martes, 21 de febrero de 2012

Cine y TV (52) / El árbol de la vida - The Tree of Life - Terrence Malick - 2011


El árbol de la vida - The Tree of Life - Terrence Malick - 2011

Incapaz de dar una respuesta, de adelantar alguna de sus claves, ni siquiera de entender la pregunta, el hombre actual, en su soberbia, se declara ateo, desdeña el debate acerca de lo trascendente y trata de extrapolar su vacío interior al Universo en el que existe. En el que habita, es de suponer, gracias al azar y sin ningún propósito. Toda idea religiosa alude al padre, a quien engendra y gestiona lo creado, a quien tiene el poder y establece las normas. Por eso es inevitable que cualquier argumento o discurso religioso suene pueril a los que no lo comparten. Es algo que descubrí en la escuela durante una clase de Religión. Nuestro profesor pidió que expresáramos nuestras creencias y, contrariamente a lo que es habitual en mí, decidí ser participativo y exponer las mías, que causaron hilaridad en muchos, porque las consideraron ingenuas y carentes de calado. Al finalizar la clase el profesor me dijo que lo que había tratado de explicar era una versión esquematizada de la teoría del alfa y el omega de Theilard de Chardin, lectura que desde entonces me debo. Pero la lección que saqué de aquello fue lo pueril que suena una persona cuando expresa sus creencias más íntimas. Incluso uno mismo ante los demás, por muy elaborado que parezca el discurso, por mucho que uno se esfuerce en dotarlo de sustancia. También sentí perplejidad porque ese tomo pueril también lo detecté al escuchar a mis compañeros explicar su visión de la verdad cristiana, sin que ellos se dieran cuenta de lo infantiles que sonaban, en especial quienes más se habían reído de mi que ahora adoptaban una expresión solemne en sus rostros. No, no se trata de que juzgue esa visión del mundo como errónea, sino que entiendo que el hombre cuando habla de lo trascendente, de conceptos que se le escurren de los dedos por estar en la frontera de lo que es capaz de entender, su voz es como la de un niño que trata de hablar con el padre. Se trata de un debate difícil, que es posible eludir, como todo en la vida, esperando que la verdad nos sea revelada sin tener que salir a buscarla. Pero aquellos que tratan de dar respuestas, profundizar en las ya existentes o buscar otras alternativas, aunque solo sea establecer algunas de sus claves, merecen nuestro respeto, no nuestra repulsa. Y la hilaridad o el desdén las considero directamente de necios.

No creo que sean tiempos estos propicios para abordar estos temas, no solo porque ya no interesen, sino porque lo espiritual o, si se prefiere, la indagación en lo trascendente, la búsqueda de coherencia y significado en la vida, irrita sobre manera a los unos y sus contrarios. Quienes han renunciado a esta búsqueda la ven pueril, cuando no interesada. La Iglesia ha cometido supuestamente tantos pecados que sus intenciones se da por descontado que no son puras. En el bando contrario, quienes no han cesado en el empeño, a menudo sienten amenazado su pequeño feudo, por lo general poco frecuentado, y se encastillan en sus dogmas. Como pasó hace algunos años cuando se estreno "La última tentación de Cristo", de Martin Scorsese. A los católicos les pareció aberrante la idea de un Cristo tentado y dejaron escapar la belleza de un Cristo que supera esa tentación tan humana y razonable de vivir una vida hermosa y tranquila con la mujer que se ama para abrazar un destino que excede sus fuerzas. Si Cristo era Dios al tiempo que hombre no puede ofender que experimentará tentaciones. Sería problemático considerar que sucumbiera a ellas. Pero entonces todavía existía un posible debate entre creyentes y no creyentes, por más que parecieran sostenerlo los más radicales de ambas posturas. Hoy se da por supuesto la victoria intelectual, e incluso moral, de los segundos y las escasas luces de los primeros, a los que se puede ridiculizar con saña y desde una postura un tanto paternalista. Un ejemplo de esto último fue la visita del Papa a Madrid hace un año para reunirse con jóvenes de todo el mundo. Aun siendo la fraternización uno de sus principales objetivos del encuentro, fueron recibidos con bastante hostilidad y objeto de burlas constantes por quienes se sentían superiores a ellos desde el descreimiento. Actitud estúpida porque en el peor de los casos supusieron un beneficio económico, y en el mejor una posibilidad de reanudar el debate.

