Valor de Ley - True Grit - Joel y Ethan Coen (2010)
Difícil encontrar un personaje más estrambótico y anacrónico que Rooster Cogburn. Un náufrago de su tiempo, que aparentemente se olvidó salvar la dignidad y el decoro cuando recogió lo que le devolvió la marea tras encallar y venirse a pique en su propia vida. Y sin embargo, en el propio metraje de la película vemos a alguien aun más indefenso ante el presente. Es en ese encuentro inesperado en el territorio sin Ley. El viejo Marshall y Mattie Ross, su protegida y al mismo tiempo patrona, esperan en un claro del bosque la aparición de LaBoeuf, el ranger de Texas, que se supone que sigue sus pasos para aprovecharse de la capacidad de rastreo de Rooster. Pero quien aparece es un espectro, en sentido literal y figurado. Es en esa escena quizás caundo el personaje que interpreta Jeff Bridges adquiere mayor sustancia, se vuelve más corporeo, casi sensato. Y ese diminuto milagro se logra, claro está, por contraposición. Una máxima bastante antigua y perversa aconseja que cuando flaquee tu autoestima te compares con los demás. Porque el personaje que irrumpe en el encuedre de la cámara parece llegado de ninguna parte. O tal vez de un pasado del que ya ni siquiera queda memoria. Ataviado con una piel de oso, que en algunos planos hace parecer que quien monta a caballo es un enorme grizzly, irrumpe en el claro, con parsimonia, con la mirada perdida, quien sabe si en ese momento que quedó atrás irremisiblemente, y mantiene una breve charla con los protagonistas de la historia.
Cogburn y este extraño personaje representan dos épocas de ese mítico territorio del western, el momento de los pioneros blancos y el de la llegada de la Ley a los territorios hostiles a ella. El hombre disfrazado de oso habla en representación de todos aquellos que arribaron al territorio cuando la civilización europea parecía lejana e incluso imposible. Cogburn lo hace en nombre de aquellos que la impusieron a tiros. El diálogo es absurdo, porque no puede ser de otra manera. Las posibilidades de diálogo entre épocas diferentes son muy escasas. No hay coincidencia ni de puntos de vista ni de escala de prioridades. Siquiera coincidencia en los temas de los que es posible hablar. Para ambos hace mucho que el tiempo de ser útiles, de tener un propósito, expiró. Y eso aun lo complica más todo. El hombre hechicero quiere saber si al Cheriff le interesa el cadáver que acaba de comprar. Un cadáver que en una escena anterior Rooster y Mattie han descolgado de un árbol que sirvió como improvisado patíbulo. Se le vendieron a un indio que, a su vez, acaba de revenderlo al hombre con la piel de oso. Después de desdentarlo se ha convertido en un trasto inútil y trata de sacarle un último provecho. Algo de dinero y un puñado de piezas dentales. Un tesoro tal vez en la mente desquiciada del hombre. No podemos evaluarlo porque desconocemos la forma de pensar del hechicero. Les pregunta si necesitan los cuidados de un doctor, y ellos declinan la oferta. Ante el hombre-oso, se obra el milagro de que Rooster parezca un hombre prudente.
Creo que toda la trama de la película y, por extensión, de la novela en que se basa, "True Grit", gira entorno a la frontera de la civilización, sobre sus héroes, sobre el paso del tiempo y la llegada del progreso, sobre sus logros y el precio que hay que pagar por alcanzarlos. Si, es cierto, es el mismo tema de otros westerns. Particularmente de "El hombre que mató a Liberty Valance", de John Ford. Aunque cabría citar otros. Dos territorios bien diferenciados, ajenos el uno al otro, son los que sirven de escenario a la narración: el poblado que marca la linde de la civilización, que se impone mediante la horca, y el territorio indio, lugar en el que la reglas las marcan en cada momento quienes lo habitan, aplicando en especial la lógica de las circunstancias. Existen sin embargo puntos de coincidencia. Tanto en uno como en otro la horca es el lenguaje con el que parece expresarse la Ley, ya atesorada en los libros, o improvisada según las contingencias.
