lunes, 1 de diciembre de 2014

El Fútbol y sus aledaños (166) - Paisaje después de la batalla (3) - Las crías del cuco

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Las crías del cuco

Dice Manuel Matamoros en el artículo que me dedica lo siguiente:

"Me refería a la inteligencia para la relación social, a su nivel normal. Lo que llamamos sentido común en el ámbito de la comunicación interpersonal. Quizá se cuenta entre las potencias del alma de todos, no me atrevo a negarlo, pero algunos individuos padecen una avería, o algo, y esa potencia se actúa con dificultad, o no se actúa nunca. Como una semilla que se come un pájaro, nunca será árbol".
Le disculpo que ignore que precisamente los pájaros se comen las semillas para que puedan germinar. Por eso la naturaleza las suele ofrecer en envoltorios apetitosos para ellos, en el interior de frutas o en formas llamativas que llaman su atención. La mayoría de las semillas necesitan lo que en genética vegetal se denomina como "escarificado" para poder ser viables. Se trata de vida latente en estado de hibernación, que muchas veces no se sabe cuando podrá encontrar condiciones adecuadas para poder despertar de su letargo y poder germinar, y por eso suele protegerse con un poderoso escudo que le proporciona la suficiente durabilidad. Para despertar de su letargo requiere de un proceso de decodificación que se denomina escarificado. A veces basta con deteriorar el escudo para romperlo. Esa función la realizan no pocas veces los jugos gástricos de las aves. Algunas semillas son tan duras que para germinar es ineludible que tengan que realizar ese periplo por el interior de las aves, como ocurre con las del tejo (Taxus baccata) o el muérdago (Viscum album). El pájaro deglute la semilla por su aspecto apetitoso -la naturaleza sabe seducir cuando quiere-, la digiere parcialmente en su aparato digestivo y la excreta presta para germinar, a veces muy lejos de su origen, favoreciendo así además la dispersión geográfica de la especie.

Al contrario de lo que afirma Manuel Matamoros, no solo el convertirse en alimento de las pájaros no impide que la semilla se convierta en árbol, sino que es la única posibilidad a su alcance para que ese feliz hecho ocurra. Pero le disculpo su ignorancia. Nadie puede saber sobre todo las cosas, aunque el crea ser la excepción que confirma la regla. Me cuesta más hacerlo con su proverbial soberbia, que le hace creerse maestro de todas las artes y todas las ciencias, un Da Vinci contemporáneo que dibuja su perfil en internet para ofrecer a sus lectores la imagen tuneada del hombre de Vitruvio, medida de todas las cosas. Manuel Matamoros cree saberlo todo y, lo que es peor, que los demás no sabemos nada. Sólo he tenido con él una discusión. Fue acerca de algo tan peregrino y anodino como las dehesas. No soy un erudito en la materia, pero sí ingeniero de montes, siendo el perfil de mi profesión el exacto para la gestión de este tipo de ecosistemas agroforestales. Cómo ocurre con ciertas semillas, que requieren de la colaboración de un pájaro para sr viables, las dehesas han de pasar por el estómago de un ingeniero de montes, concretamente por el de un silvopascicultor, ser su gestión la tarea con la que se gana la vida, para que puedan productivas y se conviertan en un arbolado que además produce cosecha o productos cárnicos. Por eso me pareció surrealista la discusión que mantuve con él, en la que lo primordial era escribir el último tuit. Dice Manuel Matamoros que estoy averiado y que, quizás por eso, la inteligencia es una potencialidad que jamás podrá manifestarse en mí. Le aclaro que en aquella escala de medir que a mi me hurte la condición de ser pensante, cognoscitivamente viable, a el también le dejaría por debajo del mínimo exigible para poder ser considerado inteligente. Al menos porque yo no tengo su tendencia a pontificar y sentenciar sobre asuntos sobre los que no sé nada.

