viernes, 3 de febrero de 2012

Cine y TV (46) / Los mejores años de nuestra vida - The Best Years of Our Lives - Wylliam Wyler - 1946

Póster de la película


Los mejores años de nuestra vida - The Best Years of Our Lives - Wylliam Wyler - 1946

Consultar cualquier biografía profesional de William Wyler asusta. También intriga. ¿Cómo es posible que un hombre con tanto éxito cosechado en su trabajo sea ninguneado por la crítica? 3 Oscars y 9 nominaciones más. Se suele decir, es un lugar común, que era un director carente de estilo, que hacía películas con poco parentesco artístico entre sí. Aun aceptando la premisa, no se hasta que punto la afirmación que se efectúa con ánimo de reproche no debería considerarse como la proclama de una virtud. Alguien capaz de crear películas con temáticas y estilos tan dispares, y al mismo tiempo tan redondas, con tal aceptación del público, es digno de encomio. ¿En que se parecen "Ben-Hur" y "Los mejores años de nuestra vida"? Reduzcamos la tesis al absurdo: aceptemos que en una sola, en que su director fue el mismo. Pues entonces tendríamos que llegar a la conclusión de que William Wyler fue un primer espada en su oficio.

Francés, de origen judío, emigró a los EE.UU. cuando se acercaba a la veintena para aprovechar la ventaja estratégica que suponía tener como tío a uno de los fundadores de los Estudios Universal. Tras trabajar a satisfacción de sus jefes en cometidos de menor entidad, destacando sobre todo como director de escena, en 1925 se convirtió en el más joven director de películas del estudio. Más tarde fue fichado por Samuel Goldwyn para la Metro, en cuyo estudio rodó varias obras maestras, en especial con Bette Davis. Repasar estos datos me ha sugerido dos temas muy interesantes: La raíz judía del cine americano y el uso masivo del talento europeo por la industria de Hollywood. Cuesta recordar a uno de los grandes, entre los que yo incluyo por mi cuenta y riesgo, sin dudas eso sí, a Wyler, a un director que no tuviese una educación europea e, incluso un aprendizaje previo en el cine en el viejo continente.

Durante la Segunda Guerra Mundial Wyler sirvió en US Air Force, llegando a rodar dos documentales durante la contienda. En uno de ellos relataba la última misión real de un bombardero B-17, el Memphis Belle. Una incursión en suelo alemán que se saldó sin novedad, que permitió a su tripulación cumplir el ciclo obligatorio de 25 misiones, la primera en lograrlo y vivir para contarlo, y que luego dió pie en 1990 a una película, aunque se falsearan algunos datos, en especial el relativo a la falta de incidencias, ya que en el film el B-17 es alcanzado y algún integrante de su dotación herido. Esta experiencia bélica y cinematográfica durante la guerra permitió a Wyler rodar, recreando con mucha exactitud las situaciones que narraba, dos películas de gran calado: "La señora Miniver" en 1942, que relata la situación de una familia británica durante la guerra con Alemania, y "Los mejores años de nuestra vida" en 1946, que pone el foco de atención la vuelta de los veteranos norteamericanos a casa, sus problemas y las reacciones entre quienes los esperaban o no vivieron la guerra. Ambos films ganaron los Oscars a la mejor película y el mejor director, así que podemos afirmar que Wyler supo sacarle jugo al conflicto bélico, supo drenar de sus experiencias en él sensibilidad y conocimientos para dejar su huella en la historia del cine.

The Best Years of Our Lives - Trailer de la película

En la escena que abre la película tres veteranos coinciden en un avión militar, un bombardero B-17, que despega de un aeródromo en Europa y los ha de llevar a casa. Los tres son de la misma ciudad aunque no se conocían previamente. El tipo de más edad del trío, Al, al que da vida un Frederic March muy cerca de la cincuentena y quizá algo mayor para el papel, es un sargento del ejército de tierra. March le da a través de su personaje las principales pinceladas cómicas del film, meros apuntes cómicos que tratan de poner un contrapunto a la historia dramática que se nos cuentan. Hasta dos borracheras le veremos coger a lo largo de la películas, que convierte en oportunidades aprovechadas para su lucimiento, con bizqueras, amnesias parciales, desorientaciones y toda la parafernalia habitual en las películas de la época. Luego aprendimos, por el cine de años posteriores o a través de nuestra propia experiencia, que las cogorzas son menos placenteras y pulcras.

