Invocación
Tal vez hoy te convoque, tal vez pronuncie el conjuro de tu nombre. De allí hasta aquí, desde entonces hasta ahora. Hoy los labios me saben a ventisca, a agua-nieve derretida entre los dedos, a frescor en el resguardo de tu sombra. A cobijo de ese tiempo que he de conjugar siempre en pasado, tu recuerdo es un nevero al que no acude el sol de invierno. Ventisquero donde el hielo se forma para conservar el tiempo detenido. Lo se, son muchos años ya, pero sigo viendo nítida tu presencia en mi memoria. Tu flequillo brumoso, recostada hacia la mesa del pupitre, dibujando dragones para mi. País de los duendes tu labios que nunca tuve entre los míos para poder arriesgarme hacia la primavera. Imposible recorrerlos si no hubo palabras, imposible pronunciarlos si eras de otro.
Tal vez hoy te convoque para que emerjas hacia el presente. ¿Qué quieres que haga si vivo anegado en pasado y el presente se desangra hacia el olvido? Ver la tinta secarse en el papel tras cada trazo me calmaba y ahora lo necesito de veras, no sabes cuanto. Cualquier retazo tuyo puede valerme, un instante cualquiera contigo vivido. Aunque solo sea el de la despedida. Estate atenta por favor. No descartes que hoy piense en ti, que trate de que me habites, que me murmures tu credo. Creer en ti es una cárcel que me libera el pensamiento.
Seguramente me equivocase. Mi amor por ti me hizo falible, acción sin progreso, hábito de un recuerdo, me hizo certero como el sentimiento que se arriesga al destierro y pugna por tener significado. Pesas sobre mi, liviano soy yo cuando abandono tu rastro. Seguramente me equivocase, pero es por que creí verte que te hablo, que te invoco. Tan calcados esos gestos, créeme, tan parecidos a los tuyos, que di por sentado tu presencia. Tan poco creíble como que ya no estuvieras conmigo que tal vez preferí verte en sus ojos verdes y dolorosamente niños, habitar feliz su estancia luminosa para los juegos, tan parecido a tu cuarto de recreo, traspasar el umbral ayudado por tu impulso, avanzar hacia su margen desde tu linde y tu presencia invocada. Tan parecidas, tan equidistantes de mi la una como la otra. Polos opuestos del tiempo. Un pasado que no fue y un futuro que es certeza que no será nunca.
Cuanto quisiera que le hablaras, que le dijeras lo que sabías sin que de mis labios lo supieras, que ella te respondiese lo que sabe y a ti no te dije nunca. Solo las palabras tienen carga, todo lo demás apenas gravita. Corazón que solo es una isla no habrá noticia de él en el distante continente. Aire gélido que al respirar se torna escarcha. Ese gesto hacia la nada. Si la ves habrás de darte por aludida, y me urgirá tu fantasma, la huella de tu nombre, el rastro de tu imagen escondida. Vaho somos en el frío de los cristales, un dibujo de dragones encerrado en la yema de tu dedo, Sus ojos niños, el mohín de su boca, tu trágica coleta rematada con un lazo, tus manos siempre esquivas con las mías. Tiendo a confundir los rasgos, a fundirlos en un solo cuerpo. Si te convoco a mi recuerdo sufriré menos su perdida, su silencio, el martillo de su ausencia. Desterrado, aturdido, detenido entre una luz y su reflejo. Tus ojos niños, la cereza de tus labios, los bucles de su pelo, sus manos de hojarasca sobre la piel de mi frío invierno.
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