jueves, 24 de diciembre de 2015

Album de fotos (28)



17 de diciembre de 2015

La primera imagen de la hoja de hoy la reservo para el Palacio de las Artes y la Industria de la Plaza de San Juan de la Cruz. Ni la cuenta llevo, la he perdido hace tiempo, de las veces que lo he fotografiado. Trato de esmerarme porque sé que eta vez le tengo reservado espacio en elm album. Ya le iba tocando. Para poder captar el edificio en su integridad hace falta poner distancia y resignarse a que en la imagen salga mucho mar de asfalto. Como ya dije, la cúpula metálica indica el verdadero esqueleto de la construcción, que no es cerámico, como hacen pensar sus fachadas, sino metálico. Desde donde estoy, en la distancia, el monumento a la Constitución parece un dado que alguien hubiera arrojado sobre un tablero de parchis inclinado sobre la guarida del equipo verde.

La Plaza de San Juan de la Cruz es de las más amplias de Madrid. Tiene una fuente diseñada por el ingeniero catalán Boïgas. En algunas publicaciones de ponen diéresis a la "i" y en otra la escoltan con una "h". A saber que será lo correcto. Yo opto aquí por lo primero porque me parece sumamente exótico. La fuente me trae recuerdos porque la teñimos unas cuantas veces de rojo o azul en señal de protesta cuando hicimos huelga en la universidad. Al este de la plaza hay un pequeño cerro en cuyo cima se alza el Palacio de las Artes y la Industria, hoy repartido a pachas entre la Escuela de Ingenieros Industriales, adscrita a la Universidad Politénica, y el Museo de Ciencias Naturales, uno de los mejores del mundo, dicen. Y aun lo sería más si durante las épocas de penuria no hubieran desaparecido muchas de las piezas de sus colecciones, que llegaron a estar esparcidas por jardines y patios traseros, literalmente en la calle, a falta de espacios expositivo, almacenes apropiados y ganas y medios para organizar tantos enseres. La plaza es atravesada de norte a sur por La castellana, cuyo trazado es anterior a los ensanches del siglo XIX, y por eso tiene un dibujo sinuoso. Por el oeste confluye en la plaza la calle Ríos Rosas, donde viven unos tíos míos. Un dato por darle a estas líneas un toque personal y autobiográfico. Por el este lo hace la calle Vitruvio, cuyo último número es un edificio ligado a la seguridad nacional, con helipuerto en la azotea. La calle Zurbano, que si tiene más o menos una alineación norte-sur, empieza en la misma plaza y, aprovechando el trazado con querencia hacia el este de al avenida, se va separando progresivamente de ella. En la ladera del cerro hay un parque en el que destaca un cedro del Himalaya cuya extraordinaria talla y porte no me explico que no le hayan hecho acreedor a ser considerado árbol monumental. Los que si lo son junto al Museo del Prado no son mucho mejores que este ejemplar y no están tan castigados por las podas y los años. Aunque quizás me este pasando de listo. Los árboles a veces no avisan de sus males, pueden estar podridos por dentro y parecer fuertes y lozanos. Un día se le caen a alguien encima por un ventarrón y nadie se lo explica. Si este se cayera se oiría en media ciudad.

Esta vez prosigo en dirección sur no por La Castellana sino por Zurbano, que pretendo cribar a fondo de elementos urbanos interesantes hasta su final en Génova. La intención es sobrepasar la altura de la Plaza de Colón y ver si soy capaz de llegar hasta La Cibeles, aunque lo dudo bastante. Nada más iniciar el recorrido me fijo en la parte trasera del edificio del CESEDEN, que ya he incluido en otra hoja del album. Están adecentando las incrustaciones de piedra de sus fachadas de ladrillo. Las partes ya lavadas se ven de un blanco impoluto que contrasta vivamente beige del resto. Hay colocados algunos andamios, pero no hay nadie trabajando. Será un objetivo a tener en cuenta cuando acaben los trabajos de rehabilitación. En Eduardo Dato encuentro la primera estación de mi recorrido. Es un edificio oficial, la otra sede del Defensor del Pueblo, aparte del Palacio Bermejillo, unas manzanas más abajo, junto a la Plaza de Rubén Darío. Tiene el mismo aire que aquel y mi imagino que también será una muestra del estilo neoregionalista que hizo furor después del 98. Me llama la atención la veleta que corona la techumbre. Hay muchas por la zona. El siguiente edificio en la calle, también en la acera de la izquierda, es el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, bastante bonito, de ladrillo. Están arreglando la acera en ese tramo y eso me "engorrina" la imagen. En todo caso, tampoco encuentro un buen ángulo de ataque para hacer la fotografía. Justo en la esquina de esa parcela, en la calle General Arrandio, que es la siguiente perpendicular que cruzo, está la fachada principal del edificio. En ella puede leer que se trata del Instituto Oftalmológico. Es un edificio del año 1896, obra el arquitecto José Urioste Velada, autor también del edificio del Museo Lázaro Galdiano.