El supuesto veinteañero del grupo es un capitán de bombarderos, Fred, encarnado por Dana Andrews, también como mucha más edad de la que dice la biografía del personaje, ya que entonces el actor contaba con 37 años, y una prestancia que le habían dado una gran reputación para encarnar tipos duros en Thrillers y películas de serie negra. No en balde dos años antes había rodado la obra maestra de Fritz Lang y Rouben Mamoulian, Laura, dando la réplica a la bellísima Gene Tierney, una de esas villanas por las que perdí la cabeza cuando era niño. Andrews apenas sonríe a lo largo de la película. Tampoco la narración le da muchos motivos. Por lo que la elección del duro de profesión resulta excelente. Su aspecto y forma de comportarse ante la cámara nos retrotrae a un tipo de persona que ya no existe, a un tipo de honor que trata siempre de hacer lo correcto, sean cuales sean los sacrificios que ello comporte, y que tiene en su palabra su principal blasón. Ese tipo de hombres que se extinguirá casi seguro con la generación de mi padre, y del que se ha hecho un resumen demasiado escueto y muy poco justo: Eran unos machistas redomados.

De izquierda a derecha: Homer, Fred y Al, en el avión que les lleva a casa

El más joven del terceto, Hommer, es un suboficial de la US Navy, que vivió la Guerra del Pacífico contra los japonenes en las entrañas de un portaaviones, y que perdió sus manos cuando fue hundido por los torpedos nipones. Encarna al personaje un minusválido real, Harold Russell, un instructor de la marina que perdió las extremidades superiores desde la mitad de los antebrazos en un accidente durante un curso de instrucción. Wyler lo reclutó para al film tras ver un documental en que se narraba su historia, protagonizado por él mismo, y en el que se hablaba de la forma en que había superado su problema. Su desempeño en la película es encomiable, siempre creíble en su papel, sin estridencias ni tampoco un gran abanico de registros, por supuesto, al no ser un profesional de la interpretación. Pero su mera presencia, sin desentonar del resto, sirve para captar nuestra atención. En el arranque de la película una secuencia de gran impacto nos previene de ingrediente que supone este personaje para el resultado final de la obra. Los tres veteranos dentro del avión deciden fumarse un cigarrillo. El capitán se hecha la mano al bolsillo para buscar su encendedor, pero Hommer declina el ofrecimiento. Tiene una carpeta con cerillas en el bolsillo, le dice. Ante el asombro de sus dos nuevos amigos consigue encender una de ellas, cuyo fuego sirve para prender lumbre en los cigarros del sargento y el oficial. Con la cerilla aun encendida pregunta: "Alguno de vosotros es supersticiosos", en alusión a la supuesta mala suerte que en la guerra acarrea encender tres cigarrillos con la misma lumbre, al dar tiempo a un posible francotirador a fijar su objetivo. Cuando ambos niegan añade: "Yo sí", apagando la cerilla agitando el gancho que tiene por mano y encendiendo acto seguido una segunda. Sabe valerse por si mismo y no se arredra ante nada. Prefiere tomar el camino difícil. Al menos no lo rehuye. Nunca una cerilla había dando tanto juego en el cine, y no volvería a dar tanto rendimiento hasta Lawrence de Arabia. Por este papel Harold Russell obtuvo dos Oscars, uno en calidad de actor de reparto, aunque su relevancia es la misma que la del resto del elenco, y otro a título honorífico. Es el único caso en la historia de los premios en que un actor obtiene dos estatuillas por el mismo papel. También uno de los pocos ganados por un actor no profesional, un outsider.

