miércoles, 4 de julio de 2018
El Fútbol y sus aledaños (199) - Laboratorio forense
Laboratorio forense
(España 1 - Rusia 1; Mundial de Russia 2018; Cuartos de final) (A casa tras la tanda de penaltis)
Decía un profesor de patología forestal que tuve en la universidad que el principal obstáculo a la hora de tratar de diagnosticar la enfermedad que padece un árbol es que el paciente nunca podrá indicarnos dónde le duele. Al margen de su eficacia como chiste, discutible supongo, aunque confieso que a mí me hizo gracia en su día, la frase encierra una verdad fundamental: Que para ser un buen médico, ya sea de almas, animales o plantas, hay que saber compadecerse del material sufriente que tienes entre manos. Algo antes de aprender esa lección, cuando aún era un niño y estaba enfermo, mi médico de cabecera, el doctor Castilla, ya fuese lo que se infiriera del uso del termómetro, el fonendoscopio, las toses o de los análisis de orina (qué manía tenía con medir el nivel de acetona), antes de dar su dictamen no se quedaba satisfecho si no me auscultaba con las manos por todo el cuerpo hasta que me arrancaba algún quejido. Era como si tantease a ciegas con los dedos buscando en una estantería abarrotada el botón que accionaba la trampilla del pasadizo secreto. Allí donde sus dedos de zahorí detectaban el flujo subterráneo de dolor era donde su ciencia decidía excavar el pozo para tratar de dar con la fuente oculta de la que manaba el problema.
Segunda lección: Si el enfermo es ya un cadáver, como ocurre con la selección española, entramos en el ámbito de la ciencia forense. ¿Qué pasaría si en plena autopsia el cuerpo al que le estamos hincando el bisturí nos informara de cuáles son sus pareceres? Pues eso más o menos es lo que viene a ocurrir en este caso. Porque en lo que al fútbol se refiere a lo que se enfrenta el médico es a un aluvión incontenible de información de la parte interesada, que no es otra que la afición. Entre la que se incrusta la prensa, a que le gusta alardear de ser juez y parte. Difícil asignar culpas a lo ocurrido ayer con tanto griterío de fiscales y teniendo las furgonetas policiales atestadas de detenidos. Allá donde sea que auscultes solo provocas ayes y retortijones.
Lo primero que hay que mirar en un árbol es la inclinación del tronco. Cualquier desviación respecto a la vertical, cualquier postura forzada del fuste o anomalía en su porte puede denotar un problema de raíces. De raíces y de narices, porque es a través de ellas por las que los árboles respiran. Convendremos que tener como máximo dirigente a un calvo que se apellida Rubiales es un verdadero desmelene, un serio déficit de credibilidad, malos cimientos para edificar algo. A mi tocayo Rubiales le gusta fingirse un roble de buena madera, tener robustos principios. Y desde luego leña nos ha proporcionado en abundancia, para calentar el fuego del hogar periodístico hasta el próximo mundial por lo menos. Pero para lo que más ha servido su arrebato es para alimentar a los cerdos en montanera. Ha sido llegar él a la federación y alfombrarse el suelo del bosque federativo de abundante bellota. Está haciendo las delicias de los más afamados pata negra de la prensa antimadridista. Aunque la semilla era buena y fértil, aunque el trabajo de Lopetegui estos dos últimos años ha sido extraordinario, la plántula de la selección ha brotado en el mundial con el tallo torcido al serle cercenadas las raíces. Lo que ha perpetrado Rubiales con el combinado nacional en el lenguaje forestal se denomina tala y destoconado. “¡Árbol va!, y apártese usted si le da tiempo”. Claro, con solo dos días para huir del problema a los jugadores no se les ha dado y se les ha caído encima una lluvia de astillas convertida en papel de periódico. A ver quién es el guapo que rinde en la oficina si se entera de repente por la prensa de que el jefe del negociado en el que trabaja es en realidad Kim Philby. Vaya bochorno en el MI5. Llevaban trabajando las dos últimas temporadas para los soviets madridistas sin siquiera sospecharlo. Es lo que tiene que haya tanto aspirante a John Le Carre queriendo escribir “La Casa Rusia” porque la sede del campeonato les inspira, que los anaqueles de los quioscos se nos llenan de novelas de espías.
