Pentecostés
No, yo no era parte de la tripulación del S.S. Patna. En todo caso pasaje, un peregrino camino de ese mayo blanco que prometían los dirigentes de Primavera Blanca. Y siendo pasaje lo fui durante muy poco tiempo, apenas si me dio tiempo a apurar el trayecto hasta la primera escala. ¿Las razones de mi desembarco cuales fueron? Sería absurdo hablar de ideologías, siquiera de ideas. A ellos les encaja como un guante aquella frase tan celebrada de Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no les gusta tengo otros". Sus líderes fueron delbosquistas y antiflorentinistas a título personal mientras se trataba de hacerse un nombre en solitario en Twitter, una reputación de guerrilleros de la verdad, siempre emboscados en la serranía de Ronda para hurdir alguna celada a los poderes nominales y fácticos que transitaran cerca. Y daba igual quien, lo mismo procuraba buen botín atracar al presidente de la FIFA que había meado fuera del tiesto al opinar sobr el Real madrid que a la hermana de un periodista que había editado un selfie con dos amigos en Instagram. Luego, ya constituidos como asociación, fueron furibundos morinhistas cuando ese era el grito de guerra preferido del madridismo tuitero. También anticasillistas encubiertos, lobos con piel de cordero, por el subrepticio proceder de ensalzar sistemáticamente a sus supuestos contrarios: Arbeloa, Xabi Alonso y otra vez Mourinho. Primavera Blanca era mourinhismo elevado al cuadrado, eran pro-personaje y anti-detractores. Muchos meses después de su apostolado mourinhista, habría que contar el tiempo ya por años, olvidado ya ese Pentecostés que supuso la marcha del entrenador de Setúbal, en el que todos fuimos imbuidos por el Espíritu Santo del madridismo auténtico -te quedabas automáticamente sin carnet si para entonces no eras más portugués que el bacahlao a la alentejana- muchos de nosotros, de los disidentes de la estación de las flores, de los campos nevados por pétalos blancos, nos habríamos de sonreir de oreja a oreja leyendo a Manolo Matamoros renegar de José Mourinho y de todo su legado. Así, tan ricamente, como quien se sacude la sal de la palma de las manos tras meter las zarpas en el bote de los cacahuetes que mamá esconde en lo alto de la alacena para que nadie lo toque. Daba casi ternura verle negar su pasado, su saqueo del bote de las golosinas, con total desfachatez infantil, como la del niño del anuncio de Migalañez a la que mmá decubre con los morros recubiertos de rastros de gominolas..
Pero es que era lo que tocaba tras la marcha voluntaria del entrenador y recién atracado el S.S. Patna en la planta noble del Bernie. ¿O lo estoy diciendo justo al revés: Recién atracado el Real Madrid por esta hueste de filibusteros?. -La palabra "piratas" tiene muchos sinónimos. Escojo éste por su semejanza fonética con embusteros-. No, no fue una cuestión de ideología o de pareceres futboleros lo que me hizo tirarme en plancha por la borda. Algo que hemos olvidado por el camino casi todos los que participamos en Twitter es que cabe la discrepancia, también los cambios de opinión. Pero una cosa es recapacitar -olé por aquellos que son capaces de hacerlo en un país dominado por las acémilas cabezotas que prefieren meterse en al coriente del río con toda la carga- y otra bien distinta es amoldar la propia opinión a la conveniencia. Prostituir el pensamiento por un puñadito de dinero o de prestigio -léase followers-. Casi que me parece menos innoble prostituir el cuerpo. Para semejante renuncio no merecía la pena tanto alboroto el día de Pentecostés y durante el posterior apostolado por todos los rincones del ancho mundo virtual, trasmitiendo la palabra del mesías que nos había señalado el camino con el índice. A mí concretamente hacia el rincón de pensar. Es que muchos os fijastéis en el dedo y no en la dirección que indicaba... Como le gustaba esta parábola de la luna y el dedo a los acólitos de la policía del pensamiento. Servía para rematar todas las discusiones. La polémica en sí o al polemista rival.
