sábado, 16 de junio de 2018

El Fútbol y sus aledaños (196) - Taller de escritura


Taller de escritura
(España 3 - Portugal 3; Mundial de Russia 2018; Fase de grupos)

Si quieres fidelizar a tu potencial lector, estimado ídem, si pretendes cambiar las tornas conmigo, hacer lo que yo hago ahora mismo y que yo sea vicevérsico respeto a tí, si quieres engancharlo de las solapas en la primera agarrada y cobrar ventajas, como si de un combate de yudo se tratase -¿qué tal lo estoy haciendo yo?. Vale, dejémoslo-, hay dos reglas básicas que deberás seguir. La primera ya nos la explicó García Márquez muchas veces, era una conferencia que recitaba de memoria porque dominaba: Sedúcelo con una gran primera frase. El primero en la frente, ya se trate de un beso o un castañazo. Luego, si eres capaz de no rebajar la calidad y la capacidad de impacto en el resto de tu escrito es que eres un genio, o Milan Kundera. O ambas cosas a la vez Yo sé de uno al menos que lo ha logrado. Pero tampoco te esperes que te concedan el Nóbel. Dicen que los académicos andan distraídos con los tocamientos.

La segunda regla es que nunca deberás desvelar ni tu tesis final ni tus propósitos en el arranque. ¿Qué es lo que hacemos cuando no nos gustan o no nos interesan el titular o la entradilla con el resumen de un artículo de periódico? Exacto: obviar los párrafos que siguen, pasar página. Y lo último que queremos ser al escribir es una derrota prematura, no antes al menos de haber podido desplegar nuestras tropas en el campo de batalla. Quizás nos contentemos con ser un amor efímero. Quizás le perdonemos a nuestro amante lector la eyaculación precoz. Quizás nos hayamos creído esa pamplina de haz el amor y no la guerra. Sólo digo que el amor de verdad es el que se queda, el que está dispuesto a compartir incluso el momento del pitillo. Y que en la guerra gana quien permanece, quien sigue en pie sobre el tatami tras acabar el combate, sobre el campo de batalla. Que es además quien ejercerá de cronista de lo sucedido. ¿No hablamos acaso de escribir? Venga, un breve repaso de lo que hemos visto hasta ahora: un buen agarre es imprescindible para lograr un ippon o, dicho con el lenguaje del marketing: promete lo que quizás no seas capaz de dar si te asegura la venta, pero nunca desveles lo que sí, por si acaso careces de compradores en ese que al final será el segmento real del mercado en el que estás posicionado.

Dicho lo anterior, paso seguidamente a incumplir las reglas que acabo de exponer y defender: Si España no ganó ayer a Portugal, a pesar de transitar por la excelencia en no pocas fases del encuentro, fue porque se empeñó en ello con cerril contumacia y porque Cristiano está investido con el don del gol. Kundera hace literatura con cualquier frase. En realidad con todas. Ronaldo hace gol en cualquier jugada, aunque no en todas. Porque no practica el balonmano, que si no… Es como un niño chico: se enfada y monta berrinches cuando va perdiendo, con el rival, con el compañero, incluso con al Seño o el profesor de gimnasia; Dice que no quiere jugar con aquel (Jordi Alba) o con ese otro (Piqué) porque le caen mal. Acapara balón por que dice que ha sido él quien lo ha traído de casa. Pero es el (puto) amo del patio. (Entre paréntesis lo que está entre paréntesis porque ahora mismo estamos en el horario infantil, y además aspiramos a ser lectura para todos los públicos…) y nunca se da un minuto de recreo (… y porque hay que dar al César lo que es del César). Cuando el partido expiraba, ya después de su gol de falta, le decía a mi hermano, que lo estaba viendo conmigo: “Aún le queda el gol de cabeza”. Porque ya nos había un ejemplo de cada de casi todo su muestrario y daba la impresión de que quería agotarlo: El gol de penalti por él provocado; El gol de libre directo que pasa junto al portero como una exhalación, como el momento del café en una jornada laboral (éste gol, además, hizo de cuadrilla de la limpieza con la escuadra del lado que supuestamente defendía el portero); El gol que minimiza al arquero rival, que ojalá acribille la prensa especializada como a un san Sebastián. Faltaba la pavesa incendiaria, la que hubiera reducido a cenizas nuestras aspiraciones en el mundial. He de decir que 5 minutos temiendo a CR7 son toda una vida. Era algo que sabía porque está en el manual, pero me faltaba verlo desde la perspectiva adecuada para poder interiorizarlo, desde la trinchera de enfrente, porque nadie escarmienta en cabeza ajena.

