martes, 14 de febrero de 2012

Cine y TV (50) / ¡Qué verde era mi valle! - How Green Was My Valley - John Ford - 1941



¡Qué verde era mi valle! - How Green Was My Valley - John Ford - 1941

"Estoy empaquetando mis cosas en el pañuelo que usara mi madre para ir al mercado...", dice la voz en off del narrador, How Morgan (Roddy McDowall), y quien la dobla hace una pausa casi imperceptible, como para reprimir un suspiro, sin que pueda evitar que su voz quede teñida de sentimiento cuando alude a quien ya no está, y luego continua con algo más de aplomo: "... y me iré de mi valle y esta vez no regresaré jamás". Nada más comenzar la mano de la nostalgia aprieta en su puño nuestro corazón. Nostalgia de algo que aun no conocemos, pero que sabemos valioso. Los muertos, quienes ya no están. Aquellos que dejaron su hueco en nuestro día a día y deformaron la realidad con el peso de su presencia, alterando incluso el entramado del tiempo allí donde no alcanzaron sus vidas, en la época de su ausencia obligada. Como es el mundo de How Morgan tras el sueño de una vida nos lo muestra Ford en los primeros minutos. Un pueblo que parece fantasma, poblado de viejos petrificados a las puertas de sus casas, y de unos pocos niños que caminan en fila india procedentes de la mina, imaginamos que hacia sus hogares. La montaña de escoria que regurgita la mina desde la cumbre de la colina ha eliminado el verde de las laderas del valle, pero no su recuerdo. Porque la memoria, certera o equivocada, custodia todos esos colores hermoso que ya no existen, que tal vez nunca existieron pero se soñaron, que debieron existir pero Dios solo quiso extenderlos por el paisaje del recuerdo.

Películas como ésta era habitual verlas en la televisión durante mi infancia, como el teatro de Ibsen o Shakespeare. Menos capacidad de elección pero mejores alternativas. Creo que éramos unos privilegiados. Me enamoré de la historia de la familia Morgan seguramente no mucho antes o después que de la de los Bailey en "¡Qué bello es vivir!". Películas cuyos títulos al ser traducidos se incluían entre signos de admiración. Cine añejo que ya no casa con los tiempos. También en eso tal vez seamos unos privilegiados. Porque conocimos aquellos films en un tiempo en que lo que narraban era hasta cierto punto plausible, cuando los valores que promulgaban parecían una aspiración razonable. Los niños de ahora parecen más listos de lo que lo éramos nosotros, más informados, más escépticos. Ahora, pasado el tiempo, podemos admirar aquellas obras otorgándoles todo el crédito que merecen las historias que nos narran o, mejor, atendiendo a lo que importa y no tanto a si son creíbles. Alguna vez fuimos coetáneos de aquellas ensoñaciones, en las que Ford era un maestro, el mejor de los guías para caminar por paisajes a los que ni la escoria de los años logró extirpar el verde de sus pendientes.

¡Que verde era mi valle! - Inicio de la película

La magia de Ford está en su puesta en escena, en la forma en que distribuye a sus personajes ante nuestra vista, en sus gestos, que a veces parecen de actores de cine mudo, primando las expresiones y los ademanes sobre la palabra. Los personajes de las películas de Ford son gente que se saluda constantemente entre sí, que se llevan la mano al ala del sombrero para dar los buenos días o las buenas tardes, que se dan tratamiento de usted, que hacen reverencias ante personas principales, que atienden siempre al protocolo. En casa de Gwilym Morgan (Donald Crisp) las formas son extraordinariamente importantes, el debido respeto a los mayores y el decoro a la hora de hablar y comportarse. Importan y mucho los modales. Lo sabremos enseguida cuando, sentados a la mesa para empezar a comer, y por el hambre que tiene, How alargue la mano para coger un trozo de pan y ante la mirada inquisidora y admonitoria de su padre y su hermano mayor la recoja y la junte con la otra para orar con el resto. Gwilym no se opone a las decisiones de sus hijos, ni siquiera insiste en apoyar sus propios deseos. Así que sería absurdo e injusto acusarlo de tirano. Acabada su etapa en la escuela obligatoria le preguntará a How que quiere hacer a partir de entonces, si querrá prepararse para ser médico o abogado. Y ante su disgusto le oirá decir que ha decidido trabajar en la mina como sus hermanos y su padre. Pero no se opondrá, se calará su sombrero y saldrá de casa a dar un paseo por las verdes laderas del valle para calmar su furia a solas. Porque el trato con respeto se recibe solo cuando se da también a quien se exige.