Coincidimos en otro debate, sobre Marcelo versus Coentrao y, curiosamente, más o menos coincidíamos en nuestras posturas. Pena que sus corifeos no se dieran cuenta y acudieran en tropel a rebatirme. Siempre se había visto don Manuel, como le llamaban casi todos sus seguidores, rodeado de un coro de querubines prestos a acompañarle en su ascenso a las alturas celestiales. Lo actual es novedad, ese ruido mediático que le acompaña cada vez que asoma a Twitter, imagino que incomprensible para su hasta ahora inmaculada estampa. Ruido que casi siempre es él quien lo genera con sus insultos y descalificaciones indiscriminadas. Pero por lo que dice, el paranoico soy yo. No ha debido aplicar en su proceder virtual su manual de supervivencia en redes sociales del que con tanta amabilidad nos hizo partícipes. Aunque es una conjetura que me guardaba para más adelante, ya que estamos, no me resisto a exponerla ahora mismo: Siempre me ha extrañado sus reticencias a vérselas conmigo en Twitter. Ni siquiera un triste unfollow suyo me llevo de nuestra relación virtual. Y es porque creo que a Manuel Matamoros le aterroriza verse superado en un posible debate por mí, esto es, por alguien a quien tanto desprecia, que ni siquiera considera un ser inteligente. Tampoco me quiero colgar ninguna medalla que no crea merecerme: Manuel Matamoros desprecia a todo el mundo, basta con que no estés presente para evidenciar su desprecio, como demuestran sus intervenciones en el foro de debate de Primavera Blanca. Todo lo más, conmigo lo hace con más pasión y mimo, y por eso me dedicó un artículo en una web de opinión para tratar de hacer el bosquejo de mi "ego descomunal y torturado".

Cuando pedí mi baja en la asociación, allá por la primavera de 2013, me preguntaron los motivos, y he de reconocer que estuve improcedente y faltón. "Porque me parecéis una mafia", le espeté al community manager de @primavera_rm. Lo dije en sentido figurado, pero no es excusa. En internet no caben los matices ni se puede enfatizar, no se puede añadir una particular entonación a las palabras que dices. Lo dije casi a título de broma, aunque no amistosa. Lo que no podía saber en ese es hasta que punto había estado acertado. Mi mentor en Twitter me dijo que el secreto del éxito en esta red social estribaba en acertar en la elección de los culos a lamer. Si acertabas con quien le hacías la pelota tenías billete asegurado a la relevancia y estima generalizada. Twitter es casi otro deporte más practicado con un esférico, en el que las personas se devuelven incesantemente la pelota como si de una variante del tenis se tratase. No me habría costado nada mentir, poner alguna excusa, pero me preguntaron y no me pude resistior a contestar lo que en realidad pensaba. La verdad a veces es un vicio que a nadie beneficia, en este ejemplo que narro a mí al que menos de todos. ¿Qué sentido tenía echar por la borda mi éxito inminente en Twitter por un repente? Ninguno. Hacía poco había tenido mucha aceptación un artículo mío titulado "Todos estamos invitados". Tanto que hasta había sido felicitado por el mismísimo capo de tuti capi, don Manuel, y por su principal centurión, @RichardDees. Era a todas luces innecesario. He de darle la razón a Manuel Matamoros cuando dice que me falta "inteligencia para la relación social". Podría coincidir en mucho de lo que dice sobre mí. Discrepo sobre todo en su intención de dañar y en su absoluta falta de empatía. Insisto en la idea que esboce en un anterior capítulo de esta saga: a alguien tan supuestamente atormentado no se le agrade de esa manera, no se insinúa sobre él cosas que rozan la calumnia, y menos de forma tan velada y artera. Pero ya volveremos sobre esto, porque hay un asunto que creo que es imperativo abordar en algún momento, porque cuando un pájaro de cuenta defeca la semilla que ha deglutido los excrementos que aporta a veces propician que germine en ciertas cabezas fértiles la insidia.