¿Podría haber compaginado Lopetegui su trabajo como seleccionador con su condición de próximo entrenador del Real Madrid? Tener que contestar esta pregunta me da hasta pereza, pero prometí ayer en Twitter que en este artículo no me iba a ir por las ramas como en los tres anteriores. El mismo día de la tala traté de hacer memoria y recordé unos cuantos casos similares. En balónmano, y en diversas ocasiones, algunos clubes cedieron a la federación española a sus entrenadores en “préstamo” para afrontar mundiales y olimpiadas, sin que hubiera el más mínimo reproche por parte de nadie. Más bien alabanzas por lo inteligente de la jugada. Lo hizo el Atlético de Madrid primero con Juan de Dios Román, y después el Barça con Valero Ribera. Para, claro, este deporte es diferente, en él no compite el Real Madrid. En baloncesto ocurrió otro tanto con Sergio Escariolo y Javier Imbroda, que yo recuerde a bote pronto. Con el primero no hubo problema, porque el club implicado era ruso. Con el andaluz sí, porque el Real Madrid ya se sabe que tiene sección de basket, y además tiene el mal gusto de ganar habitualmente. Respecto al fútbol, Juanma Rodríguez se ha ocupado de hacer la lista histórica de responsables de selecciones extranjeras que compaginaron esta tarea con al de dirigir plantillas de clubs. La lista es larga, pero voy ahorrársela a quien me lea, porque tengo asumido que, como en tantos otros temas, en lo futbolístico este país es diferente, se anatemiza el éxito ajeno queriéndolo hacer pasar por pecado contar al ética.
No digo que a Florentino el desenlace, esto es, la tala, no haya sido de su agrado. En realidad le resuelve problemas. Entre ellos la insospechada marcha de Zidane. Quien se va a hacer los muebles con la madera es el club de Concha Espina. Nos va dar para renovar por completo el salón y los dormitorios. Pero, primero, si tanto odio hay, si tanto molesta la dicha del prójimo, es inexplicable que la solución adoptada solo beneficie a aquel que es el destinatario de ese odio. Salvo que de lo que se trate no sea de continuar con la lucha, sino de dispararse al pie para poder abandonar la trinchera y de paso culpar al alto mando enemigo. “Fíjate la que has causado. Estarás contento”, rezaba, más o menos, el titular de un artículo de opinión del diario Sport, ilustrado con una fotografía de Florentino Pérez, en el día posterior a la eliminación, y a uno se le escapaba una sonrisa al leerlo. De repente tan patriotas. Como Carma Barceló indignada ayer en el Chiringuito de Josep Pedrerol por la marcha de CR7 a la Juventus. El doctor Castilla en ambos casos habría presionado donde el órgano de la sinceridad y le habría arrancado en ambos casos un ay al paciente por la evidente inflamación del órgano. Una galopante infección de hipocresía habría sido su diagnóstico.
Segundo, ¿la determinación adoptada buscaba la solución del supuesto problema o influir en la estabilidad de los rivales creando un ambiente hostil hacia los mismos en la opinión pública? Dicho de otra manera: ¿es el Real Madrid un rival de la RFEF? ¿Rivalizan acaso por la consecución de unos mismos objetivos? ¿Qué uno los consigue significa que el otro no? Porque si es así, si Real Madrid compiten en la misma liga y son rivales, será cosa no solo de no compartir entrenadores sino de no compartir tampoco jugadores para no adulterar el campeonato. Pero, alma de cántaro, ¿a quién se le ocurre convocar a Isco para el mundial de Rusia, cuando a su término le esperaba toda una temporada completa en el Real Madrid? Pero tampoco hagamos muchas bromas con esto porque para buena parte de la prensa deportiva es una pregunta que podría plantearse completamente en serio.
