Comando ejecutivo 4
Cuatro días son los que permanecí en la Plutón Dos, la colonia para telépatas en los periodos de descanso entre periodos de actividad. Yo vivía en un habitáculo de 100 metros cuadrados metros dentro a su vez de un inmenso hangar. En el tenía instalada mi biblioteca. Cuando llegué allí procedente de la colonia de adiestramiento no sabía leer. Pero Roxana me enseñó. Un libro no es más que el deseo de que los pensamientos humanos perduren un poco más de lo que la muerte dispone. En los tiempos anteriores a Sócrates el conocimiento se trasmitía de forma oral. ¡Qué no darían los estudiosos de la historia por conocer sus pensamientos exactos, no los que sus discípulos nos han transmitido de forma completa e inexacta! Cuando nos expresamos de palabra o por escrito en parte nos falseamos, pero esas pequeñas tretas, las estrategias que elegimos para enmascararnos no dejan de ser parte de nuestra personalidad. El libro es el más noble logro del hombre. Su verdadero legado. Desde que aprendí a usarlos coleccioné libros de todas las épocas. Cuando no podía negociar la adquisición en la red de un ejemplar que me interesaba yo mismo lo editaba en una imprenta automatizada que adquirí. Me hacía con los datos de una edición real y la máquina imitaba el tipo de papel y encuadernación, tintas, caracteres de escritura. Llegué a reunir 17 mil ejemplares. No se trataba de leernos, era el objeto en sí el que me fascinaba. Solo Roxana, mientras estuvo conmigo, logró apartarme en parte de esa obsesión.
El tiempo que compartí contigo fue breve, pero con ella fue de dos años. Un día el puño de la presión de Júpiter se cerró en torno a ella mientras se comunicaba conmigo. Se distrajo de la atención de su nave porque su capacidad telepática era limitada, le exigía un gran esfuerzo. Quería decirme algo y lo hizo a pesar de estar en pleno periodo de producción. Ni siquiera quiso esperar al periodo de reposo, la noche simulada. Mis esfuerzos por esquivar la conexión obligaron a redoblar los suyos por conectarse, e imagino que alguna distracción fue la causante del accidente. Lo supe al instante. La tuve conmigo siempre, por lejos que estuviera. De repente no había nada donde antes estaba ella llenándolo todo. Morir es eso, sentir un vació en la conexión con uno mismo. Cuando conectas de verdad con alguien llega un momento en que tus pensamientos confluyen con los suyos. Puedes hasta somatizar sus sensaciones. Se que no sufrió por que una vez fallo la estructura de la nave todo fue demasiado rápido. Pero el alarido de miedo al comprender lo que pasaba aceleró no solo su corazón sino también el mío.
Seguí trabajando porque si hubiera dejado de hacerlo, si hubiera dejado que mi atención se centrara en ese hueco inmenso que se había abierto dentro de mí, en ese silencio, lo más probable es que hubiera sido engullido por él. Finalicé mi turno, aunque creo que no fui del todo consciente a lo largo de esos días. No recuerdo conexiones telepáticas en ese periodo. En realidad no pare de trabajar. No dormí ni un instante en aquellos dos meses. Imagino que si me alimenté. Mi productividad fue espectacular. He podido traerme hasta aquí mi biblioteca completa. Lo sabes por que a veces pareces leer por encima de mi hombro. A veces busco libros que pienso que te puedan gustar para poder compartir el placer de la lectura. He empezado a incorporar en la colección literatura alemana.
Esa cara pecosa, esos cabellos rubios, esos ojos que parecían saberlo todo cuando los vi con vida, que lo supieron todo de mi cuando me contemplaron por primera vez. Siempre he supuesto que eras alemana, aunque no lo se. Tú ya no me lo dirás nunca. Y ella tampoco tuvo oportunidad de decírmelo. La vi morir ante mis ojos. Te vi morir antes siquiera de oír tu voz. Si no estoy loco o existes más allá de mi locura solo puedes ser su fantasma que viene a cobrarse venganza. Tevez dice que no es posible porque nada sabes de aquello. Pero yo te lo voy a contar. Bajaremos juntos a ese infierno del que quizás no debamos regresar ambos.
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