viernes, 6 de julio de 2018

El Fútbol y sus aledaños (200) - El hombre que mató a Liberty Valance


El hombre que mató a Liberty Valance

Alguien dijo que el verdadero artista del sigo XX no había sido Picasso sino John Ford. ¿Quizá Garci? Da igual, no puedo estar más de acuerdo. El gran invento artístico del pasado siglo fue el cine. La pintura ya había sido explorada hasta sus más recónditos rincones por Renoir, Velázquez, van Eyck, el pintor de Altamira y tanto otros para cuando el 1900 irrumpió en el calendario. El comic tampoco puede considerarse una novedad si se contempla con calma “La historia de Nastagio degli Onesti” de Bocaccio. Es una tira cómica que leo siempre que visito el Prado, aunque he de confesar que no sé dónde la han ubicado tras la última reordenación de la colección permanente. La eché en falta la semana pasada. ¡Qué parecidos me parecen Bocaccio y Milo Manara! Digo esta barbaridad, en la que no obstante creo firmemente, protegido por la intimidad de saber que apenas nadie lee estas líneas.

¿Es la primera vez que mezclo a John Ford con el fútbol? Creo que sí, aunque tendría que mirarlo. Pero desde luego no es la primera vez que lo mezclo con el cine, porque me encanta hacerme el moderno y el raro. ¡Ah, los westerns crepusculares, son gloria bendita! Lo mejor siempre llega al final, cuando declina el sol y la noche desciende desde el pedestal del cielo, como si Dios hubiera puesto en marcha la grúa para poder trasladar los acontecimientos a otro escenario. Como si lo viera, algún día me atreveré con “Centauros del desierto”. Ya lo hice con “Sin perdón”, que tiene mucho menos balompié en sus fotogramas. Pero ahora le toca el turno a la perla de Ford que da título a este escrito.

Hace nueve años CR7 llegó a un Real Madrid que vivía en un territorio sin leyes. Peor aun, en un país en el que las únicas reglas las dictaba el Barça. Venía del Manchester United, que para el mundo del fútbol significa lo que Cambridge para el ámbito universitario: Una escuela cargada de tradición (Isaac Newton, Paul Dirac) pero también de presente (Stephen Hawking). Hablo de entonces, claro, no sé si Mourinho será capaz de instruir de nuevo algún día desde esa cátedra. Nada más bajarse de la diligencia se encontró en una aldea polvorienta, con el poblachón manchego del que hablaba Azorín y también Ricardo Bofill padre, el que luego fuera suegro de Chabelita Iglesias. Pellegrini le puso a fregar platos en la cantina para darle con qué ganarse la vida, aunque a él el delantal le hacía sentirse ridículo, y no faltaron las riñas por niñerías y por burlas mal asimiladas, y los descalabros y los alcorconazos, porque entonces quien pegaba más duro eran siempre los de los ranchos de las afueras y quien disparaba más rápido en toda la comarca un pistolero llamado Messi. ¿Os gusta la sinopsis de la película? John Ford la narraba con James Stewart, John Wayne y Lee Marvin, pero el casting que yo me he buscado tampoco me parece malo.

Ransom Stoddard, es así como se llamaba el personaje que interpreta James Stewart, es un abogado recién salido de la facultad. Sueña con llevar la ley a la frontera, para que se acaben los abusos de los fuertes -cada día de paga los vaqueros convierten el saloon y la calle principal en la caseta de tiro de una feria-, y para imponer el orden donde impera el caos. Pero allí los libros de leyes aún no han logrado sustituir a los revólveres. Allí un abogado no es más que un tipo del que poder mofarse, sobre todo si lleva delantal durante su jornada laboral. CR7 tuvo que aguantar muchas burlas tras su llegada. Aun le toca hacerlo. Pero al menos ahora hay respeto en quien las hace. El tipo de respeto mejor de todos cuando hablamos de fútbol: el miedo de los rivales. Con Mourinho se quitó al fin el delantal y abrió bufete en la banda izquierda. Se especializó en dirimir litigios usando el turno de réplica, esto es, el contraataque. Pero también usando la mollera, el testarazo, aprovechando el púlpito improvisado dentro de la sala de juicios que es el área chica del portero.

