a la adversidad apenas les sirven para demorar la derrota, al igual que le ocurre a Héctor, el hijo de Príamo, que se sabe abocado a la muerte, que es consciente de su inmortalidad y cuya única preocupación es obrar con rectitud y tener tiempo para querer a los suyos.
Tal vez Troya la mejor obra de Petersen, una superproducción hecha con los medios y el lenguaje de Hollywood, pero que, sin embargo, no descuida en absoluto la descripción de los personajes, perfectamente perfilados tdos ellos. Orlando Bloom encarna a Paris, al que se le llena la boca con palabras capaces de resonar en el alma de todos. Como "amor", por que nunca le fue esquivo y siempre se plegó a sus deseos. Como "honor", porque nunca tuvo que defenderlo con su brazo. Cree en el amor como un capricho al que tiene derecho y no le importa que su país debe afrontar las consecuencias. Eric Bana es Héctor, un héroe cinematográfico a la altura del Aticus Finch de "Matar a un ruiseñor". El si que odia la guerra, aunque esta le quiera y le sea fiel, porque la conoce, sabe lo que es presenciar la agonia del adversario al que acabas de herir mortalmente. Así trata de explicarselo a su hermano Paris cuando este le confiesa en el inicio de la travesia de regreso a casa que ha raptado a Helena, la esposa de Melenao, un acto de incosciencia que dará a los griegos una excusa irreprochable para intentar la conquista de Troya, la ciudad inexpugnable.
Brad Pitt es Aquiles, personaje al que a cada minuto de metraje odio con más ganas. Ejemplo de que la victoria no suple a la ética. Nació para la guerra. Guerrero invencible, solo le interesa alcanzar la gloria imperecedera, lograr que su nombre sobreviva al paso de las épocas. Nada le conmueve. Nada le moviliza por dentro. Salvo el reconocimiento de su superioridadpor sus potenciales rivales. Contrasta la estolidez de Pitt en la creación de su personaje, con la capacidad expresiva de bana para moldear el suyo. Al rostro de este último afloran el miedo, cuando ha de enfrentarse a sus contrarios, el amor, cuando está en presencia de su esposa Andrómaca, la ternura, cuando contempla a su hijo. Pitt conforma arquetipos físicos, presencias más que psicologías, y eso parece funcionarle bien en algunas películas, como en "12 Monos", en la que una simple bizquera y una forma atropellada de hablar le permiten realizar su cometido con efectividad y pulcritud, o en "El club de la lucha", donde ese aparente desden por todos y por todo lo que le rodean se convierte en la mejor harramienta para el actor. Pero en Troya apenas adivinamos otra cosa que su rabia y la gelidez del alma del guerrero. Nos hacemos a la idea de que llega a enamorarse de Briseida por unas escenas de sexo más insinuadas que vistas, y por que Rose Byrne compone un personaje adorable, lleno de candor, fragilidad y, al mismo tiempo, conocimiento de la realidad a la que se enfrenta y coraje para luchar contra la adversidad.
Mejor recueltas están las escenas en que eric bana comparte escenario con su esposa, su cuñada Helena o su hermano Paris. Este personaje se convierte en el eje troncal de la narración, el único que intenta evitar los peligros que se ciernen sobre su mundo. Hermosa es la escena en que conversando con su mujer en el lecho conyugal trata de convencerla de que aun existe una posibilidad para esquivar la catástrofe: devolver a Helena a su esposo. Andrómaca le contesta: "¿Acaso crees que Agamenón y Melenao han cruzado el Egeo con sus tropas por una mujer? No descansará hasta onquistar Troya". A lo que Héctor responde con admiración en los ojos: "Mi amor, que gran general hubieras sido", un reconocimiento a la inteligencia de su compañera, a la que ve como una igual no como un trofeo o botín de guerra, como ocurre con los reyes aqueos o Aquiles, o como un exquisito capricho al que no puede resistirse, como le ocurre a Paris con helena. Es a través de la mirada de Héctor de donde llega el perdón a Helena, abrumada por la certeza de que será la causante de la destrucción de quienes la han acogido con los brazos abiertos, sin reservas. Y creo que es justo decir que Diane Kruger está tan hermosa en el papel de Helena que tal vez hasta justifique una guerra.
El momento culminante de la película es el duelo a muerte entre Héctor y Aquiles. El primero sabe que no lo sobrevivirá y prepará a su esposa para el momento en que no esté. Le pasa la responsabilidad del mando de aquellos que sobrevivan a la caida de la ciudad, en ese general eficaz que adivina en su temple y su inteligencia. La ira de Aquiles por la muerte de su amante Patroclo, mero amigo en el guión de la película, para hacerla asequible a todos los paladares, se deja sentir en la forma en que grita el nombre de Hector desde el pie de las murallas de Troya. Se demora en la salida por que ha de ordenar todos sus asuntos. Recibe el amor de su padre Príamo, trata de insuflar temple en su hermano Paris y apura el último trago de ternura de su esposa Andrómaca. Y mientras se desarrolla la lucha ante todos no solo la vemos a través de nuestros ojos, sino también de los de Andrómaca, lo cual considero un acierto, que supongo que alguno le parecerá una apuesta excesiva por lo sentimental. Pero es que lo que vemos es una tragedia, la muerte de un hombre honrado a manos de un bárbaro.
A partir de entonces la historia se mueve por caminos sombríos. Asistimos a la humillación de Príamo ante Áquiles para poder recuperar el cadáver de su hijo, que ha sido arrastrado por el suelo atado al carro del guerrero griego en su regreso al campamento aqueo. También al crecimiento de París como personaje. Y no es el ejemplo de virtud dado por su hermano lo que obra la transformación sino el odio. Constatamos que el amor entre Briseida y Aquiles es solo humo, con origen en las llamas si se quiere, en la pasión y el descosuelo, pero mero artificio que se disipará en el aire. Y mientras la ciudad arde y es saqueada contemplamos la destrucción de una civilización a manos de otra. Pocas satisfacciones para compensarlo: La superviviencia de la estirpe gracias al coraje de Andrómaca, con una aparición fugaz de un personaje que sabemos imprecindible en la epopeya que continua a esta, el joven Eneas, así como la muerte de Aquiles por obra del personaje más cobarde de la narración, que ni siquiera empuña la espada cuando se vuelve guerrero, sino que utiliza el arco que permite la distancia con el agresor, lo que supone un guiño cruel del destino al cruel Aquiles. Y tengo que confesar que mientras el troyano utiliza a griego como un acerico gozo de la escena y le grito a Aquiles: "No te caigas todavía que te cabe otra flecha en el cuerpo".
Luego, para culminar ese momento en que Aquiles es incinerado con las ruinas de Troya como mausoleo, a la vista del ejército victorioso, que nada parecen celebrar, mientras se escuchan esas palabras que mueven hacia la emoción de forma irremisible y que tan acertadas considero para cerrar la narración:
"Si alguna vez contaran mi historia cuenten que camine entre gigantes. Los hombres nacen y se marchitan como el trigo invernal, pero estos nombres nunca morirán. Cuenten que viví en los tiempos de Héctor, domador de caballos. Cuenten que viví en los tiempos de Aquiles".
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