Invasiones del blog de @GirlfLebanon
No lo soy... (1 de julio de 2011)
De alguna manera hay que canalizar todo esto...yo no se si es odio hacia mi misma, o hacia el mundo, o hacia que...pero hay momentos del dia que siento que voy a explotar...noto la cabeza completamente embotada, no puedo pensar...solo quiero llorar, y gritar...me arde la garganta de aguantarme...me precipito, me preocupo, me sofoco, me arrepiento, me consuelo, y vuelvo a empezar...asi todos los dias...yo que se que cojones me pasa...que no soy feliz, eso me pasa...
Que suerte tenéis las mujeres de poder somatizar y expresar físicamente vuestras tristezas y frustraciones. Llorar, berrear incluso. No digo tú sino alguna amiga mía. Desesperarse, enloquecer, perder la voz, embotarse la cabeza, amargarle la vida a la persona más próxima. Yo solo soy capaz de llorar viendo películas o escuchando música pop depresiva. Si el asunto que moviliza la compasión soy yo me es imposible, y puedo asegurar que soy tan lamentable como el que más. Y estaría bien, porque nada tan tierno, nada escarba tan abajo en nuestros sentimientos como una mujer triste y quejicosa. Algunas hasta sois adorables en ese estado. Como un pájaro con el ala rota. Que ternura, ¿no?. La cobijas, le das un tiempo de tranquilidad para que el cartílago sane, y la dejas volar... a los brazos de otro. Un quebrador de alas marca ACME, claro está. Que no daría por saber escenificar tan bien mis malos momentos. Durante ellos no soy más que un coñazo, sin capacidad de inspirar nada. ¿Que crees que te odias a ti misma? Ven aquí a que te bese la frente y ya verás como se pasa todo ese sufrimiento rápido. Es que estáis más adorables deprimidas.
Deseos mundanos... (8 de julio de 2011)
Quiero tener la misma sensación térmica que el común de los mortales...un telefono al que le dure la batería mas de 24 horas a pesar de estar pegada a él...que no se me vuelva a romper ningún zapato...encontrar toda mi lista de rebajas a mas del 50%...deshacer mi invisibilidad..........eso no es mundano, es un superpoder, pero como se que nada de lo anterior se va a cumplir...
Me acuerdo de aquella película en broma sobre super-héroes absurdos, en el que el más grotesco del grupo era el hombre capaz de hacerse invisible cuando nadie le veía. El personaje sufre durante toda la película, porque nadie le cree, pero al final sus poderes pueden ser puestos a prueba, evidenciarse como auténticos y salvar una situación complicada. Supongo que eso es lo que te pasa, que te sientes invisible porque nadie te ve. Aunque tu no aprecies ese don. A mi me gustaba lo contrario cuando rondaba los 20, ser invisible, y en parte lo lograba. Pasar desapercibido, que nadie se de cuenta de que respiro en este rincón que soy yo y mis circunstancias. Pero lo cierto es que no eres invisible. Yo me di cuenta de que existías. Ahí tienes una prueba. En cuanto a la batería del móvil, usa uno sin cachivaches. Al mío le dura 3-4 días por que solo sirve para msn y llamadas. Sobre las rebajas no tengo opinión.
La princesa y el enano... (12 de julio de 2011)
Había una vez una princesa que vivía en un palacio muy grande. El día en que cumplía trece años hubo una gran fiesta, con trapecistas, magos, payasos….. Pero la princesa se aburría. Entonces, apareció un enano, un enano muy feo que daba brincos y hacía piruetas en el aire. El enano fue todo un acontecimiento.
Bravo, Bravo, decía la princesa aplaudiendo y sin dejar de reír, y el enano,contagiado de su alegría, saltaba y saltaba, hasta que cayó al suelo rendido. “Sigue saltando, por favor” dijo la princesa. Pero el enano ya no podía más. La princesa se puso triste y se retiró a sus aposentos…..