El resto de personajes giran alrededor de los tres veteranos. Milly (Mirna Loy) es la mujer de Al y Peggy (Teresa Wrihgt) su hija. La primera es una una esposa de manual del Hollywood de aquellos tiempos. Perfecta incluso haciendo el desayuno, comprensible, amable y paciente con todos los defectos de su esposo, al que ama porque admira. la segunda es la joven perfecta, centrada, valiente, sensible, un dechado de virtudes morales ya que su rival en la función va a ser Maire (Virginia Mayo), la mujer de Fred, con la que se caso tras alistarse, sin conocerla, y a la que descubre como una desconocida a su regreso, descubriendo en el proceso de aprendizaje mutuo que no la ama, que ni siquiera le gusta. La actriz era una de las sex symbols de Hollywood, y a la bondad de Peggy sabrá contraponer unas piernas de vértigo y una predisposición a pasarlo bien y hacerlo pasar bien a los hombres fuera de lo común. El drama y el conflicto entre los dos recientes amigos está servido. Al ve con malos ojos la relación amorosa, platónica, que se entabla entre su hija y el aviador, que al pecado de estar casado se une una posición económica cercana a la parálisis. Fred al llegar a su ciudad natal y quitarse el uniforme pasa de ser un héroe de guerra a un casi indigente, sin un trabajo digno que le permita pensar en poder prosperar. Su mujer, el arquetipo de la superficialidad no soporta la situación económica apurada en la que viven y deserta de la pareja. Peggy, sin embargo, no puede evitar enamorarse porque es capaz de ver en su interior y vislumbrar el hombre que es y puede llegar a ser. Sabemos de su amor incluso antes que ella misma. Tras la borrachera del primer día, Fred no tiene más remedio que dormir en casa de Al, un enorme y lujoso apartamento en el barrio más pudiente de la ciudad. Duerme en la cama de Peggy mientras esta lo hace en el sofá del salón. Ella misma lo  acuesta porque su estado de embriaguez apenas le permite valerse por si mismo. Le quita los zapatos del uniforme y le desabrocha el cinturón para que duerma con el uniforme. Desvestirlo podría haber creado incertidumbre acerca de su virtud en el espectador de la época. A media noche los gritos de Fred la despiertan. Tiene una pesadilla. Está rememorando un momento trágico durante una misión de combate. Ella se acerca a su cama. Le acaricia la cabeza para calmarle, le habla con calma para procurar la suya. Después, cuando él se sosiega saca un pañuelo del bolsillo de su bata y le seca el sudor de la cara. Hasta aquí podríamos tener el comportamiento de alguien generoso. Pero es que una vez que ha utilizado el pañuelo lo vuelve a guardar en el bolsillo. Tiene esa total desinhibición hacia la realidad corporal de la persona que le atrae. El sudor de Fred no puede desagradarle por que está atraída por él. No se si es un detalle consciente de Wyler, pero al contarnos la escena con ese simple gesto nos está indicando mucho más de lo que deberíamos saber, una intimidad física latente entre los personajes que no podría ser narrada de otra forma. No se si esto forma parte de lo que podríamos considerar un posible estilo de Wyler, pero me parece una forma soberbia de sugerirnos mucho con muy poco.

Fred (Dana Andrews) y Peggy (Teresa Wright). Circunstancias adversas vs. amor

Los problemas de Hommer son los previsibles. Cree causar rechazo en los demás. Se siente un monstruo. Su novia de siempre, Wilma (Cathy O'Donnel), es la personificación del candor. Ni un solo reproche a la vida, ni un mal gesto al ver es estado en que ha vuelto su hombre de la guerra. Hommer no es capaz de creer tanta devoción, pero deberá aceptarla y la boda de ambos jóvenes servirá para volver a reunir a los tres veteranos, esta vez de camino al futuro. También para el reencuentro de Fred y Peggy, cuya separación había sido exigida por Al. El último instante es para el beso ante ambos. "¿Sabes lo que te espera? Vivir en penuria y despreciados por todos". "No me importa", le contesta ella. Quizá todo sea un error de cálculo y amen menos de lo que ellos creen, pero se trata de una película que trata de inocular la esperanza en un mundo devastado. Rosellini ya nos contará dos años después, en 1948, el suicidio de un niño en "Alemania, año cero", en el epicentro del desastre. Pero el sueño americano apenas si ha sufrido un traspié del que va a recuperarse.