Los personajes de Ford evolucionan ante la cámara, por el imaginario escenario teatral que abarca el ojo de la lente, con férrea disciplina, a veces como si estuviesen ejecutando una danza. No hay improvisación alguna. Quizás por eso filmara tan bien los bailes, como los que podemos disfrutar en su trilogía dedicada a la caballería. Pero también en el supuesto desorden de las fiestas y las peleas esa disciplina dará sentido a lo que veamos, engendrará una línea narrativa en medio del aparente caos. Las coreografías de Ford son una de las huellas dactilares, presente en casi todas los planos de sus películas, que a veces fuerzan la realidad y amaneran las secuencias, pero que al tiempo las impregnan de su estilo poético. Ver dirigirse a los mineros rumbo al trabajo y salir de él por la tarde, cantando y casi marcando el paso como un pelotón de marines, es todo un prodigio. Y es que en esta película se canta mucho, "... porque el canto es para mi pueblo como la vista para los ojos", lo justifica How en el monólogo con el que arranca la película.

El estilo de Ford es claramente reconocible a pesar de trabajar para un productor, Darryl F. Zannuck, que controlaba cada aspecto de las obras a su cargo. A pesar de rodar a partir de un guión que adapta una novela y en cuya escritura no participó. A pesar de que no tuvo acceso a la sala de montaje, como ningún director de su época. Zanuck fue también el productor de Ford en "Las uvas de la ira" y "La pasión de los fuertes". También es cierto que su férreo marcaje con los directores lo ejercía más con unos que con otros, y que era mayor en la pre-producción que durante el rodaje, en especial en la elección de actores, y bien es cierto que la famosa troupe de Ford está bien representada en la película, aunque sea interpretando personajes secundarios en muchos casos.

Otra particularidad del estilo de Ford es que los mensajes más importantes se sugieren, a veces ocurren en segundo plano o dentro de una escena que parece estar narrando otra cosa. Pocas pinceladas pueden dibujar todo un hilo de la trama en sus películas. Por ejemplo, tres trazos velados dibujan la historia de amor de Ethan (John Wayne) con su cuñada en "Centauros del desierto". Tan veladas que incluso pueden pasarse por alto en el primer o segundo visionado de la película. Unas pocas secuencia, en este caso a plena luz, dibujan la historia de amor, también imposible, entre Merddyn Gruffyd (Walter Pidgeon) y Angharad Morgan (Maureen O'Hara), la hermana de How, en "Que verde era mi valle". La forma en que Ford nos confiesa el secreto es mediante un cruce de miradas durante un sermón, sin que siquiera hayan hablado aun. Angharad no es capaz de sostener la mirada del párroco, y acaba agachando la cabeza por pudor, por no saber ocultar su deseo, ante la turbación evidente de este. Cuando deja de mirarla recobra la confianza y al volver a contemplarle su rostro arde por la admiración que siente por él. Es una relación que pudiera parecer que no está basada también en lo carnal, pero durante la fiesta de la boda de uno de los Morgan los vemos juntos por primera vez, cantando sorprendentemente felices y sincronizados en un plano que tiene más sensualidad, a pesar de su morosidad, que muchas relaciones fílmicas cuya temperatura se nos explica con apasionadas escenas de cama. Cantar está muy en el espíritu de la película, y el modo en que no reprimen su alegría al estar juntos y compartir el momento es de una belleza inexplicable o, mejor dicho, la única forma en la que en aquellos tiempos podía explicarse. Al final de esa misma fiesta el párroco se manchará las manos al atizar el fuego del hogar. Al limpiarse con su pañuelo recibirá la reprimenda de Angharad, que mientras le limpia con un trapo húmedo le dirá: "Típico másculino, estropear el mejor pañuelo. Usted será el rey en su iglesia, pero yo soy la reina en mi cocina". "Usted será la reina donde quiera que vaya". Solo les veremos cogerse las manos en esta escena y en la última, ese será el mínimo roce de sus cuerpos, aunque sus almas avancen en paralelo a lo largo de toda la película.

