jueves, 9 de febrero de 2012

Cine y TV (48) / Naves misteriosas - Silent Running - Douglas Trumbull - 1972


Naves misteriosas - Silent Running - Douglas Trumbull - 1971

Extraña película, al menos vista en perspectiva tras el paso de los años. Más esbozo de relato que narración completa. Aunque reconozco que cuando la vi por primera vez hace muchos tiempo, no mucho después de su estreno, me emocionó profundamente. Apenas tiene personajes. De los cuatro que inician la película pronto desaparecen tres, y son reemplazados por otros tantos, pero que no tienen diálogos. La trama puede resumirse en apenas un párrafo, y no de los prolijos, y son abundantes las ideas y líneas argumentales que no resisten un mínimo análisis o acercamiento para racionalizar lo que se nos cuenta. Aun así, se trata de una bella parábola, una advertencia que si en su día podía parecer justificada hoy quizá esté sobrepasada, por más que la industria del ecologismo catastrofista siga haciendo su agosto a costa del miedo de todos.

"Silent Running" supuso el debut como realizador de Douglas Trumbull, un nombre mítico en el ámbito del cine de ciencia ficción. Director de efectos especiales en películas canónicas del género. Como "2001, una odisea espacial", de Stanley Kubrik, en la que coordinó el equipo encargado de este cometido y contribuyó decisivamente a la filmación de la famosa secuencia del viaje de David Bowman a través del agujero de gusano, aunque el Oscar en la categoría otorgado le fuera adjudicado a Kubrick, responsable nominal de los efectos visuales en el film. En la opera prima de Trumbull hay una secuencia parecida, cuando la Valley Forge, la nave espacial donde transcurre toda la acción, atraviesa supuestamente los anillos de Saturno, que en la época en que se rodó el film se desconocía que estavieran compuestos por una miriada de pequeños elementos rocosos, por lo que la Valley Forge no debería haber sobrevivido al lance.

Con posterioridad a "Naves misteriosas" trabajó también "Encuentros en la tercera fase" de Steven Spielberg, "Blade Runner" de Ridley Scott, "La guerra de las galaxias", de George Lucas y "Star Trek: La película", de Robert Wise. Estamos por tanto ante una leyenda viva del género, un precursor y un pionero además, por más que estos films, el suyo en particular, ahora se vean envejecidos y lo que entonces parecían alardes técnicos ahora no lleguen siquiera a torpes o burdos trucos. Muy recientemente ha sido rescatado por Terrence Malick para actuar como consultor en los efectos especiales en el rodaje y post-producción de "El árbol de la vida", la última película de este enigmático realizador, película que este año opta a los Oscars. La carrera como director de Trumbull tuvo un segundo capítulo en la producción "Brainstorm", una película mucho más comercial que "Silent Running", de gran impacto en el momento de su estreno. Todo lo demás en su curriculum como realizador han sido documentales, la mayoría de ellos nunca vistos en España.


Peter Schickele - Silent Running Soundtrack - Corte 2 - The Space Fleet

"Silent Running" fue una producción muy modesta. Además, mientras la dirigía Trumbull tuvo que compaginar este trabajo con la dirección de los efectos especiales de "La amenaza de Andrómeda", también de Wise. Fue la condición que le impuso la Fox para darle luz verde a su proyecto personal. Película modesta en cuanto a su puesta en escena y a su línea argumental. Casi todas las secuencias con diálogos, ya de por sí bastante escasas, son en realidad monólogos de su protagonista absoluto, Bruce Dern, que interpreta a Freeman Lowell, un pobre diablo que asume el cometido de convertirse en la conciencia de la humanidad. Una conciencia que no desdeña el asesinato como medio para conseguir los fines que considera ineludibles.

En un hipotético siglo XXI la Tierra ha dejado de tener vida natural, los bosques han desaparecido y cualquier lugar de su superficie es idéntico a los demás. En todos los sitios que uno viosite, tal como nos advierte Lowell, la temperatura es exactamente de 36 grados. Los últimos relictos existentes de ecosistemas naturales viajan a borde de los integrantes de una flota de naves espaciales de la Compañía American Airlines, en cúpulas herméticas de paredes translúcidas donde plantas y animales pueden sobrevivir y hasta medrar. Esa es la descripción somera que se nos hace del estado de las cosas. Lejos de tratarse de una situación apocalíptica, los hombres parecen estar a gusto en su presente. No hay nostalgia alguna de los tiempos en que uno podía pasear por bosques y praderas. Así, los compañeros de Lowell, los tres astronautas con los que comparte la nave, solo piensan en regresar a la Tierra y reciben con euforia la orden de destruir las pocas hectáreas de bosque que custodian, dando fin a un proyecto que en su origen pretendía reforestar la Tierra con aquellas arboledas y formaciones vegetales enclaustradas. Sus compañeros solo llevan 6 meses embarcados, cuando Lowell lleva la friolera de 8 años en órbita espacial. No se nos explica la razón de esta orden tan sorprendente. El general que la transmite a la tripulación de la Valley Forge casi se disculpa por hacer de mensajero y asegura no haber recibido explicación alguna de sus superiores.