 

Al llegar a la calle Almagro, Zurbano desaparece, para reaparecer donde no le corresponde tras una discontinuidad espacio-temporal. Es fácil perderse, sobre todo porque la que parece su continuación natural es la calle Zurbarán, de nombre muy parecido. Ni hecho aposta. Estas son las cosas que deberían cuidar en la denominación de las vías públicas y no las cuestions ideológicas. Accedo a la calle Génova a la altura de la sede del Partido Popular. Hay dos policías en la puerta, uno de ellos con una escopeta en las manos de esas que vemos que portan los patrulleros del Bronx en las películas policiacas. Como me dijo una tuitera tras comentarlo, no está el PP para bromas tras el puñetazo que recibió Rajoy en las calles de Pontevedra. Justo aquí acaba Zurbano. Estoy a un tiro de piedra de la Plaza de Colón. Desciendo un poco por Génova y con la estatua del almirante a la vista, y prosigo por la primera calle que me cruzo. A los pocos pasos desemboco en la Plaza de la Villa de París, que da la impresión de haber sido remodelada hace poco. Lugar hermoso que casi deconocía. Hay una estatua del Rey Fernando VI en el centro de una zona ajardinada. Al fondo se alza majestuoso el Tribunal Supremo, ocupando el edificio que fuera el Palacio y Convento de las Salesas Reales. El autor es el mismo que el del Palacio Real de Madrid, Juan Bautista Sachetti y se le notan las hechuras de grandeza. Las normas para que los reinas puedan ser enterradas en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial es que o bien hayan reinado como titulares de la corona, no como reinas consorte, o bien hayan sido madres de reyes. Creo que la fórmula exacta es: "Haber sido rey o haber parido rey". El rey que pare rey ha de ser lógicamente una señora, al menos en estos tiempos. Cuando avance algo más la medicina ya veremos. Supongo que las adopciones no valen, aunque tampoco he indagado sobre el particular. Como la esposa de Fernando VI, Barbara de Braganza, no cumplía ninguno de los dos requisitos y puesto que el rey habría tenido que ser enterrado separado de ella, algo que le pareció intolerable, decidió crear un mausoleo exclusivo para ellos dos en Las Salesas Reales. Son los únicos de las dos dinastías de reyes que prefifieron pasar la eternidad en un pisito propio. Bueno, miento. Alfonso XII le construyó la Catedral de la Almudena a María de las Mercedes, su primera esposa, para tener un lugar digno donde enterrala. "¿A dónde vas Alfonso XII?", decái el estribillo de la canción. "A construir una iglesia", debería haber contestado en la segunda estrofa.

Por la propia calle que le dedica el callejero a la reina consorte accedo hasta Recoletos, y en vez de proseguir hasta La Cibeles doy por bueno el alcance del paseo. ya en retroceso hacia Colón busco la tercera foto para la hoja del album. El edificio de la Biblioteca Nacional ya navega  entre dos luces a estas horas de la tarde. Idéntico motivo me hace descartar la estatua del almirante. Al pie de las Torres de Jerez encuentro mi trofeo: La Venus de Fernando Botero, que descarada exhibe sus cinceladas y rotundas carnes a quien se quiera solazarse con su ebúrnea visión. El colchón parece duro, pero la dureza se ve amortiguada por sus pujantes pechos. La dama está seria, no sonríe. Hay incluso un gesto de desdén en sus finos albios. Es cosciente de que con los argumentos femeninos con losq ue cuenta no necesita hacer concesiones. El espejito diminuto me hace recordar la Venus de Velázquez de la National Gallery de Londres. Lo mismo es su parodia. Desde los glúteos a los dedos de los pies la vista desciende por continuos toboganes como si los ojos discurrieran por los rápidos de un río. Las dos estatuas de bronce de Botero que lucen en las calles de Madrid, ambas en La castellana, se quedaron aquí tras una exposición al aire libre con sus obras que ocupó el Paseo de Recoletos. El consistorio adquirió una de las obras y la otra fue regalada por el escultor, dejando que se elegiese entre las expuestas. La vuelta la hago a paso vivo, hasta que a la altura de Ríos Rosas, el inicio del bucle, empiezo a notarme cansado. Me suda la espalda a pesar de que estamos a mediados de diciembre. Ha sido una tarde despejada de nubes en el cielo y en mi cabeza. Tardo 125 minutos en regresar a casa, un nuevo record. Se me van a quedar en el tintero la mayoría de las fotos que he hecho en el paseo.



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