El relato se inicia con un ajusticiamiento colectivo en el poblado de frontera en el que los hermanos Coen dejan el sello de su particular humor. Cuatro hombres esperan ser ajusticiados. Se les permite decir unas últimas palabras antes del fatal desenlace. Uno por uno expresan un abanico de emociones: el miedo a la muerte, el desprecio por la Ley que imparte justicia, el postrero intento de convercer a los demás de la propia inocencia. Cuando le llega el turno al cuarto, un indio renegado, el verdugo le pone la capucha en la cabeza al arrancarse a hablar y acciona el mecanismo de la horca, abortando su discurso nada más empezado. Para algunos ni siquiera existe la posibilidad de dialogar con la Ley. Aunque esta no atienda a las razones de nadie, ser escuchado es un rudimento de consuelo. Pero la falta del mismo es uno de los caminos que recorre la historia.
La carga emotiva de la película dentro del contexto de la Historia del Cine es evidente. Creo no equivocarme si afirmo que de ser concedido a Jeff Bridges el Oscar por su interpretación de Rooster, sería la primera vez que dos actores obtienen este premio por un mismo papel. La primera versión de la novela, debida a Henry Hathaway, tiene como principal mérito que permitió a John Wayne lograr el que sería él único Oscar en toda su carrera. Y lo fue por un papel menor. Al menos si se compara con otros que encarnó en el cine, con maestría, a pesar de los tópicos. Suele decirse que Wayne más que un actor era una presencia, que daba siempre el mismo perfil de personaje. Palabras muy habituales cuando trata de ridiculizarse o minusvalorarse la carrera de algunos actores que cometen el pecado de ser populares entre el público. Pero apenas existe parentesco, puntos de coincidencia, en las interpretaciones que El Duque relizara de sus personajes más celebrados. El odio y el resentimiento que alberga en su corazón Ethan en "Centauros del desierto", uno de los momentos culminantes del western cinematográfico, es la antítesis de la nobleza que atesora Tom Donophooon, el protagonista de "El hombre que mató a Liberty Valance". Parece cruel que una carrera tan cuajada de triunfos solo fuese premiada por ese Rooster Cogburn más cercano a la comedia bufa que el Rooster Cogburn de la película de los hermanos Coen. Tal vez urgía buscar una escusa creíble para evitar que se fuera de Hollywood por la puerta de atrás y con las manos vacías. A Wayne le debemos momentos sublimes. Pero no solo por ser asiduo a las películas de algunos de los más grandes directores. A veces su estrella fetiche, como ocurría con Ford. También se los debemos a su talento. Porque para lograr una presencia característica, inconfundible, que restalle en la pantalla, hacen falta no solo un físico y un rostro que perduren en la memoria, fotogenia en definitiva, sino también mucho oficio, talento, naturalidad ante la cámara.
En la película de Hathaway el protagonista es indiscutiblemente el Marshall, que es dibujado con simpatía. Sus defectos personales, sus errores como personaje, se disfrazan de excentricidades, se tapan bajo un manto de pintoresquismo que invita a ser condescendiente. El héroe ha devenido en menos por los achaques de la edad no por sus pecados. El Rooster Cogburn de los Coen es un ser solitario no solo porque se ha vuelto anacrónico, sino también por su incapacidad para relacionarse con quienes aprecia. Después de crear un vínculo emocional imperecedro con Mattie desaparece de su vida. Sin más, sin siquiera concederle una despedida. Consciente de su decadencia, de la pudrición de su alma, acalla la culpa con el alcohol. Y aunque este aspecto es aprovechado por los Coen para una de las escenas más prescindibles del fin, esa en que trata de competir en pericia con el revolver con el ranger, borracho como una cuba, para obtener un momento supuestamente divertido, es claro que el personaje se nos desdibuja como héroe.