Los planteamientos de Lowell, sus repetidos alegatos ante sus compañeros en el inicio del film, no defienden tanto la naturaleza como un bien a preservar por ser imprescindibles para la superviviencia de la Humanidad. Esta parece asegurada en un mundo aséptico y artificial donde la comida es sintética, no existe el paro y todo parece ser diversión sin responsabilidades. Lo que en realidad reivindica Lowell es el disfrute de la naturaleza. Se trata de un planteamiento más acorde con el movimiento hippie que con los postulados ecologistas. Estamos más ante una antiutopía, donde un personaje toma conciencia de que la sociedad en la que vive, supuestamente perfecta, arroja más sombras que luces y tiene alienados a sus integrantes, que ante una historia postapocalíptica donde un personaje tratase de recuperar parte de lo perdido, hacer que retroceda el reloj de la historia, o llora esa pérdida, mostrándonos los estragos del egoísmo o la insensatez del hombre. Solo existen tres vías para lograr que las personas, los colectivos, emprendan una empresa o un alínea de acción: 1) Convencerles de que es lo correcto, lo más ético; 2) Convencerles de que es necesario por el bien común, que no hacerlo supone un riesgo; 3) Mostrales que obtendrán placer como contrapartida. A veces las tres estrategias se ejecutan a la vez en una mezcla de distintas proporciones. La primera estrategia lleva implícita la amenaza de un castigo si no se obra en la forma adecuada. Parte del movimiento ecologista actual mezcla las dos primeras estrategias, anunciando un apocalipsis de la naturaleza en el que seríamos castigados por fuerzas un  tanto abstractas, a veces deidificadas a través del concepto Gaia, no solo por nuestro insensato proceder sino por nuestra impiedad, nuestros pecados contra la naturaleza. Cuando Lowell es objeto de las burlas de sus compañeros durante una comida por estar ingiriendo un melón que ha cosechado en la cúpula que frecuenta, por preferir comida que huele demasiado fuerte y tiene un sabor tan raro en vez de la que proporcionan las máquinas de la nave, este no les contra argumenta hablándoles de que su opción es más sana o más respetuosa con el medio ambienta sino que les habla de disfrute, del placer que supone ver crecer la comida en la tierra, de cosechar lo que se ha plantado o cuidado con las propias manos. Sus compañeros se han vuelto impermeables al disfrute que supone vivir en comunión con la naturaleza.