Pero vayamos al meollo de las cosas. Vosotros no lo hagáis mientras aún os quede algo que decir que juzguéis interesante, sexi o contundente, según os guste el argot hippie o el belicista. Vosotros ponedlo aunque no sea pertinente. No escribís para aportar datos a vuestros lectores sino emociones. Los fallos nos condenaron. Fallos en una cantidad capicúa: Una chiquillada de Nacho para empezar, otra de Piqué como última cifra y, entre medias, el afán de De Gea de que le ningunee la historia del fútbol. Vale, soy injusto, el dio el O.K. a la llamada del Madrid, pero convendremos en que provocar nuestra añoranza de Casillas, siendo exagerados incluso del ultimísimo Casillas, no es la mejor de las credenciales para entrar en los anales. Y prometo por la memoria de don Alfredo que no trato de hacer un obsceno juego de palabras, aunque ese sí que pareciese el empeño constante a lo largo de todo su desempeño, darnos por (…) a todas horas. ¡Cuánta líbido! De Gea dio la peor versión de sí mismo, porque es inimaginable pensar que cualquier otra no hubiese podido ser mejor. Era como si su único afán fuese borrarse de la lista de futuribles de la horda vikinga, que todos sabemos que será la que siga saqueando en el futuro los tesoros de abadías y federaciones. Tratar de borrarse es lo que hizo ayer De Gea todo el rato. En el penalti se dejó caer como un fardo hacia el lado contrario al que apuntaba la trayectoria del balón. En la falta hizo de convidado de piedra, como si estuviéramos en día de difuntos. Por un pelo no lo fue. Hombre, algo de Tenorio tiene Ronaldo, sino que se lo digan a Irina, pero tampoco es cosa de estar dándole la réplica en todos sus diálogos. “Yo a los cielos subí y a los infiernos bajé, y en todas partes dejé memoria amarga de mí”. Chicos, los entrecomillados son importantísimos, que siempre habrá algún despistado que crea que eres culto. También las anécdotas intempestivas, como aquella del tilo a cuya sombra Zorrilla escribió su obra más famosa. Nota: desarrollar si acaso esto último en la versión definitiva del borrador que se entregará a la imprenta para la corrección de erratas y fallos ortográficos. Ah, si escribís en Word os ahorráis etapas. Retomo el discurso que me voy por las ramas: Si en una de las salidas a por uvas de De Gea casi llega el cuarto de Portugal, el que hubiera sido el tercero en estricto orden cronológico, en el segundo logró transparentarse, volverse insustancial y ser capaz de traspasar la materia. Más bien al revés, que la materia le traspasase a él. Lo dicho, para verlo en el futuro del Madrid hay que ser el niño del “Sexto sentido”. Primero, segundo, tercero y virtual cuarto, en todos los goles encajados por España De Gea fue cómplice necesario. Recordad: hay que halagar al lector. A los madridistas les chiflan los ordinales, en especial los de dos cifras. Y por lo que respecta al que espero que sea por mucho tiempo el portero del Manchester, nada más que alegar, señoría, por parte de la fiscalía. Y mira que su novia me gusta… mucho, me hace sentir un niño de Disney. Las novias nunca deben influirnos en nuestras opiniones. Las de los demás, se entiende, que lo que digan las nuestras va siempre a misa. Ni tan mala era la de Casillas ni tan buena la de Diego López. Y la de Isco ni idea, pero me ha convertido en un auténtico recordman de la envidia.