Asimismo, hay escaso solape entre la Mattie de Hathaway y la de los Coen. Da cierto miedo pensar que hace tan solo 40 años el que una mujer quisiera tomar las riendas de su vida, tratase de dirigirla a su modo, fuera un motivo de extrañeza o de alarma. En la segunda versión a Dios gracias ya no sorprende. Ni siquiera su juventud. Si quizás el pulso firme con el que se conduce a pesar de sus exiguos 14 años, su capacidad para pensar claro, obrar con tino e imponer su volunbtad a quienes se oponen a sus propósitos. No hay motivos para sonreir con esta nueva Mattie, cuando aquella otra se vendía también como un personaje curioso, fuente inagotable de momentos felices con los que sonreirnos. La niña, la "Hermanita", tozuda pero torpe, atolondrada por la presencia del ranger, de quien se enamora. La Mattie de ahora no establece lazos afectivos a la ligera. Es más propensa a evaluar las capacidades de quienes le rodean que a quererlos. Y si se debate entre seguir al Marshall o al ranger, lo hace por motivos prácticos, buscando la mejor herramienta para alcanzar sus propósitos: capturar y dar castigo al hombre que mató a su padre. Pero todo trance difícil suele establecer uniones entre personas que se escapan de lo práctico. No sabemos lo que la Mattie niña ni la Mattie adulta pensaba de Rooster Cogburn, no se lo oimos decir, pero que remueva Roma con Santiago para llevar sus restos décadas después de haberlo visto por última vez para que sean enterrados en el camposanto que hay junto a su casa es una buena pista, creo yo.
Diversos críticos han señalado el parentesco formal, visual, entre la película "Valor de Ley" y "El hombre que mató a Liberty Valance", con escenas parecidas y emociones fílmicas paralelas. Ambas narran en un largo flashback un suceso del pasado. El presente dramático, el momento en que progresa el relato, se sitúa muy atrás en el tiempo de su narrador. Ambas tratan de la impostura del pasado. De la supuesta inconsistencia de los mitos, de los héroes. De la mentira que los alimenta. Pero ese parentesco va más allá. En la obra de Ford se nos narra la llegada de la Ley al territorio que carece de ella, del sacrificio que hay que hacer para encender esa vela vacilante que se supone que de permitir que la civilización germine y arraigue en el territorio. Luz tenue y vacilante al principio, cuyo escaso alcance enmascara las sombras y nos oculta lo que no debe ser sabido. Tom Doniphoon es el hombre que en realidad mató a Liberty Valance, el último obstáculo para el progreso de la comunidad. Y lo hizo amparado en las sombras y disparándole por la espalda. Luego desaparecerá en esas mismas sombras para permitir que la mentira prospere como hermosa leyenda. El precio que habrá de pagar será alto por hacer lo que conviene, lo ineludible, aunque no pareciese correcto. Una parte de ese precio será consentir que sea otro quien acapare el mérito y se convierta en un héroe necesario.
La historia que se nos narra en "Valor de Ley" retoma la que quedó interrumpida en la película de Ford. Asistimos a la vejez de aquellos hombres que permitieron a tiro limpio que la Ley sobreviviese cuando llegó. Nos informa de sus métodos, a veces contrarios al espíritu de la Ley que se supone protegen. La película de Ford habla de lo que ocurre en el angosto círculo que ilumina la llama de la vela. La de los Coen de lo que ocurre más allá, en el territorio salvaje, donde la nieve impone un manto de silencio sobre lo que hacen los hombres cuando la Ley no los mira. Esa nieve que es un personaje más de la película. Motor visual y emotivo.