Ya sea por su carácter retraído, alérgico a la publicidad, a exponerse al debate público, poco sabemos de las motivaciones y los objetivos de Malick al rodar este film. Se trata de un cineasta cuya obra cae a cuentagotas a lo largo de los años, siempre con largos periodos de gestación y post-producción que hacen casi imposible que las modas, siempre efímeras por definición, sean un factor que se pueda tener en cuenta. El caso es que Malick ha querido proponer ahora esta película, ensimismada y reflexiva, de tema casi extemporáneo, que apenas crea diálogo con el espectador, aunque suscite su reflexión, y que en seguida ha conseguido entre la crítica grandes admiradores y furibundos detractores. Entre el público común ha cosechado más bien indiferencia, cierta reticencia o pereza a acudir a verla. Y es comprensible porque el cine es ante todo un modo de distracción que pretende sobre todo evadir a sus consumidores de sus problemas personales, no acrecentarlos, dándoles más temas de reflexión, alimentando la carga de preocupaciones y no aliviándola. En Cannes la película fue abucheada en algunos momentos durante su pase oficial. Aun así se llevó La Palma de Oro del Festival. Hechos contradictorios que nos indican que estamos ante una película que exige de nosotros antes de dar a cambio satisfacciones, con la que no todos son capaces de conectar, ya sea por el estado de ánimo en el momento del visionado o simplemente por entender el cine de otra manera, más pasiva. El film levantó mucha polvareda y propicio abundante debate. Si no acerca de los temas que propone la película, si al menos sobre el film en sí mismo, sobre su calidad y acierto, sobre su lenguaje, sobre si es capaz de removernos por dentro o se trata simplemente de un vacuo alarde estético, sobre si lo que algunos denuncia como grandilocuencia anula el posible mensaje o viste su desnudez o, por el contrario, si se trata de una reflexión profunda sobre temas que poco a poco van quedando arrinconados por esta sociedad herida por las prisas y la superficialidad.

El árbol de la vida - Trailer en Español

Y es que el film de Malick no solo es difícil de abordar por los temas que propone. También lo es en las formas, como todos los del director. Apenas hay linealidad en el hilo narrativo. Es más, este hilo es tan delgado que uno tiene la impresión de que la película no llega a "aterrizar" nunca, que siempre está a punto de comenzar, como si todo el metraje visto hasta un momento cualquiera no fuera más que el preludio de una historia que comenzará a narrársenos en la siguiente secuencia. Pero apenas hay en la película algo que pueda llamarse una trama. El argumento contrapone nada menos que la historia de una familia tejana de clase media en la década de los 50 con la del surgimiento del Cosmos y la vida sobre el planeta. Y, aunque parezca increíble, es más convencional y fácil de seguir la segunda que la primera. Con en otros films del director no hay un solo punto de vista, sino que los personajes se van pasando el testigo, por así decir, acaparando el protagonismo, a veces añadiendo a las imágenes voces en off que revelan sus pensamientos. En "El árbol de la vida" cada vez que le llega el turno de la palabra a uno de los personajes, de imponer su punto de vista a la película, no nos habla de sucesos o acontecimientos que permitan narrar la historia familiar, sino de impresiones, sentimientos y sensaciones, casi siempre fugaces, que son explicadas de forma visual, como es obligado en el cine. Los vemos pasear, mirar su entorno, relacionarse con la naturaleza sobre todo, trepar a los árboles, columpiarse a su sombra, orillar el río, revolcarse en la hierba. Siempre lo lúdico parece imponerse a las obligaciones. Hay además un uso reiterado de la voz en off, más que en películas anteriores, susurrante y con distintos timbres de voz. Pero más que voces narrativas se trata de plegarias o intentos de diálogo con ese Dios que habita dentro de nosotros, al que podemos invocar con nuestra voz interior, y sobre cuyas motivaciones tratan de indagar los personajes. ¿Quien es Él? ¿Cuales fueron sus deseos y propósitos cuando nos creó? ¿Qué espera de nosotros y como podemos agradarlo? Preguntas elementales. Las que se hace también un niño cuando alza la mirada para ver el rostro de ese gigante que es su padre.