Pero, ¿dónde está mi sentido de la equidad? ¿a qué obedece mi perdón a Nacho y Piqué? Si, esto no lo había desvelado aun, porque al escribir no solo se puede sino que se debe jugar con el tiempo. Adivinar el pasado, recordar el futuro, ese tipo de cosas. Cuando escribáis quebrad la flecha del tiempo con un golpe de rodilla. Veréis que gusto da al oírla chascar. Al guisar un escrito no se debe escatimar con las especias que aportan sabor: paradojas, dobles sentidos, cambios de opinión en mitad de la exposición, giros dramáticos. Cada vez que le deis vueltas con la cuchara al potaje un pellizquito de esto o de aquello no vendrá mal. Que no alimente no es importante, pero será imperdonable que resulte insulso. Por lo que respecta a Piqué, estar enfadado con él, seguir estándolo siendo precisos, es trabajar en balde. Simplemente, el muchacho es tonto. Última muesca en su revólver: El documental de Griezmann. Bien reciente. Como quien dice, aun queda viruta de los arañazos sobre la cacha. La estupidez ajena, y la de Piqué trasciende a lo que ocurre en el terreno de juego y también todo sistema de medida, no ha de tomarse como algo personal, por más molesta que pueda resultar.es como ese esparadrapo pegajoso que no hay forma de quitarse de encima En cuanto a Nacho, en el reside el verdadero filón del relato. La beta emotiva es clara. Su gol no salda cuentas porque sea extremadamente bello. Trallazo con el empeine a bote pronto cuya trayectoria más que fútbol parece billar. Español porque toca banda antes de lograr la carambola. Y americano también porque emboca la bola en la tronera. Tampoco las salda porque sea oportuno y parezca cambiar el paradigma científico. De repente lo que era cuesta arriba se tornó cuesta abajo, el contexto newtoniano se tornó einsteniano. La trascendencia de su disparo, como un enorme atractor, hizo que el espacio se curvara. Por eso el balón pareció cambiar de intenciones sobre la marcha. Pero no, nada de eso, su gol salda cuentas porque es pura emoción, el giro de guión que a Spielberg seguramente habrá gustado. Nacho, al que siempre se le alaba su fiabilidad, su consistencia, todas las virtudes que avalan a un buen funcionario, se nos reveló de repente en el verdadero protagonista del drama. El impacto de su bota con el esférico fue un fogonazo de pura emoción. Luego, a partir de ahí, pareció trascender de lo material a lo espiritual. ¿Quién era ese Nacho que sustituyó al de siempre durante el resto del partido? ¿El ave fénix que cabalga Mercurio? ¿Maradona reconvertido en lateral? ¿El ladrón de bicicletas que persigue Carvajal en un decorado de Cinecitá? Todo eso y aún más: la pavesa incandescente para inflamar el partido que luego no supo ser Cristiano.

El partido de ayer en buena medida me reconcilió con el fútbol, con lo que tiene de inspirador. La final de la Champions es una película que ya hemos visto mucho, con cuyo final hace spoiler la rutina. Quien se puede emocionar. Nah, es broma. Con partidos así, como el de ayer también, es difícil no amar el futbol. Te hace hasta mejor persona. ¿O es que acaso Rubiales no tuvo que admitir en su fuero interno que echaba de menos la pizarra de Lopetegui? Y, el resto, ¿No tuvimos que admitir lo injustos que hemos sido con Diego Costa? Le pones barba a Romario y tenemos al Costa de ayer. Se la afeitamos a reglón seguido y tenemos a Ronaldo Nazario. ¿No nos habíamos enterado de su ascendencia brasileña o qué? Es comprensible, ayer fue el perfecto ejemplo del tiqui-taca español. Nadie combinaba mejor. De repente hablaba el mismo lenguaje que Silva, Iniesta e Isco, como si estuviera endemoniado de Roja y hubiera adquirió de repente el don de lenguas. Que se obviase la falta a Pepe en su primer gol nos evitó el bochorno de que se anulase el que a lo mejor acaba siendo el mejor minuto de fútbol del mundial. Perdónanos Del Bosque, que estás en cielos, por haber pecado. Tenías razón. La reivindicación de costa es la otra beta de emociones que ofrece el partido. Jugad con ella a la hora de hacer los deberes que os asigno para mañana: Una redacción sobre el empate. Al que no le inspire el encargo, mourinhistas y gente así, le dejo que escriba sobre la victoria en el WiZink Center. Qué obsesión con el resultado. Aprended de los indios que llevan siglo y pico sin mojar y tan felices y orgullosos.

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