Pero eso fue después. Entonces el látigo de Messi era el único juez con jurisdicción en el poblado. No te podías comer ni un filete con patatas sin que él te diera permiso. La aquiescencia del argentino era requisito sine qua non para prosperar en la liga, y hasta en la Champions. Vale que Lee Marvin se come a la pulga de un bocado en lo que a carácter se refiere, pero el símil que propongo me parece viable. Lo creo porque Lluis Mascaró equivocó los bandos, los trocó: El bien siempre ha estado representado por el Real Madrid -y por eso su enseña, que es limpia y blanca que no empaña-, y Liberty Balance y sus secuaces han constituido siempre el bando de los malos. Aún recuerdo su columna en el Sport en la previa de la final de copa disputada en Mestalla. Llamaba a su equipo a dejarlo todo en el terreno de juego porque el partido suponía, según él, la lucha del bien sobre el mal, y si no prevalecía el primero el mundo del fútbol se sumiría en las tinieblas. Algo así como un spin-off de “El Señor de los anillos”. Para mí que le escuchó quien tenía que escucharle. Cristiano se elevó como una pavesa para rematar de cabeza y no sé si fué el fuego del infierno o fué las llamas de un auto de fé que todo lo purifican. Cuestión de perspectiva, supongo. El caso es que fue Stoddard, esto es, Cristiano, quien trajo por fin la ley al territorio, quien dirimió la disputa entre Dios y el Diablo. Le debemos mucho. Haber podido adscribir el estado madridista a la Unión, a la historia de la Champions, aun contando con la oposición de los grandes terratenientes, los jeques, que se creían con permiso para que sus rebaños se alimentaran en todos los pastos y preferían praderas sin alambradas y sin fronteras, un mercado de fichajes celéricamente inflacionista y una carencia absoluta de topes salariales. Le debemos haber recuperado la dignidad perdida, volver a sentirnos orgullosos y a salvo. En definitiva, poder comernos un filete con patatas sin que nos moleste una patulea de gamberros. Cuatro Champions en realidad, porque había hambre atrasada. Con guarnición de ligas y menestra de mundiales y supercopas en bol aparte.

Hay una escena clave en la película de Ford en la que Stoddard, ya un tipo asentado, de éxito, miembro del senado en Washington, se sienta alrededor de una mesa con un puñado de periodistas para contarles una historia. Cuando acaba de narrarla les hace prometer que nunca la revelarán a nadie. “Cuando les toque elegir entre la verdad y la leyenda”, les dice, “les aconsejo que siempre impriman la segunda”. Creo que CR7 se ha enamorado de su propia leyenda. Que no digo que no tenga base para ser creíble, sobre todo habiendo sido escrita con tan grandes titulares y con tipografía tan exquisita. Un testarazo en Mestalla, una chilena en el campo de la Veqcuia signora, un doblete en Cardiff… Pero me gustaría decirle que la soberbia es mala compañera de viaje cuando uno trata de trascender al presente, de convertirse en parte de la historia, que La vanidad impide elegir con tino la perspectiva correcta para ver las cosas y, sobre todo, a uno mimo, que el egoísmo esteriliza la generosidad de los otros cuando la exigimos a todas horas. No entiendo el discurso de Cristiano, ni el que sale de su boca cuando concede entrevistas ni el que escucho a sus portavoces oficiosos, algunos de ellos auténticos mamporreros de celebrities, gente que se gana la vida meneando importancias ajenas para procurarle placer a egos superlativos que solo encuentran placer en considerarse a sí mismos. La rajada de Cristiano en Kiev obedeció a que sintió que eclipsaban el protagonismo que creía merecerse. A Bale se le ocurrió hacerse un ovillo en plano aire y marcar el gol por excelencia, el que a partir de ahora vendrá estampado en la tapa del envase cuando vayamos a comprarlo al súper. Luego, además, remató la faena consiguiendo un doblete. Y todo en apenas un cuarto de hora. Todo estaba preparado para un mutis por el foro apoteósico de Cristiano, a ritmo de fanfarrias, y no soportó que le aguasen su fiesta de despedida. Fanfarrias que el mismo “se toca”, porque no tiene ningún problema en hacerlo cuando no tiene mamporreros a mano que se lo hagan. “Deberían llamarle a Champions torneo Cristiano Ronaldo”, le dijo a una sorprendida moza que le entrevistaba a pie de campo tras el partido. Y la expresión del jugador era de que se creía su propia sobrada. Y todo sin venir a cuento. Nadie le había cuestionado su valía, más bien lo contrario, nadie le había preguntado por su futuro porque en se momento tocaba otra cosa. Tocaba el Real Madrid. Tocaba la afición, en la que a lo mejor reside el verdadero músculo del club y no en sus abdominales. Tocaban sus compañeros, de lo que recibe alabanzas constantemente. Tocaba Bale, porque el si llevaba un año sin recibir cariño de nadie y esa noche había sido la de su vida, sin siquiera haber partido como titular. Dice Cristiano por boca de Edu Aguirre que su marcha no es por cuestión de dinero sino de cariño y que el cariño se le demuestra subiéndole el sueldo. A mí el silogismo me suena a que incumple las leyes de Aristóteles, pero es verdad que la asignatura de filosofía la tengo muy lejana en el tiempo, en mis últimos años del cole. Dice Edu Aguirre que pidió que le rebajaran la cláusula de rescisión para facilitar su marcha a otro equipo y que le han dado satisfacción porque la directiva no le quiere lo suficiente. Sea usted mamporrero para eso. El Real Madrid de mamporrero de su estrella para únicamente acabar pringándose las manos. Hoy en la portada de Marca leo que a Cristiano le parece una afrenta que el Real Madrid esté dispuesto a venderle solo por tan 100 millones de euros. Obviemos que la escala que yo manejo para dimensionar mi economía es otra. Y preguntémonos a continuación: ¿Es que acaso no es lo que había solicitado su representante para poder volar lejos de donde no se le quiere ni se le valora? Quien entienda a este tío que lo compre. Aunque estoy de acuerdo en que debería ser por mucho más dinero si pretendemos hacernos con otra amante igual de desapegada. Cuanto más guapa la mujer más caro ha de ser el regalo.

