jueves, 28 de marzo de 2019
El Fútbol y sus aledaños (208) - Zizou en Farsalia
Zizou en Farsalia
Lo cuenta Julio César en sus memorias de la guerra civil. Al acabar su arenga a las tropas, con el ejército de Pompeyo desplegado y aguardado en lontananza, un centurión de la Décima, veterano de Hispania y Las Galias, le repicó, casi insolente al silenciar con sus gritos el último eco de sus palabras y malograr el clímax logrado a base de retórica castrense: “César, al caer el día, ya estemos vivos o muertos te sentirás orgulloso de nosotros”. Y se cumplió el vaticinio. Cristino, que así se llamaba el lenguaraz, fue uno de los primeros en caer al formar parte de la vanguardia, del grupo escogido de legionarios que primero percutió contra las avanzadas pompeyanas y logró abrir brecha en las filas enemigas. Siempre he fantaseado con la idea de que algo parecido le hubiera contestado Ramos a Zizou desde el interior de aquel círculo de personas que dibujaba el contorno de un corazón, tras su charla motivacional en el césped de un silencioso San Siro, la víspera de la batalla.
Algo de salvador de la república tiene Zidane en su retorno a los predios de Concha Espina, aunque tampoco nos vaya a importar en exceso que en vez de democracia nos trae un imperio. “Y va a seguir, y va a seguir, la dictadura del Madrid”, cantaba un Raúl cuasi adolescente en el banquete de celebración de su primera liga. Ya lo hizo una vez Zidane, traernos un imperio, digo, y como Lucio Cornelio Sila, al que le gustaba que el apodaran Félix, Feliz, porque cifraba en la buena suerte todos sus logros, decidió abandonar la escena política en la cúspide de su poder. En la colina Capitolina de Valdebebas vuelven a verse sus ademanes elegantes. Árbitro de la moda, como César, de quien se decía que vestía la toga con mayor distinción que nadie, verle entrenar con la plantilla nos hace dudar de la racionalidad de su retirada como jugador. En sus paredes, para ayudar a sus jugadores a practicar el remate, hay más clase futbolística que en un centenar de videos de Youtube sobre Pelé, Laudrup o Maradona. Nadie ha vestido como él una bota de fútbol con toque de balón con tata elegancia como él.
Clases medias contar élites, équites contra senadores. Es difícil siempre alcanzar el equilibrio de fuerzas en una plantilla, conciliar tantas ambiciones, a menudo contrapuestas y que a veces pugnan y reman en sentidos contrarios. Lo personal contra lo colectivo, es el vicio en el que fácilmente cae todo grupo y contra el que ha de luchar primero todo gestor de plantillas si quiere lograr objetivos. Baste que llegue César, sumo pontífice, para que Marcelo e Isco se pongan a entrenar como mandan los dioses. Júpiter y su rayo certero, Apolo y su elocuente lira. Volverán a tronar y a declamar las divinidades del fútbol. Cómo César, Zizou hizo de las clases populares, de la segunda unidad, su principal argumento para alcanzar el poder, para conquistar la esquiva liga, más elusiva y difícil de apresar que el rey Yugurta.
A todo esto, las tropas habrán de estar acantonadas en sus cuarteles de invierno hasta septiembre. El ocio y la falta de objetivos en cada jornada son los principales enemigos del militar, lo que antes acaba con la cohesión de un ejército. Fue precisamente la Décima, ya te vale Crastino, la legión que se amotinó mientras aguardaba para embarcar en los muelles de Brindisi, para acudir a la cita en Farsalia, para partir rumbo a Tesalia, el reino de Aquiles y los Mirmidones. Estaban hartos de tanta contienda, de tantas campañas lejos de casa. Ya solo querían un pedazo de tierra que poder considerar como propio, en el que poder usar la espada como arado y no como arma. César los reunió en el muelle y les dijo: “Así que es eso, qué queréis licenciaros. Pues sea, en mi mano está concedéroslo. Con efecto inmediato ya no sois soldados de la Décima sino ciudadanos”. Cuando aquellos hombres, curtidos y endurecidos hasta la firmeza del diamante tras una década de luchas atroces en Las Galias (dicen que en Alesia perecieron más de un millón de almas), se dieron cuenta de su error de cálculo, que se les había ido la mano con su farol, algunos hasta lloraban a lágrima viva, como niños a los que se les retira la teta. No hay un después tras haber servido en las legiones de César. Enseñadle a Varane como labra su terruño Özil en su nueva patria. Por cierto, ¿en qué equipo lo hace? Creo recordar que se fue al Arsenal, pero al poco se lo tragó el anonimato. Más que tierras de labranza resultaron ser arenas movedizas. Su fútbol parece haberse silenciado desde que partió de Brindisi. Enseñadle a Rafael como destripa terrones por su banda Di Maria en el PSG, otro veterano de la Décima que se avino a convertirse en ciudadano. Tanto esfuerzo para acabar cada año eliminado de la Champions. Al menos aquí se partía trabajaba como un poseso con un desenlace que merecía la pena. Hacedle escuchar al central los lamentos de James para que deje de joder la marrana vía AS y Marca. Ya, de paso, invitad a la audición al agente de Bale, también admirador de la novia de Porky. ¿Qué les diría Zidane a su plantilla en la charla sobre el césped la noche de la víspera de la final? ¿Qué podían perder la tarde del día siguiente y sentirse orgulloso de ser jugadores profesionales o ganar y convertirse en legionarios madridistas? Ay, Stielike, que poco que te faltó para lograr los galones de centurión cuando te enfrentaste a las tribus britanas.
