jueves, 14 de marzo de 2013
El Fútbol y sus aledaños (118) - A vueltas con Kaká
Si Kaká fuera Antonio jugaría en el Coliseum
Manu Mañero - @m_manero
www.elcontragolpe.net - 9/03/2013
Fracaso por encargo
Si Kaká se llamara Antonio y hubiera costado quince millones en lugar de sesenta y cinco, y cobrara tres netos, tipo Drenthe, en vez de nueve –lo mismo que Cristiano, con quien comparte la cúspide de la pirámide salarial-, hoy cabalgaría en la banda del Coliseum en las segundas partes buscando sumar minutos frente al frío de las gargantas locales y el invierno todavía más duro del cemento remachado con plástico de las gradas, que mantienen la esencia de Las Margaritas y del remoloneo romántico y protomodernista del aparato ambulante que ha oprobiado el poso del fútbol modesto de los domingos. Pero como costó bastante más, y permanece agujereando las arcas del club a costa de la imposibilidad de buscar lugar de adopción, como un monstruo de esos que se enfrentan a Pedro García Aguado, rebelde pero con buen fondo, toca sorber las lágrimas que derrochan por él los que de dignidad saben un rato y en vez de rezar por digerirla, la contagian entre sus compañeros.
No es ya el galopante y desatado ocaso que atenaza las piernas y la carrenderilla de Kaká lo que hastía al madridismo cabal, ni siquiera que forzara por su tierra para estar –y hacer el ridículo- en Sudáfrica a costa de su rodilla y casi de su carrera, ni tan siquiera que estorbe más que aporte en partidos relevantes, ante equipos decentes como el Barcelona o el Manchester United, en los que no fue ni la lengüeta de la bota con la que hacía y deshacía en Milán: es más el cargante martilleo de muchos religiosos cegados, que compran oportunidades a precio de saldo, que todavía creen y defienden a un futbolista con caché de estrella mundial que se puede dar con un canto en los dientes cuando no desentona ni malea la firme columna de un equipo forjado en el esfuerzo y levantado contra viento y marea. Como cualquier profesional millonario que patina en lo que se supone es su virtud, ponle un político que roba o un periodista que confunde ‘a ver’ con ‘haber’.
Kaká ha sido un buen invento y un regular movimiento político en el arranque de Florentino, un bofetón en la cara a Ramón Calderón, el presidente de las promesas incumplidas y algún que otro borroncillo feo como mandamás, que terminó con trama y vigilancia periodística orquestados, y con sus huesos en su blog y su Twitter, donde se desfoga con exabruptos de aficionado de alquiler cuando las cosas bandean. Pero Kaká ha sido sólo eso. Es absurdo aguardar más ‘resurrecciones’ de un brasileño que ha entrado en la treintena y que se conforma con ser útil en un Madrid que le paga como a un diferenciador. Un jugador que ha perdido las habilidades que le hicieron grande, guardando sólo, y como oro en paño, ese golpeo característico desde la frontal, con el que urde los conocidos como ‘típicos goles de Kaká’, que todavía, cuando los clava contra un Alcoyano o un APOEL de turno, tienen que ser el abono de un titular de becariado y comodísimo para rellenar papel en todas sus variedades, que habla siempre del retorno y risorgimento de quien lleva tres años fuera de sí, abstraído incluso de sus creencias. Daño no hace de ocho porque es futbolista, no amante: pero el sonado fiasco al que ha contribuido en su crucero de multimillonario por la entidad más grande del planeta lo debe pagar en otra vida, cuando resucite de verdad si se da el caso. Si no, perdurará el hedor a tufo en este siglo y el que viene.
A vueltas con Kaká
Vaya, esto no lo había hecho nunca, rebatir un artículo de alguien de mi trinchera, por así decir. Y no sé por qué. A lo tonto mejoro el blog con artículos realmente de calidad, de los que la prensa oficial anda muy escasa, me divierto de paso, y en la medida de mis posibilidades ayudo a la difusión de gente que merece la pena leerse. Manu Mañero tiene una prosa densa, alambicada, prolija de frases subordinadas, algo laberíntica a veces, con acotaciones al margen que a veces son más importantes que la corriente principal de la frase, con meandros al sobrepasar una coma que desvían el curso del discurso. Manu Mañero es barroco, creo, en el sentido real del término, en cuanto a que a que dice en exceso en vez de preferir decir poco y dejar un mensaje más claro, más al alcance de los presurosos, de los que no releen porque tienen lecturas pendientes y prefieren llegar cuanto antes a puerto, al punto final, para zarpar de nuevo en otro escrito. En Manu Mañero lo bueno no es breve y, aun así, es doblemente bueno. Hay que retomar la frase desde el principio a veces, porque su prosa es paraje que lo contiene a uno y es fácil perderse si no se está atento. Su escritura es ruta para lectores que sepan orientarse. Y Dios me libre de parecer que critico, porque me encanta. Yo también trato hasta dónde puedo de dar guerra a mis lectores, aunque últimamente la influencia de @DiosaMaracana me clarifica, me hace más evidente, descubre en que escondrijo me oculto. Esos puntos y comas que tanto detesto son de su cosecha, no de la mía. Aunque comprenda que son necesarios. Como las frases entre guiones, para aligerar el tronco de la línea escrita, que amenaza con partirse por la mitad del fuste al perder la atención de quien la lee, demasiado prolongado que resulta el esfuerzo de una lectura en que las comas superan con creces a los puntos. Le recomiendo a Manu Mañero que encuentre quien le clarifique, aunque secretamente le envidie la necesidad que crea en sus lectores de releer el escrito. Porque al hacerlo uno sabe que, con ser mucho, aun quedan cosas por comprenderse.