Hablemos claro, si CR7 no siente nuestro cariño, lo cierto es que nosotros tampoco el suyo, ni ahora ni nunca. Le hemos oído hablar con emoción del Manchester, a la que considera su casa, del Sporting de Lisboa por haber sido el principio de todo, de aquel equipo de madeira cuyo nombre ahora no recuerdo, últimamente de la Juve, porque le aplaudieron una tarde. Pero me cuesta recodarle un gesto verbal de cariño con el Real Madrid, siquiera con la ciudad en la que vive, con sus propios compañeros, con la afición que le aplaude y le corea durante todos los partidos, los buenos y los malos, y también entre semana. Otro día hablaremos de la cultura de los pitos en el Bernabéu, tan difícil de asimilar para los egos sin intestino delgado. Lo que sí recuerdo es como se choteaba del presidente, el nuestro y el suyo, mientras éste hablaba en la sede de la Comunidad de Madrid en momento tan solemne como el acto oficial de celebración de la Decimotercera. ¿O fue en el ayuntamiento? ¿O quizá en ambos sitios? Hace falta mucha memoria para acordarse de todos sus desplantes y rabietas. Cuando se exige respeto y consideración hay que empezar dándolo uno mismo. Dice Edu Aguirre que el cariño nos lo ha demostrado con goles y con títulos. Hasta contabiliza como carantoñas los balones de oro, trofeo que yo pensaba en mi ignorancia que se concedía a jugadores, no a equipos o hinchadas. En todo caso, aceptamos pulpo como animal de compañía, más que nada porque todo eso forma parte de su desempeño profesional. Eso sí que es dinero, carne de contrato, no etérea caricia.