A Lopetegui le han convertido en mártir, y si remontará anímicamente el vuelo o no tras convertirlo en un acerico, es algo aún que está por ver. Ganas de hacer daño habían, tanto en el que procuró la leña como en aquellos que la convirtieron en pulpa para papel impreso. Pero lo que está claro es que a la afición blanca le han regalado la inscripción a un máster, como a Cifuentes, sobre como querer a su nuevo entrenador. No hemos tenido siquiera que abrir un libro, todo lo más ojear el AS en mitad de la clase. Las lecciones han entrado solas. La prensa disimulará fingiéndose preocupada por si se come o no los turrones a poco que haya algún empate o derrota. En el caso del presidente será más difícil el disimulo, porque se le aprecia perfectamente la tonsura de fraile de la orden antimadridista. Para este señor a la hora de evaluar el factor humano del asunto no hacía falta incluir ni a los jugadores, a los que hemos visto deambular como sonámbulos por los terrenos de juego de los estadios rusos, ni al entrenador, al que hemos visto llorar en la presentación que tuvo lugar en el palco del Bernabéu. Lágrimas que a Diego Torres le parecían tan hipócritas como el pesar por el recuerdo de una madre muerta. No, al único que debía tenerse en cuenta era a él mismo. Al único al que ha buscado dar satisfacción con la decisión adoptada ha sido a su propia persona. Olvídate de la selección y de los aficionados. Esos, los otros, son minucias cuando arde tanto ego dentro de uno que hasta la calva brilla.
¿Cómo iba Lopetegui a poder pensar en cómo enfrentarse a los rivales si su cabeza iba a estar ocupada en la renovación de CR7 y el fichaje de Neymar? Ese ha sido el gran argumento. Démoslo por un momento como bueno. Para hacerlo habremos de olvidar también los años de minuciosa preparación, todo el trabajo realizado por Lopetegui, al que me imagino en estos momentos uno de los máximos expertos mundiales en las selecciones de Portugal, Irán y Marruecos. Pero seamos generosos con nuestros oponentes en este debate, hagamos un ejercicio de desmemoria. Entonces a la pregunta que hay que responder es si partir de cero, volver a la casilla de salida 48 horas de iniciarse el campeonato es preferible a tener a Kim Philby manejando el cotarro. ¡Pero, por Dios, si el Real Madrid no participa todavía en los mundiales! Aunque a lo mejor es cosa de pensárselo. Cuando Alemania sufrió su primera derrota ante Méjico y se le empezaron a ver los primeros síntomas de su flaqueza, cuando se empezó a intuir que se iba a seguir cumpliendo la maldición de los vigentes campeones, escribí en Twitter que ganar dos mundiales seguidos iba a ser un imposible mientras el Real Madrid no se convirtiese en nación. Me refería, claro, a las últimas tres Champions.
Pero sigamos con la autopsia. Practiquemos la característica incisión en V en lo plexo solar del cadáver. ¿Cuál es la parte alícuota de culpa de Fernando Hierro? Para mí tengo que algunas de las collejas que se ha llevado estos días han sido por su pasado madridista. Me estoy acordando del animal de bellota de Manolo Lama, al que le imagino feliz con la montanera. El puerco cuando goza es digno de ver. Holgar como cochino en cochiquera es expresión tan extremeña como Lama, quien sabe transmitir a quien le mira y escucha su pasión por la vida. Lo mismo pasa que cuando pena. No hay quejidos más terribles que los del cerdo en la matanza. Cuatro Champions en un lustro nos han llenado el éter de aterradores chillidos pero nos han llenado también la despensa de embutidos y morcillas. No se podía hacer más con solo dos días de trabajo y con unos empleados acostumbrados a las manías de Kim Philby. Creo que esa sensación que a todos nos produjo La Roja de selección envejecida casi de repente fue debida al bajo estado anímico. La velocidad dada al balón durante el mundial nada tiene que ver con la lograda donde la fase de clasificación. De combinar a toda pastilla, convirtiendo el