Lo dice todo Manu Mañero sobre Kaká. Y lo hace en media docena de frases apenas, porque no tiene a nadie que les ponga freno, que normalice su formato, y discurren sin pausa hacia donde el escritor pretende. Pero discrepo. No con el todo, no con su tesis, que es razonable, incluso convincente, liberadora. Lo hago con el reproche que hace a quienes aun creen en el jugador brasileño, por más que él lo encuentre enfermedad que se contagia y sustrae al madridismo lo que tenía de cabal. Si Kaká hubiera costado la cantidad que el pone como ejemplo seguiría siendo un error su llegada, aunque el desliz no sería tan indecoroso. Pero, es cierto, tiene razón, vino para demostrar quién lo trajo que él si era capaz de hacer realidad los sueños del madridismo, aunque luego resultaran ser cabezada tras una ingestión copiosa. 75 millones, que se dice pronto, de los que apenas ha habido retorno, y el que se ha producido queda en entredicho por ser difícil establecer una contabilidad clara. ¿Ha tenido repercusión Kaká en los logros del equipo blanco los años que lleva en la plantilla? Creo que la misma regla de tres que hace imposible su marcha al club que tiene por feudo el estadio de las Margaritas y, coincido con él, es este nombre mejor que el que ahora ostenta, Alfonso Pérez, nos hurta la posible respuesta. Porque no es la de Drenthe comparación adecuada, ni en lo económico ni en lo futbolístico. El peso de Kaká es otro. Un peso que parece aligerarse al presentarse los momentos felices esparcidos entre muchas decepciones.
Erró Florentino Pérez al ficharle, al convertirle en banderín de enganche para ilusionar al madridismo, para enrolarlo en su proyecto. Pero eso no quiere decir que no sea un jugador válido. Entre sus detractores, que son muchos, y entre los que alguna vez me cuento, cunde el desasosiego al pensar que su enésima resurrección, la ahora vigente, pudiera ser cierta, es decir, pudiera tener continuidad. Son partidarios de la solución simplificada de los problemas, la habitual en estos casos, la de restar, la de eliminar el problema. Tabula rasa, dice el malvado de la función "El mensajero del futuro", el general Bethlehem, en una escena para referirse a la estrategia que pensaba aplicar para la eliminación de los molestos carteros de los recién constituidos Nuevos Estados Unidos de América. Dejar de tener en cuenta el pasado para simplificar el futuro. "Si el hombre es un problema, eliminado el hombre eliminado el problema", decía Stalin. Un Kaká en el Getafe sería un quebradero de cabeza para otras meninges, un dilema a solucionar por otros, una promesa de descanso, de no más ilusiones que a la postre resultaron vanas. Si Kaká hubiera valido lo que Essien, o sea, nada, ni siquiera nos estaríamos planteando su marcha. No es un problema de calidad, futbolístico, sino de costos, de rendimientos económicos. Nos empeñamos en ajustar las expectativas a la cantidad de pesetas. Pero costó exactamente lo que costó y ya nadie quiere seguir contando monedas para saber si el gasto fue excesivo o simplemente ruinoso, ya nadie quiere siquiera contar las monedas que van a nuestro bolsillo y no a los del Milan, las jugadas acertadas, las asistencias, los momentos de buen fútbol del brasileño, que los ha habido. Es otro Kaká el de ahora que tal vez obligue a repasar las cuentas, a volver a cuadrar el balance, y eso aterra a sus detractores. Y les entiendo. Pero por ser como son las cosas, por ser imposible verle trotar por la banda del estadio de las Margaritas, deleitando a los pocos aficionados que se hayan acercado a animar al Getafe, opino que sería mejor usar al jugador, que además parece pasar en estos momentos por un buen momento, que perderse en debates contables.
Calderón, devenido tras su marcha del Madrid y con el paso del tiempo en Ramón enfurecido en Twitter, no estuvo a la altura de sus promesas, que fueron muchas y disparatadas. Con todo y con eso, Florentino supo duplicar la apuesta, prometer el doble y llevarlo a cabo. No solo Kaká sino Ronaldo, y si hubiera que hacer balance doble, el debe del primero sería pálido problema ante las soluciones incluidas en el haber del segundo. Tenemos en el jugador portugués al diferenciador que demanda Manu Mañero. La de ahora, creo que lo sabemos todos, no es resurrección de aquel Kaká de antaño. Hagamos tabula rasa de verdad, olvidémonos de aquel Kaká del Milan campeón de Europa, ya que estamos dispuestos de olvidarle de verdad y traspasarlo al Getafe. Olvidémonos de quién fue y centrémonos en quién puede ser. El Kaká de ahora es suficiente para tener hueco en esta plantilla. Si Kaká se llamara Antonio donde trotaría es en la banda del Bernabéu tras salir del banquillo y saldría al campo sin deudas que saldar, suyas o de Ramón enfurecido. Tan cabales son al menos los madridistas cofrades de la enésima resurrección del brasileño como los miembros de la cofradía de la enésima disculpa a Özil por no estar a la altura en un partido de alto voltaje. Seamos justos y no nos dejemos seducir por la erótica del futuro. Kaká pasa de los 30 y a Metsut aun anda lejos de la edad de retiro, pero no se trata de su futuro sino del nuestro, el del equipo, y se dirime precisamente ahora. Y nos ha pillado con un Kaká razonable a bordo, para como están las rodillas del problema, y sin posible desembarco.
PD: Artículo dedicado a @blanquibg, kakista y madridista cabal, a @DiosaMaracana, para que me perdone los disgustos y a @Manu Mañero, cuya prosa degusto cuando puedo.
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