Tampoco hay grandilocuencia en la película. No vemos alardear a ninguno de su experiencia en la guerra. Su hijo le pregunta a Al si es cierto que estuvo en Hiroshima. Al responder afirmativamente el chico inquiere sobre si pudo ver los efectos de la radiación en los supervivientes. Al le contesta que no, lo que anima al muchacho a explicarle algunas cosas sobre este tema y otros relacionados con la guerra y la situación mundial que le han contado sus profesores en el colegio. Un Al ampliamente superado por el torrente de información exclama: "Ojalá me hubiera quedado en casa para enterarme bien de como me fueron las cosas en el frente". Tampoco el sufrimiento de Hommer tiene raíces excesivamente nobles. Aunque estuvo en muchas nunca pudo ver una batalla al estar en las entrañas del portaaviones. Si perdió sus manos fue porque el buque ardió y se fue a pique. La mayor parte de la guerra la pasó en un hospital. El único que quizá tenga cosas que contar es Fred, pero solo lo hace en sueños, durante sus pesadillas. Esas que espantan a su mujer Marie y que por el contrario enternecen a Peggy. El momento en que el padre de Fred lee la carta escrita de puño y letra por el Almirante Doolittle, esa que un momento antes ha estado a punto de romper Fred por considerarla sin valor, y en la que se explica las razones por las que se le ha concedida la condecoración de mayor rango es uno de los momentos mejores del film. Fred acaba de irse de la ciudad por que ya nada le retiene allí. Repudiado por su esposa, sin trabajo y con la promesa dada a Al de que jamás volverá a ver a Peggy. Después de despedirse de sus padres sale de la casa paterna, humilde hasta casi parecer una chabola. Allí queda aquel buen señor, en cuyo rostro triste y resignado adivinamos las humillaciones diarias que le reporta la vida. Asombro es lo que vemos en su cara cuando lee en voz alta para que lo oiga su mujer las explicaciones del almirante. El honor transmitido por los genes: pobreza y nobleza como legado. Aunque después nos alegremos de que Fred falte a su promesa y bese durante la boda de Hommer a Peggy para a continuación prometerle un futuro gris, incomodo, sin las comodidades de las que siempre ha gozado, pero lleno de amor.

The Best Years of Our Lives - Soundtrack - Main Titles - Hugo Friedhofer

Los mejores años de nuestra vida - Hugo Friedhofer - Suite

La partitura de la banda sonora le valió a su compositor, Hugo Freidhofer, el Oscar de la Academia. Hijo de un violonchelista de Dresden, Alemania, también llegó a ser un virtuoso de este instrumento, aunque su aprendizaje fue ya en territorio americano. No obstante, el saber alemán le reportó la gran suerte de poder trabajar en la Warner Bros a las órdenes de dos grandes músicos y compositores de cine de su misma procedencia: Max Steiner y Wolfgang Korngold. La lista de alemanes que transformaron Hollywood es realmente extensa. También en el apartado de la música su huella en el cine es clara.

El argumento de la película se basa en una novela de MacKinley Kantor, escritor que ganara el Pulitzer en el apartado de ficción en 1956 por su obra Andersonville. Aunque trabajo para el cine, la adaptación del libro corrió a cargo de Robert E. Sherwood, un habitual de la Tabla Redonda del Hotel Algonquin, la tertulia literaria que también frecuentaba Dorothy Parker. Su trabajo le reportor el Oscar, uno más para la película. Los dos restantes, aun no mencionados, irían a parar a Frederic March como mejor actor y al editor (montador)Daniel Mandell. Un ilustre que ni siquiera fue nominado fue Gregg Toland, el director de fotografía de Ciudadano Kane. Quizá la falta de un estilo claramente identificable en Wyler se debe a que no trabajo con un grupo de colaboradores habitual.

Las últimas palabras se las dedico a Teresa Wright, una actriz por la que siento devoción desde niño, y precisamente por su papel en esta película. Mujer con una belleza moderada, al menos al ser comparada con otras de su generación, y sin el carisma de Bette Davis, Ollivia de Havilland o su hermana Joan Fontaine. Quizá sea este su papel más relevante de su carrera, el de una muchacha que roza los 20, pero como el resto de personajes, con más madurez que años. Recuerdo haber estado rastreando su aparición durante años en películas de la época y que cada captura era una fiesta. Belleza discreta de mirada transparente. Ese momento en que confiesa su amor por Fred ante sus padres, como planea una noche de parejas para luchar contra ese sentimiento, y como decide tras fracasar su estrategia rescatar a su amor de un matrimonio desgraciado, me hacen sentir orgulloso de ella. ¿Por qué las mujeres ya no son así?¿Lo han sido alguna vez? Yo no pierdo del todo la esperanza en ellas.

Carátula del vídeo de la película

1 comentario:

  1. Me he puesto a leer acerca de esta película, y resulta que ya me la habías recomendado, y la ví antes de navidad...y por el título ni lo recordaba...mi memoria funciona cuando quiere, y de esta película recuerdo cosas sueltas...el papel de la madre de familia esperando al marido despues de tanto tiempo e intentando que su readaptación fuese lo menos traumática posible, como si no hubiese pasado nada, cuando él en cierta manera era otra persona...y por supuesto, la historia del soldado que regresa sin manos...ese empeñarse en no dejarse querer...eso que tanto abunda...quien coño somos nosotros para decidir si alguien puede querernos o no? eso es solo miedo...necesitas a alguien que te abra los ojos...como aquella chica, su novia, con lo poquita cosa que parecía...es una película muy bonita...

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