Al rato, el enano, orgulloso de haber agradado a la princesa, decidió ir a buscarla, convencido de que ella se iría a vivir con él al bosque. “Ella no es feliz aquí” pensaba el enano. “Yo la cuidaré y la haré reír siempre”. El enano recorrió el palacio, buscando la habitación de la princesa, pero al llegar a uno de los salones vio algo horrible. Ante él había un monstruo que lo miraba con ojos torcidos y sanguinolentos, con unas manos peludas y unos pies enormes. El enano quiso morirse cuando se dio cuenta de que aquel monstruo era él mismo, reflejado en un espejo. En ese momento entró la princesa con su séquito.
“Ah estas aquí, qué bien, baila otra vez para mí, por favor”. Pero el enano estaba tirado en el suelo y no se movía. El médico de la corte se acercó a él y le tomó el pulso. “Ya no bailará más para vos, princesa” le dijo. “¿Por qué?” preguntó la princesa. “Porque se le ha roto el corazón”. Y la princesa contestó: “De ahora en adelante, que todos los que vengan a palacio no tengan corazón”.
Oscar Wilde...
Es doloreme el corazón, y oir la voz de Fele Martínez narrándolo...
No se me ha escapado la secuencia de los acontecimientos. Te duele el corazón y te acuerdas del cuento, no al reves. El dolor precede a la narración. Tal vez la lluvia insistente de hoy, que ha terminado por calarte entera, te haya puesto melancólica. El corazón duele cuando nos sentimos mal valorados, ante una grave pérdida, o cuando hacemos balance de lo que somos y nos parece bien poco, que es lo que le pasa al infeliz enano. No se si hay más clases de dolor, creo que no, aparte del físico. Y, claro está, el dolor supremo lo causa el amor, que contiene y mezcla a los tres mencionados.
Mi única conquista se la debo a Wilde. Le conté a la persona que más quería el cuento del Príncipe Feliz, durante todo un día lectivo en mi escuela. Fue una narración prolija en la que a lo mejor añadí pasajes a la historia, y que finalizó durante una clase de identificación de gramíneas, entre brizas y colas de zorro, avenas y trigos. Siempre se me dió bien mantener la vibración lírica, y ese cuento de Wilde se presta a ello. Inicie la historia con aspiraciones y la acabé con casi certezas. Por eso no voy a cargar contra este otro relato que reconozco no es muy de mi agrado. La fealdad puede resultar intolerablemente desagradable y uno tratar de evitarla, pero reirse de quien sufre es un acto peor que mezquino, es una muestra de una total falta de empatía. Rasgo que nos diferencia de los animales. Aunque otros crean que es la inteligencia. Muy español lo de reirse de las desgracias de los demás, de sus miserias. Antes era algo que trataba de controlarse. Últimamente se fomenta y santifica. Los frikis de la televisión son una buena muestra de ello.
Habrá quien lo ponga en duda, pero es cierto, los reyes españoles que tenían enanos y bufones en su séquito los consideraban parte de la familia y les tenían auténtico cariño. Quizás un cariño degradado, como el que se tiene a una mascota, pero sincero y tierno. Felipe II camino de Lisboa, acompañando al ejército de Duque de Alba que le va a procurar la corona de Portugal, tiene como máxima preocupación durante esos días la salud de su enana Magdalena Ruiz, que ha llevado consigo por el mucho aprecio que la tiene, que le hace tenerla siempre cerca, pero que ha enfermado durante la campaña militar y el personalmente cuida. Así se lo hace saber a sus hijas en las cartas que las escribe. Cuando Velázquez pinta el mal denominado cuadro de Las Meninas, lo que hace es retratar la familia de Felipe IV, e incluye por ello tanto a Mari Bárbola como a Nicolasillo Pertusato. A la princesa del cuento de Wilde no se que le pasa, pero afirmo que jamás habría podido pertenecer a la dinastía de Los Austrias.