No, insisto, no fue una cuestión de pareceres sino de afinidades personales. Si soy sincero tengo que reconocer que esa fue la causa. No me caía bien esa gente. Y no me refiero a Manuel Matamoros. Por exótico que hoy pueda parecer esto que voy a decir, es rigurosamente cierto: La presencia en Primavera Blanca del abogado, más aun como único rostro visible de la asociación, su portavoz principal, me parecía un factor estabilizador, una garantía de moderación entre tanto energúmeno y vándalo del tuit. Si mi vida como primavero duro un suspiro y no dos fue porque el parecía llevar la voz cantante. Eso es así y tengo que asumir mi error y el haber contribuido con mi pequeño granito de arena a propiciar la fama de este encanatdor de serpientes ¿Que tendrá este señor que nos ha podido engañar a tantos? Creo que haciendo la pelota al prójimo no le gana nadie. Tampoco ejerciendo de mameluco cuando se encuentra con una puerta cerrada o un mal gesto en quien interpela. Pero en aquellos tiempos era el rey del mambo, no le hacía falta exhibir su ahora celebérrima mala leche, su mala baba fermentada a base de resentimeinto desde tiempos arcanos, en barrica de roble como los buenos caldos. Nadie odia mejor en Twitter que Manolo Matamoros. Al lado suyo hasta su hermano Fredo es un aficionado. Nadie cambia tampoco más rápido de opinión y de sensibilidad cuando la veleta cambia de postura porque sopla desde un lugar distinto. Manolo Matamoros es la mísmísima roseta de los vientos.
Mi amiga @DiosaMaracaná me confesó un día, tras un prolongada y dramática pausa, "tengo algo que decirte que quizá no te va a gustar...", que era miembro de Primavera Blanca. Entonces no entendí su reserva, no comprendí su apuro, no sabía nada aun de conciábulos ni de gestoras en la sombra. "Yo también lo soy", le dije, en toda mi inocencia. "Me gusta mucho la forma de pensar de Matamoros", añadí en un arranque casi pueril, "Pero no trago ni a Jarroson ni a Haiku, ni a todos los que les jalean en Twitter". En esos días me expresaba sus dudas sobre seguir en la asociación. Me decía que la directiva no le tragaba, que apenas si le dirigían la palabra en las reuniones. No le daban bola a pesar de ser, según ella, la que lo hcía todo. Ella lo achacaba al hecho de ser mujer, que les fastidiaba su hiperactividad y eficacia allí donde la indolencia y la ineptitud era la norma. No sé si estaba en lo cierto, pero perfil de machistas si que daban toda esta gente, con tanta obsesión como si les veía por mentar la palabra cojones en todos sus tuits. Por su tendencia al madrisismo macho, ávido de entrechocar testuces, en especial con los peiodistas, porque lo noprmal, en buena lógica, es que reculen. En la única conversación que he mantenido con El Socio, cortita pero intensa, la palabra polla y otros vocablos alusivos a la genitalia externa masculina acaparon en torno a un 60% de los caracteres de sus tuits. Yo creo que dudaba de mi hombría y me quería apabullarme con la suya, como si fuera un crío adolescente. De lo que luego me enteré es que sus compañeros de conciábulo dudaban de ella. Esa rechifla generalizada al oirle cantar un villancico en Youtube solo se explica con un chascarrillo propalado de boca a oreja como quien esparce gasolina para que prenda bien la cerilla. Alguien me contó su extrañeza al oir a Manuel Matamoros calificar como "rarito" al Socio, a su supuesto amigo. Pero ni a él ni a mí nos debería preocupar lo que piensen los demás sobre nuestra sexualidad. Yo ya tengo unos años como para perder el tiempo discutiendo gilipolleces.
@DiosaMaracaná era una ferviente creyente, de eso me caben pocas dudas, y por eso siempre le recomendé perseverar en su sueño. Traté de disuadirla cuando parecía decidida a tirar la toalla. Tampoco era tonta. Había apostado a caballo ganador. Había logrado convertirse en la mano derecha de Manolo Matamoros, para quien redactaba informes de todo tipo. Declaraciones de objetivos. Estrategias de comunicación. Lo sé porque le ayudé a redactar algunos. En lógica reciprocidad. @DiosaMaracaná era la muy mejor amiga de este Forrest Gump de culo gordo que les habla. Me había ayudado tantas veces a pulir mis escritos que no pude negarme a repasar sus informes para Primavera Blanca. Tampoco pude resistirme a añadir ideas de mi propia cosecha. La estrategia para las intervenciones en Estudio Estadio de Manuel Matamoros tienen mucho que ver con un servidor. Las vueltas que da la vida. Porque no vi entonces nada malo en ello. Es más, me gustó hacerlo. En honor a la verdad debo de reconocer que Manuel Matamoros se sale de la norma machista en la cúpula de Primavera Blanca. Si incluyó a @DiosaMaracaná al grupo de poder en la sombra contra el parecer de los orangutanes alfa, trató de reiterarse en la idea tiempo después tratando de "fichar" a @AlexCibernetica, a la que casi acoso vía telefónica para lograr convencerla de abandonar su total reticencia a aceptar la propuesta. Ahora para ellos Alejandra es lo peor, la gran meretriz de Twitter, pero entonces era el objeto del deseo de Manuel Matamoros.