El norte de Italia, lo que entonces se conocía como La Galia Cisalpina, fue el feudo de César, el inagotable vivero donde reclutar hombres para sus legiones y donde recabar los apoyos políticos más leales. Por eso rima que el primer gran éxito de Zidane tuviera lugar en Milán. Luego, al año siguiente, no le pesaría su pasado turinés en Cardiff lo más mínimo ante la Juventus. El fútbol es la continuación de la política con otros medios y vistiendo con ropa del Decathlon, aunque a Zizou nunca le veamos que se quite el traje. Allí, en San Siro, fue su primera arenga en vísperas de la gloria, recibida por toda la plantilla con el corazón desplegado como una antena, como delataron las cámaras cenitales. Después vendrían País de Gales y la lejanía Ucrania. Ni el propio César llevó tan lejos los estandartes del senado del pueblo de Roma. Puntos sobre un mapa de campaña trufado de banderitas verdes que indicen victorias (En Real Madrid TV “Madridistas por el mundo” va por su segunda temporada). La primera vez vino, vio y venció, y no debe ser casualidad que su primera víctima en la fase de eliminatorias fuese la Roma. Apenas si tuvo que alzar la voz para que su juego se hiciera oír en toda la Cristiandad, y aun en las tierras del Sultán de Quatar. Hubo más sonrisas que palabras, tanto en el vestuario como en la sala de prensa. Éstas últimas quedaron para que las malgastaran sus enemigos, que siempre los hay para todo lo que sea madridista, y que, aunque porfiaron con denuedo en los argumentos, se quedaron paulatinamente sin discurso, a medida que las Champions caían inexorablemente tras cada equinoccio de primavera. No estaban los astros por dar la razón a los vaticinios de los más agoreros. Esta vez al venir, atendiendo a las súplicas del pueblo romano, esto es, las de Floper, fiel portavoz del sentir madridista, o eso creen él y sus infiltrados en Twitter, ha de traer una mirada menos complaciente, menos amistosa con propios y extraños, con aliados y adversarios. Lo primero que habrá de discernir es cuánto hay de sinceridad o no en la fidelidad que le proclaman sin ningún empacho algunos en estos días de advenimiento. Zidane es al Real Madrid lo que el Pentecostés al Culto Católico.
Cierto es que a quien se le amotinó la Décima fue a Marco Antonio y no a César, que quienes se han dejado ir en la voluntad del esfuerzo lo han hecho mientras estaban Julen o Solari, pero tal vez Zizou deba llevar la añagaza hasta sus últimos consecuencias y convertir en ciudadanos a unos cuantos legionarios blancos pasados de rosca. Es momento de traspasos y cesiones. Tal vez a Bale le vendría bien labrar algún campo en la Apulia o la Campania. En Britania si prefiere, pero en ese clima infernal la fruta madura más trabajosamente. Tal vez Kroos deba cruzar de nuevo el Ring, ahora en sentido contrario, una vez que en esta orilla no parecen quedar campiñas por saquear. Tal vez Varane deba darse él mismo ese homenaje que dice la prensa que le encabrona no haber recibido de la Casa Blanca por su mundial (como para esperar que Flopper haga gestos desde el ala oeste), tomarse un año sabático sin finales ni títulos. Hay que ver lo que cansa alzar copas cuando no te puedes acodar en la barra del bar, que se lo digan sino a James o a Sneijder. A Zizou le queda mucha labor ingrata por hacer, pero sabemos que la hará sin que se le despegue la sonrisa de los labios.