Estás triste quizás y te digo que existe la compasión. A veces cerca de quien debe ser compadecido. Este sentimiento está mal visto. Ser compadecido parece invalidar cualquier motivo que uno pueda aducir para sentirse orgulloso. Yo discrepo. La compasión nace de la empatía, que es lo que nos hace ocupar la cúspide de la pirámide biológica. Ojalá mañana no te llueva, o resbale la lluvia por tu chubasquero sin mojarte. Ojalá al final del día lo sucedido durante él te inspire otro cuento. Que la alegría preceda al momento en que nos lo relates. Ah, aquella chica también tenía gafas, como tu alter-ego, aunque prefería las sequoias gigantes a los cedros.
Remontando... (20 de julio de 2011)
La increible sensanción del sol sobre la piel...sumergirme en agua hasta quedarme sin aire...los pies descalzos caminando sobre el verde...sobre la arena...el olor a trigo recien cosechado entrando por las fosas nasales...la lluvia en la cara...el calor del fuego en las manos...que me den besos que pinchan...sus voces...utiliza la imaginación...empezando a remontar...
Escucha esta. Quería contársela a alguien, y quien mejor que tú, donde mejor que en tu blog. Y esta historia es pertinente con el post, lo prometo. Sensaciones sonoras. Va de eso. Fue el otro día, en La Carballeda, en Orense, en mi viaje de trabajo. Debo caminar una cierta distancia por un paraje deshabitado y para llegar a mi objetivo tengo que atravesar una zona de matorral. Alto, más de metro y medio de talla media sin duda. Denso. A veces agobiante. Gracias a Dios apenas hay especies punzantes. Algún tojo aquí y allá, pero son fáciles de identificar, a pesar de que ya perdieron su flor de color amarillo limón. El resto son helechos, que me indican las rutas por las que puedo avanzar más rápido. Brezos de flores con colores ferresos, como si sus diminutos ramas estuvieran fueran de metal y estuvieran ramillos florales se hubieran oxidado. Y retamas. No se que variedad. Hay bastantes especies. Pero no importa. Son altas. Las puntas de las ramas llegan a la altura de mi cabeza, de mi rostro, e incluso la superan. Es importante este dato porque cuanto atravieso las zonas del matorral donde abundan las retamas escucho algo insóliito. Son decenas de pequeños crujidos cada segundo. No sabría describirlo. Quizás como el ruido que haría una pipa de melón seca si estuviera vacía y la aplastaras con la yema del dedo. Un cri bajito pero perfectamente audible. En lo primero que pienso es en insectos. Tengo grabada en la memoria la narración de un profesor universitario, en la que nos explicaba como en los eucaliptares infestados por Phoracantha semipunctata, un escarabajo que cuando es oruga se come vivo al árbol, podía oirse perfectamente el ruido de la plaga machacando el bosque. Es algo así, pero con crujidos más diminutos, menos terroríficos, casi amistosos. Me acerco a las retamas a ver si identifico a los causantes de ese casi silencio atronador y no veo nada. Pero me fijo en que las retamas echaron fruto hace tiempo. Unas pequeñas legumbres ya maduras, precísamente del tamaño de una pipa de melón, y que muchas de ellas muestran hendiduras por las que la planta ha soltado la semilla. Sigo avanzando hasta una línea de tren que debo atravesar. Lo hago en del otro lado de vía hay más matorral. Allí también escucho los crujidos. Es a la vuelta cuando lanzo la tesis que más me convence: se trata del ruido de las legumbres al quebrarse, de las vainas al abrirse. Si, estoy casi convencido. Ruido que propala la vida, ya que al producirse la simiente cae al suelo. Lejos ya de preocuparme comienzo a apareciarlo. Nunca había escuchado nada así. Constamente la vida te sorprende. Tan difícil explicarlo. El mundo está hecho para que lo procesen los sentidos y el sentimiento nos lo explique. El olor de las cosas, su textura. Incluso su sonido. La voz de las retamas. Quien sabe si el de las hadas que pueblan aquellos parajes remotos. Yo también remonto. Algo nuevo. Algo que no sabía. Un regalo.
Tweet del 28 de julio de 2011: Encontrar la palabra exacta dos días después. La retama crepitaba a mi paso. Hay cosas que no tienen explicación, solo puedes vivirlas
No hay comentarios:
Publicar un comentario