La gota que colmó el vaso, que ya estaba muy lleno, fue el asunto de la cena en La Latina. A la mañana siguiente de publicar José Félix Díaz un artículo sobre el asunto en "El Confidencial" había prácticas de puntería sobre la prensa deportiva en las galería de tiro instaladas en Twitter. Se trató de negar la evidencia primero, y cuando esta postura se convirtió en insostenible desde el punto de vista dialéctico, aunque tardarón más de 24 horas en apearse del burro, cundió el argumento de que se había tratado solo de una cen privada entre amigos. Ya nos imaginábamos. Esas amistades son las que a la larga han sepultado las carreras profesionales en el Real Madrid a los dos jugadores implicados. Uno ha tenido que desertar al enemigo -boutade ésta rigurosamente cierta-. El otro vaga por el campo como alma en pena cada vez que viste la zamarra del Real Madrid.
Pero no se trataba de si era un acierto o no el ágape entre tuiteros yihadistas y futbolistas afines. Lo mismo lo era, no sabría calibrarlo. El problema estaba en al falta de claridad de Primavera Blanca, en su contumacia en propalar mentiras, sobre todo en su principal canal de comunicación, esto es, en Twitter. Y no solo estaba el asunto de que eran unos filibusteros, unos embusteros patológicos, estaba ese inquietante asunto de tenían potestad para usar nuestro número de DNI y nuestra firma para promover cualquier iniciativa que se les ocurriera. Iniciativas de las que no sólo no se nos consultaba nada antes de planearlas o emprenderlas, sino que además ni siquiera se nos daba cuenta de resultados o mera fé de vida. Cenen ustedes con quien quieran, pero cuéntenoslo esa fue mi queja en Twitter entonces. ¿Quien era yo para poner objeciones? Lo mismo era una idea cojonuda invitar a comer patatas bravas a los dos capitanos del equipo en el barrio de Cascorro Y yo que sé. Pero cuéntennoslo. Al menos no lo nieguen. Pero ¿no habíamos quedado en que era la prensa la que siempre mentía, la que ocultaba la verdad en el cajón superior de su cómoda de noche?
Recuerdo cierta conversación entre el fürher y @SoyMadridista, por entonces mi editor, bastante tensa bajo al superficie, esa sensación me dió, en la que uno y otro acabaron coincidiendo en que la aventura en Cascorro había sido una total metedura de pata. Para ser exactos debo aclarar que la conclusión fue cosecha exclusiva de @SoyMadridista, a la que Manuel Matamoros no le cupo otra que adherirse, aunque sus lugartenientes de forma paralela lanzasen puyas contar su interlocutor. Así que no me quedó claro si aquello era un intento más de desmaracarse del despropósito, un tirón de orejas a los subalternos o, simplemente, una forma de prolongar en la medida de lo posible la ceremonia de la confusión. Siempre me ha pareecido percibir un aroma a improvisación en la forma de conducirse de Primavera Blanca, adaptando las ideas al momento presente para sobrevivir otro día en la cresta de la ola. Tras el incidente de La Latina mi permanencia en primavera Blanca tuvo fecha de caducidad. tenía la decisión tomada pero me costaba aplicarla. No soy ningún Kamikaze al que le mole tener a todo el mundo en contra. Sí es algo que suele ocurrirme será porque me lo merezco, porque por vicio de masoquismo os aseguro que no es. En el próximo capítulo contaré algo sobre como salté en plancha desde la cubierta del S.S. Patna para zambullirme de cabeza en el proceloso mar de los parias, de los refractarios a las modas reinantes en las redes sociales.
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