¡Qué verde era mi valle! - Alfred Newman - Suite

La pasión de How por los suyos se transmite a su relato. Enamorado de su cuñada Bronwen nada más verla el día que visita su casa por primera vez para conocer a su futura familia. Siente adoración por su madre (Sara Allgood) y un respeto reverencial por su padre. Admira a sus hermanos, quien en su relato quizás en parte inventado, son los mejores trabajadores de la mina. La forma en que nos son presentados es muy fordiana, mientras uno a uno recogen en la ventanilla de cobros su jornal del día. El amor es el material con la que se construye la historia. Amor posible entre los miembros de la familia, incluso por los asimilados, como la nuera y el párraco, que casi es uno más, por más que su amor por Angharad sea del todo imposible, por que los padres de How se quieren, aunque no paren de discutir un momento y parezca que remen en direcciones opuestas. Cuando How ha de decidir su futuro y opte por la mina contará con la aprobación de su madre, que se siente orgullosa de su marido y sus hijos, aunque la mina ya le ha arrebatado a uno de ellos y después seguirá robándole seres queridos.

La película se llevó 5 estatuillas en la ceremonia de los Oscar: como mejor película y director (John Ford), el de mejor actor secundario, para Donald Crisp, componiendo un personaje de los que queda en el recuerdo, y los otorgados a la mejor fotografía y decorados en blanco y negro. El otro cónyuge del matrimonio Morgan, Sara Allgood, fue nominada, junto al guión adaptado (Philip Dunne), la espléndida transposición al cine de la novela de Richard Llewellyn, la banda sonora (Alfred Newman), el montaje y el sonido. La cosecha de película aquel año fue magnífica. Sin ir más lejos Ford hubo de competir con Hawks ("Sargento York"), Wellles ("Ciudadano Kane") y Wyler ("La Loba"). La partitura sabe captar la emoción de cada momento, siendo realmente inspirados los concernientes al monólogo inicial y el de la llegada de la primavera, con dos pájaros entrando por la ventana junto a la que How tiene su cama durante su enfermedad.

Indicar finalmente, como curiosidad, que Llewellyn escribió otras tres novelas años después que narran las experiencias de How como inmigrante, su vida en Argentina y, el último, su regreso al valle. Luego ese remate tan contundente para la primera frase del film resulta al final erróneo. Quien sabe si el amor de Angharad y Merddyn logrará al final abrirse camino. Con los primeros planos que abren la película Ford se adelantó una década al Neo-realismo italiano. Estamos pues ante una película que a veces parece europea, de autor, aunque sea también un producto típico de Hollywood. La magia de los verdaderamente grandes, del que el director irlandés fue el más grande entre los grandes. Decían de Velázquez que en la pintura de su tiempo estaba él y que todo lo demás era planicie. Una frase que bien podría aplicarse a Ford y no solo para su tiempo. Ojalá hubiera podido filmar las continuaciones del relato de Llewellyn. La memoria jamás se sacia. La que se nutre de la realidad y la que deforma ésta por culpa de nuestra mirada selectiva. Pero el talento de Ford es una verdad objetiva.







1 comentario:

  1. Hago un inciso en esta mañana para leer esta entrada tuya, te la debía...y da igual que ya hayan pasado casi dos semanas desde que la vi, porque leo tu crítica, y me vuelvo a emocionar...estas películas eran las que yo veía con mi abuela los sabados por la tarde, sentadas en su sofá, con el sol entrando por la ventana, y antes de la partida de brisca y de la merienda de quina con chocolate y galletas...lo(la)adoraba...probablemente esta ya la hubiera visto, aunque no la recordara...y el personaje de la madre, me recuerda mucho a ella, y mas concretamente a la foto de su madre que había sobre la tele...una mujer fuerte, rodeada de hombres, sufrida, capaz de defenderles hasta casi perder la vida...el padre, recto, pero comprensivo con sus hijos, apoyándoles en cada decisión, y todo visto a través de los ojos del niño que se convertiría en un hombre como él...la dura vida de la mina...la música, el compañerismo, el amor imposible...a mi se me cayeron las lagrimillas cuando terminó...una película muy emocionante...

    Besos lindo :**

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