Para incitar a Pompeyo a luchar, algo a lo que rehusaba con tozudez al pensar que el paso del tiempo sin acontecimientos obraba a su favor, César se alejó voluntariamente tierra adentro de sus ya escasas bases de avituallamiento. Quería hacer creer a los senatoriales que su ejército estaba maduro para la derrota final, que era fruta en sazón presta para ser recolectada del árbol. A pesar de contar con menos de la mitad de efectivos que su ilustre adversario, fue capaz de sustraer cohortes de aquí y de allá de entre sus legiones para formar una reserva con la que evitar verse superado por los flancos por el enemigo. A la hora de la verdad fue el sacrificio de Cristino y sus compañeros, quien sabe si en el minuto noventa y tres de la batalla, lo que decantó la balanza en aquella jornada, lo que abrió una herida en la piel del ejército pompeyano, que pronto devino en una hemorragia de bajas. Tampoco parece que sea este el mejor momento para el madridismo. Hasta en la sección de basket a veces se diría inminente que vayamos a ser flanqueados por los rivales. El actual panorama sería preocupante si no hubiéramos visto renacer de sus cenizas una y otra vez a la grey blanca. Esto de resucitar de entre los muertos ya casi se ha convertido en un trámite burocrático que solventar con estricta periodicidad. Hasta hemos tenido más de un perito en lunas y en solventar este tipo de escenarios catastróficos. Estoy pensando en Molowny o Boskov. Bien pudiera ser que Zidane se convirtiese en el nuevo Molowny. Aunque la toga sea una prenda sin mangas tampoco me parece mal plan.
Por favor, Zidane, ten sumo cuidado en tu nueva etapa en el vaso de la licuadora de entrenadores que es el banquillo blanco, elige con sumo cuidado tus aliados. César en Farsalia perdonó la vida a los supervivientes del ejército pompeyano y, ya ves, entre quienes se le enfrentaron y vivieron para contarlo estaba el vástago de su ex amante Servilia, su hijo adoptivo Marco Junio Bruto. Más tarde diría en letales circunstancias. “¿Tú también, hijo mío?”, y no alcanzamos a entender que le extrañaba tanto si siempre se encontraba aquel mozalbete engolado y pretencioso entre quienes querían hacerle daño a su mentor. No te fíes de James si te lo traen de vuelta, ni de los que alaban tus bondades personales en los periódicos del enemigo, como si en vez de su entrenador fueras el padre Mundina y en vez de fútbol estuvieran hablando de quien les enseñó a cultivar geranios y podar setos de rododendro. Que no te impresionen las jaculatorias y los responsos de Navas cuando alude al trato que le dispensas en comparación con el que le dispensaban otros. Duro es decirlo, pero Courtois es mejor portero que Keylor, aunque sea tonto y lleve a Alba Carrillo y a alguna otra colgada de su longilínea chepa. A su regreso a Roma, César hizo del perdón su estrategia preferida en el debate político. Buscó la reconciliación como cura para las heridas de la guerra civil y un día un grupo de condonados a la pena capital le cosieron a puñaladas en las escalinatas del Senado. Caer ensangrentado a los pies de la estatua de la estatua de Pompeyo pareció una broma de mal gusto premeditada para vestir de burla el magnicidio. No te fíes ni siquiera de Papá Nöel Floper. A Rodrygo lo iba a traer de todas formas, aunque no hubieras regresado. Y Hazard debió de haber venido hace tres copas de Europa, para que se hubieran podido convertir en la media docena y haber batido el record de orejonas consecutivas, para que la sala de trofeos se nos hubiera quedado pequeña, incluso tras ser ampliada con la excusa de ponerle una techumbre al Bernie con tejas para la lluvia. Peores chaparrones ha aguantado el vetusto edificio.
Zidane, fíate de mí y no et fíes de nadie. Cuando al equipo le van regular las cosas el entrenador de convierte en un náufrago del Indianápolis, con tiburones blancos nadando bajo el agua y rozándole los pies mientras los mueve para no hundirse. Es lo que pasa por transportar en secreto un arma de destrucción masiva, pensada nada menos que para perpetuar la hegemonía del Madrid. Menuda bomba atómica es esa con la que poder arrasar Hiroshima y Nagasaki. Te deja a expensas de que cualquier submarino japonés que navegue en silencio de sónar, pueda partirte el casco de la nave por la mitad y que todo se convierta en vías de agua imposibles de atajar. Un “Torpedorrr”, como diría Chiquito de la Calzada, es lo que era James con su perpetuo descontento.
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