sábado, 22 de enero de 2011

El poder de la imagen

El poder de la imagen

Ojeando en una revista de Historia un artículo sobre el Holocausto mi mirada tropezó hace un momento en el margen de una de las páginas con unas fotografías de Anna Frank. Conozco su peripecia trágica desde niño, y es ahora cuando le pongo rostro a ese momento que hubiera quedado en el anonimato sin la existencia de aquel diario. La letra escrita rara vez es capaz de transmitirnos las emociones de quien las redacta tratando de inocularlas en sus palabras. La imagen es poderosa y la escritura solo un reflejo en una superficie pulida que ofrece un esbozo borroso de lo que queremos explicar. Ojalá mis palabras tuviesen ánima y fuesen capaces de transcribir las imágenes de las que surgen a vuestros ojos.

Leí una vez que el ejército polaco, luego masacrado por otro enemigo en Katyn, se enfrentó a las hordas de tanques alemanes dirigidas por el general Guderian usando su caballería como vanguardia. Carne y huesos contra metal. Sable contra cañón y obús. Fue una locura de la que no queda testimonio gráfico. Durante años fantasee con la idea de ser director de cine para poder filmar esta escena. La imaginaba gloriosa, plástica, abrumadoramente emotiva. La idea era narrar la historia de un soldado alemán que recorre todo el arco de sensaciones que va de la vibrante victoria al rotundo fracaso, sin siquiera el consuelo de haber luchado en el bando correcto, por un ideal que mereciera la pena, que siquiera fuese digno. Los campos de Polonia donde los húsares del siglo XIX se enfrentaron a los blindados, el sumidero de muerte de Stalingrado, donde la destrucción atoró los desagües de la cordura convirtiendo un paisaje y una ciudad en una corriente de horror estancada y, finalmente, la batalla de Market-Garden, el último hurrah de las divisiones Panzer, que lograron detener la embestida del General Montgomery en la orilla contraria del Río Ring en Arhem, a pocos metros de la patria, los que significan tan solo el curso de un río. Esas hubieran sido las etapas de este viaje.

De las dos primeras hay abundante filmografía, así que hubiera sido un esfuerzo en balde. Pero de la primera no. Ni siquiera se si se trata de un hecho verídico. A las imágenes aun les damos crédito, aunque sabemos que la era de los ordenadores ha permitido infectarlas con la mentira. Quisiera que algún guionista de cine se tropezase con esta anécdota para insuflarla de vida. Los Holocausto Nazi hay abundante documentación gráfica. Del que ocurrió en Siberia en lugares tan siniestro como Kolimá solo la memoria fragmentada de los que lo sobrevivieron y no fueron creidos durante décadas. El honor del enemigo, la falta del mismo en ambos bandos, el honor propio cuando ya nada significa.

Existe una imagen emparentada con la que me obsesiona, y que siempre que la contemplo me abruma. Es la de ese personaje anónimo que cierra el avance de los blindados chinos en la Plaza de Tienanmen durante las revueltas estudiantiles de 1989. El convoy se detiene a escasos centímetros de este personaje, frágil pero poderoso, capaz de hacer vacilar y que se agarrote con la parálisis al esqueleto de acero de una columna de tanques. El que abre la marcha gira torpemente sobre su eje para buscar una nueva trayectoria que le permita sortear a ese tozudo individuo. Éste marca un mínimo paso lateral para interceptar la nueva trazada. La secuencia se repite ahora en el otro costado. Es el triunfo del espíritu sobre la materia. Siempre que veo esta secuencia me acuden las lágrimas a los ojos. Conozco el suceso pero no el nombre del protagonista. Y no alcanzo a comprender como este hombre anónimo de ha llegado a ser celebrado como un héroe de nuestro tiempo.

A la caballería polaca le inspiró la desesperación y el orgullo para cometer su locura. Al estudiante de Tienanmen probablemente le embargarán otras emociones cuando enfrentó su voluntad al dragón de metal. La certeza de estar de parte de la civilización. No veo desesperación en sus movimientos, suaves y tranquilos, pero rotundos y exactos. Veo la serenidad de quien abre la marcha hacia la Libertad, de quien enciende la luz para que veamos el mundo tal como es. Y doy gracias a Dios de que haya una imagen y no solo palabras como testimonio.


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