Lowell con Huey y Dewey

En realidad nos preguntamos si son necesarios tantos tripulantes en la Valley Forge. Éstos se aburren sin nada que hacer. Se diría que el único que sabe hacer algo es Lowell. Los otros tres se pasan el tiempo jugando al billar o echando carreras por los inmensos pasillos de la nave con los vehículos para el transporte interno, utilizando a veces la cúpula donde trabaja Lowell como parte del circuito improvisado. Hay poco que hacer, todo está automatizado. Tampoco parece existir disciplina para auto-imponerse tareas. El único que cuida la vegetación es Lowell, que se pasa la mayor parte del tiempo procurando cuidados a la masa de vegetación de una de las tres cúpulas que transporta la nave, relacionándose que la fauna existente: conejos, rapaces, tortugas, peces, reptiles, que confieren al lugar más el aspecto de un jardín que el de un bosque. Pero lo hace por voluntad propia porque a nadie le importan los últimos bosques de la Tierra. Cuando reciben la orden de destruir los domos, Lowell asistirá con espanto, pero sumiso, a la explosión de los domos de las otras naves y de las otras dos de la Valley Forge. Será cuando John Keenan (Cliff Potts) intente acceder a la cúpula con la bomba nuclear que habrá de destruirla cuando se rebele. Le esperará en el acceso al domo armado con una pala y la inevitable discusión, al no querer ceder ninguno, se convertirá en lucha a muerte, en la que Keenan saldrá perdedor. No es pues un asesinato premeditado, pero la elección de este personaje como víctima tampoco es casual. Se trata del único compañero con el que Lowell ha establado lazos emocionales, el único que trata de comprenderle y se preocupa por sus sentimientos. Esta elección tiene dos cometidos claros: 1) Por un lado nos muestra la determinación de Lowell en la defensa de su pequeño mundo privado, ya que un enfrentamiento con cualquiera de los otros dos tripulantes podría haberse interpretado en parte como una venganza al ser víctima de sus constantes burlas. No, Lowell se rebela contra la insensata orden que han recibido no contra sus compañeros; 2) La muerte de los otros dos, ya necesariamente un asesinato premeditado y a sangre fría, resulta más fácil al no existir con ellos esa complicidad que jabía con Keenan, aunque también traerá remordimientos. Los cuerpos de los dos últimos desaparecerán en la explosión del segundo domo de la nave, del que se les impedirá salir tras colocar y armar la bomba que habrá de destruirlo. El cuerpo de Keenan, en cambio, permanecerá sobre la tierra del jardín, olvidado por Lowell durante días. No hace falta ser muy avezado en psicología para aventurar que Lowell siente una terrible culpa por lo que ha hecho y que ha tratado de olvidarlo, de posponer el enfrentarse al dilema ético que supone. Ni siquiera se atreverá a enterrar el cadáver de su amigo, sino que ordenará a los robots de la nave que lo hagan por él, supervisándolos a través de monitores.

A lo largo de toda la trama las ideas se sugieren, apenas se desarrollan, hasta el punto de que algunas derivaciones de lo que se nos narra, que nos pueden parecen lógicas, hasta inmediata, sean en realidad de nuestra propia cosecha y no sugerencias de los guionistas. Cuando están colocando la bomba en el primero de los domos uno de los tres compañeros de Lowell sufre un accidente. Se tropieza con la raíz de un árbol y se hiere una mano al caer. Una narración tan escueta en acontecimientos lleva a pensar que alguna razón habrá para incluir esta secuencia en el film. Tal vez se trate de indicar la torpeza de estos tres tripulantes en un medio que para ellos es casi alienígena, al que no están acostumbrados. Quizá se quiera insinuar un acto punitivo de la naturaleza que están a punto de destruir y trata de defenderse de forma pasiva. En todo caso, la escena se resuelve con la cura del herido por un Lowell convertido por un momento en improvisado enfermero. Cualquiera diría que es el único tripulante útil de la nave. Es más, resulta curioso escuchar a uno de sus compañeros confesar que el que mejor juega al billar es Lowell cuando es el que con mucho el que menos tiempo de ocio dispone de los cuatro ya que ocupa la mayor parte de la jornada en el cuidado de las plantas y en el cultivo de sus alimentos. Más aun, mientras venda la mano herida veremos a un Lowell sosegado que muestra sincera preocupación por su compañero. Nunca los ha visto somo enemigos, siempre ha tratado de llevarlos a su causa. Mata al primero en un arrebato y a los otros dos porque ya no puede dar marcha atrás, y porque la supervivencia de la cúpula se convierte en el único objetivo de su vida.

Una vez Lowell se queda solo la película se vuelve aun más escasa en acontecimientos. Veremos suplir a sus compañeros por los robots de la nave, a los que bautizará asignándoles un nombre, Huey y Dewey, y reprogramará para humanizarlos. Entre los robots y Lowell se establecerá un diálogo genuino. Les hablará de forma normal y ellos a través de movimientos de sus componentes, ruidos de la maquinaria y parpadeos de luces. Se trata de un lenguaje del que sin duda luego se derivará el de R2D2, el robot de "La guerra de las galaxias". Quizás el mayor hallazgo del film sean estos tres robots, precursores de tantos otros que luego poblarán las películas de ciencia ficción, humanos de una forma que se nos escapa, en los que adivinamos estados de ánimo e intenciones, sin que tengamos claro si esas emociones son reales o una sugestión producto del comportamiento de Lowell. Se trata de un caso muy parecido al del personaje Milou creado por Hergé. El perro de Tintín habla con su dueño, y aunque suponemos que el periodista no lo escucha porque Milou nos hace saber sus opiniones por medio de pensamientos, a veces no queda claro del todo si ese diálogo no se produce de alguna manera, ya que a veces parece efectivo y tiene repercusión en la trama. En realidad todo tiene una explicación más sencilla: Tintín conoce a su perro tan bien como Lowell a los robots, siendo ambos capaces de interpretar las emociones de sus compañeros de aventuras con solo mirarlos.