Para mí que detrás de todo esto hay un ataque de cuernos. CR7 no soporta que el Real Madrid tenga un futuro, un plan para el día después de su marcha, que pueda venir alguien a sustituirle, no para robarle el cariño sino su importancia. Si eso no es ego en vez de amor que venga Cupido y que lo vea, y que se quite la venda de los ojos para ello, que aquí hay mucha necesidad de sus flechas y urge que acierte en los blancos a la primera. Sin encomendarse al azar si es posible. Este desaguisado solo se arregla con un flechazo. Florentino cometió el pecado de hablar de Neymar cuando le preguntaron por el brasileño en la gala del Balón de Oro y desde entonces Cristiano anda de morros. Un Cristiano que ya nos venía anunciando su marcha desde dos años antes. Ni conmigo ni sin mí, pero quiéreme a mi solo. Esto no es un jugador de fútbol sino la protagonista de culebrón mejicano. A medida que escribo sobre CR7 me voy dando cuenta de que estoy harto de él, que su compañía compensa a mi líbido pero no a mi necesidad de afectos. Pensaba redactar algo más comedido pero ha sido comenzar y salirme todo el resentimiento pro tanto desplante a borbotones, como un torrente. Mira, que se que con la casa, con el coche, con los niños y con la cuenta corriente del banco, pero que se vaya, que nos tiene anulados como personas.

Ramson Stoddard siente remordimientos por haber tenido que usar la violencia para imponer el orden. Idealista como es, cree que la justicia solo puede ser tal si emana de las leyes y es aplicada con ecuanimidad. Obligado a defenderse del forajido Liberty Balance en un duelo provocado por éste, salva la vida de forma inesperada y se convierte primero en un héroe local y luego en una celebridad a nivel nacional a través de la política. El día que va a renunciar a todo porque cree que debe su repentina fortuna a un acto de salvajismo, Tom Doniphon, el personaje que interpreta John Wayne le hace saber una verdad aun más vergonzosa, pero que permite que su honor se mantenga intacto. Hallie, la mujer que ambos aman le había hecho prometer que cuidaría del joven abogado, que le mantendría a salvo con su revólver allá donde las leyes no alcanzan. No ha sido él, Ramson, le dice, quien ha matado a Liberty, no le acertaría al techo de una habitación ni disparando tumbado desde la moqueta, sino Tom, y no precisamente de una forma decorosa. Lo ha hecho disparando desde las sombras y por la espalda. Ni siquiera con un revólver, fiándose a su pericia como los grandes pistoleros, sino con una escopeta, a bocajarro. Ahora le toca decidir, añade Tom, si piensa renunciar a la tremenda oportunidad que el azar le ofrece o prefiere construir un futuro a partir de un hecho tan indecoroso pero oportuno. Un futuro para él, para el nuevo estado de la Unión que se está formando, y también para Hallie. Porque el asesinato cometido por Tom ha sido simplemente un acto de amor, al tiempo que un acto de renuncia. Al contrario que el de Tom, el de Ramson es un mundo pragmático, tanto te dan, tanto te quieren, y cuando el electorado del estado le da masivamente su voto para que sea su representante en el Congreso tras asimilar como cierta la mentira, cree haber alcanzado al fin el cariño de la veleidosa fortuna.

Tras rememorar el parlamento del personaje de John Wayne he pensado en las últimas cuatro Champions. En la Décima ni estuvo ni se le espero siquiera. Andaba lesionado. El puto amo de aquella orejona bien sabemos que fue otro. Alguien le sirvió en bandeja a Ramos su instante sublime, aunque fuera del tiempo establecido. En la Undécima hasta el último penalti de la tanda final apenas vimos a Ronaldo. Después de eso pudimos verle en detalle hasta los pectorales y los deltoides. Está claro que la Decimosegunda fue su momento, sobre todo tras cazar un pase curvado y exquisito que le llegaba desde la línea de fondo para marcar el gol definitivo. De la Decimotercera ya hemos hablado. Tras reflexionar sobre ellos empiezo a pensar que en mi historia ha sido Modric quien mató a Liberty Balance. Siempre en esa zona de penumbra a la que apenas iluminan los focos lleva más de un lustro manejado la recortada para lograr un lugar de creación y a salvo del caos. La ley llegó al territorio cuando Luka lo hizo al Real Madrid. Para tapar vergüenzas, según el Sport. Para lucir el mandil con una elegancia de la que no es capaz ningún otro camarero de cantina, es lo que digo yo. No hay más ley que la que la que gobiernan sus rizos rubios. Yo creo que Hallie debería saberlo, ahora que aun no se ha casado con Ramson. Una flor de cactus sobre su ataúd cuando se retire del fútbol me parece homenaje escaso para un amor tan grande y que nunca ha esperado nada a cambio. Por otro lado, imprimir la verdad tampoco me parece un desdoro. No soy periodista y no le he prometido nada a nadie.


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