Creo más que evidente que existe un paralelismo entre ese Dios que representa lo trascendente y al que los distintos personajes preguntan, invocan y hasta suplican, tal como lo haría un niño a su progenitor, y el personaje del padre de la familia, interpretado por Brad Pitt. El suyo es el punto de vista menos frecuentado. En realidad solo escuchamos su voz en un breve momento de la película. Y, al contrario que el resto, no plantea preguntas al padre creador, sino que trata de justificar sus actos, de reconocer sus culpas y sus carencias. Es casi un intento de respuesta, por supuesto que incompleta e insatisfactoria, a las cuestiones planteadas por otros personajes antes y después de su breve parlamento. De lo único que se siente orgulloso es de haber engendrado a sus hijos, le confiesa a su primogénito en uno de los momentos más emotivos del film y también más reveladores. En lo demás que ha hecho en la vida, le dice, tiene claro que suspende con un cero. Por eso es duro con ellos, porque trata de fortalecerlos y hacerlos mejores. Si esta tesis fuera cierta quedarían explicadas muchas cosas. En especial su obsesión por las normas, que obliga a cumplir a sus hijos haciendo uso frecuente de los castigos verbales y hasta físicos. Como si se tratara del Dios del Antiguo Testamento. Ese Dios ceñudo y de mal carácter que tanto contrasta con la dulzura del Cristo de los Evangelios. Y sus hijos, nosotros, se sienten ahogados ante tanta norma, que en muchos casos ni siquiera comprenden, que interpretan como caprichos del padre o simples alardes o excesos de poder. Como ese insistir en que le llamen padre y no papá, que le den tratamiento de usted y le llamen señor. Sin embargo, aunque es un padre exigente quiere a sus hijos, como queda patente en varios momentos de la película. En realidad es el padre el que es rechazado por sus hijos cuando muestra su afecto y no al revés. Son reiteradas las escenas en que alguno de los hermanos esquiva u abrazo o culebrea inquieto dentro de él. Se trata de un padre que no sabe tratar a quienes comparten su vida, lo mismo que Dios muchas veces parece no saber tratar a sus creaciones, a las que castiga de forma aleatoria e injustificada. Sería esta una propuesta fascinante que abogaría quizás por un Dios imperfecto, al menos a la luz de nuestros deseos, necesidades y demandas.

Ese padre trasunto de Dios también explicaría su obsesión por enseñar al hijo a cuidar el huerto y el césped ante la casa, a crear las condiciones para que germinen y fructifiquen esos dones de los que se habla en la parábola del Nuevo Testamento. Enseñanzas que el hijo ve más como un castigo o una tortura del padre que como una lección de la que pueda sacar algún provecho. Algunos dirán que casi como corolario inevitable de esta explicación habría que identificar la figura de la madre (Jessica Chastain) con la de Virgen María. Pero nadie ha dicho que las propuestas de Malick, ni siquiera el marco de referencia que establece para su discurso, sea de índole cristiana. Aunque si es cierto que la Iglesia Católica está presente en la historia. Pero creo que ello puede obedecer a la intención autobiográfica del director, de nutrirse quizás en su propia experiencia a la hora de hablar de lo trascendente, de aprovechar sus reflexiones de niño, ya que sabemos que la niñez es la etapa más espiritual de todas, en la que estamos más dispuestos a creer y a meditar sobre lo trascendente y el hecho religioso. Luego todo se asienta y lo habitual es dejar de indagar. Además, en los años 50 el ámbito de lo religioso era un aspecto importante en las vidas de los ciudadanos normales y la iglesia un lugar frecuentado por casi todos. Hoy en día creo que todos estaríamos de acuerdo en considerar ese aspecto como casi irrelevante y la iglesia un lugar marginal.

