Comando ejecutivo 1
Te va a parecer confuso pero el que te lo vaya a contar todo lo que ocurrió precisamente a tí no tiene otra finalidad que tratar de conseguir que no lo llegues a saber nunca. Tevez piensa que reforzar mi atención hacia tí tal vez logre que desaparezcas de mi vida, que te desvanezcas en la noche de la que llegaste. Un día te vi en la penumbra de la habitación, observándome, callada, apenas dibujada en el perfil del aire, y supe que había dado el paso definitivo hacia la locura. En realidad no puede haber sorpresa. Las cosas que he hecho y he vivido tienen que haber roto partes de mi por dentro. Si no hubiera heridas en mi alma no sería humano, y eso es algo que no quiero aceptar. Lo que no se pliega sometido a presión tarde o temprano cede y se parte. Eso seguramente es lo que ha ocurrido. Me eligieron por mi frialdad, por mi capacidad para seguir razonando de forma eficaz aun ardiendo en las llamas del infierno. Pero te confesaré algo, son quemaduras que duelen. Aunque no me inhabiliten, aunque siga siendo funcional. En algún lugar de la memoria guardo todos esos instantes de angustia. Si eres parte de mí podrías acceder a ellos, comprobar que todo lo que hice, por atroz que parezca, estaba justificado o, al menos, puede explicare.
El equipo de Tévez sostiene que tan solo eres un eco de un recuerdo no vivido directamente por mi. Se vertió en mi memoria en uno de mis viajes. No eres real salvo dentro de mi cerebro dañado. Te han visto a través de los escáners que traducen mis impulsos cerebrales. Doce personas dan prueba de tu existencia tras haberte visualizado en la pantalla de un PC. Alguno hasta se ha enamorado de tí. Eres endiabladamente hermosa y el estar callada te da un encanto adicional irresistible. Te otorga capacidad de enigma y al mismo tiempo la posibilidad de adaptarte a los deseos de los que te contemplan. Roberto me explicó que una vez te vio sonreir. Y que aunque esa sonrisa no borró totalmente toda la tristeza que siempre empaña tu mirada, fue sin duda uno de los gestos más hermosos que ha visto nunca en su vida. Me dijo también que cuando sonreíste le estabas mirando, que tu sonrisa fue para él, que está seguro de ello. Para mi que todo eso no es más que un invento de su mente calenturienta. A mi no me has sonreido nunca. En realidad no recuerdo que hayas variado nunca tu expresión. Esa misma que tienes ahora es la que te recuerdo desde siempre. Una expresión por la que se diría a veces que estás serena y otras que estás enojada, con un enfado en el que hace tiempo se apagó la ira. Pero siempre indudablemente triste.
La imagen que me mostraron en las pantallas es la misma que contemplo ahora. Tras procesar mi actividad mental y traducirla a imágenes el resultado eres tú. Exactamente tú. Existes en mi cabeza, eres real y puedo verte con mis ojos, pero posiblemente jamás podré interactuar contigo, escuchar tu voz, palpar tu cuerpo. No eres materia, pero habitas en la realidad como todos nosotros. Tévez sostiene que el que no hables es la prueba definitiva de tu existencia. Si fueras un recuerdo impostado hablarías conmigo, me inventaría tus palabras, las escogería en función de unos propósitos determinados, tal vez inconscientes. Pero estás más allá de mi voluntad. No puedo manejarte. Y como carezco de la información suficiente como para ponerte voz y discurso, apareces ante mi como un espectro, bella en tu silencio, dolorosamente lejana a pesar de que jamás me dejes a solas.
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