Sirenas varadas en archipiélagos de luz
-QUNCE-
Es el azar, lo que queda de su fuerza, quien gobierna nuestras almas, la mano que subraya el mensaje que el Creador escribiera. Negar el destino es afirmar que el caos puede ser la causa de todo, que lo fortuito es el único mensaje.
Planteemos el siguiente modelo, juguemos a construir maquetas cósmicas: supongamos una partida de billar, supongamos que el Universo es un gigantesco tapete verde y que sus pobladores son las bolas blancas y rojas que inmóviles descansan sobre la mesa. Supongamos que es conseguir una carambola el único propósito de este pequeño cosmos, lograr la interrelación de todos sus elementos. Sería inevitable admitir a continuación la necesidad de la existencia de un jugador y de un plan. En lo que a lo primero se refiere, porque habrá que descartar que la primera bola en ponerse en movimiento lo haga siguiendo un impulso propio o uno debido al choque con algunas de sus compañeras; partimos de una situación carente de movimiento. En lo que a lo segundo se refiere, porque aun siendo innumerables los modos posibles de lograr una carambola a partir de la comunicación de movimiento a una cualquiera de las esferas, aun así, la cantidad de intentos que se verían coronados con en éxito sería insignificante frente al número total de formas posible de atacar el problema; esta es parte de la gracia del billar. Ni siquiera la teología y la cosmología pueden sentirse a salvo de las ponzoñosas garras de la estadística.
Pero, vayamos más allá, sigamos imaginando, no tengamos miedo a traspasar la frontera de lo razonable. Supongamos que en la mitad de sus trayectorias, ya sea por el roce, la textura y la rugosidad de la tela, o a causa de la violencia de los primeros encontronazos, parte de las bolas se vuelven inteligentes. ¿Cuál seria la consecuencia de todo esto? ¿Podría en ese caso la jugada influir en su propio desenlace?
Tal vez sea cierto que el mensaje solo estuvo completo en el mismo instante de la creación. Tal vez. No pretendo que todos los enigmas puedan resolverse. Ahora se que es mucho lo que ignoro, como mucho es también lo que jamás podré comprender. Pero me resisto a creerlo, porque conozco algunos pasajes del mensaje, porciones aparentemente inconexas, pero en las que al leer entre líneas intuyo indicios de una algo más grande y complejo.
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A modo de explicación
Escribí este texto hace muchos años. Teclearlo para poderlo incluir en el blog ha sido trabajoso para alguien que solo utiliza dos dedos y uno de ellos solo como apoyo. También un ejercicio de humildad, si es que este fuera necesario. La calidad del texto deja mucho que desear, es oscuro, aunque eso no me importa demasiado, es ampuloso a veces, inconexo en otros y demasiado prolijo en determinados momentos cuando en su generalidad tiende a la vaguedad en las ideas, más a sugerirlas que a exponerlas. A veces he sentido bochorno de haberlo escrito. Pero si he seguido adelante es por que este blog lo concibo más como una herramienta para exponer lo que soy, sujeto claro está al juego de los engaños a medias o las claves y frases cifradas, que como un vehículo para exponer un determinado trabajo.
En descargo del texto diré que quedó segundo en cierto certamen literario organizado por la Universidad Politécnica de Madrid. “Concretamente el III Certamen de relato para jóvenes de la UPM ”. Guardo dentro del ejemplar que edité para Susana, que para entonces ya había desapercibo de mi vida, una fotocopia de las bases del concurso. Jamás llegó a haber una entrega de premios, me dieron las 25.000 pesetas a las que se hacía acreedor el ganador del segundo premio en un sobre un día que acudí al rectorado para saber que había de todo aquello. Parece ser que dieron de lado el certamen y se lo quitaron de en medio con el mayor sigilo posible. No guardo ninguna placa o título enmarcado que acredito que alcance ese puesto. No llegué a conocer al ganador y al tercer clasificado, ni a leer sus escritos. Ni siquiera se dignaron editar algún tipo de publicación que diera a conocer nuestros relatos. Y es una pena, por que durante mucho tiempo fantasee con la idea de que quien me ganase fuera una chica de enorme talento y personalidad arrolladora.