El árbol de la vida - Banda Sonora - River - Alexandre Desplat


El árbol de la vida - Banda Sonora - Les Barricades Mystérieuses  - François Couperin 


Es la forma de filmar de Malick, de montar sus películas, de planearlas, sumamente incómoda para el espectador sino se deja atrapar, si no acepta lo que se propone en cuanto al fondo y las formas. Se trata de un cine introspectivo en el que casi no hay argumentos, que a veces parece que nos hurta muchas cosas interesantes. En "La delgada línea roja", que narra la batalla de Guadalcanal a finales de la Segunda Guerra Mundial, los hechos bélicos apenas son tratados, en todo caso lo son de soslayo, forman la tramoya del escenario, centrándose la historia en otros asuntos de índole casi filosófica. Tampoco en "El nuevo mundo" lo importante es la historia de amor entre John Smith y Pocahontas, sino lo que hay en el fondo de los personajes, que tampoco se nos explica de una forma muy clara. Se trata por lo tanto de un cine difícil, en las antípodas del puro entretenimiento. En "El árbol de la vida" no hay esa sensación de hurto. La anécdota aparente es la historia de una familia que en absoluto parece interesante.

La narración en las películas de Malick suele hacer caso omiso de la linealidad temporal, saltando atrás y adelante en el tiempo con flahbacks y flashforwards que no siempre son claros en cuanto a cuando comienzan o terminan, con continuos cambios del punto de vista, dejando asuntos aparentemente inconclusos o solo esbozados, alternando planos breves que no siempre casan entre sí del todo, intercalando planos en algunas secuencias que parecen corresponder a otro otro momento de la narración. El "El árbol de la vida" todo esto incluso se complica más y las voces en off no subrayan o completan la información visual que se nos está ofreciendo, tratan sencillamente otros asuntos diferentes. Hay al menos que yo recuerde dos planos que se escapan a cualquier lógica. En uno vemos flotar a la madre danzar alegre en el aire, levitar junto a las ramas de un árbol, siendo un plano intercalado de forma abrupta sin que el que le precede ni el que lo continua tengan relación con él, sin que el uno sea su causa o el otro su consecuencia. En otro, también inconexo, vemos moverse una silla por el suelo sin que nadie la empuje, como en la película "Poltergeist" pasaba con las sillas de la mesa de la cocina. Se trata de dos planos intencionados, necesariamente planificados, que cito para subrayar la cantidad de elementos que propician nuestra desorientación, por muy hermosos que sean. Sin embargo, según revela Emmanuel Lubezki, muchos de los planos rodados durante la película fueron accidentales. Rodaban sin parar durante todo el día en busca de "hallazgos", esos momentos impactantes que es difícil de planificar, como los primeros pasos, vacilantes y emocionantes, de un niño. Como una rana diminuta pendulando en el extremo de una brizna de hierba. Como la luz del atardecer filtrándose por la copa de los árboles. Como un padre comparando el tamaño de su mano con la de su hijo recién nacido. Se recopilaban horas y horas de filmación y determinados planos eran encajados durante el montaje en el esquema general. Son particularmente hermosos, y me apunto la idea para mi blog de fotografías, las imágenes de los bosques y las arboledas vistos desde el suelo y en perpendicular al cielo. Se trata de imágenes poderosas, originales y, es de suponer, con carga didáctica. Dios nos mira desde el cielo, desde el cénit, y nos ve sumergidos en plena naturaleza, de la que los árboles son sus principales pobladores.