Justo cuando la película empieza a pesar por su quizá excesivo metraje, por su parsimonia a ratos, porque parece haberse adentrado en una amargura para la que no parece haber remedio, llegan las que probablemente sean las dos mejores escenas de la película. La segunda sin duda. El la primera asistimos a un duelo épico entre Cogburn y 4 forajidos, con tintes de torneo mediaval. Es aquí cuando nos entran las primeras dudas acerca de si lo habremos juzgado mal. Inmediatamente después llega el momento climácico del fin. Mattie es mordida por una serpiente venenosa y el Marshall se hace cargo de la tarea de salvarla. Después de absorberle parte del veneno tras practicarle un corte en el lugar en que ha sido inoculado, mediante ese método tan socorrido en el cine de absorber y escupir, se hace cargo del único caballo disponible, dejando al ranger solo y a su suerte, a pesar de estar también malherido, pero siendo su necesidad de ser atendido menos urgente. Monta y sale al galope con la niña en su regazo. La carrera es también épica y sorprende a caballo, jinete y pasajera sin desenlace aun cuando cae la noche. Bajo el cielo estrellado el animal sigue trotando, aunque ahora con un respirar pesado. Cogburn no se apiada del animal y lo espolea con fuerza para que avive el paso, para que le de hasta su último aliento. Mattie protesta entre los delirios causados por la fiebre. Negrillo ha sido su montura en toda aquella aventura y le duele asistir a su agonía. Cuando el caballo revienta de cansancio y cae al suelo, Cogburn le da el tiro de gracia sin atender a los sollozos y súplicas de Mattie. Sin mediar palabra la aupa en brazos. echa a correr todo lo aprisa que le permite su físico tan perjudicado por los muchos años de privaciones y los excesos. Los copos de nieve comienzan a caer, pero eso no le detiene. Su paso es vacilante, incluso cómico, pero devora la distancia. Solo cuando alcanza a ver una casa iluminada, la frontera de la civilización, atiende a su cansancio. Cae de rodillas, aparentemente derrotado, apenas unas decenas de metros de la luz y la esperanza. Su respiración se asemeja ahora a la del caballo en sus últimos trancos. Saca su revolver, el mismo con el que protege a la Ley y que ahora le servirá para proteger la vida de Mattie. Un disparo en la noche. Alguien se asoma a la puerta de la casa. y solo en ese momento se deja vencer, relaja su cuerpo y espera dócilmente a ser rescatado. Lo habiamos juzgado mal. Ya lo creo. Un héroe no es aquel que realizá proezas que no están al alcance de otros. Héroe es quien sigue avanzando cuando ha alcanzado el límite de sus capacidades. Aquel que llega más lejos de donde puede.
En la escena final, dominada por la voz en off de una Mattie adulta, con timbres de amargura en sus palabras, sabremos que Rooster permaneció junto al lecho de la niña mientras su superviviencia estuvo en duda, pero que ya no estaba cuando despertó. Nunca más volvieron a verse. Aunque años después la visita a la tumba del Marshall se convirtiera en una rutina diaria para Mattie. Sin duda Rooster es un héroe a la altura de Doniphoon. También de Ethan. Quien en la última escena de "Centauros del desierto" se detiene en el umbral de la puerta, se gira, para que ésta se cierre a sus espaldas mientras se aleja. Los héroes con cuyos huesos se abonó la tierra en principio estéril para que pudiera germinar la civilización, como hubiera sentenciado la mujer del sueco.
Te contesto por aquí puesto que en 140 caracteres no me entraría ni la mitad de lo que quiero decir.
ResponderEliminarMe gustó mucho la película y he de decir que el de Jeff Bridges me pareció un trabajo sensacional, no tanto el de Matt Damon. La niña ha sido una gran sorpresa (no la había visto en nada y no sé si ha hecho algo más, previamente) y su papel sólo se entiende (al menos yo)si te paras a pensar en que esa sangre fría sólo aparece cuando la razón no tiene espacio, o cuando no te has dado opción a pensar-asimilar lo que ha pasado.
De los Coen... no puedo decir que sea 'fan'. He visto sus obras maestras y me han gustado muchísimas de sus películas, pero siempre hay 'algo' en sus personajes que me perturba y me produce una sensación demasiado extraña. Llámalo melancolía, llámalo miedo... Me sucedió con 'A serious man" y con esta nuevamente.
Un dato: esta escena que mencionas en los primeros párrafos sí que es extraña. Recuerdo que la 'padecí' mientras pensaba '¿de qué coño va todo esto?' (disculpa el tono) hasta que me di cuenta de lo que realmente querían mostrar-demostrar. Luego paré la película y volví a verla. Curioso, ¿verdad? Repasar una escena que acaba de acabar y justo mientras la estabas viendo no te convencía. Me pareció casi de lo mejor de la película.
El personaje de Josh Brolin podría haber estado mejor, pero a mi él me gusta muchísimo. Le veo muy capaz de casi todo, y me convence. Ya digo, repito, que Matt Damon aquí es el más flojo del reparto.
Mi escena favorita, o trama, sub-trama como se quiera llamar (a pesar de que reconozco la importancia de la que había mencionado antes) es la de los caballos, cuando va a luchar por lo que es suyo y al final termina liando al profesional del tema.
El problema con 'True grit' es que la vi el mismo día que 'Winters bone' y los temas son parecidos aunque alejados... Demasiada melancolía para una misma tarde.
Saludos!