Contestación al comentario de Girl From Lebanon en "La verdad"
Me encanta como escribes...y entiendo muy bien como te sientes en gran parte de lo que dices en esta entrada...mi temor es que las relaciones se queden aquí, encerradas en un pantalla...y que todo lo que conectas con alguien, nunca se llegue a convertir en roce directo piel con piel... Las mentiras siempre se terminan derrumbando...es ridículo contruirlas... Bss!!!
Podría rebatir tu argumento fácilmente utilizando tus mismas armas. ¿Qué sentido tiene construir una relación de pareja en cualquier lugar, real o virtual, si se terminará derrumbando? El pesimismo general me avala. El amor no dura, lo vemos a diario. Todos mienten, dice House, y enseguida le damos la razón por que suena a metálico, a verdad, cuando lo que en realidad lo que trata de hacer es construir una paradoja. Lo que el afirma lo desmiente su proposición. Pero es que solo las paradojas se sostienen y por tanto merece la pena que invirtamos ilusión y esfuerzo en construirlas. El amor es una paradoja. Las relaciones humanas en general. Son como una flor de loto, hermosa en la superficie, pero que hunde sus raíces en el cieno del fondo del estanque, en nuestros egoismos, cobardías y crueldades. Podría rebatirte desde una posición razonable, defendible, incluso con arsenal dialéctico para convencer, pero no lo voy a hacer, porque básicamente estoy de acuerdo contigo.
Llega un momento en que la relación tiene que crecer fuera del invernadero, ser transplantada a un sustrato de tierra, echar raices en el suelo, porque todo lo que sucede aquí no pesa, es liviano en el sentido en que Kundera lo expresaba en su novela. No importa porque no trascienda, porque no nos trasmite su peso. Las personas que conocemos aquí no se nos muestran en su totalidad. Carecen del andamiaje de sus vidas. A veces no conocemos ni sus nombres, y si los sabemos nos cuesta identificarlos con ellos. Tratamos aquí con la silueta de las personas, con su impronta. Es verdad que son más atrevidos a veces en mostrar su interior, pero hasta este se nos muestra aliterado, cojo, lisiado. Y no es que se nos hurte el aspecto físico, más importante aun, se nos omite el día a día, el como transcurre sus vidas. Va a ser difícil que alguien me convenza de que da igual el príncipe que el mendigo, aunque sean gemelos.
No obstante no se trata de mentiras. A lo mejor si verdades sin esfuerzo. No cuesta nada querer a alguien que no nos obliga a nada, de la que solo tenemos palabras y no necesitamos ir en su socorro, bregar cada día con él en el fango, ver como se desenvuelve en la trinchera. Así cualquiera. Siempre aparecerá en nuestra imaginación vestida de domingo. Siempre será parte de la solución, cuando tengamos un ratito para charlar con ella y nos apetezca, nunca del problema, de los quebraderos de cabeza. Sentimiento en estado embrionario que hay a quien le gusta mantener siempre niño. Dicho lo cual te digo lo que John Boorman contestó cuando le preguntaron como se sintió siendo un niño durante la Segunda Guerra Mundial. "Muy feliz", dijo, "Mi infancia fue perfecta, porque los cascotes y las ruinas causadas por los bombardeos convirtieron Londres en un maravilloso e inmenso patio de recreo". Así que juguemos entre los escombros de esta relación que acaba de comenzar, chica del país de los cedros, nadie nos obliga a que se convierta en adulta.
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