La dos veces que he conseguido conectar con películas de Malick, con "La delgada línea roja" en el cine, cuando fue estrenada, y con "El árbol de la vida" ante el PC hace pocos días, coincidió que mi estado de ánimo no era el mejor. Creo que cierta tristeza contenida o pesadumbre, cierto desinterés por lo inmediato y lo cotidiano, me permitió entrar en sintonía con el carácter de ambas películas, introspectivas, casi autistas, por su a veces aparente incapacidad de comunicación con el espectador, de dialogar con él de una forma clara y directa. No son desde luego películas alegres las suyas, ni tratan temas fáciles o complacientes. La película arranca con la muerte de uno de los personajes que, no sin esfuerzo, acabaremos sabiendo que es el segundo de los hijos de la familia, sin que se nos explique como ha ocurrido. Y este suceso pesará como una losa sobre el tono general del film, en especial en el presente narrativo, en el que vemos al primogénito ya adulto, interpretado por Sean Penn, apesadumbrado por la pérdida. Conoceremos al personaje únicamente en su etapa de niñez, y sabremos que se trata quizás del que reúne más dones de todos. Ha heredado la bondad de la madre y el talento musical del padre. No hay ninguna lógica ni justicia en su sacrificio. Un Dios que no da explicaciones y que parece obrar sin tener un plan preestablecido arrebatará el hijo a los padres sin que tenga ningún sentido. Será la suya una de las voces que nunca escucharemos en off, como tampoco la del tercer hijo, cuyo peso en la película es muy escaso.

Estructurada la película en tres bloques, el segundo es una deslumbrante narración visual del origen del Universo, de la formación de las galaxias, del surgimiento de la vida en La Tierra y de su evolución. La génesis de las galaxias y de las estrellas nos es contada mientras suena una pieza musical bellísima e hipnótica compuesta por Zbigniew Antoni Kowalski: "Lacrimosa". Este músico se dio a conocer en el mundo del cine al componer las bandas sonoras de las películas de la trilogía Tres Colores, de Krzysztof Kieślowski. Se trata de una melodía coral, solemne, grandilocuente quizás y de tintes melancólicos, cuando se supone que lo que ilustra musicalmente es un suceso feliz: la evolución del Cosmos. Aunque es verdad que esa visión idílica de los cielos, bellos e inmutables, que se ha tenido en buena parte de la Historia de la Humanidad fue destrozada por los avances en Astrofísica y Cosmología de la segunda mitad del siglo XX, cuando se descubrió que los sucesos que acontecen en el Universo son por término general sumamente violentos, de una brutalidad cuya escala excede lo que somos capaces de comprender: Choques de galaxias, destrucción de estrellas en forma de supernovas, agujeros negros que arrasan su entorno, impactos de cuerpos con planetas, etc. La historia del Cosmos, aunque hermosa, es un proceso doloroso, que estremece a quien lo estudia y trata de entenderlo, y quizás por eso la pieza musical elegida como fondo musical en este pasaje de la película, además de sobrecogedora, pueda considerarse adecuada y pertinente.

El árbol de la vida - Banda Sonora - Lacrimosa - Zbigniew Preisner 

El árbol de la vida - Escena del Jurásico

Los distintos pasajes del segundo bloque son identificables en la medida que uno tenga conocimiento de lo que narran, de proceso que sufrió el Universo hasta la aparición de la vida en La Tierra. Se podrá identificar tan plano con la simbiosis de células procariotas que dió lugar a la primera célula eucariota, es decir, con núcleo, o la conquista de los vertebrados de los continentes si se tiene cierta formación científica, ya que las explicaciones, las facilidades, brillan por su ausencia. Aun así el resultado es magnífico, casi un logro aparte del resto de la película, con el que es inevitable que haya un marcado contraste, cierta desconexión estética y de escala. En todo caso, el el Universo parecen repetirse los mismos patrones estéticos y geométricos ya se trate del ámbito microscópico o el cósmico. Espirales, esferas aparecen en todas partes. El agua es una constante en la película, también en las anteriores de Malick, aunque mucho más en esta. La vemos en forma de mar, en la frontera donde baten las olas, en forma de arroyo pedregoso o de río caudaloso, en forma de piscina o de rocío, en forma de catarata. Casi siempre desde el interior, con planos sumergidos.