El premio me sorprendió por que se me hacía difícil creer que alguien fuese capaz de leer todo el relato sin estancarse en ningún pasaje. Hay párrafos que al releer me causan cierto pudor, casi vergüenza ajena, es decir, vergüenza propia. Nuevamente diré algo en mi descargo. En muchos momentos mientras escribía las lágrimas afloraron a mi rostro: Cuando leí “La última tentación de Cristo”, de Kazantzakis, leí en su prólogo como su autor se disculpaba de su blasfemia alegando que jamás dejaron de brotar las lágrimas mientras escribiera. Creo que lo que nace del corazón debe ser perdonado. Y esto cuento tiene en este lugar su fuente. Es así, y aunque me cause pudor debo asumirlo. También he de decir que en realidad no fue concebido como un relato. Partes del texto son esbozos de poemas, de escritos, que se han ensartado en el relato, a veces sin demasiada pericia. Más a aun, nunca hubo un boceto claro de lo que estaba narrando. Mi cabeza en aquellos tiempos era un banco de niebla. No se si a estas alturas el sol ha logrado levantarla.
La tesis que sostiene la idea central del relato y el entramado narrativo ya se esbozaban, más bien se insinuaban, en un cuento del que este relato sería algo así como su continuación. De aquel si tengo prueba del premio logrado: el primer puesto en un certamen de narrativa infantil de mi facultad universitaria, la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid. Trataba sobre un chico que encontraba en uno de los puestos de libro de viejo de La Cuesta de Moyano en Madrid, un libro titulado “El lenguaje de los árboles”. Tal vez lo cuelgue algún día, aunque no es muy probable, por que si este me causa sonrojo no me veo capaz de exponer aquel cuento a las miradas de todos. Tal vez una de tantas madrugadas de Matrix.
Existía en mi mente una tercera parte más metida en la idea de la secta de los traductores, que narraría la guerra sostenida contra una facción disidente que, practicando el terrorismo tratarían de impedir, el acceso a la secta a todos los lenguajes secretos que harían posible descifrar la realidad. ¿Y que tipo de terrorismo? Pues uno que me es difícil de explicar. Bombas de irrealidad que al explotar crearían fallas en la realidad que nos rodean. La idea se me ocurrió al ver a la hija de mi amigo José Luis, entonces aun muy niña, sin capacidad aun para hablar, que al mirar los autobuses siempre los saludaba, pero de una forma curiosa. Decía adiós a alguien que yo no lo lograba ver cuando miraba en el interior del coche, autobuses semivacíos que al discurrir ante nosotros en la noche saludaba con su mano, agitándola con el gesto que todos interpretamos como un adiós. Luego me miraba y se sonreía, y con la miraba me interrogaba como si me preguntará: “le has visto tu también”, mientras asentía con la cabeza. ¿Ver a quien? Tal vez a un hombre atrapado entre lo real y lo irreal, entre nuestro mundo y aquellos que eran capaces de crear la secta de los traductores. Aunque muchos pasajes los escribí en mi mente, jamás acometí la empresa. Escribir este relato me resultó doloroso. Ya se que parece excesivo afirmar esto, pero es así. No quería exponerme otra vez a ese trance. Ahora concibo escribir de una forma más natural, menos traumática, menos cargada de falsos significados. Escribo por que me divierte. Casi siempre. Sin más pretensiones. De fútbol si hace falta.
Tal vez algún día escriba ese tercer relato, pero se que tampoco importa demasiado. Aquí he dejado parte de mí, de lo que fui, De lo que soy, y quien sabe de si de lo que llegaré a ser en el futuro. Por que a menudo descubres que cosas casi ininteligibles que redactas un día adquieren ya sentido con el correr de los años.
@rokko69: La tesis que sostiene la idea central del relato y el entramado narrativo ya se esbozaban, más bien se insinuaban, en un cuento del que este relato sería algo así como su continuación. De aquel si tengo prueba del premio logrado: el primer puesto en un certamen de narrativa infantil de mi facultad universitaria, la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid. Trataba sobre un chico que encontraba en uno de los puestos de libro de viejo de La Cuesta de Moyano en Madrid, un libro titulado “El lenguaje de los árboles”. Tal vez lo cuelgue algún día, aunque no es muy probable, por que si este me causa sonrojo no me veo capaz de exponer aquel cuento a las miradas de todos. Tal vez una de tantas madrugadas de Matrix."
ResponderEliminarEntonces.., cuando dices que lo vas a subir?? ;)))