tan denostado tiqui-taca en un perfecto abrelatas de cualquier defensa rival, se pasó a hacerlo a cámara lenta. Velocidad que además fue decreciendo a medida que se sucedían los partidos, hasta fraguar la mezcla del juego del combinado español en el encuentro contra Rusia en puro cemento. Ni con martillo neumático se lograba abrir zanja en el solado. Lo que empezó siendo un cierto tartamudeo en la dicción del juego ante Portugal, con excesivos pases de vuelta que retardaban el avance del balón, se acabó convirtiendo en la imposibilidad de acabar siguiera una palabra. Hasta que Rodrigo no salió a jugar ni siquiera se disparó a puerta. Todas las jugadas empezaban y acababan en Ramos y Piqué sin que estos tuvieran que abandonar el círculo central o las postrimerías de su propia área. Pero todo esto es achacable a los jugadores antes que al seleccionador, el titular del cargo o el sustituto temporal. El tipo de juego que he visto practicar a la selección durante el mundial no me ha pareció en absoluto el practicado en la fase preparatoria, y tampoco imagino que ello obedezca a una directriz dada por Fernando Hierro. El equipo estaba tocado y si se salvo en los tres primeros encuentros por la gracia divina en el cuarto se agotaron los milagritos. Hubo Semana Santa pero no Domingo de Resurrección.
No obstante, hay algo que sí el reprocho a Hierro. Si trató de paliar esa sensación de que el equipo había envejecido repentinamente, si quiso renovarlo, debió de hacerlo hasta sus últimas consecuencias. Si hay un jugador que ha sido perfectamente superfluo, que no aportada nada positivo al conjunto, ese no ha sido otro que Silva. Hasta Iniesta tiene una posible defensa. Ya no es el que nos aupó hasta la cumbre en Sudáfrica, desde luego, pero el sí que sumó para el colectivo mientras le dieron bola. Prescindir de Iniesta y no hacerlo de Silva me pareció un contradiós, una contradicción en términos. En todo caso se trata de un mal colectivo en el que es bastante injusto no repartir culpas. Pocos se salvan, por no decir que tan solo un par: Nacho e Isco. Creo que a muchos lo único que nos emocionó durante este mundial fue el resurgir de Nacho en el primer encuentro, y que lo único que nos ha entretenido han sido las monerías de Isco. Me refiero, claro, exclusivamente a la selección española, que para rascarle alguna emoción al alma han estado CR7 y Kroos, y aun nos quedan Modric y sus secuaces.
Con todo y con eso, a pesar de todo lo anteriormente dicho, aun podríamos estar en Rusia si Piqué no pidiese pedido la vez en la cola de la carnicería y De Gea no se hubiese empeñado en estar siempre lejos de donde estaba el balón cuando se le avecinaba. El ippon logrado por Ramos nos daba ventaja y no había visos de que fuéramos a perderla, ni siquiera de que Rusia estuviera en desacuerdo con aquel status quo. Pero tuvo el gracioso que hacer la gracia. ¿Cuál era la intención detrás de aquella mano alzada? ¿Saludar a Shakira situada en la grada? ¿Votar a mano alzada en un referéndum de autodeterminación? ¿Reivindicar la clase obrera? Cuánto más lo pienso menos entiendo la reacción de Piqué. O a lo mejor es que no quiero entenderla. A ver si va a resultar que hemos cometido un error en la identificación de identidades. A ver si el alter ego de Kim Philby es en realidad el jugador del Barça. Puede que quien ha intentado infiltrarse en el MI5 no haya sido el soviet madridista sino la república independiente de su can Barça. Por lo visto ser blanco es un pecado más grave que ser amarillo para la RFEF. Hablando del amarillo, feo ese asunto de cómo solucionaron la insuficiencia hepática de Abidal. Un proceder muy en la línea de Rubiales, que siempre prefiere sajar a algún a algún primo que cumplir las normas establecidas. Veremos que polvareda levanta el tema entre la piara. Como si lo viera, dejarán que llueva para poder revolcarse en el fango cuando escampe.
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