Este bloque tiene tiene su momento "Parque Jurásico", con una escena protagonizada por dinosaurios, y es de enorme trascendencia al tiempo que esquiva al tratar de encontrarle su significado, como el resto del metraje por otra parte. Vemos el lecho de un arroyo pedregoso que discurre entre la selva, con el punto de vista de la cámara muy bajo. Al fondo de la imagen hay un trío de dinosaurios predadores, bípedos. La atención de uno de ellos es captada por el movimiento de algo que sucede en primer plano. Llega corriendo hasta cerca de donde contemplamos la escena y descubre un dinosaurio de pequeño tamaño tumbado sobre los guijarros, herido o enfermo quizá. Observa con atención a un par de metros como se revuelve, aunque sin mucha energía, arrancando sonidos a las piedras. En un rápido movimiento se sitúa sobre él y le pone el el pie de una pata trasera sobre la cabeza del animal agonizante, para inmovilizarlo. Vuelve a observarlo, con aparente curiosidad, como si meditara al mismo tiempo. Quita la pata y entonces parece tentado a volver a ponerla. Duda, y mientras la mano queda suspendida a escasos centímetros de la cabeza del saurio el plano es cenital, aunque muy cercano a los personajes. Luego parece tomar una decisión y se aleja corriendo. ¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Podría ser que hubiéramos asistido a un acto de compasión? Antes que nosotros quizá los dinosaurios desarrollaron algún tipo de autoconsciencia, de capacidad para experimentar sentimientos, rudimentarios aun. En todo caso el siguiente plano nos muestra al gran meteorito que impacto en la Península de Yucatán y fue el causante de la extinción de los dinosaurios percutiendo con la atmósfera terrestre. Donde no parece tener cabida la compasión es el plan maestro de la creación. Los dinosaurios se extinguieron porque el azar puso la órbita del planeta en la trayectoria de una enorme masa rocosa procedente del cinturón de asteroides o de la Nube de Oort. Antes que los humanos hubo otros proyectos de inteligencia seguramente, abortados por los designios de Dios. O puede que a su pesar por su incapacidad de interferir en los acontecimientos. La extinción del Jurásico fue una de tantas de las que ocurrieron en el pasado, ni siquiera la que eliminó mayor número o porcentaje de especies de vida existentes en el planeta. ¿Qué son estas pérdidas tan enormes comparadas con la pérdida de un hijo? Solo un punto de vista muy subjetivo permite compararlas. Los dinosaurios se extinguieron pero el hueco que dejaron permitió el desarrollo de los mamíferos y la aparición del hombre. Quizá otras pérdidas muy dolorosas para alguno de nosotros, aparentemente inexplicables, tengan también un significado o, carentes de él, no empañen el acierto de los resultados finales o la gloria de la creación. ¿Qué es una lágrima comparada con el océano o los mares helados de los satélites de Júpiter?. El Universo es violento y la vida humana una fuente de dolor constante. Aun así no podemos sino maravillarnos ante la belleza de lo que nos rodea.