Luego de mi exabrupto me tocó conversar en mensajes privados con algunos de los oficiales de Primavera Blanca, que trataron de disuadirme y de sonsacarme lo que sabía. Primero fue con @McNulty_RM, un tipo bastante cabal, con el que al menos se puede debatir con tranquilidad. Me preguntó mis motivos y se los expuse: No me gustaba la gente que dirigía los destinos de Primavera Blanca, no me gustaba que me mintiesen y, sobre todo, no me sentía con confiana como para concederles el uso de mi firma y mi número de DNI. Cuando le mencioné a @Jarroson y @Haiku no me negó su pertenencia a la asociación. Trató de quitarle hierro al dato. No era gente relevante. Si digo que no vacilé mentiría, aunque me mantuve en mis trece. Y quizás la duda me hubiera vencido si no hubiera sido por la intervención de mi segundo interlocutor: @matama96. Iván Matamoros, para quien no sepa de quien hablo, el hijo de don Manuel. No exagero mucho cuando digo que la temperatura de mi PC bajó bastantes grados en cuanto hizo acto de presencia en ella. Sus DMs aparecían en mi pantalla recubiertos de escarcha, como los cubitos de hielo de las neveras antiguas sin sistema no frost. A Iván si que le daba igual mi marcha, lo cual no es criticable. Su única preocupación era averiguar quien me había inducido al error de pensar que @Jarroson era un "primavero". Le intenté convencer de que no era una conjetura mía si no que se trataba de una certeza, y toda nuestra conversación a partir de entonces giró alrededor de su obcecación en negar una evidencia y en mi negativa a comunicarle quien me lo había confirmado. Si que traté de dejarle claro que no había sido por boca de @DiosaMarcaná sino a través de un directivo de Primaver Blanca con el que acababa de hablar. Fue decirle esto y verme instado a delatar a dos personas. En mi inocencia trataba de proteger a mi amiga, aunque luego supe que esta conversación de ambos oficiales había estado procedida de otras con ella acerca de mí. Solo al final de un largo forcejeo me reconoció el carácter primaveral de @Jarroson, aunque me aseguró que era irrelevante en el organigrama de la asociación. Tiempo después me sonreiría para mi adentros cuando en un encontronazo con este personajete, al hacerme saber la escasísima importancia que yo tenía en el devenir del cosmos y preguntarle yo a mí vez su opinión sobre la suya, me dijo que por encima de él solo estaba Dios. Tal cual. "En todas partes menos en Primavera Blanca, donde hay mucha gente por encima de tí", me hubiera gustado replicarle.

Cuando le dije al community manager de @primavera_rm que Primavera Blanca era una mafia fui realmente injusto. Mucha gente bienintencionada había entonces, y es posible que aun la haya ahora, aunque me cuesta más creerlo. La del tejo no es la única estrategia peculiar para la propagación seguida por una especie en la que están implicadas las aves. El pájaro cuco coloca sus huevos en nidos ajenos con la esperanza de que su prole sea criada por unos padres adoptivos a la fuerza. Cuando los huevos eclosionan los polluelos del cuco desalojan a los vástagos de los verdaderos inquilinos y se sitúan como únicos beneficiarios de los esfuerzos de los falsos progenitores. Manuel Matamoros, sin ser siquiera socio fundador de Primavera Blanca, empolló una directiva en la sombra, que en el momento propicio despeñó a la auténtica fuera de la asociación. Esta estrategia luego se repitió con las gradas del Fondo Sur del Bernabéu, y también hubiera podido ser muy exitosa en Real Madrid TV si Florentino Pérez en persona no hubiera abortado de cuajo ordenando la marcha de don Manuel de la tertulia. Me comentaron que para agilizar el abordaje de sus huestes, en el despacho de abogados de la familia Matamoros había gente de la asociación realizando castings para elegir posibles intervinientes en los espacios de la cadena televisiva del club. Quizá los genes auténticos de primavera Blanca habrían podido dar lugar a un árbol que hubiera proporcionado muy buena sombra al Real Madrid, un árbol frondoso y de buen porte, pero su semilla se la comió el pájaro equivocado, un pájaro muy cuco que solo fue capaz de aportar sus excrementos. Todo lo que había de nutricio se quedó en las vueltas y revueltas de su aparato digestivo.

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