Peter Schickele & Joan Baez - Silent Running Soundtrack - Corte 8 - Tending to Huey

Durante el cruce de los anillos de Saturno une de los tres robots, ene se momento fuera de la nave en funciones de mantenimiento, es arrastrado y desaparece. A partir de entonces los lazos entre el hombre y las dos máquinas se hacen más estrechos y fuertes. Les enseña a jugar al póker. Les trata de inculcar sus ideas hippies, aunque es claro que los robots no podrán ser convencidos de los postulados ecológicos a través de la promesa del placer. Durante una carrera insensata con el vehículo, no muy bien explicada en el guión, Lowell atropella a uno de los robots, que de resultas del accidente queda muy mermado en sus capacidades. Verle andar encorvado y vacilante casi mueve a la lástima. Lowell se enfrenta a la vez que a este problema a la misteriosa enfermedad de la vegetación. En realidad cualquier niño de párvulos podría aventurar un diagnóstico enseguida: A medida que la nave se aleja del sol la fotosíntesis en las plantas se hace más difícil. Lowell tardará más de lo razonable en deducirlo y solucionarlo. Justo a punto de ser alcanzado por una misión de rescate. Ante la posibilidad de que quienes llegan puedan traer órdenes de destruir el jardín decide inmolarse con su amigo herido haciendo explotar la nave y dejar al otro robot al cuidado de la vegetación. Y ya está, he contado la totalidad de la película. Y si he necesitado varios párrafos es porque hay que reconocer que me enrollo como una persiona.

Al inspeccionar la ficha técnica del film y consultar el apartado del guión me he llevado una gran sorpresa. Hay dos nombres bien llamativos: 1) Michael Cimino, el director de "El cazador" y "Las puertas del cielo", la película que hundió a la United Artist, la empresa fundada por Chaplin y otros pioneros del cine; 2) Steven Bochco, quien se haría muy popular años después como guionista y productor de series televisivas, en especial por "Hill Street Blues", una serie de policías que rompió moldes y creo nuevos caminos para este genero. A estos dos nombres se añade el de Deric Washburn, involucrado en la opera prima de Cimino. la pregunta es como tanto talento reunido no logró sacar más punta al argumento, definir mejor los personajes y las situaciones, sacarle más jugo en definitiva a la historia. Tras el paso de los años los logros técnicos, visuales, quedan enmascarados por el avance de la técnica y por el hecho de que las películas que no son de estreno no volverán a ver nunca en salas de cine. Peor aun, serán vistas sobre todo en monitores de PC, de calidad ínfima, muy por debajo de las necesidades del film. Así, buena parte del encanto del film, sus principales cualidades, el trabajo de su director de fotografía Charles F. Wheeler y del propio Trumbull en los efectos especiales, se ve muy deslucido. Ya se sabe que con pantallas de pequeño formato las maquetas "cantan", y las de las naves que Trumbull preparara para el film, consideradas tan extraordinarias entonces que sirvieron para la serie Galáctica, son demasiado evidentes en estas condiciones tan adversas.


Peter Schickele & Joan Baez - Silent Running Soundtrack - Corte 11 - Rejoice in the Sun

Antes mencionábamos la deriva del argumento hacia los postulados del ideario Hippie. Por eso no es extraño que la banda sonora incluya varias canciones de Joan Baez, asimilada a ese movimiento y otros cercanos. La película se despide con primeros planos de Dewey regando y cuidando las plantas, totalmente centrado en el cuidado del último jardín, mientras escuchamos la voz de Joan Baez. en una escena anterior Lowell le explica al robot que el domo viajará por el espacio del mismo modo que una botella conteniendo un mensaje que una vez lanzara al mar siendo niño, sin saber si llegará a algún destino, si será rescatado. La primera vez que vi el film no pude evitar las lágrimas en las últimas escenas. Tanto es lo que depende de un ser tan frágil y solitario, que se nos acaba volviendo entrañable, que es casi inevitable emocionarse. Con su regadera de juguete y su azadilla, Dewey se convierte en un pequeño Atlas que sostiene lo que queda del globo terráqueo, en la última esperanza de que los hombres puedan rescatar la naturaleza del olvido el día que recobren la cordura.

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