El árbol de la vida - Banda Sonora - The Moldava River - Smetana

El árbol de la vida - Banda Sonora - Canto fúnebre - Patrick Cassidy

Todo el último bloque lo considero superfluo y además un desacierto. Incluso las inclusiones de éste en el primer bloque, es decir, las escenas del primogénito ya adulto, las interpretadas por Sean Penn, incrustadas en la parte de la película en que se nos narra su infancia. En la escena que va a visitar a sus padres, muy breve, parece el más viejo del trío. Ni siquiera Malick se ha molestado en avejentar mediante maquillaje a Brad Pitt y Jessica Chastain, que lucen más hermosos que Penn, cuyo peor envejecimiento personal se delata además con abundantes primeros planos. Ese tipo de cosas no parecen ser las que más preocupen al director. O puede que el aparente error encierre ocultos significados. En todo caso, la película dedica muchos minutos a que veamos a Penn subir y bajar en ascensor, deambular por paisajes alegóricos, a veces solo a veces acompañado de algún otro personaje que sabemos que realmente no está allí. Penn anda mucho y habla poco, pasea su careto apesadumbrado durante interminables secuencias, abrumado por la pérdida del hermano, del que se sabe inferior en dones, en gracia divina, menos digno del cariño de sus padres y de Dios. Después, hacia el final, Malick intercala un plano en el que una estrella parece explotar en mitad de un cielo estrellado, a lo lejos. Pensé cuando lo vi que se trataba de la explosión de una supernova en las cercanías del sistema solar, lo que acarrearía la extinción de la vida en La Tierra. ¿El fin de los tiempos? Pudiera ser, pero no se nos explica, siquiera se nos dan pistas y puede que solo se trate de un exceso de interpretación ante una sugerencia de Malick. Extinguida la vida en el planeta tal vez la haya en otro rincón del Cosmos, tal como nosotros fuimos una alternativa a los dinosaurios. En todo caso, la película se cierra con interminables escenas en que vemos a Malick deambular por un mar somero, como el delta de un gran río o una inmensa playa en la baja marea. Este caminar sin rumbo será después entre mucha gente y luego entre los miembros de su propia familia, pero en sus versiones de los años 50s, sus hermanos como niños y sus padres como jóvenes de menor edad de él, que aparece con edad madura. ¿Es una vista del cielo, donde residen los que nos precedieron en el tránsito hacia la muerte? ¿Si fuera así significaría que todos han muerto, que efectivamente se ha llegado al final de los días?

"El árbol de la vida" más que una narración es una experiencia, anímica. Más que entretener crea un estado de ánimo en el espectador, que si no se aviene al juego probablemente reniegue del visionado del film. Todo son sugerencias. Escasean las certezas. Muchos de los hallazgos más felices son fortuitos, logrados después de cribar las muchas horas filmadas por las cámaras de Emmanuel Luzbeki. A veces uno no sabe si sus propias conclusiones exceden a las intenciones de Malick. Muchos de los fragmentos narrativos apenas son esbozados, como la relación casi comparable a la de Cain y Abel de los dos hijos mayores del matrimonio, o la relación edípica que se establece entre el primogénito y la madre, que es abordada de una forma tan ambigua y tan difícil de interpretar como el resto de la película. Con todo y con eso estamos ante una obra de arte deslumbrante, que quizá fue pensada como tal por Malick cuando aun la estaba dibujando en su mente. Es una obra con pretensiones, y eso la hace sospechosa para muchos, que se sienten reacios a admitirlo, no un trabajo pensado para entretener que devino en obra de arte gracias al talento de quienes lo hicieron posible y con el correr de los años. Yo recomendaría a todo el mundo que viera la película, pero en un momento en que el corazón les demande soledad y este propicio a encontrar belleza en la melancolía.

Para finalizar mencionar únicamente el magnífico trabajo de Douglas Trumboll en la supervisión de los efectos especiales del segundo bloque, lo mejor de la película sin duda. El excelente trabajo del director de fotografía Lubezki, que le ha supuesto ser nominado al Oscar. la ingente labor de los montadores, nada menos que cuatro son los acreditados, para dar algo de coherencia y unidad temática al enorme puzzle que les planteó Malick, al menos hasta donde al director le interesa. Y, como no, la hermosa banda sonora, donde destaca el "Lacrimosa" y una pieza del compositor del Barroco Couperin.


Mrs. O'Brien (Jessica Chastain): "Las monjas nos enseñaron que hay dos caminos que puedes seguir en la vida: el de la naturaleza y el de lo divino. Debes elegir cual vas a seguir. Lo divino no busca agradarse a si mismo. Acepta ser desairado, olvidado, no agradado. Acepta los insultos y las heridas. La naturaleza solo busca agradarse a si misma y conseguir que otros la agraden. Le gusta dárselas de gran señora, salirse con la suya. Encuentra motivos para ser infeliz cuando todo el mundo que la rodea resplandece y el amor sonríe a través de todas las cosas. Nos enseñaron que nadie que amara el camino de lo divino acabaría mal. Yo te seré fiel, no importa lo que me suceda".

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